lunes, 18 de marzo de 2013

El papa celebra misa en Santa Ana y abraza a los fieles


CIUDAD DEL VATICANO, 17 de marzo de 2013 - El santo padre Francisco llegó hoy domingo hasta la parroquia agustina de Santa Ana dentro de los muros vaticanos, para encontrarse con el pueblo de Dios y celebrar con ellos la eucaristía.
No le tomó más de seis minutos --como debería ser--, para dejar en sus oyentes la certeza de que el amor de Dios está reservado para cada uno de ellos, sin importar cuán pecador sea.

Quien tenga oídos...

Durante su homilía hizo una distinción entre el pueblo que se acercaba a Jesús. "Estaba el pueblo que iba a hacia Él (..) que quería oír las palabras de Jesús. El pueblo de corazón abierto, necesitado de la palabra de Dios (y) habían otros que no escuchaban nada, no podían escuchar", enseñó.
Entre estos últimos --que no podían escuchar--, estaban quienes llevaron a esta mujer. Recordó el papa esta escena con mucha simplicidad: "Oye maestro, esta es una tal por cual, tenemos que hacer lo que Moisés nos indicó de hacer con estas mujeres".
Sin embargo, no quiso que el pasaje del evangelio se quedara en el texto, sino que lo hizo vida asemejando a dichos fariseos con muchos de los creyentes: "Creo que somos este pueblo que por un lado quiere oir a Jesús pero por otro a veces nos gusta palear a los otros, condenar a los otros".

La fuerza del amor

Continuó con su homilía reconociendo que para él, "el mensaje más fuerte del Señor es la misericordia". Y recordó cómo Cristo no vino por los justos --quienes "se justifican por ellos mismos, bendito el Señor, si tú puedes hacerlo yo no puedo hacerlo"--; sino que vino por los pecadores.
En una humilde aplicación a sí mismo de la enseñanza de Jesús, Francisco aseguró que "Él vino por nosotros, cuando reconocemos que somos pecadores". Aunque advirtió que no se debe proceder como aquel fariseo que, delante del altar, agradecía a Dios porque no era como los otros, y ni siquiera como el publicano. Porque actuando así, "no conocemos el corazón del Señor y no tendremos nunca la alegría de sentir esta misericordia", aseguró.
Invitó por tanto, a confiarse a la misericordia de Dios, el cual, aunque no deja de ser un abismo incomprensible, nos corresponde acercarnos.

Dios se olvida de todo

Recordando un diálogo entre un presbítero y un penitente, en el cual este último reconoce su "grueso pecado", el santo padre invitó a "contarle estas cosas a Jesús". Porque todos deben tener la seguridad de que "Él se olvida, Él tiene una capacidad de olvidarse. Es especial, se olvida y te besa y te abraza".
Y no solo eso, dijo, sino que te dice: "Tampoco yo te condeno, ve y de ahora en adelante no peques más".
Aunque con su ya conocido estilo pastoral y cercano, reconoció que "después de un mes estamos en las mismas...". Por lo que invitó a "volver donde el Señor; el Señor no se cansa nunca de perdonar".
Finalmente, alentó a no cansarse nunca de pedir perdón, sino que se debe pedir la gracia de no cansarnos de pedir el perdón, "porque Él nunca se cansa de perdonarnos", aseguró.
Terminada la misa, el santo padre salió hasta el atrio del templo para despedirse uno por uno de los fieles que llegaron a misa, quienes cada día que pasa, creen estar ante una "primavera católica".

No hay comentarios: