martes, 5 de marzo de 2013

Colette o Coleta Boylet de Corbie, Santa


Virgen Clarisa, 6 de marzo
 
Colette o Coleta Boylet de Corbie, Santa
Colette o Coleta Boylet de Corbie, Santa

Virgen

Martirologio Romano: En Gante, en Flandes, santa Coleta Boylet, virgen, que durante tres años llevó una austerísima vida, encerrada en una pequeña casa junto a la iglesia, y después, tras profesar en la Regla de san Francisco, recondujo muchos monasterios de Clarisas a la forma primitiva de vida, insistiendo principalmente en el espíritu de pobreza y de penitencia (1447).

Etimológicamente: Colette = Variante francesa del nombre Nicolasa = La vencedora de entre el pueblo, es de origen griego.

Fecha de canonización: 24 de mayo de 1607 por el Papa Pío VII.
COLETTE, COLETTA, COLETA, NICOLASA, NICOLETTE
Colette es la aféresis de Nicolette, diminutivo femenino de Nicolás, nombre que en castellano se a traducido a Coleta.

Nació Coleta en Corbie, al norte de Francia, cerca de Amiens, el 13 de enero de 1381. Sus padres, el carpintero Roberto Boylet y su mujer Catalina, habían llegado a mayores sin tener descendencia, pero, cuando ya no la esperaban, providencialmente aún tuvieron una hija a la que llamaron Nicolette, familiarmente Colette, en agradecimiento a san Nicolás de Bari, a cuya intercesión atribuían el haberla tenido. La niña creció en un ambiente acogedor y muy religioso. Pero pronto quedó huérfana de padre y madre, y, a sus 18 años, emprendió una complicada y variable experiencia religiosa en la que, durante siete años, pudiera parecer que no acertaba con el destino al que Dios quería llevarla.

Siguiendo el consejo que Jesús da en el Evangelio, vendió todos sus bienes y los distribuyó entre los pobres. A continuación fue pasando de monasterio en monasterio, de institución en institución, sin encontrar sosiego. Primero estuvo en las Beguinas, de las que pasó a las Benedictinas de su pueblo natal; no colmaron éstas sus ansiedades espirituales, y entonces ingresó en las Clarisas; pero, insatisfecha de nuevo, optó por vestir el hábito de la Tercera Orden de San Francisco, en la que tampoco encontró reposo su espíritu, por lo que resolvió aislarse llevando vida solitaria, como «reclusa», en una pequeña ermita cercana a Corbie; esto, sin embargo, no era lo que Dios quería de ella.

A sus 25 años terminó Coleta su peregrinaje claustral. Ella, desde su profunda vida de pobreza y oración, se sintió llamada a renovar la Orden de santa Clara, devolviéndole el espíritu y la observancia que le diera la santa fundadora en su Regla. El P. Enrique de Baume, franciscano, supo discernir los planes de Dios y aconsejó a Coleta que volviera a las clarisas. Obtenida de la curia pontificia la dispensa del voto de reclusión perpetua, Coleta marchó el año 1406 a Niza, donde se encontraba en aquel tiempo Benedicto XIII, y le expuso amplia y detalladamente sus propósitos restauradores. Benedicto XIII, tras detenida y profunda reflexión, entendió que allí estaba la mano de Dios, que era quien guiaba a aquella mujer, por lo que, haciendo uso de su potestad, le impuso el velo de clarisa y la autorizó a reformar los monasterios de la Orden y a fundar otros nuevos. Esto sucedía en los trágicos tiempos del llamado «Cisma de Occidente», con papas y antipapas a la vez, que terminó en 1417. Los cristianos, en su desconcierto y buena voluntad, estaban del lado que tenían por auténtico o que les indicaban sus autoridades. Así, santa Catalina de Siena y santa Catalina de Suecia estaban con el papa de Roma, mientras san Vicente Ferrer y santa Coleta estaban con el de Aviñón, concretamente con Benedicto XIII.

No le resultó fácil a Coleta poner en marcha de inmediato sus proyectos. Durante algunos años fracasaron sus intentos de reforma, hasta que, en 1410, consiguió la reforma de un primer monasterio, el de Besançon, al que siguieron otros hasta un total de
Colette o Coleta Boylet de Corbie, Santa
Colette o Coleta Boylet de Corbie, Santa
16 ó 17, reformados o fundados de nuevo. Para todos ellos redactó unas Constituciones, que fueron aprobadas por la Iglesia.

También hubo conventos de frailes franciscanos que, permaneciendo bajo la autoridad de los propios superiores, acogieron el impulso renovador de Coleta y volvieron al espíritu y prácticas que san Francisco había querido para su Orden: vida de pobreza sin mitigaciones, vida austera, intensa oración personal y comunitaria, y mucha oración y penitencia por la unidad de la Iglesia, entonces dividida por el Cisma de Occidente.

El alma y motor de la reforma eran sin duda la vida y el ejemplo de Coleta, que había llegado a abandonarse en manos de Dios para serle un instrumento fiel. Su fama de santidad despertó un gran entusiasmo tanto en los monasterios como fuera de ellos. Dios le concedió además dones carismáticos extraordinarios: discernimiento de conciencias, profecía y hasta milagros. En tiempos tan difíciles para la Iglesia y cuando los hijos e hijas de san Francisco y santa Clara se encontraban en situación de manifiesta decadencia, Dios se valió de una mujer del pueblo, llana y sencilla, para llevar a cabo una renovación, aprobada por el Ministro general de los franciscanos en 1434 y por Pío II en 1458, cuya validez corroboran los frutos que entonces dio y que ha seguido danto hasta nuestros días. En la actualidad los monasterios de "coletinas" son unos 140, la mayor parte de los cuales se encuentra en Europa, aunque también los hay en América, Asia y África.

Murió en su monasterio de Gante (Bélgica) el 6 de marzo de 1447, y la canonizó el papa Pío VII en 1807.


Santa Coleta Boylet, virgen
fecha: 6 de marzo
†: 1447 - país: Bélgica
otras formas del nombre: Colette, Nicolette Boillet
canonización: B: Clemente VIII 1604 - C: Pío VII 24 may 1807
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Gante, en Flandes, santa Coleta Boylet, virgen, quien durante tres años llevó una austerísima vida encerrada en una pequeña casa junto a la iglesia, y después, tras profesar en la Regla de san Francisco, recondujo muchos monasterios de Clarisas a la forma primitiva de vida, insistiendo principalmente en el espíritu de pobreza y de penitencia.
patronazgo: patrona de los funcionarios y los carpinteros, contra los dolores de cabeza, los problemas oculares, la fiebre y la infertilidad; para pedir un parto seguro.
refieren a este santo: San Juan de Capistrano

Todas las instituciones humanas, por excelentes que sean, pueden degenerar fácilmente después de la muerte de sus fundadores o de sus sucesores inmediatos. Para sobrevivir, tienen que conservar el primitivo ideal o bien someterse a una reforma para recuperarlo. Todas las órdenes religiosas han tenido altibajos, períodos de gran actividad y de eclipse. La obra principal de santa Coleta fue precisamente la reforma de una de las familias religiosas más austeras: las clarisas. La influencia de la santa sobre su orden fue inmensa. Una de las ramas, la de las coletinas, le debe su nombre.

Coleta era hija de un humilde carpintero de la abadía de Corbie, en Picardía. Su nombre de bautismo era Nicoleta, pues sus padres eran muy devotos de san Nicolás de Mira. Coleta, como la llamaban todos, era muy hermosa y atractiva, pero su corta estatura preocupaba mucho a su padre. La joven pidió a Dios que la hiciese crecer y su oración fue escuchada. De joven, llevaba en su casa la vida de un ermitaño, entregada a la oración y al trabajo manual. Sus padres le dejaban en plena libertad, seguros de que la dirigía el Espíritu divino. A pesar del retiro en que vivía la joven, su hermosura empezó a llamar la atención de todos. Viendo en esto un obstáculo para su vida espiritual, Coleta pidió a Dios que le quitase toda belleza. Se cuenta que su rostro se volvió tan pálido y delgado, que las gentes apenas podían reconocerla, pero la bondad y modestia de la santa, conservaron todo su encanto.

Tanto el padre como la madre de Coleta murieron cuando la joven tenía diecisiete años. La dejaron al cuidado del abad de Corbie. La santa pasó algún tiempo en el convento, distribuyó entre los pobres su reducida herencia e ingresó en la Tercera Orden de San Francisco. El abad de Corbie le cedió una pequeña ermita, junto a la iglesia. La fama de la austeridad de Coleta se extendió y las gentes acudían para encomendarse a sus oraciones y pedirle consejo, hasta que Coleta decidió no recibir más visitas, y durante tres años vivió en absoluto silencio. Sin duda que, durante ese período, Coleta reflexionó mucho sobre el estado de su orden y habló de ello con su confesor, Fray Enrique de Baume, pues éste soñó que Coleta tenía entre las manos un ramo de hojas de vid sin ningún fruto, pero los racimos aparecieron en cuanto la santa arrancó algunas hojas. También Coleta tuvo varias visiones, en una de las cuales el mismo san Francisco se le apareció y le mandó que restableciese entre las clarisas la primitiva observancia. Coleta se sentía sin valor suficiente para ello; pero recibió una señal del cielo, pues durante tres días estuvo sorda y durante otros tres estuvo ciega. Alentada por su director, abandonó su retiro en 1406 y fue a exponer su misión en uno o dos conventos; pero pronto comprendió que para tener éxito necesitaba poseer autoridad. Descalza y vestida con un pobre hábito, Coleta partió a Niza a ver a Pedro de Luna, a quien el pueblo francés reconocía entonces como papa con el nombre de Benedicto XIII (aunque luego quedó históricamente como antipapa). Éste la recibió con mucho afecto, confirmó su profesión en la Orden de Santa Clara, la nombró superiora de todos los conventos de clarisas que reformase o fundase y llegó hasta extender su misión a la Orden de San Francisco. Por otra parte, nombró a Enrique de Baume asistente de la santa.

Con tales poderes, Coleta viajó de un convento a otro por Francia, Saboya y Flandes. Al principio encontró una violenta oposición y se vio tratada de fanática y hechicera; pero nada la afectó ni la hizo retroceder. Poco a poco fue imponiéndose, sobre todo en Saboya, donde su reforma despertó mucha simpatía y después en Borgoña, Francia, Flandes y España. El convento de las Clarisas Pobres de Besançon fue el primero que aceptó la reforma, en 1410. La fama de los milagros de la santa se extendió por todas partes. La duquesa de Borbón escribía: «Me muero de ganas de ver a esa Coleta de la que tanto se habla, que resucita a los muertos». El deseo de la duquesa se vio satisfecho y la santa ejerció una influencia enorme sobre la familia de Borbón. Según parece, aquella religiosa de humilde cuna impresionaba especialmente a los nobles de este mundo, como Blanca de Ginebra, la duquesa de Nevers, Amadeo II de Saboya, la princesa de Orange y el duque de Borgoña, Felipe el Bueno.

Se cuenta que en 1429, Coleta conoció en Moulins a santa Juana de Arco, quien pasó por ahí a la cabeza de un ejército para ir a sitiar la Charité-sur-Loire. El encuentro de esas dos extraordinarias mujeres de espíritu tan semejante, a pesar de que tenían misiones tan diferentes, debió ser muy interesante, si es que tuvo lugar; pero en realidad no existe ninguna prueba de que haya sido así. Un sitio muy relacionado con el nombre de santa Coleta es la ciudad de Le-Puy-en-Vélay, donde existe todavía el convento que la santa fundó, entre otros dieciséis, sin contar los que reformó, entre los que hubo algunos monasterios de frailes franciscanos.

La vida de actividad exterior de santa Coleta estaba sostenida por una vida interior de oración. La santa tuvo una visión de la Pasión y muerte de Cristo. Meditaba la Pasión todos los viernes, de las seis de la mañana a las seis de la tarde, sin probar alimento ni bebida. En todas las épocas del año, pero particularmente en la Semana Santa, entraba frecuentemente en éxtasis durante la misa o durante sus oraciones en la celda. Una gran luz la rodeaba en esas ocasiones y en su rostro se reflejaba un resplendor celestial. Sobre todo, después de recibir la comunión era arrebatada en éxtasis, que duraban a veces varias horas. En una de sus visiones apareció una multitud cuyos hombres y mujeres, numerosos como los copos de nieve en una tempestad, caían en el pecado. Desde entonces, oraba todos los días por la conversión de los pecadores y por las almas del purgatorio. Según se cuenta, murió pidiendo por ellos y por la Iglesia. Como su padre san Francisco, Coleta quería mucho a los animales, sobre todo a los más indefensos y buenos; los corderos y las palomas acudían a ella en cuanto aparecía y los pajarillos más tímidos volaban a comer en sus manos. También amaba mucho a los niños; jugaba con ellos y les bendecía, como lo había hecho Jesucristo.

Su última enfermedad la sorprendió en Flandes, donde había fundado varios conventos. Predijo su muerte, recibió los últimos sacramentos y descansó en el Señor en el convento de Gante, a los sesenta y siete años de edad. Cuando el emperador José II suprimió algunos de los conventos de las clarisas en Gante, lus religiosas transladaron los restos de santa Coleta al convento de Poligny, a cincuenta kilómetros de Besançon. La canonización tuvo lugar en 1807.

Aunque han desaparecido muchos de los documentos del siglo XVI sobre la santa, no faltan testimonios de sus contemporáneos y fuentes de primera mano. Según parece, se ha perdido el relato que escribió Enrique de la Baume, que fue durante treinta y tres años el confesor de Coleta, así como las memorias de otro de sus guías espirituales, el P. Francisco Claret; pero todavía se conserva la narración de su amiga e hija en religión, la hermana Perrine. Poseemos, además, muchas de las cartas de la santa y las memorias, un tanto desorganizadas, de Pedro de Vaux, quien fue su confesor durante los últimos años. La duquesa Margarita de Borgoña, hermana de Eduardo IV de Inglaterra, mandó hacer una hermosa copia del texto de Pedro de Vaux, con ricas miniaturas, y la regaló al convento de las coletinas. La dedicatoria que escribió con su propia mano en dicho ejemplar, fue la siguiente: «Vuestra leal hija Margarita de Inglaterra; rogad por ella y por su salvación». El manuscrito se conserva actualmente en el convento de las clarisas de Gante. El P. Ubaldo d'Alençon publicó en 1911 una edición de la traducción latina que hicieron los bolandistas de las biografías de la hermana Perrine y de Pedro de Vaux. Entre las biografías modernas, se cuentan las de Bizouart, Germain, Pidoux, Imle y Poirot. Ver también las interesantes notas del P. d'Alençon en Archivum Franciscanum Historicum, vols. II y ni (1909-1910). Hay una admirable biografía escrita por la Sra. Sainte-Marie Perrin (1923).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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