Obispo, 2 de marzo | |||
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En Lichfield, en Inglaterra, san Ceada, obispo, que en momentos difíciles ejerció el oficio episcopal en las provincias de Mercia, Lindisfarne y del centro de Inglaterra, desempeñando este ministerio con gran perfección de vida, según los ejemplos de los antiguos padres (672).
Cuando Wilfrido fue elegido obispo de York, sentía más aún en su corazón de apóstol la necesidad de extender el reino de Dios por otros sitios que no hubieran sido ya hollados o trillados antes.
Fue entonces cuando le vino la idea de enviar a Chad como obispo a Nortthumbria. Aquí, como hacían los apóstoles de Jesús, se entregó plenamente a su trabajo.
Recorría a pie todos los lugares que pertenecían a su diócesis. Sembraba en los corazones la calma; ayudaba a los pobres, les predicaba la Palabra de Dios, sin excluir nunca a los nobles y ricos. Dios ha venido para la salvación de todos.
Eran tan tiernas las entrañas de Chad que a todo el mundo los consideraba como a sus hijos. Si llegaban los días lluviosos o las tormentas, hacía mucha oración por todos y porque sus cosechas fueran buenas.
También solía, con el mal tiempo, encerrarse horas y horas en la iglesia para recitar los Salmos de la Biblia.
Estuvo misionando, esa es la palabra, durante dos años. Tras ellos, había ocupado el primado de Inglaterra, que está en York, un tal Teodoro.
No tenía buenas intenciones para con el incansable misionero Chad. Y apenas pudo, le exigió que renunciara a ser obispo.
Chad dijo que estaba siempre a disposición de lo que Dios le pidiere en cada instante. Así pues, dejó su cargo.
Transcurrieron solamente algunos meses. Tiempo suficiente para que Teodoro recapacitase en la injusticia que había cometido con Chad.
Para compensar lo mal que se comportó con él, le nombró canónicamente –esta vez sí según él – obispo de Lichfield.
Igualmente llevó a cabo un gran apostolado duran te tres años, hasta que la plaga de la peste le llevó a la eternidad. Era el año 672, tal día como hoy.
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