lunes, 7 de noviembre de 2011

Simultaneas de ajedrez



Cuando estaba cerca de cumplir trece años y estudiaba en un colegio público en mi ciudad natal, todos los estudiantes recibimos una convocatoria para participar en el equipo de ajedrez que nos representaría en los campeonatos de nuestra región y a nivel nacional. La convocatoria fue realizada por nuestro profesor de Biología, alguien quien además de ser el mejor profesor de nuestro colegio, era un aficionado a dicho juego. Todo consistía en presentarse un fin de semana para jugar algo llamado: "Simultanea de ajedrez" en la cual un maestro en dicho juego se enfrentaba a varios aficionados en diferentes tableros durante toda una jornada, hasta que quedara un vencedor, este normalmente era el maestro.

Mi mejor amigo de la infancia, Fabián Cristóbal, me había enseñado a jugar ajedrez después de que su hermano mayor, Guillermo se lo hubiera enseñado a él; desde ese momento hasta la fecha de la simultanea, habíamos creado un campeonato entre los dos que superaba los cuatrocientos tableros jugados; lógicamente él era superior a mí, pues lo había practicado por más tiempo y él era mi maestro en el juego, pero un día después de tantos tableros nos dijimos: ¡Jugaremos una ultima vez y el ganador, será el ganador absoluto! Recuerdo que fue una batalla mental entre dos niños que no estaban dispuestos a perder, y dos horas después de haber sacrificado todas nuestras fichas en dicho juego, declaramos el empate; es decir: "tablas". Esa fue la mejor partida de ajedrez que jamás jugué y la recuerdo con especial cariño, porque jamás volví a jugar con él.
Volviendo a ese fin de semana en el colegio: Francisco Antonio de Ulloa, Nuestro profesor de Biología estuvo muy animado desde temprano, pues se presentaron treinta jugadores dispuestos a ocupar un puesto dentro del equipo; Ese mismo día descubrí que nuestro profesor era un maestro de ajedrez, pues eliminó a la mitad de los jugadores con una magistral destrezay en relativamente, poco tiempo.


Habíamos empezado a las 8:15 AM, y corría la mañana con numerosos visitantes que se sorprendían de las diferentes jugadas en los tableros que continuaban con vida, había por lo menos 150 personas interesadas en los diferentes desenlaces y por supuesto, algunos actuaban como voluntarios ofreciendo
consejos gratis para vencer al maestro. Recuerdo que esa mañana me vestí con el único traje limpio que tenía y de hecho, era el único elegante que poseía: color azul, tanto la camisa como el pantalón haciendo juego con la correa y los zapatos negros.

Más o menos a media mañana sucedió algo inusitado en aquella simultanea de ajedrez, mi tablero le presento al maestro, el único jaque con real peligro de terminar en jaque -mate con dos jugadas adicionales; independientemente de las jugadas que pudiera desarrollar el maestro en defensa propia, el desenlace sería fatal para él. Como consecuencia de eso, todos los tableros aceleraron sus jugadas, terminaron a favor del maestro y tanto visitantes como jugadores se concentraron alrededor de mi tablero, especialmente el maestro. Quien empezó a sudar copiosamente, a respirar entrecortado y a gesticular palabras que solo él entendía; lo había puesto en un serio aprieto y él sabía que iba a perder. Durante todo el tiempo que jugué con Fabián Cristóbal nunca me importo perder, porque simplemente era un juego, pero en el último tablero que compartimos, nadie cedió nada y así quedamos, literalmente empatados; pero en este caso, al maestro le importaba mucho ese tablero y cuando me di cuenta de que a mi no me importaba, moví una ficha atrás y le deje un corredor para huir; el comprendió que lo estaba ayudando y huyo por el camino que le preparé y durante las siguientes dos horas nos dedicamos a soltar nuestras mejores jugadas hasta que el juego terminó en un empate.

El maestro sabía que jamás hubiera podido ganar y que ese empate solo fue posible por el corredor que le deje para huir. Su prestigio quedó intacto y salió invicto de esa simultanea; pero yo sabía que le había permitido eso por voluntad propia y sin eso, él hubiese perdido sin remedio en ese tablero; la verdad quedó entre el y yo; los demás disfrutaron de una verdadera partida de ajedrez y salieron felices para su casa; el equipo de ajedrez jamás se realizó, no había presupuesto para viajes y otras cosas; así que no ocurrió nada memorable de que arrepentirse por haber cedido esa partida. Por otro lado, esa es la razón por la que menciono las partidas simultáneas de ajedrez, aquel día que aprendí por primera vez el significado del término: "simultaneas de ajedrez". En ese entonces no sabía si serían útiles.

Uno de los escritores que influyo mi decisión de escribir fue Og Mandino, él solía referirse en varios de sus libros a la manera como el jugaba una partida de ajedrez con Dios y como de cuando en cuando aparecía en el tablero de su vida, una jugada parecida a un jaque, que exigía mayor cuidado y de cuya respuesta se desprendían nuevos capítulos; él hacía énfasis en sus respuestas y en cómo se las entregaba con una frase parecida a esta: "Señor, ahora te toca a ti mover".

Ahora bien, la idea de Og mandino y el recuerdo de la simultánea de ajedrez en el Colegio donde estudie parte de la secundaria se han presentado de manera insistente en mi corazón para guiarme en un nuevo y fascinante descubrimiento. Todo se ha desarrollado como un interesante hallazgo mientras leía la primera novela del escritor Arthur Golden, quien a través de la hermosa historia: "Memorias de una Geisha" nos muestra el mundo oriental ayudado de una mágica historia de amor con todos los ingredientes para atrapar la atención del lector. Finalizando la novela, su protagonista, La bella Sayuri expresa una idea magistralmente sencilla, que encierra toda la sabiduría en ella: "Cuando avanzas contracorriente cada punto de apoyo adquiere una importancia característica". Esta frase resume mi idea de cómo la vida es un maravilloso juego que se desarrolla como una simultanea de ajedrez, con minucioso detalle y cuya magnitud es simplemente sorprendente.

Sé que nuestra llegada a la tierra encierra para todos un cúmulo de dificultades que vamos resolviendo con el tiempo, unos mas que otros logran hacerlo de una manera afortunada, pero sin temor a dudas cada dificultad se vuelve parte de un capitulo que escribimos íntimamente y que finalmente narra nuestra historia personal. Después de este preámbulo prolongado, me arriesgo a compartir algunas revelaciones que tuve permitiéndome escuchar a mi corazón en muchos apartes de la vida, cuando llegue a pensar que la misma era como un tablero de ajedrez en donde pulía mis talentos y me deshacía de mis debilidades, todo como un continuo caminar en compañía de mi Padre. tal vez son importantes para mi, porque así descubrí mas de mi relación con él, en ningún momento son pretensiosas ni buscan algo contrario a expresar amor.

Las partidas difíciles de ajedrez se ganan con paciencia. Para ganar no es suficiente con querer ganar, es necesario apoyarse en una paciencia inquebrantable que sea capaz de voltear cualquier resultado en contra; es decir, desarrollar la capacidad de sonreírle a la adversidad con la paciencia necesaria para que esta renuncie agotada y se marche de nuestras vidas. Siempre he creído que podemos extraer belleza ahí en donde en apariencia solo encontramos fealdad

Aunque parezca imposible, la peor partida de ajedrez se puede ganar. Es necesario un corazón bondadoso, bello y valiente, pero adicional a eso, yo considero que debemos desarrollar la astucia necesaria para prever la maldad a nuestro alrededor, de tal manera que podamos evadirla sin lastimarnos. Se que hay montañas de fracasos ahí en donde alguien encontró el éxito. Sé que
en muchas ocasiones no obtenemos la respuesta que buscamos porque no hacemos la pregunta correcta y se que en donde muchos se preguntan: Porqué? siempre hay uno que se pregunta: Porqué no? Siempre hay una solución y esa, siempre es la mejor solución del Padre, la del amor.
El ajedrez así como la vida es un maravilloso juego. Podemos vivirlo de una manera divertida, no necesariamente descuidada; podemos comprender su funcionamiento y emplear ese conocimiento para fluir a través de la vida sin excusas ni lamentos; pero sobretodo, es un juego de gran dignidad, así como el amor es una fuerza única que debemos tratar con amoroso cuidado. Quiero decir, que debemos ser dignos del regalo de la vida, del regalo del amor y hacer todo lo que esta en nuestro alcance para ser merecedores de ese privilegio. Pues no hay nada más gratificante que disfrutar algo de lo que nos sentimos merecedores.

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