Cuando uno acepta lo que es, es más feliz. Cuando, una persona, sabe lo qué le ocurre descansa más y mejor.
Lo mismo ocurre con la enfermedad: cuando uno acepta el sufrimiento, parece como si el dolor se relajase.
La vida es una moneda con dos caras: salud y enfermedad, vida y muerte, alegría y pena, noche y día, optimismo y desilusión.
Dijo una ostra a otra ostra: "Siento un gran dolor dentro de mí. Es pesado y redondo y me lastima". Y la otra ostra replicó con arrogancia: "Alabados sean los cielos y el mar. Yo no siento dolor dentro de mí. Me siento bien e intacta". Un cangrejo que pasaba por allí las escuchó y dijo a la que estaba bien e intacta: "Sí, te sientes bien, pero el dolor de la otra es una hermosa perla".
María:
Ayúdame a ser fuerte cuando, a mi puerta,
llame el sufrimiento.
El mundo nos educa para la felicidad
pero nos esconde una dura realidad: el dolor.
Tú, María, que fuiste fuerte en los momentos
de prueba, al pie de la cruz,
mírame con amor de Madre en este día.
Que no me olvide de aquellos que, tal vez,
no viven tan saludablemente como yo.
Que sea consciente de mis limitaciones
y, sobre todo, que en la cruz de Jesús
vea un motivo para agarrarme cuando
asomen los momentos de dificultades.
Amén.
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