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Albertina Berkenbrock, Beata |
Albertina Berkenbrock nació el 11 de abril de 1919 en
Saõ Luís, municipio de Imaruí, al norte de Brasil, y
fue bautizada el 25 de mayo sucesivo. Recibió la Confirmación
el 9 de marzo de 1925 y la primera Comunión
el 16 de agosto de 1928. Su familia, profundamente católica,
provenía de Westfalia (Alemania). Frecuentaban regularmente la iglesia y rezaban
todos los días en el hogar. La sierva de Dios
vivió en este ambiente propicio, donde sus padres pusieron los
cimientos de su fe sencilla y pura. Su formación religiosa
prosiguió con la catequesis de preparación para los sacramentos.
Su
madre recordaba que Albertina fue siempre muy obediente, dócil y
piadosa. Ayudaba mucho en los quehaceres del hogar así como
en las labores del campo; en la escuela era amada
tanto por sus maestros como por sus compañeros. Fue siempre
muy sencilla, modesta en el vestir, serena y delicada. De
su sentido cristiano de la vida nacía su inclinación a
la bondad, a la piedad y a la virtud, en
la medida en que una niña de 12 años podía
comprenderlas y vivirlas.
La sierva de Dios tenía dos puntos
de referencia espirituales: la Virgen Madre de Dios y
san Luis Gonzaga. Su ambiente familiar, su sensibilidad de niña,
su formación religiosa y su profunda devoción a san Luis
constituyen los presupuestos para identificar en el alma de la
sierva de Dios no sólo una honestidad natural, sino también
la plena conciencia del sentido de pecado y de la
custodia de su pureza.
Tres palabras son particularmente recurrentes en
los testimonios de quienes conocieron a Albertina: "delicada", "modesta"
y "reservada". Otro elemento que emerge con fuerza de los
testimonios es su gran sentido de caridad, que manifestaba acompañando
a las niñas más pobres, jugando y compartiendo con ellas
su pan. Lo hacía, en particular, con los hijos de
Idanlício, su asesino, que trabajaba para su familia; esto tenía
un mérito especial porque eran de raza negra y en
esa región, de colonización germánica e italiana, existía un fuerte
sentimiento racista.
Idanlício Cipriano Martins tenía 33 años y vivía
con su mujer y sus hijos cerca de la casa
de los Berkenbrock. El 15 de junio de 1931, hacia
las cuatro de la tarde, Albertina estaba apacentando el ganado
de su familia cuando el padre le pidió que fuera
a buscar un buey que se había alejado. En el
camino encontró a Idanlício, que se ofreció a ayudarle. Con
engaño, la condujo a un bosque cercano pidiéndole tener una
relación sexual. Albertina se opuso con firmeza para salvaguardar su
pureza, e Idanlício intentó violarla. Al no lograrlo, el hombre
extrajo una navaja y le cortó la garganta, causándole la
muerte en el acto. Albertina tenía doce años y medio.
Dos días después se celebró su funeral. Los habitantes de
Saõ Luís y de muchas aldeas vecinas participaron con gran
conmoción, no sólo por el modo trágico como había muerto,
sino sobre todo por el heroísmo con el que había
defendido su pureza. En el lugar del martirio se construyó
posteriormente una capilla dedicada a santa Inés —otra virgen mártir
de los primeros siglos del cristianismo—, a la que acudían
sin cesar multitudes de peregrinos para pedir gracias a través
de la sierva de Dios.
En 1952, en la misma
capilla en la que Albertina había recibido la primera Comunión,
se reunió el tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Florianópolis
para incoar el proceso de beatificación y canonización. Con la
división de la archidiócesis y la creación de la diócesis
de Tubarão, los pastores de esta nueva circunscripción eclesiástica se
encargaron de promover la causa. El 16 de diciembre de
2006 Su Santidad Benedicto XVI firmó el decreto sobre el
martirio de la sierva de Dios Albertina Berkenbrock y el
20 de octubre de 2007 la beatificó.
Si usted tiene información
relevante para la canonización de la Beata Albertina, contacte a:
Vicepostulação da Causa A. Berkenbrock C.P.
341 88701-970 Tubarão, BRAZIL
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