viernes, 18 de noviembre de 2016

+ SALESAS (7 mártires)



Beatificadas el 10 de mayo de 1998:

Beata María Cecilia (Mª Felicitas Cendoya Araquistain)
Beata María Inés (Inés Zudaire Galdeano)
Beata María Engracia (Josefa Joaquina Lecuona Aramburu)
Beata María Ángela (Martina Olaizola Garagarza)
Beata María Teresa (Laura Cavestany Anduaga)
Beata Josefa María (Carmen Barrera Izaguirre)
Beata María Gabriela (Amparo Hinojosa Naveros)

Dado el cariz que tomaban los acontecimientos al estallar la Guerra Civil, las Salesas del Primer Monasterio de la Visitación de Madrid alquilaron un piso semisótano en la cercana calle de Manuel González Longoria, por si las cosas empeoraban, como en efecto sucedió. A este piso refugio tuvieron que trasladarse las siete Salesas que quedaban de la Comunidad el 18 de julio de 1936. Tras unas semanas de relativa tranquilidad, fueron denunciadas por ser Religiosas. Sufrieron varios registros que culminaron con su detención el 18 de noviembre para llevarlas a fusilar. Ellas, al subir al coche hicieron serenamente la señal de la cruz ante el griterío del populacho que pedía su muerte. Las llevaron a un descampado en el cruce de las calles de López de Hoyos y Velázquez, y allí, al bajar del coche las mataron. La Hna. MaríaCecilia, la más joven, de 26 años, de temperamento nervioso, al sentir que caía muerta la Hermana que tenía cogida de la mano echó a correr sin que nadie la persiguiera. Poco después ella misma se entregó a unos milicianos declarando que era Religiosa. Fue fusilada en las tapias del cementerio de Vallecas, a las afueras de Madrid, en la madrugada del 23 de noviembre de ese año de 1936. El resto de la Comunidad, refugiada en Oronoz, no supo nada del martirio hasta varios meses después, y las primeras noticias eran muy confusas. Nada pudo aclararse hasta que regresaron a Madrid al terminar la Guerra en 1939. A la cripta del Monasterio, profanada durante la Guerra, se trasladaron en 1940 los restos martiriales de cuatro de las Hermanas que habían dado su vida por Cristo y por España. Los restos de las otras tres reposan en el Valle de los Caídos.


«El esplendor de los Hijas de la Visitación es no tenerle y su grandeza la pequeñez»

El testimonio de la Hna. María Cecilia:

La Hna. María Cecilia (Mª Felicitas Cendoya Araquistain, Azpeitia, 1910) tuvo en los preludios de la Guerra la oportunidad de ir con su familia, pero por amor a Jesús y a su vocación nunca aceptó las propuestas y siempre dijo con tesón que no quería marcharse por nada del mundo. Había hecho los votos solemnes el 27 de septiembre de 1935, y desde el 18 de julio de 1936 vive en el refugio los difíciles meses de calvario, aceptando con generosidad todo lo que pueda suceder. 

Hacia las 7 de la tarde del inolvidable 18 de noviem­bre es conducida a la muerte junto con sus Hermanas. Un frenazo rápido del camión que las lleva les indica el lugar designado para su ejecución. Suenan disparos y bárbaramente son fusiladas todas menos ella. Porque María Cecilia, nerviosa, echa a correr. Pronto se encuentra con unos guardias y se entrega diciendo: «Soy Religiosa». Al día siguiente por la mañana la llevan a una de las peores cárceles improvisadas, las desgraciadamente famosas checas. En ella están detenidas unas doce mujeres. El suelo está lleno de agua, sólo hay un banco para todas... Hace mucho frío.
 
Cuando entra la Hna. María Cecilia se queda en un rincón. Entonces una joven se le acerca y le pregunta con cariño. Ella le contesta rápidamente: «Soy Religiosa». Como le inspira confianza le cuenta todo lo sucedido: "Estábamos siete Religiosas en un piso aquí en Madrid, somos Salesas, vinieron por nosotras, nos metieron en un coche y nos llevaron un sitio oscuro donde había barrotes, era como un solar, pero no sé dónde es porque no conozco Madrid. Yo me bajé del coche de la mano de otra Hermana, éramos las dos últimas, al notar que se caía muerta, no sé lo que me pasó, eché a correr no sabía lo que hacía”.
 
Cruz de la Hna. María Cecilia deformada 
por el impacto de la bala
A sus compañeras de calabozo las alienta a sufrir por Dios, las edifica a todas con su paciencia y unión a la Voluntad Divina, siempre la ven rezan­do, siempre en oración... Poco a poco van llamando a las detenidas a declarar. A unas las dejan en libertad, a otras las fusilan. La Hna. MaríaCecilia se va despidiendo de ellas con tristeza. Teme quedarse sola. Les asegura que cuando le llegue su turno no ocultará que es Religiosa. Y es consciente de lo que esa afirmación supone en esos precisos momentos. En efecto, una marca roja aparece junto a su firma en la declaración que hace en la cárcel. Es la señal de los condenados a muerte. A las afueras de Madrid, en las tapias del cementerio de Vallecas, la madrugada del 23 de noviembre, aparece su cadáver. La Hna. María Cecilia ha derramado toda su sangre por amor a Cristo.  Su fidelidad a toda prueba, le hace alcanzar a sus 26 años el martirio que tanto anhelaba. 

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