El caer de las hojas nos recuerda la muerte
Para quien está en el camino de la vida, es esencial preguntarse ¿qué sentido tiene mi presencia en este mundo?
Este tiempo de otoño está cargado de emociones, parece que la naturaleza llora con el caerse las hojas de los árboles, que aparecen en toda su desnudez.
Los paisajes adquieren un tono melancólico, lleno de colorido que hace pensar que la gente se muere.
Para quien piensa que el fallecer es el fin de trayecto, es un tema tabú del que no se habla, pues todo consiste en gozar de los placeres de la vida y la distracción del trabajo para no pensar en este final que suena a fracaso, pues todo acaba unos palmos bajo el suelo. Para quien está abierto al más allá, hay un sabor de victoria, después de consumar una carrera.
Lo diré con una historieta sobre un sabiondo que subió a una barca que cruzaba la gente de una parte a otra de un ancho río. Le dice al barquero: -¿sabes matemáticas?
- No. ¿Es grave?
- Es muy grave. Has malgastado al menos una cuarta parte de tu vida. ¿Conoces por lo menos la astronomía?
- ¿Esto es algo que se come o que?
- ¡Tonto! Has perdido al menos la mitad de tu vida. ¿Y la física, la conoces?
- Tampoco...
- Eres un pobre perdedor. Has desperdiciado las tres cuartas partes de tu vida.
En aquel momento, el barco golpeó unas rocas y se hundió. El barquero, viendo al sabiondo que se lo llevaba la corriente, le gritó:
-"¡Eh, sabio, ¿sabes nadar?!"
-"¡No!", contestó medio ahogándose...
-"Entonces acabas de perder las cuatro cuartas partes de tu vida... ¡toda tu vida!".
Es bueno conocer lo esencial. Para quien va en un barco, saber nadar es esencial. Y para quien está en el camino de la vida esencial es preguntarse ¿qué sentido tiene todo y qué pinto yo en la vida? ¿y después, qué?
Este mes que comienza con "panellets", castañas y boniatos en la fiesta de todos los santos y la memoria de los difuntos, hay algo que invita a pensar en estas preguntas esenciales, yo diría que con noviembre comienza un tiempo anual que invita a leer cosas serias, como los grandes novelistas... y así como los piñones y almendra picada, azucar y limón (y algo de harina) son ingredientes de la pasta de "penellets", el gran ingrediente de nuestra historia es un "sentido de la vida" que es el amor.
Y es necesario incluir todo en este sentido o proyecto de vida, pues sólo a la luz de él tiene explicación la muerte, la gran misteriosa ("en la vida todo es amor o muerte", dirá Gertrud, la protagonista de la gran película de Dreyer). Y el sentido del dolor, que como decía "Héroes del silencio" es un ensayo de la muerte.
No es masoquismo sufrir, si el sufrimiento tiene un sentido de amor. Entonces, cuando el amor lleva al sacrificio, el dolor –por ejemplo ante los seres queridos que han fallecido- adquiere un valor, no sólo como recuerdo, sino actualización del amor que no desaparece: el amor que no ha nacido para ser eterno no ha existido nunca.
Esta memoria de los difuntos nos ayuda a portarnos mejor y así en los momentos de desfallecimiento el pensamiento puede ser: "¿qué le pondría contento a...?" y esto anima a luchar: "he de hacerlo por mí y por él, por ella..." se adquiere una madurez y sentido de responsabilidad.
En el diálogo de la película de "El Rey león" cuando el hijo le pregunta si estarán siempre juntos, le dice el padre: "allá en las estrellas están los reyes que nos miran... cuando yo esté allí estaré mirándote, no te dejaré..."
Hay una comunicación entre los de aquí y los que han cruzado el río de la vida, y podemos ayudarles con nuestros esfuerzos y sacrificios (el sentido profundo de los sufragios por los difuntos) y ellos nos animan como espectadores que están viendo nuestro partido, pues estamos corriendo en el campo y ellos desde la grada: "¡venga, ánimo... mete este gol!" Y aquella sonrisa o detalle de servicio será un ingrediente para este manjar que se amasa con amor.
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