sábado, 6 de diciembre de 2014

“Yo soy católico pero no voy a Misa”




Es sabido que en los últimos años ha disminuido considerablemente el número de fieles católicos que participan de la Misa de los domingos. Se calcula que actualmente sólo asiste un 6 o 7 % de los que se declaran católicos en Argentina. No estoy seguro de que en nuestra comunidad lleguemos a este porcentaje.

Buscando razones
¿A qué se debe este fenómeno? Hay en Internet cientos o miles de artículos mejores que este sobre el tema. Es muy difícil dar una respuesta general. Cada caso es distinto, cada persona es un misterio único e irrepetible, cada historia tiene matices y acentos particulares.
Pero me atrevo, desde mi corta experiencia, a señalar dos factores, entre muchos otros que se podrían dar:
1.      Sin duda que mucho tiene que ver el que vivamos en una cultura marcada por el secularismo. ¿Qué significa esta palabra extraña? Viene de saeculum, siglo, y con ella se nombra la actitud de vivir como si Dios no existiera, dejar a Dios de lado, ponerlo al margen de la vida cotidiana. Si nos dejamos llevar por lo que nos muestra la televisión, por ejemplo, parecería que Dios es un simple actor de reparto, que puede estar o no, y que incluso es mejor que no aparezca. El hombre es el único protagonista de su historia y de la historia en general. Dios sólo aparece cuando hay una necesidad extrema, cuando nos damos cuenta que… hay cosas que nos superan. Lamentablemente este Dios, así como aparece, es un Dios bastante distinto del que nos presenta Jesús en el Evangelio, un Dios Padre Providente en quien confiar, que está presente en cada momento de nuestra vida. Es un Dios a quien le pedimos o exigimos cosas, y en última instancia un Dios que tiene que hacernos caso. Termina siendo  casi siempre el culpable de todos los males que nos ocurren.
2.      Y un segundo factor -permítanme hablar en difícil, por una vez al menos- es el materialismo hedonista. ¿Qué es esto? Es la actitud de quienes viven solamente pendientes de las cosas materiales, a espaldas de los bienes y valores espirituales. La vida por lo tanto, consistirá en todo tipo de estrategias por “pasarla bien” por obtener el mayor placer posible con el menor perjuicio. Eso significa hedonismo (de hedoné: placer): una búsqueda desenfrenada y exclusiva del placer. Basta, nuevamente, encender el televisor, o escuchar con atención algunos de los temas musicales de moda, para darnos cuenta de esto.
Estas dos actitudes hacen difícil la vida de la fe. Nos envuelven, nos rodean por todos lados, y si nos descuidamos se “meten” en nuestro corazón y nos roban la verdadera fe. 
Y con ella nos roban el deseo de celebrar a Jesús, de hacerle un lugar a Dios en nuestra semana. Vueltos y seducidos por los bienes materiales y por el placer sensible, ¡qué difícil se nos hace gozar el amor de Dios, que es Espíritu, y su presencia en la Eucaristía, que es es escondida! Nos cuesta “sentir” la Misa, y por ello… desertamos.

"Argumentos" para desertar
Yo creo que las dos anteriores son las causas generales que explican la deserción de los católicos del culto eucarístico: secularismo y materialismo.
Pero como somos personas, dotados de inteligencia, necesitamos otras razones. Y como a nadie la gusta, en general, aceptar que “perdió la fe” –todos “creen mucho en Dios”- o que hacen lo que les da placer sensible, se han ido elaborando distintos argumentos que “demuestran” la no necesidad de ir a Misa.


Yo quisiera mostrar, muy brevemente, que esos supuestos “argumentos” en realidad son pretextos, excusas, ni más ni menos. Quisiera dialogar imaginariamente con quienes tal vez tengan esta visión o experiencia de las cosas.
Evidentemente, parto de la fe. Si no tenemos fe en la Palabra de Jesús, en lo que nos dice en la Sagrada Escritura, nada de lo que te diga tendrá sentido. 
Pero si creemos en la Sagrada Escritura, no podemos decir “yo soy católico pero no voy a Misa”. Porque la Misa está en el centro, porque renunciando a ella  renunciamos a nuestra identidad.

Cinco falsas razones para no ir a Misa
1.  “No tengo tiempo”: Mentira. Uno se hace tiempo para las cosas que ama. Un novio o una novia enamorados son capaces de mil sacrificios con tal de encontrarse. Si no encontramos tiempo para estar con Jesús, es porque en realidad no lo amamos suficientemente. O porque no creemos en su Palabra, ya que Él nos ordenó “hagan esto en memoria mía”, y dijo también “El que como mi carne tiene Vida eterna” O no te interesa ir al Cielo, o no creés del todo en la Palabra de Jesús.
2.  “Las personas que van son peores que yo, ¿para qué ir?” El pecado de los cristianos es algo terrible, y nosotros deberemos dar cuenta ante Dios si alguien se alejó de la fe por nuestro mal testimonio
Pero eso nunca justifica la deserción de un compromiso vital para la fe. Además, ¿no te acordás que Jesús dijo: “no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” y dijo también: “el que no tenga pecado, que arroje la primer piedra”?. Alejándote por esta “razón” te parecés bastante a los fariseos a quienes Jesús condenó… y bastante poco a Jesús que no dudó en compartir la mesa los pecadores.
Por otro lado, pensá cuanto peores serían esas personas tan malas que van a Misa… ¡si no fueran!.
Pensá también cuanto mejores serían si en lugar de rechazarlas, te sumaras a la comunidad y con tu buen ejemplo – que no dudo que des- los ayudaras.
3. “No me gusta el sacerdote, cómo da la Misa, la cara que tiene, la homilía, etc…” Es verdad que los sacerdotes tenemos obligación de ser santos, y casi nunca lo somos. Y que deberemos dar cuentas ante Dios si hemos sido malos ejemplos. Es verdad también que Dios no se fijó en nosotros porque fuéramos lindos –qué ocurrencia, ¿no?-.  Y que no todos tenemos facilidad para predicar… Y que a algunos la Misa les “sale más linda” y a otros no tanto…
Pero en la Misa Jesús se hace presente independientemente de la santidad o del pecado del ministro, de sus cualidades o deficiencias. Él mismo viene como “Pan de Vida”. ¿O vos dejas de ir al médico porque no te gusta la cara de la secretaria? ¿O dejas de ir a cobrar el sueldo o jubilación porque no te gusta la voz del empleado del banco o el color y la forma del cajero electrónico…?
En mi vida participé de Misas espléndidas y de otras que dejaron mucho que desear… Muchísimas las celebraron sacerdotes ejemplares, y otras sacerdotes con defectos de todo tipo… En todas, absolutamente en todas, Jesús “me amó y se entregó por mí”. Y eso basta.

4. “Yo rezo en mi casa, Dios me escucha igual” Rezar en casa es algo muy bueno. Jesús nos enseñó a rezar pasando noches enteras en oración. Pero hay una manera todavía mejor de rezar que hacerlo en nuestra casa, y es rezar junto a los demás hermanos en la fe. Y la Misa es la mejor oración. Cuando celebramos la Misa, el mismo Jesús se hace presente y él recoge nuestras oraciones y las presenta la Padre. Además no basta con rezar: Jesús dijo que el que no comía su carne no tendría vida en Él. Y nos dijo también, en la noche de la  Institución de la Eucaristía, en la alegoría de la Vid y los sarmientos –de una fuerte resonancia eucarística-: “Sin mí, nada pueden hacer”. Para cumplir los mandamientos, necesitamos la fuerza que sólo nos viene de la Comunión.
5.  “No entiendo nada, me aburro” Aburrirse en la Misa no es culpa de Dios, ni de Jesús, sino de nuestra habitual ignorancia. Yo, por ejemplo, me aburriría enormemente si fuera a una exposición de cuadros antiguos, porque no entiendo nada de pintura. Pero si me pusiera a estudiar, seguramente llegaría a apasionarme.
Para vivir la Misa y comprenderla, es necesario tratar de formarnos, de comprender más, de leer, de aprender. Acercate a algún familiar o amigo que sí la viva bien, y preguntale como hace. Acercate al sacerdote y planteale tus dudas.
 Por otra parte, ¿quien dijo que la Misa tenía que ser divertida? Para divertirnos podemos ir a la cancha, a un salón de fiestas o a una peña. La Misa es la renovación del sacrificio de Cristo en la Cruz, en la cual él se da como alimento. A Misa vamos participar y asociarnos a Su sacrificio, vamos a adorar y a escuchar, vamos a entregarnos a Dios, y para eso debemos serenarnos y rezar.

Podría escribir horas y horas de las riquezas del Misterio eucarístico… Me alegraría por el solo hecho de que alguna de estas líneas te hayan ayudado a pensar… Y que seamos muchos más los que nos reunamos cada semana para revivir el sacrificio del Cordero, que anticipa el Banquete del Cielo.

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