APÓSTOL Y EVANGELISTA
PALABRA DE DIOS DIARIA
Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, hermano de Santiago, fue capaz de plasmar con exquisitas imágenes literarias los sublimes pensamientos de Dios. Hombre de elevación espiritual, se lo considera el águila que se alza hacia las vertiginosas alturas del misterio trinitario: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.
Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, hermano de Santiago, fue capaz de plasmar con exquisitas imágenes literarias los sublimes pensamientos de Dios. Hombre de elevación espiritual, se lo considera el águila que se alza hacia las vertiginosas alturas del misterio trinitario: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.
Es de los íntimos de Jesús y le está cerca en las horas más solemnes de su vida. Está junto a él en la última Cena, durante el proceso y, único entre los apóstoles, asiste a su muerte al lado de la Virgen. Pero contrariamente a cuanto pueden hacer pensar las representaciones del arte, Juan no era un hombre fantasioso y delicado, y bastaría el apodo que puso el Maestro a él y a su hermano Santiago -”hijos del trueno”- para demostrarnos un temperamento vivaz e impulsivo, ajeno a compromisos y dudas, hasta parecer intolerante.
En el Evangelio él se presenta a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba”. Aunque no podemos indagar sobre el secreto de esta inefable amistad, podemos adivinar una cierta analogía entre el alma del “hijo del trueno” y la del “Hijo del hombre”, que vino a la tierra a traer no sólo la paz sino también el fuego. Después de la resurrección, Juan parmanecerá largo tiempo junto a Pedro. Pablo, en la carta a los Gálatas, habla de Pedro, Santiago y Juan “como las columnas” de la Iglesia.
En el Apocalipsis Juan dice que fue perseguido y relegado a la isla de Patmos por la “palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.” Según una tradición, Juan vivió en Éfeso en compañía de la Virgen, y bajo Domiciano fue echado en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso, pero con la gloria de haber dado también él su “testimonio”. Después del destierro en Patmos, regresó definitivamente a Éfeso en donde exhortaba infatigablemente a los fieles al amor fraterno, como resulta de las tres epístolas contenidas en el Nuevo Testamento. Murió de avanzada edad en Éfeso, durante el imperio de Trajano, hacia el año 98.
27 de diciembre, día de San Juan
Hoy, 27 de diciembre, conmemoramos a San JUAN, Apóstol y Evangelista.
SAN JUAN (¿?-98/101) nació en Betsaida, el actual El Aradsch, cerca de Mahjar, en Siria.
San Juan fue hijo de Zebedeo y de Salomé, y hermano de otro de los Apóstoles, Jacobo el Mayor; ambos eran pescadores. Por su temperamento enérgico, Jesús los llamaba “hijos del trueno”.
Primeramente San Juan fue discípulo de San Juan Bautista, y luego siguió a Jesús, convirtiéndose en su “apóstol querido”. San Juan era el más joven de los discípulos de Jesús, y asimismo fue el más longevo.
Tal vez se recuerda más a San Juan porque fue el apóstol que descansó su cabeza en el hombro del Maestro en la Última Cena. También fue el único de ellos que estuvo al pie de la Cruz, y fue quien después se hizo cargo de la Virgen María.
Por tradición existe el acuerdo de identificar a San Juan el Apóstol con San Juan el Evangelista, y a éste con el autor del Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento y el único de carácter profético.
De tratarse de la misma persona, tras la muerte de Jesús a San Juan predicó desde antes del año 57 en Asia Menor, y se estableció concretamente en Éfeso, actualmente ciudad en ruinas en Selçuk, Turquía.
El apostolado de San Juan al frente de la Iglesia de Éfeso tuvo notable éxito en la difusión del primitivo cristianismo, y duró largos años.
Sin embargo, con las persecuciones contra cristianos ordenadas por el emperador Domiciano San Juan se vio en problemas al negarse a rendir a rendir culto en el templo de Diana-Artemisa.
El sacerdote mayor le ordenó entonces beber un veneno de la misma copa de la que frente a sus ojos habían bebido dos malhechores, cayendo muertos en el acto.
Se cuenta que San Juan hizo la señal de la Cruz sobre la copa, y a continuación el veneno se transformó en una serpiente que se deslizó fuera del recipiente; San Juan bebió sin que le ocurriera nada, y además echó su túnica sobre los dos infelices, quienes instantáneamente recuperaron la vida.
Hacia el año 95 San Juan fue llevado prisionero a Roma, donde en la Porta Latina fue condenado al suplicio de recibir un baño de aceite hirviendo, pero San Juan lo recibió como si de agua fresca se tratara.
Entonces lo condenaron al exilio en la isla de Patmos, a unos 70 kilómetros de Éfeso. Fue en ese lugar donde se cree que tuvo las revelaciones del Apocalipsis y donde escribió ese libro.
Con el emperador Nerva (96-98), más tolerante hacia los cristianos, San Juan pudo regresar a Éfeso, donde habría redactado su Evangelio, tal vez el más espiritual y conceptual de todos.
San Juan falleció de avanzada edad en Éfeso. Por las alturas que alcanza su teología, a San Juan se le atribuye como símbolo un águila.
SAN JUAN nos enseña los fundamentos originales de la doctrina de Jesús.
SAN JUAN (¿?-98/101) nació en Betsaida, el actual El Aradsch, cerca de Mahjar, en Siria.
San Juan fue hijo de Zebedeo y de Salomé, y hermano de otro de los Apóstoles, Jacobo el Mayor; ambos eran pescadores. Por su temperamento enérgico, Jesús los llamaba “hijos del trueno”.
Primeramente San Juan fue discípulo de San Juan Bautista, y luego siguió a Jesús, convirtiéndose en su “apóstol querido”. San Juan era el más joven de los discípulos de Jesús, y asimismo fue el más longevo.
Tal vez se recuerda más a San Juan porque fue el apóstol que descansó su cabeza en el hombro del Maestro en la Última Cena. También fue el único de ellos que estuvo al pie de la Cruz, y fue quien después se hizo cargo de la Virgen María.
Por tradición existe el acuerdo de identificar a San Juan el Apóstol con San Juan el Evangelista, y a éste con el autor del Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento y el único de carácter profético.
De tratarse de la misma persona, tras la muerte de Jesús a San Juan predicó desde antes del año 57 en Asia Menor, y se estableció concretamente en Éfeso, actualmente ciudad en ruinas en Selçuk, Turquía.
El apostolado de San Juan al frente de la Iglesia de Éfeso tuvo notable éxito en la difusión del primitivo cristianismo, y duró largos años.
Sin embargo, con las persecuciones contra cristianos ordenadas por el emperador Domiciano San Juan se vio en problemas al negarse a rendir a rendir culto en el templo de Diana-Artemisa.
El sacerdote mayor le ordenó entonces beber un veneno de la misma copa de la que frente a sus ojos habían bebido dos malhechores, cayendo muertos en el acto.
Se cuenta que San Juan hizo la señal de la Cruz sobre la copa, y a continuación el veneno se transformó en una serpiente que se deslizó fuera del recipiente; San Juan bebió sin que le ocurriera nada, y además echó su túnica sobre los dos infelices, quienes instantáneamente recuperaron la vida.
Hacia el año 95 San Juan fue llevado prisionero a Roma, donde en la Porta Latina fue condenado al suplicio de recibir un baño de aceite hirviendo, pero San Juan lo recibió como si de agua fresca se tratara.
Entonces lo condenaron al exilio en la isla de Patmos, a unos 70 kilómetros de Éfeso. Fue en ese lugar donde se cree que tuvo las revelaciones del Apocalipsis y donde escribió ese libro.
Con el emperador Nerva (96-98), más tolerante hacia los cristianos, San Juan pudo regresar a Éfeso, donde habría redactado su Evangelio, tal vez el más espiritual y conceptual de todos.
San Juan falleció de avanzada edad en Éfeso. Por las alturas que alcanza su teología, a San Juan se le atribuye como símbolo un águila.
SAN JUAN nos enseña los fundamentos originales de la doctrina de Jesús.
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