domingo, 2 de noviembre de 2014

SAN MARTÍN DE PORRES

03 de noviembre: Día de la Fiesta de San Martín de Porres

Esta muñeca de papel ahora aparece en el  Libro de colorear los Santos, Vol. 2 . Usted puede encontrar los detalles en la  tienda de Etsy Papel Dalí . Hoy es el día de la fiesta de este santo más amado. Uno de mis hijos lleva el segundo nombre Martin en honor de este santo (y también el último nombre de Santa Teresa), por lo que es definitivamente un amigo de esta casa. Una biografía para niños acerca de este amado santo se puede encontrar en Santo Espíritu interactivo Kids. Vamos a comenzar la Novena a San Martín de Porres , pidiéndole que se unan a nosotros en la oración, en su día de fiesta.



SAN MARTÍN DE PORRES

Fiesta: 3 de Noviembre


















  


Fiesta: 3 de noviembre
Martín nació en Lima, Perú, el 9 de diciembre de 1579. Era hijo de un ilustre hombre Español y de una mulata. Martín era mulato. Junto con su hermana Juana, fue educado por su madre con todas sus limitaciones, hasta que su padre los reconoció como hijos de él, y los llevó a Guayaquil (Ecuador) para darles una buena educación.
Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Trabajó como barbero, dentista y sanador. Con lo que ganaba ayudaba a los más pobres.
Conoció en Lima a los Padres Dominicos y pidió la admisión al convento, y fue aceptado en el estrato más pobre, y se encargaba de las labores que nadie quería. Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital, porque les daba de comer, los curaba, los asistía y hasta hacía milagros. También era amigo de los animales. Tenía el don de la bilocación, es decir, de estar en dos lugares al mismo tiempo. Era un hombre de mucha oración, muchas veces se lo vio en estado de éxtasis elevado del suelo.   
Murió enfermo el 3 de noviembre de 1639 en Lima.


3 de noviembre, día de San Martín de Porres


Hoy, 3 de noviembre, conmemoramos a San MARTÍN de PORRES, Religioso.

SAN MARTÍN de PORRES (1579-1639) nació en Lima, Perú, hijo de un aristócrata español y de una esclava africana.

La infancia de San Martín de Porres estuvo marcada por las tribulaciones de no haber sido reconocido por su padre, y de haber sido mulato en una época profundamente racista.

De joven, Martín aprendió los oficios de boticario y de barbero, lo que denota su temprana pasión por la medicina y su vocación por sanar a la gente.

En 1594, el destacado dominico Fray Juan de Lorenzana lo invita a ingresar a la orden de Santo Domingo, que recién había abierto su primer monasterio en el Perú.

De este modo, San Martín ingresa en calidad de “donado”, ocupándose de trabajos de servidumbre por ser negro y bastardo, además de que el sacerdocio estaba prohibido para alguien de su condición.

Por su caridad y su humildad, San Martín de Porres fue finalmente admitido como hermano en 1603, y a partir de entonces fue creciendo su fama de curador de enfermos.

Cuando la ciudad de Lima fue asolada por la peste, se dice que él solo salvó de la muerte a sesenta de sus hermanos. Además, curaba siempre a todos los desvalidos que acudían a buscarlo.

Más adelante, San Martín de Porres fundó el Asilo y Escuela de Santa Cruz, para la instrucción de niños desvalidos provenientes de familias negras, indígenas y de gente rústica, además de que recogía a los vagos y malvivientes para ayudarlos a salir de su situación.

La caridad de San Martín de Porres se proyectaba también hacia los animales heridos y hambrientos, a los que atendía con igual celo religioso.

La fama de santidad de San Martín de Porres hizo que fuera solicitado por personas de todos los estratos sociales, y él nunca se negó a ayudar al prójimo, sin importar quién fuera. Igualmente, se le atribuyen varios milagros en vida.

Acaso por el color de su piel, San Martín de Porres fue canonizado hasta 1962, por el papa Juan XXIII. Es el santo patrono de la Paz Universal, así como de los animales domésticos. Iconográficamente se le representa con una escoba, símbolo de su humildad ejemplar.

SAN MARTÍN DE PORRES nos enseña que Dios no hace distinciones por el color de la piel.

San Martín de Porres, religioso
fecha: 3 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 5 de noviembre
n.: 1569 - †: 1639 - país: Perú
canonización: B: Gregorio XVI 29 oct 1837 - C: Juan XXIII - 6 may 1962
hagiografía: Web de la Orden de Predicadores
San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra, quien, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad.
patronazgo: patrono del Perú, de los peluqueros, de la limpieza pública, de los farmacéuticos, de los enfermeros, de la televisión, de la raza negra.
San Martín de Porres fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en 1579. Era hijo natural del caballero español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india panameña libre, llamada Ana Velázquez. Martín heredó los rasgos y el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como una humillación. Pero más tarde, tuvo el mérito de reconocer a Martín y a una hermana suya como hijos propios. A Martín lo dejó al cuidado de su madre, y el niño, que era despierto e inteligente, aprendió la profesión de barbero y adquirió conocimientos de medicina, mediante el trato con un cirujano. Durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera, pero, sintiendo grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos que había en Lima. Su misma madre apoyó la petición del santo y éste consiguió lo que deseaba cuando tenía unos quince años de edad.
En el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos, y su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. Otra vez, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, Fray Martín espontáneamente se ofreció al P. Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación.
Advirtiendo los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad, le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en consideración a los criados del convento ni a los religiosos de otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a curarse a Lima. Bastante trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su compasión a los de su orden, sino que atendía muchos enfermos pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.
Juntaba a su abnegada vida una penitencia austerísima: se llagaba con disciplinas crueles o se maltrataba con dormir debajo de una escalera unas cuantas horas y con apenas comer lo indispensable. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos. Se le vio repetidas veces en éxtasis y, alguna levantado en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento.
Se sabe que Fray Martín y santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles históricamente comprobados de sus entrevistas.
Si es famoso el santo por sus virtudes, tal vez lo sea más por sus milagros y por la forma en que los hacía. Unas veces eran curaciones instantáneas, como la del novicio Fray Luis Gutiérrez, que se había cortado un dedo casi hasta desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba unido de nuevo y el brazo enteramente sano. En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía, y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, mas él le dijo: «levántese y ponga su mano aquí, donde me duele». «¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?», preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado. Otras veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces, entraba por las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente cerradas. Alguien le preguntó: «¿Cómo ha podido entrar?» El santo respondió: «Yo tengo modo de entrar y salir».
Enfermero al mismo tiempo que hortelano herbolario, cultivaba las plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, parte para socorrer a sus propios hermanos en religión y parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad. Su amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía escenas semejantes a las que se narran de san Francisco y de san Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los mosquitos lo atormentaban con sus picaduras, y fue a que Juan Vázquez lo curase, éste le dijo: «Vámonos a nuestro convento, que allí no hay mosquitos». Y Fray Martín respondió: «¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?» «¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gentes!» «Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios», respondió el humilde fraile. Es típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: «Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida». Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. Y sí alguno volvía a la ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta, diciendo: «Vete adonde no hagas mal».
Sus conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los enfermos, solía decirles: «Yo te curo y Dios te sana». A los sesenta años, después de haber pasado cuarenta y cinco en religión, Fray Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde de Chinchón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél que se llamaba a sí mismo perro mulato. Mientras se le rezaba el Credo, Fray Martín, al oír las palabras «Et homo factus est», besando el crucifijo expiró plácidamente. Fue canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII, quien profesaba gran devoción por el santo.
El P. Van Ortroy empleó en el caso de Martín de Porres un método sin precedentes en Acta Sanctorum, ya que publicó su artículo, que es bastante completo, en idioma vernáculo, en vez de en latín: El P. B. de Medina testificó sobre Martín de Porres ante la comisión apostólica en 1683; su testimonio fue traducido al italiano para que pudiese usarse en la C.R.S. de Roma y, el P. Van Ortroy reprodujo esa traducción. Véase también With Bd. Martin (1945), pp. 132-168; Fifteenth Anniversary Book (1950), pp. 130-158 (publicaciones del «Blessed Martín Guild» de Nueva York, editadas por el P. Norbert Georges), donde se encontrará la traducción de las deposiciones de diez testigos en el proceso apostólico. San Martín es, en los Estados Unidos y en otros países, el patrono de las obras que promueven la armonía entre las razas y la justicia interracial; por ello existen varias biografías de tipo popular, como la de J. C. Kearns (1950).

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