sábado, 22 de noviembre de 2014

REFLEXION DOMINICAL: JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO


cristoreyAl final del Año Litúrgico la Iglesia nos trae a la memoria la celebración de Jesucristo Rey del Universo. Con esto termina el Ciclo A, centrado en el Evangelio de San Mateo, que nos presenta a Cristo como Pastor y Juez. Ya desde el profeta Ezequiel Dios es presentado como un pastor, pues los reyes pastorean a su pueblo y lo gobiernan con benevolencia. No son señores despóticos sino pastores amorosos con su rebaño, así como deberían ser todos los que tienen alguna autoridad política o espiritual sobre el pueblo.
Y el salmo 23 dice: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”. Es una imagen ideal de lo que debe ser el rey, el señor, el gobernante, pero sólo en Cristo Dios se cumple esto. Él es el Rey que ejerce su soberanía por medio de la caridad y la justicia. Es un juez sabio pues sabe distinguir entre las ovejas, y como dice Ezequiel, separará a las ovejas de los machos cabríos, para que éstos no sigan lastimando a aquéllas. Porque realmente todos hemos nacido con la imagen de Dios en nuestro ser. También con la semejanza, que es parecernos a Dios, pero esa semejanza es mayor o menor según cada quien la desarrolle, la trabaje, se esfuerce por vivirla. Hay gente que busca la santidad y la caridad y la comunión con Dios y los hermanos, son las ovejas. Hay otros que se alejan, se pierden, se pervierten, apagan en sí mismos cada vez más esa imagen de Dios hasta hacerla irreconocible.
Son los que matan, torturan, explotan, calcinan, extorsionan, secuestran, desaparecen, se aprovechan del prójimo: son los cabritos, los machos cabríos, los que serán separados de las ovejas. Y cuando Cristo venga, como lo dice el Evangelio de Mateo, lo hará rodeado de gloria, en medio de sus ángeles. Hasta hoy, Cristo viene a nosotros humilde y sencillo, en cierta forma “disfrazado”, “oculto”, en los pobres y en los más despreciados de la humanidad, pero en ese día, el último día, del Día del Señor, se presentará como rey glorioso, triunfante y victorioso, y separará a las ovejas de los cabritos y pondrá a los buenos a su derecha y a los malos a su derecha. Y pronunciará una sentencia definitiva, inapelable y eterna: Los que hicieron el bien, pasarán a la gloria eterna de su Reino; mientras que los malhechores serán malditos por siempre y pasarán al reino de la oscuridad, al infierno preparado para el demonio y sus secuaces, en la compañía eterna de los condenados.
Una terrible imagen que es a la vez esperanzadora para los que hacen el bien como tremendamente perturbadora para los que practican la maldad, los cuales deberían tomar muy en serio esta palabra de Dios y alejarse del mal, convertirse al bien y dejar de ejercer la violencia en contra de sus hermanos los hijos de Dios. Las obras que Dios nos pide no son lunáticas, inalcanzables, inaccesibles. Son sencillas y al alcance de tu mano: dar de comer al hambriento, beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, visitar al enfermo y al encarcelado. En eso estará el juicio, en la práctica efectiva de la caridad. Y todos querremos estar a la derecha de Cristo… entonces reconozcámoslo en nuestros hermanos y hagamos algo por Él. Con hechos y no con palabras. Con bondad y no con lástima. Con solidaridad y no con indiferencia, así nos libraremos del castigo eterno y estaremos para siempre en el Reino de Dios, reino de luz, justicia y caridad donde la felicidad no acabará nunca.

No hay comentarios: