lunes, 15 de septiembre de 2014

Santo Padre Pio de Pietrelcina

¡Vete, vete de aquí!


Mientras estos esposos gozan la gracia de Dios, en la sacristía, donde el Padre Pío esta confesando, se oye el golpe violento de la ventanilla del confesionario.

Sale una muchacha llena de lágrimas, que dá la vuelta y va enfrente del Padre para suplicarle que la confiese.

Padre Pío”¡Vete, vete de aquí!” le dice el Padre Pío en tono enérgico. “¡No tengo tiempo para ti!”
Ella continua sollozando como si el corazón le estuviera estallando.

Nadie se mueve. Se crea un profundo silencio, y los ojos de todos están sobre la muchacha. El Padre Pío continua confesando tranquilamente.
Se le acerca otro padre que esta encargado del orden y le dice: “Tranquilízate. No tengas miedo”.

Se la lleva luego un poco lejos del confesionario y dialoga con ella. Al fin la muchacha se retira confortada, besándole la mano.

Una persona se le acerca a este religioso y le pregunta:

- “¿Por qué el Padre Pío es tan duro con ciertos penitentes?”

- “El Padre Pío”, contesta el padre, “lee las consciencias y recibe a los que no están bien dispuestos”.

- “¿Y si estos no regresan?”

“¡Pierda cuidado! el Padre Pío no las rechazaría si no supiera que regresarían. Para lavar un corazón es necesario una lluvia de lágrimas.
Un buen medico no titubea en usar el bisturí”.

“Entonces….esta muchacha…”

“¡No se preocupe! Ella vino, quizás por curiosidad, Muchas mujeres vienen por curiosidad. El Padre Pío lo intuye. No quiere que se confiesen para verlo. ¡Esa no es una confesión! Dentro de dos o tres días esta muchacha regresara preparada. ¿Cree usted que el Padre Pío no haya ya orado por ella? Pero es necesario esperar que la gracia actúe”.

Intercesión del Padre Pío


Así lo recuerda en esta entrevista concedida a la agencia de la Santa Sede Fides la profesora la señora Poltawska, que después experimentó una inexplicable curación. Hoy es catedrática de Medicina Pastoral en la Academia Pontificia de Cracovia.

CIUDAD DEL VATICANO, 16 junio 2002 (ZENIT.org).- …………………

Juan Pablo II visitó al padre Pío en su convento de San Giovanni Rotondo, sur de Italia, en 1947, cuando era un simple sacerdote polaco que estudiaba en Roma. Además, oró ante su tumba en 1974 cuando era arzobispo de Cracovia y, en 1987, ya como Papa. Algunos aseguran que al padre Pío profetizó que Karol Wojtyla sería obispo de Roma.

–¿Qué es lo que más le impresionó del padre Pío?

–Poltawska: Lo que me impresiona de la persona del padre Pío es ante todo su testimonio de vida interior, de vida unida a Dios. El padre Pío, con cada fibra de su ser, nos muestra que el verdadero nivel, la auténtica dimensión que tenemos que alcanzar es la vida espiritual: vivir en comunión de espíritu con el Señor Jesús para recibir su misma vida. En nuestro tiempo, muchos olvidan que la verdadera dimensión humana es la eterna, porque es Dios quien nos ha creado y Dios es eterno. El padre Pío, al igual que todo santo, testimonia al mundo que la vida no termina con la muerte, sino que, en realidad, después de la muerte inicia una vida más auténtica, pues está totalmente sumergida en Dios. El lenguaje de quien no cree en Dios se detiene en las pobres categorías psicológicas, sociológicas y corporales… El padre Pío nos habla de la verdadera dimensión del hombre, de la verdadera medida de la persona humana, porque nos habla de Dios: sí, Dios existe y el padre Pío lo testimonia.

–¿Podría contarnos, sin necesidad entrar en detalles, qué sintió después de haber recibido la gracia de la curación por intercesión de el padre Pío? Después del milagro, usted viajó a San Giovanni Rotondo a ver al fraile, ¿puede decirnos que probó al encontrarse con el padre Pío?

Poltawska: Ciertamente no es fácil decir lo que he vivido. Primero pensé que era una equivocación de diagnóstico de los médicos. Luego, al tomar conciencia de lo que me había sucedido, sobre todo después del encuentro con el padre Pío, me di cuenta de que era una intervención de la gracia de Dios que había obtenido gracias a las oraciones del padre Pío. Lo que me impresionó, cuando en mayo de 1967 viajé por primera vez a San Giovanni Rotondo, fue la mirada del padre Pío, sus ojos y sus palabras henchidas de fe, en particular durante la celebración de la santa misa. Yo no sabía nada de él, pero desde que le encontré no le he vuelto a olvidar. Ese día me encontraba en medio de la multitud. Asistía como todos a la misa. Después, el padre Pío, como de costumbre, aunque con mucha fatiga, pasaba en medio de la gente. Cuando se me acercó, sin decirme nada, me miró y me acarició paternalmente la cabeza. Las mujeres me preguntaron quién era yo. Les había impresionado el que el padre Pío se detuviera precisamente ante mí. Yo sólo les respondí: «soy de Polonia». Ese momento en que me miró sin decirme nada ha permanecido impreso para siempre en mi memoria. No es fácil para mí pensar que soy alguien que ha sido curada milagrosamente.

–¿Qué le impresionó del padre Pío?

Poltawska: Como ya he dicho, me impresionó su mirada y cómo celebraba la santa misa. La celebraba viviéndola; se veía que el padre Pío vivía un verdadero misterio y un verdadero sufrimiento. Nunca he visto algo similar en otra misa. Con un silencio tan henchido de temor de Dios y de devoción. Todos estaban silenciosos porque estaban muy impresionados por su manera de celebrar la misa. En aquella época el padre Pío sufría mucho, también físicamente. Casi no podía caminar: murió un año después.

–Usted conoce bien a Juan Pablo II, desde los tiempos de Cracovia. ¿En qué se parecen el padre Pío y el Papa?

Poltawska: En la profundidad de su fe. También el Santo Padre vive en esa dimensión espiritual, siempre en contacto con Dios. Está seguro de que Dios existe, que está aquí, que está presente y sabe todo y que lo domina todo. Esta profundidad de fe me ha impresionado muchísimo en ambos. Ellos viven una fe cierta, fuerte, por eso creen que todo es posible para Dios. Con la fe inquebrantable en el Señor Jesús podemos lograrlo todo y ellos están convencidos de ello.

–¿Qué ha significado para Usted participar en la Plaza San Pedro en la canonización del padre Pío?

Poltawska: Pienso que esto es como un punto de llegada de un largo camino, el camino del reconocimiento de la santidad del padre Pío. El Santo Padre, antes todavía de ser Papa, estaba seguro de que el padre Pío era santo. Con esa disposición fue a ver al padre Pío y se confesó con él. La canonización es un cumplimiento, diría, natural, para el Santo Padre. Pone su sello sobre un itinerario iniciado hace tiempo, sopesado profundamente por la Congregación para las Causas de los Santos, estudiado bajo todos sus aspectos. El Papa ha dejado que cada uno cumpliera con su cometido, pero en su corazón, ciertamente, ha estado siempre seguro de que este hombre ha sido excepcionalmente amado por Cristo, con su vida llena de sufrimientos. Pienso que el Santo Padre ha rezado durante mucho tiempo por esta canonización. Él estaba seguro desde hace muchos años de que Padre Pío alcanzó una gran santidad……

–¿Quiere decirnos algo sobre lo que nos está enseñando Juan Pablo II sobre el sufrimiento con su ejemplo en estos años de su vida?

Poltawska: Puedo repetir lo que ha dicho el Santo Padre: el sufrimiento es el mayor misterio de Dios, no se puede comprender, sólo se puede aceptar. Es ante todo un misterio y nosotros –los católicos– no tenemos que quedarnos simplemente en discusiones sobre el sufrimiento de los inocentes, no debemos preguntar «por qué», sino ofrecerlo al Señor, como hace el Papa. Uniéndolo a nuestro Señor Jesús, por la salvación del mundo. ¿No nos enseña esto el padre Pío? Todo está en manos de Dios. Es Dios quien tiene en sus manos la vida del Santo Padre; el Santo Padre se fía de Él y le encomienda todo, y todo lo espera de Dios; así ha sido hasta hoy, así será hasta el fin.

La Santa Misa explicada por San Pío Pietrelcina


Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.

Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta “marea negra” de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.

El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado…

El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta “Hora”.

Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presento en el “momento” a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.

La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.

El Padre Pío celebrando la Santa Misa…Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.

El “Por él, con él y en él” corresponde al grito de Jesús: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombre en adelante ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: “Padre Nuestro…..”

La fracción del Pan marca la muerte de Jesús…..

La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte…) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.

La bendición del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno….

Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino…lo que hago cada día…¡y con cuánta alegría!.

Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del Padre Pío

La presencia de Jesús en el corazón





Confieso que para mí es una gran desgracia no saber expresar y explicar este volcán eternamente encendido que me quema y que Jesús hizo nacer en este corazón tan pequeño”.

¡Bendigo a Dios, que por su gracia, otorga santos sentimientos!

Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o mas bien el rigor de su justicia

…¿Cómo es posible ver a Dios entristecerse por el mal y no entristecerse también uno?

Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle gracias; si se os oculta, dadle gracias. Todo esto es un juego de amor para traernos dulcemente hacia el Padre. Perseverad hasta la muerte, hasta la muerte con Cristo en la Cruz.

Padre Pío de Pietrelcina

Reflexiones de Padre Pío sobre la Santísima Trinidad


“Padre, no he venido a confesarme sino para que se me aclaren algunas dudas que me atormentan. Me turba, sobre todo, el misterio de la Santísima Trinidad’.

El padre, con sencillas palabras, comenzó a disipar las dudas: “Hija, ¿quién puede comprender y explicar los misterios de Dios? Se llaman misterios precisamente porque no pueden ser comprendidos por nuestra pequeña inteligencia. Podemos formarnos alguna idea con ejemplos. ¿Has visto alguna vez preparar la masa para hacer el pan? ¿qué hace el panadero? Toma la harina, la levadura y el agua. Son tres elementos distintos: la harina no es la levadura ni el agua; la levadura no es la harina ni el agua y el agua no es la harina ni la levadura. Se mezclan los tres elementos y se forma una sola sustancia. Por lo tanto, tres elementos distintos forman unidos una sola sustancia. Con esta masa se hacen tres panes que tienen la misma sustancia pero distintos en la forma el uno del otro. Eso es, tres panes distintos el uno del otro pero una única sustancia.

Así se dice de Dios: Él es uno en la naturaleza, Trino en las personas iguales y distintas la una de la otra. El Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Son tres personas
iguales pero distintas. Sin embargo, son un solo Dios porque única e idéntica es la naturaleza de Dios”.

Pensamientos del Padre Pìo


La presencia de Jesús en el corazón:

“Confieso que para mí es una gran desgracia no saber expresar y explicar este volcán eternamente encendido que me quema y que Jesús hizo nacer en este corazón tan pequeño”.

¡Bendigo a Dios, que por su gracia, otorga santos sentimientos!

Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o más bien el rigor de su justicia

...¿Cómo es posible ver a Dios entristecerse por el mal y no entristecerse también uno?

Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle gracias; si se os oculta, dadle gracias. Todo esto es un juego de amor para traernos dulcemente hacia el Padre. Perseverad hasta la muerte, hasta la muerte con Cristo en la Cruz.

Amor:

Las cosas humanas necesitan ser conocidas para ser amadas; las divinas necesitan ser amadas para ser conocidas.

No lo olvidéis: el eje de la perfección es el amor. Quien está centrado en el amor, vive en Dios, porque Dios es Amor, como lo dice el Apóstol.

El amor y el temor deben estar unidos: el temor sin amor se vuelve cobardía; el amor sin temor, se transforma en presunción. Entonces uno pierde el rumbo.

La divina Solicitud no solo no rechaza a las almas arrepentidas, sino que sale en busca de la más empedernida.

Confianza en Dios:

El corazón de nuestro divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Poned vuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estad seguros de que la tierra y el cielo fallarán antes que la protección de vuestro Salvador.

Caminad sencillamente por la senda del Señor, no os torturéis el espíritu. Debéis detestar vuestros pecados, pero con una serena seguridad, no con una punzante inquietud.

Santa Misa:

“Sería más fácil que la tierra se rigiera sin el sol, que sin la santa Misa”.

María Santísima:

Si no hubiera Fe los hombres te llamarían diosa. Tus ojos resplandecen más que el sol, eres hermosa, Madre, me glorío, ¡Te quiero!

Oye, Madre, yo te quiero más que a todas las criaturas de la tierra y del cielo;... después de Jesús, es claro; te quiero tanto.

Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Seamos inmensamente gratos a la Virgen. ¡Ella nos dio a Jesús!

Permaneced como la Virgen, al pie de la Cruz, y seréis consolados. Ni siquiera allí María se sentía abandonada. Por el contrario, su Hijo la amó aun más por sus sufrimientos.

Oración:

“Solo quiero ser un fraile que reza...

Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración...

La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón...”

El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más te vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón.

A Dios se le busca en los libros, se le encuentra en la meditación.

En la medida en que vaciéis vuestro Yo de sí mismo - es decir, del apego a los sentidos y a vuestra propia voluntad - , echando raíces en la santa humildad, el Señor hablará a vuestro corazón.

Practicad con perseverancia la meditación a pequeños pasos, hasta que tengáis piernas fuertes, o más bien alas. Tal como el huevo puesto en la colmena se transforma, a su debido tiempo, en una abeja, industriosa obrera de la miel.

Sed vigilantes cuando meditéis. Generalmente los que se entregan a la meditación, lo hacen con una especie de arrogancia, tan ansiosos están por encontrar el sujeto susceptible de consolar su espíritu, y esto es suficiente para impedirles encontrar lo que buscan.

Liberarse de la ansiedad:

Si vuestro espíritu no se concentra, vuestro corazón esta vacío de amor. Cuando se busca sea lo que sea con avidez y prisa, puede uno tocar cientos de veces el objeto sin ni siquiera darse cuenta. La ansiedad vana e inútil os fatigará espiritualmente, y vuestro espíritu no podrá dominar su sujeto. Hay que liberarse de toda ansiedad, porque ella es la peor enemiga de la devoción sincera y auténtica. Y esto principalmente cuando se ora. Recordad que la gracia y el gusto de la oración no proviene de la tierra sino del cielo y que es en vano utilizar una fuerza que solo podría perjudicaros.

Crecimiento:

Para crecer, necesitamos del pan básico: la cruz, la humillación, las pruebas y las negaciones.

Crítica:

No tolero la crítica y la habladuría sobre los hermanos. Es cierto que a veces me divierte aguijonearlos, pero la murmuración me da náuseas. Tenemos tantos defectos que criticarnos a nosotros mismos ¿Por qué perder tiempo en lo de los hermanos?

Enemigos:

Jamás pasó por mi mente la idea de una venganza. Recé por los detractores y rezo por ellos. Quizá alguna vez le dije al Señor: “Señor, si para convertirlos es necesario algún fustazo, hazlo, con tal que se salven”.

Humildad:

Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos.

En tus diarias infidelidades, humíllate, humíllate, humíllate siempre. Cuando el Señor te vea humillado hasta el suelo, te tenderá su mano. Él mismo pensará en atraerte hacia Él.
Has construido mal; destruye y reconstruye bien.

Como una señora admitiera que tenía cierta inclinación a la vanidad, el Padre comentó: - “¿Ha observado usted un campo de trigo en sazón? Unas espigas se mantienen erguidas, mientras otras se inclinan hacia la tierra. Pongamos a pruebe a los mas altivos, descubriremos que están vacíos, en tanto los que se inclinan, los humildes, están cargados de granos”

Dios enriquece al hombre que ha hecho el vacío en sí mismo.

Paciencia:

Guardad en lo más hondo del espíritu las palabras de Nuestro Señor: “A fuerza de paciencia, poseeréis vuestra alma”.

Prudencia:

La prudencia tiene ojos. El amor piernas. El amor, que tiene piernas, querría correr hacia Dios, pero su impulso es ciego, y uno tropezaría, de no estar dirigido por los ojos de la prudencia...

Pruebas y tentaciones:

Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡Coraje! y adelante siempre.

Por muy altas que sean las olas, el Señor es más alto. ¡Espera!... la calma volverá.

Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma.

Uno puede ahogarse en alta mar, y también puede sofocarse hasta el ahogo con un simple vaso de agua.- ¿Donde esta la diferencia? - ¿Acaso no es la muerte, en cualquiera de esas formas?.

El demonio es como perro encadenado; si uno se mantiene a distancia de él, no será mordido.

Jesús os guía hacia el cielo por campos o por desiertos - ¿que importancia tiene? Acomodaos a las pruebas que Él quiera enviaros, como si debieran ser vuestras compañeras para toda la vida; cuando menos lo esperéis, quizás queden resueltas.

Los grandes corazones ignoran los agravios mezquinos.

En una estampa representando la cruz, el Padre escribió estas palabras: “El madero no os aplastará; si alguna vez vaciláis bajo su peso, su poder os volverá a enderezar”.

Gólgota. Una cima cuya ascensión nos reserva una visión beatífica de nuestro amado Salvador.

Por los golpes reiterados de su martillo, el Artista divino talla las piedras que servirán para construir el Edificio Eterno.

Puede decirse con toda justicia que cada alma destinada a la gloria eterna es una de esas piedras indispensables. Cuando un constructor quiere levantar una casa, debe ante todo limpiar y nivelar el terreno; el Padre celestial procede de igual manera con el alma elegida que, desde toda la eternidad ha sido concebida para el fin que El se propone; por eso tiene que emplear el martillo y el cincel. Esos golpes de cincel son las sombras, los miedos, las tentaciones, las penas, los temores espirituales y también las enfermedades corporales. Dad pues, gracias al Padre celestial por todo lo que impone a vuestra alma. Abandonaos a Él totalmente. Os trata como trató a Jesús en el Calvario.

Es mediante una sumisión completa y ciega que os sentiréis guiado en medio de las sombras, las perplejidades y las luchas de la vida. “El hombre obediente cantará victoria”, nos dice la Escritura. Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle también las gracias; si se oculta a vuestra vista, dadle también las gracias. Todo esto compone el yugo del amor.

No escuchéis lo que os dice vuestra imaginación. Por ejemplo, que la vida que lleváis es incapaz de guiaros al bien. La gracia de Jesús vela y os hará obrar para ese bien.

Pobres:

En todo pobre está Jesús agonizante; en todo enfermo está Jesús sufriente; en todo enfermo pobre está Jesús dos veces presente.

Sufrimiento:

Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla.

La vida del cristiano no es más que un perpetuo esfuerzo contra sí mismo. El alma no florece sino merced al dolor.

Apelad a Dios cuando vuestra cruz os martiriza. Así imitaréis a su hijo que, en Getsemaní, imploro algún alivio. Pero como Él, estad dispuesto a decir: - FIAT!.

¿Por que?:

“Lo importante es caminar con sencillez ante el Señor. No pidas cuenta a Dios, ni le digas jamás: ¿Por qué?, aunque te haga pasar por el desierto. Una sola cosa es necesaria: Estar cerca de Jesús. Si nos cita en la noche no rehusemos las tinieblas”.

Dirección Espiritual:

Recuerde - dijo el padre a uno de sus hijos espirituales - que la madre empieza a hacer caminar al niño sosteniéndolo; pero luego, éste debe caminar solo. También usted debe aprender a razonar sin ayuda.

Amor y sus hijos espirituales:

La caridad es la reina de las virtudes. Como el hilo entrelaza las perlas, así la caridad a las otras virtudes; cuando se rompe el hilo caen las perlas. Por eso cuando falta la caridad, las virtudes se pierden.

La caridad es la medida con la que el Señor nos juzgará a todos.

La humildad y la caridad van de la mano. La primera glorifica, la otra santifica.

Amo a mis hijos espirituales tanto como a mi alma y aun más.

Al final de los tiempos me pondré en la puerta del paraíso y no entraré hasta que no haya entrado el último de mis hijos.

La escalera al cielo:

Sin obediencia no hay virtud;
sin virtud no hay bien.
Sin bien no hay amor.
Sin amor no hay Dios.
Y sin Dios no hay Paraíso.

Esto forma como una escalera, si falta un peldaño uno se cae.

El anhelo de la paz eterna es legítimo y santo, pero debe ser moderado para una total resignación a los designios del Altísimo: más vale cumplir la Voluntad Divina en este mundo que gozar en el Paraíso. “Sufrir y no morir” era el ‘leit-motiv’ de Santa Teresa. El Purgatorio es un lugar de delicias, cuando se lo soporta por voluntaria elección de amor.

La Noche Oscura:

Nuestro Señor, en cuanto considera nuestra alma lo bastante viril, lo bastante entregada a su servicio, se apresura quitarle las dulzuras de antaño. Llega hasta quitarle la facultad de orar, de meditar, es el abismo en las tinieblas y la aridez.

Esta mudanza aterra: - Qué gran delito habrá cometido el alma, para atraer sobre si tal desdicha. Escudriña su conciencia, pasa por tamiz sus mas insignificantes actos, y al no descubrir nada que justifique su infortunio, saca en conclusión que ha sido abandonada.

- ¡Qué error! Lo que el alma toma por abandono es un favor insigne. Es la transacción de lo inteligible a la duración contemplativa, a la que uno no llega sino purificado. - Si el hombre pudiera comprender que su imposibilidad de fijar su imaginación en un punto determinado se debe al retiro de la luz sobrenatural!. Pero pronto una nueva luz anima la meditación y la vuelve eficaz. - Ah, si el alma pudiera saber que Dios, al apartarse, infunde al mismo tiempo una más pura claridad en el intelecto, la claridad que la hace más apta a las cosas divinas, por encima de lo discursivo, en la visión directa, y absolutamente exquisita, delicada, inefable. Se me objetará si esa luz es a tal punto mejor, el alma debería, con sus poderes multiplicados, captar su objeto. Pero no vamos tan rápido. Los que con gusto se alimentan con comidas ordinarias, simularán disgusto cuando le ofrezcáis manjares mas refinados. Igualmente, para apreciar el estado de oración, hay que haber roto todo lazo.- Dios mío! En esta oscuridad veo una irradiación. Recordadlo, el amor de Dios nunca se sacia.

Testimonios de recuperaciones


Un señor de Foggia (Italia), tenía 62 años en 1919 y caminaba sosteniéndose con dos muletas; pues en un accidente se fracturó las dos piernas; cuando se calló se su carruaje. Los doctores no habían podido ayudarlo. Después de confesarse con el Padre Pío, el fraile le dijo: "¡Póngase de pie y camine!” “Usted tiene que botarlas muletas”. Ese hombre llevó a cabo la orden y empezó a caminar solo de nuevo. Todos los que dan el testimonio estaban sorprendidos.

Otro suceso extraordinario pasó en 1919 en San Giovanni Rotondo. Un señor tenía 14 años deforme, desde que contrajo el tifo. Tenía dos grandes jorobas. En una oportunidad en que se confesó con el Padre Pío, el santo fraile lo tocó con sus manos estigmatizadas, y De repente el muchacho se puso de pie y sus jorobas desaparecieron.

Gracia era una campesina de veintinueve años, ciega de nacimiento; en una oportunidad en que conversara con el Padre Pío, éste le preguntó si quería ver, a lo que ella respondió: “claro, que quiero ver”, "Bien, usted recuperará la vista”; le dijo el Padre Pío y la envió a Bari (Italia). Allí fuè examinada por un competente especialista, oftalmólogo, quien después de evaluarla le comentó a su esposa, la cual era amiga del fraile: ¡No hay esperanza para esta muchacha! el Padre Pío puede sanarla únicamente por un milagro; pero yo debo regresarla a su casa sin operarla. Su esposa insistió y le dijo a su marido: "Pero si el Padre Pío, te la envió, intenta operarla”. El doctor estuvo de acuerdo, y al operarla se recuperó en los dos ojos. ¡Los ojos de Gracia fueron sanados! Ella podía ver perfectamente. Al regresar a San Giovanni Rotondo, ella corrió al convento; y arrojándose a los pies del fraile, éste le ordenó se levantara inmediatamente, mientras ella le suplicaba..."Bendígame Padre..., Bendígame! Por lo que el fraile marcó la señal de la cruz en el aire; mientras tanto Gracia continuaba esperando la bendición, pues cuando era ciega la bendecía tocando su cabeza; Así que el Padre Pío le dijo: "¿Es que acaso usted necesita la bendición a cada rato?

Testimonio de una señora:"En 1947 yo tenía treinta y ocho años y había estado sufriendo debido a un cáncer del intestino, diagnosticado en una radiografía por lo que fuè necesario operar. Antes de ir al hospital yo quise ir a San Giovanni Rotondo para suplicar ayuda al Padre Pío. Mi marido, mi hija y un amigo, me llevaron; desde hacía algún tiempo yo deseaba confesarme y contarle lo de mi enfermedad; pero no era fácil entrevistarse con él. Por lo que mi esposo, le contó todo a un fraile, para que éste se lo refiriera al Padre Pío Ese fraile era muy cercano a él, y me prometió informar de todo al Padre Pío, con detalle. Para abreviar tiempo me pidieron que entrara en el corredor del convento por dónde pasaría el Padre Pío. Atravesó a la muchedumbre, pero él sólo estaba interesado en mí. Él me preguntó la razón de mi angustia. y me dijo que yo pensaba correctamente acerca del cirujano. Posteriormente me animó y me dijo que oraría a Dios por mí. Estaba asombrada; él no conocía al cirujano que iba a operarme; y nadie le dijo que yo era la persona correcta para hablarle entre la muchedumbre. Enfrenté mi cirugía con esperanza y con serenidad. El cirujano fue el primero en hablar del milagro. Solamente me tenía que operar de apendicitis; a pesar de las radiografías anteriores que evidenciaban el tumor maligno. Para éste medico, que no creía en Dios, era difícil admitir que el tumor había desaparecido; desde ese momento su conversión fuè tan notoria como repentina, él puso el Crucifijo en cada cuarto del hospital. No había ninguna evidencia del cáncer ya. Al poco tiempo nos trasladamos a San Giovanni Rotondo para dar el testimonio al Padre Pío. El Santo Fraile se dirigía a la sacristía cuando de repente se detuvo sonrió y dijo: "¿Qué sabe usted, que ha regresado aquí?”... y él me extendió su mano para besarla, la cual yo contuve afectuosamente entre las mías.

Testimonio de un señor: "Mi rodilla izquierda se había inflamado ocasionándome un gran dolor, por varios días. El doctor me había comentado que la situación era muy seria; y me ordenó muchas inyecciones. Antes de comenzar el tratamiento, quise ir a ver al santo Padre Pío. Después de mi confesión le hablé sobre mi rodilla y le pedí que orara para mí. Cuando ya estaba saliendo de San Giovanni Rotondo, ya casi de noche, el dolor desapareció. ¡Yo miré mi rodilla y noté que ya no estaba con la hinchazón Así que corrí inmediatamente a donde el Padre Pío para agradecerle. Él me dijo: "¡Usted no tiene nada que agradecerme, pero usted tiene que dar gracias a Dios”! Pregúntele a su doctor que si él puede hacer lo mismo con las inyecciones.

Una señora cuenta: "Yo había tenido un embarazo normal en 1952, pero durante el nacimiento del niño ocurrieron algunos problemas. Mi hijo nació con ayuda, luego se me practicó una transfusión de sangre. Pero debido a la emergencia, erraron el tipo de sangre que yo necesitaba. Las consecuencias siguientes eran muy serias: la fiebre alta, las convulsiones y un encogimiento pulmonar, con otros problemas de salud. Incluso un sacerdote fue llamado para darme el santo viático, pero me lo tenía que dar con agua porque yo estaba en muy mala condición. Cuando mis parientes llamaron al sacerdote, y yo me quedé sola, en ese momento, el Padre Pío se me apareció mostrándome sus manos estigmatizadas, y me dijo: "¡Yo soy el Padre Pío, usted no se morirá! Ore conmigo un " Padre Nuestro " y en el futuro usted vendrá a San Giovanni Rotondo para encontrarse conmigo". El resultado de esta aparición era lo siguiente: "Yo iba a morirme algunos minutos antes y yo me ponía de pie y me sentaba algunos minutos después. Cuando mis parientes regresaron a mi cuarto, ellos me encontraron orando. Yo los invité a orar junto conmigo y les dije sobre la visión. Nosotros oramos y mi salud mejoró. Todos los doctores comprendieron que había ocurrido un milagro. Meses después Fuì a San Giovanni Rotondo para agradecer al Padre Pío. Al verlo él me extendió su mano para besarla. Y al besarla, agradeciéndole yo sentí el famoso perfume del Padre Pío. Él me dijo: "Usted consiguió un milagro; pero usted no tiene que agradecerme. El Sagrado Corazón de Jesús me envió que la rescatara, porque usted se consagró a Su Corazón y usted ha hecho los Nueve Primero viernes de cada mes."

Cuenta una señora: "En 1953 me efectuaron un chequeo médico debido a los dolores en el abdomen. La situación era muy seria: Yo necesitaba un transplante urgente. Un amigo a quien yo confié mi problema, me sugirió que escribiera una carta al Padre Pío para pedirle sus oraciones y ayuda. Yo pensaba, que su respuesta sería que fuera al hospital, y que él oraría allí para mí. Así que yo fui al hospital y nuevamente me realicé un reconocimiento médico con nuevas radiografías. Pero los mismos doctores que me dijeron que yo estaba tremendamente enfermo estaban sorprendidos y comprobaron que la enfermedad seria ya no estaba. Después de cuarenta años, yo todavía estoy agradeciendo al Padre Pío su ayuda. De hecho él no niega su ayuda poderosa a quien quiera que se la pida.

Una señora dijo: "En 1954, mi padre que era un ferroviario cayó enfermo Con una enfermedad extraña que inmovilizó sus piernas. Él tenía cuarenta y siete años en ese momento. Se trató por muchos doctores sin éxito, y aproximadamente a los dos años de tratamiento, mi padre tenía que retirarse de su trabajo. Desde que la situación se puso peor, mi tío le hizo pensar, que debía ir a San Giovanni Rotondo dónde un fraile, a quien Dios le había dado muchos dones. Así que mi padre llegó a San Giovanni Rotondo con la ayuda de mi tío, enfrentando muchos problemas. En la Iglesia él se encontró con el Padre Pío quien dijo: "Permitan que ese ferroviario pase " El Padre Pío nunca se había encontrado con mi padre, por lo que era imposible que supiera que mi padre era un ferroviario. Sin embargo, el Padre Pío y mi padre se encontraron y hablaron durante algunas horas. Después, el Padre Pío puso su mano en el hombro de mi padre, y lo consoló animándolo con una sonrisa. En cuanto mi padre dejara al Padre Pío, comprendió que él había sido sanado. Mientras mi padre, arrojó de sus manos las muletas que necesitaba para caminar, mi tío lo siguió sorprendido.

Un señor que vivía al sur de Italia en Puglia, era un ateo famoso en esa región. Él era bien conocido por la fortaleza con que él luchó contra la Religión católica. Su esposa era una mujer católica pero su marido le había prohibido estrictamente ir a la iglesia y hablar sobre Dios a sus niños. En 1950 ese hombre cayó enfermo. Los doctores hicieron un diagnóstico serio: él tenía dos cánceres, el primero en el cerebro, y el segundo detrás de la oreja. ¡No había esperanza para él! Aquí su informe: "Yo fuì al hospital de Bari, muy asustado por el dolor y el pensamiento de muerte. El miedo me obligó a orar a Dios. Yo no había orado desde que era un niño. Me recomendaron ir de Bari a Milán para operarme y salvar mi vida. El doctor me dijo que la cirugía era muy difícil y había muchas dudas en su resultado. Por la noche, cuando yo estaba en Milán, soñé con el Padre Pío. Él vino, tocó mi cabeza, y me dijo: "¡No se preocupe, usted se recuperará en el futuro". ¡La mañana después yo me sentía bien! Los doctores estaban bastante sorprendidos, debido a mi mejoría, sin embargo ellos pensaron que era necesario operarme. Por mi parte, yo estaba muy aterrado, me escapé del hospital, faltando muy poco tiempo para la cirugía, me escondí en la casa de mi pariente en Milán dónde mi esposa también estaba. Tiempo después yo tenía nuevamente el dolor y regresé al hospital. Al hacerme los nuevos exámenes los médicos se sorprendieron al constatar que ambos tumores desaparecieron. Yo también me sorprendí, porque cuando me hacían los chequeos, pude sentir un profundo perfume de violetas; que claramente me indicaba de la presencia del Padre Pío. Cuando pedí la factura al doctor antes de dejar el hospital, este me dijo: "Yo no he hecho nada para sanarlo, por lo que usted no tiene que pagarme". Cuando yo regresé a casa, quise ir a San Giovanni Rotondo para agradecer al Padre Pío. Estaba seguro que él me había sanado. Pero cuando yo llegué al convento, yo empecé a tener el dolor de nuevo. ¡Era tan doloroso que me desmayé! Dos hombres me llevaron al confesionario del Padre Pío. En cuanto lo vì dije: "Yo tengo cinco niños y estoy muy enfermo, por piedad Padre salve mi vida." - Él contestó: "Yo no soy Dios, ni Jesucristo, yo soy simplemente un sacerdote, como cualquier otro sacerdote, no más, quizá menos. ¡Yo no puedo hacer milagros! "Por favor, imploré a gritos,” el Padre Pío elevó sus ojos al cielo y yo vi su labios orando. En ese mismo momento sentí el mismo perfume de violetas que en el hospital. El Padre Pío me dijo: "¡Vaya a casa y ore! ¡Yo oraré por usted! ¡Usted se recuperará!” Posteriormente, después de orar el dolor no volvió nunca más.

Cuenta un señor: "En 1950 mi suegra fue hospitalizada para una intervención del seno izquierdo. El cáncer era sumamente agresivo. En efecto, después de pocos meses, fue necesario, una nueva hospitalización, y otra intervención análoga, del seno derecho. Considerada la difusión del mal los médicos del Policlínico de Milán le dieron cuatro meses de vida. En Milán, alguien nos habló del Padre Pío y de los prodigios atribuidos a su fabulosa intercesión. Partí enseguida para San Giovanni Rotondo. Esperé mi turno para confesarme, y al hablarle le supliqué al fraile, la salvación para la madre de mi mujer. El Padre Pío suspiró largamente y luego dijo: "Oramos todos y se curará". Y así fue. Mi suegra después de la intervención se curó y fue personalmente a agradecer al Padre quien, sonriendo le dijo: "¡Vete en paz!” En lugar de los pocos meses previstos, mi suegra todavía vivió diecinueve años durante los cuales creció, en ella y en nosotros, la devota gratitud hacia el Padre Pío."

Otra curación, por intercesión de Padre Pío, la que fue considerada un prodigio permanente. La curación concierne a un ex empleado del ferrocarril toscano, muerto en el año 1983, a los setenta años. El empleado del ferrocarril dijo: "Yo soy un desafío viviente a las leyes físicas." En el año de 1945 él vivió en la provincia de Siena. Estaba casado y tenía un niño. Trabajó como guardián de las instalaciones eléctricas de una estación ferroviaria. La mañana del 21 de mayo, mientras fue al trabajo en motocicleta, fue atropellado por un camión. Llegó al hospital moribundo. Los médicos le hallaron una fractura de cráneo, una fractura en el arco de la ceja izquierda, la rotura del tímpano izquierdo, la fractura de algunas costillas y cinco fracturas en la pierna izquierda. Estuvo en peligro de muerte por varios días, luego los médicos, dijeron que estaba fuera de peligro. La recuperación fue larga pero satisfactoria, excepto por la pierna. Estaba tan mal que los médicos no lograron curarla. Él fue a numerosos hospitales. Fuè hospitalizado en la Clínica ortopédica de Siena donde tuvo tratamiento por año y medio. Luego fue al hospital Rizzoli de Bolonia. Después de las primeras intervenciones las fracturas del fémur fueron saneadas parcialmente pero a causa de una serie de complicaciones, la pierna estuvo completamente rígida. Los médicos hablaron de anquilosis fibrosa de la rodilla "izquierda" y no lograron curarme. Además las heridas provocadas por las numerosas intervenciones quirúrgicas no se cerraron. Ya que todas las tentativas de doblar la pierna fueron inútiles, los médicos de la Clínica ortopédica de Siena decidieron intentar la "flexión forzada de la rodilla sobre preparo de Zuppinger”, en anestesia general. Pero las adherencias musculares y los ligamentos que pararon la articulación fueron tan resistentes que también aquella intervención resultó inútil. Más bien, cuando los médicos probaron con más fuerza, se partió de nuevo el fémur y tuve que quedar otros dos meses con la pierna inmóvil. Al principio del 1948, yo dejé la Clínica ortopédica de Siena y fui declarado incurable. Habría tenido que quedar con la pierna rígida por todo el resto de mi vida. Tenía treinta-cinco años y no lograba una buena presentación. Me recomendaron otros especialistas pero las esperanzas de éxito resultaron ser pocas y por lo tanto no quise afrontar una nueva intervención quirúrgica. Yo estaba desmoralizado. No quise ver a nadie. Ya no quería vivir. Desahogué todo mi dolor contra mi mujer que intentó siempre darme ánimo. Para movilizarme empleé las muletas, pero logré sólo arrastrarme por pocos metros porque la pierna, más allá de estar rígida, estuvo todavía llena de heridas sangrantes y dolorosas. A menudo, quise andar solo pero caí y entonces grité con toda mi rabia, blasfemando contra Dios y contra todo. Mi mujer era creyente, yo no. Ella iba a la iglesia y yo la regañaba. Blasfemé para hacerle despecho y ella lloró. Un día en nuestra, parroquia vino un religioso para dar algunas conferencias. Cuando el religioso fue informado de mi caso, él quiso hablar con mi mujer para confortarla: "¿Por qué no le entrega su caso al Padre Pió de San Giovanni Rotondo, un capuchino que hace milagros"? Mi mujer me refirió aquellas palabras con mucha esperanza pero estallé en irónica risotada, también pronunciando blasfemias e improperios contra el Padre Pío. Mi mujer no quiso perder aquella posibilidad y escribió muchas veces al religioso, pero no tuvo nunca una respuesta. Entonces reanudamos la conversación y traté de contentarla. Mi situación fue cada vez peor. Nos dimos cuenta, que para mí la vida había terminado. Era tanta mi desesperación, que al final del año le dije que probáramos a ir donde este sacerdote. El viaje fue dramático. En el tren fui acostado sobre una camilla, pero cuando tuve que subir y bajar del compartimiento los dolores fueron atroces. La primera etapa fue Roma. Para alcanzar a San Giovanni Rotondo sólo hubo un autocar y partió temprano por la mañana. Decidimos pasar la noche en una pensión Mientras me arrastré con las muletas resbalé en un charco, cayendo mal. Fui socorrido por los dependientes de los ferrocarriles, los que sabiendo que yo había sido un colega suyo me pusieron a disposición una habitación en los despachos de la estación y allí pasé la noche. Por la mañana temprano, yo, mi hijo y mi mujer cogimos el autocar para San Giovanni Rotondo. El autocar se paró a unos dos kilómetros de la iglesia de los capuchinos. Las calles no estaban asfaltadas. No sé cómo yo logré alcanzar la iglesia. Apenas entré, me acosté sobre un banco medio desmayado. No vi nunca una fotografía del Padre Pío, por lo tanto no pude reconocerlo. En la iglesia habían numerosos capuchinos. Cerca de mí hubo un fraile que estaba confesando a las mujeres. El visillo, que sirve para esconder al confesor, estaba abierto. El fraile tuvo los ojos bajos y las manos escondidas en las mangas de la túnica. Cuando levantó la derecha para dar la absolución me percaté que tenía los medios guantes. "es él" dije a mí mismo. En aquel instante el Padre Pío levantó los ojos y me miró por un par de segundos. Bajo aquella mirada mi cuerpo empezó a temblar, como si hubiera sido golpeado por una violenta descarga eléctrica. Después de algunos minutos el padre salió del confesionario y se fue. A las cuatro de la tarde fuimos de nuevo a la iglesia. Mi hijo me acompañó a la Sacristía. El Padre Pío ya estaba confesando. Habían algunas personas antes de mí. Después de un cuarto de ahora llegó mi turno. Apoyándome sobre las muletas, me acerqué al religioso. Intenté decir algo, pero no me dìò tiempo. Empezó a hablarme trazando un cuadro perfecto de mi vida, de mi carácter, de mi comportamiento. Fui completamente secuestrado por sus palabras y ya no pensé en la pierna. Cuando el Padre levantó la mano para darme la absolución, sentí de nuevo la terrible sacudida en todo el cuerpo. Me arrodillé e hice la señal de la cruz. Luego, siempre sin pensar en la pierna, me levanté, tomando las muletas y me alejé caminando normalmente. Todo esto lo hice normalmente. Mi mujer que estaba en iglesia, me vio llegar con las muletas en la mano, pero tampoco ella se percató que caminé normalmente. Me dijo: Qué bonita cara serena que "tienes" Nos paramos a orar un poco, luego nos encaminamos a la salida. Sólo en este momento mi mujer se dìò cuenta de lo que ocurrió: "Giuseppe, pero tú caminas" dijo. Me paré y observé con inmenso estupor las muletas que tenía en la mano. "Y verdaderamente, camino y no siento ningún dolor" contesté. "Papá" añadió a mi hijo - "cuando fuiste al Padre Pío también te has arrodillado". Pude hacer aquellos movimientos con la máxima espontaneidad, sin ningún dolor y dificultad. Me subí los pantalones y examiné las piernas: todas las heridas, que estuvieron doloridas y sangrantes hasta hacía poco, se cerraron. Ahora se veían sólo cicatrices perfectamente secas. "Estoy realmente curado" - le grité a mi mujer y me eché a llorar. La vuelta a casa fue una marcha triunfal. En todas partes en que nos parábamos, conté cuanto me ocurrió. Volví a la Clínica ortopédica de Siena. Los médicos quedaron estupefactos. Ante todo en verme caminar. Y luego porque las radiografías de mi pierna no habían cambiado en nada. La anquilosis fibrosa a la rodilla izquierda siempre estuvo presente y no habría podido de ningún modo caminar en aquellas condiciones. Mi caso también fue presentado a un congreso médico en Roma. Fui visitado por muchos ilustres especialistas que también provinieron del extranjero, y todos quedaron maravillados.

Sor Paganos cuenta:

"Yo programé un viaje para volver a ver al Padre Pío pero antes de partir quise ir a saludar a don Giancarlo. Él fue el cura de mi pueblo y estaba en el hospital por un tumor al pulmón. El enfermo me preguntó si podía encomendarlo al santo fraile: ´le dices algo al Padre de mi enfermedad´.

Cuando yo le llegué a San Giovanni Redondo, junto a alguna otra persona, me pusieron en el pasillo del convento. El Padre Pío había atravesado el pasillo. Yo estaba sumergida en mis pensamientos cuando el Padre Pío llegó. Apretó mis manos y yo hablé muy poco. El Padre me dijo: ´tú tienes otras cosas que decirme ¿verdad?´.

Yo estaba sorprendida frente a su pregunta, y una vez restablecida de mi sorpresa le dije: ´nuestro cura se ha enfermado de un tumor y espera vuestra palabra`. El Padre Pío dijo: `Y si Dios quiere que él muera, ¿él que quiere?´.

`Padre él quiere que usted lo cure, quiere curarse´.El Padre Pío quedó un poco en silencio y luego dijo: bien, ve`… dijo no acabando la frase.

Cuando yo volví a casa supe que don Gianfranco dejó el hospital. Fui a la casa parroquial y le dije lo que Padre Pío había dicho”.

Los Perfumes del S. Padre Pío




La osmogenesia es un carisma poseído por algunos Santos. Tal carisma, en algunas circunstancias permitió percibir a distancia perfumes particulares. Tales perfumes son definidos como olores de santidad. El Padre Pío poseyó tal carisma y tales fenómenos fueron tan frecuentes para él que la gente común fue acostumbrada a definirlos como los Perfumes del Padre Pío. A menudo el perfume emanó de su persona, de los objetos que tocó o de sus vestidos. Otras veces el perfume fue perceptible en los lugares por donde pasó.

Un día un conocido médico sacó de la llaga del costado del Padre Pío una venda que fue usada para taponar la sangre. Él guardó la venda en un estuche para llevarla al laboratorio de Roma, para analizarla. Durante el viaje, un Oficial y otras personas que estuvieron con él dijeron sentir el perfume que generalmente el Padre Pío emanaba. Ninguna de aquellas personas sabía que el médico tenía en el bolso la venda empapada de la sangre del Padre Pío. El médico conservó aquel paño en su estudio, y el extraño perfume impregnó por largo tiempo el entorno, tanto que los pacientes que fueron de visitas pidieron explicaciones.

El Fraile Modestino contó: "Una vez me encontraba de vacaciones en San Giovanni Rotondo. En la mañana me presenté en la Sacristía para servir la Misa al Padre Pío, pero otros monjes discutieron para tener este privilegio. El Padre Pío interrumpió aquella discusión y dijo - la Misa sólo la sirve él - y me indicó. Nadie habló más, acompañé el Padre al altar de San Francisco. Yo empecé a preparar el Altar para la Santa Misa en absoluta concentración. En el momento del "Sanctus" tuve un repentino deseo de percibir aquel indescriptible perfume que ya muchas veces olí cuando besé la mano de Padre Pío. El deseo fue concedido enseguida. Una oleada de perfume me envolvió. El perfume siempre aumentó más. Ya no lograba respirar. Me apoyé con la mano en la balaustrada para no caer. Estuve a punto de desmayarme y le pregunté mentalmente al Padre Pío para evitar esto frente a tanta gente. En aquel preciso instante el perfume desapareció. En la tarde, mientras acompañé el Padre a su celda, le pedí al Padre Piadosas explicaciones sobre el fenómeno. Me contestó: “Hijo mío, no soy yo. Es Dios el que actúa. Lo hace sentir cuando quiere y a quien quiere. Todo ocurre como le gusta a él."

Yo estaba detrás de una ventana del confesionario y desde mi ventana vi al Padre Pío que confesaba del otro lado del confesionario. Una señora contó. Mientras yo pensé dentro de mí que estaba a punto de hablar a un santo, fuì inundada por un fuerte perfume de azucenas. Eso me impresionó mucho, ya que el cuento de los perfumes nunca lo creí. Y así yo me convencí que los perfumes de Padre Pío existieron realmente.

Una señora de Bolonia de 24 años. Usted se fracturó el brazo derecho que, tres años antes, fue operado en consecuencia de un grave accidente. Después de una nueva operación y después de una larga cura, el cirujano le dijo al padre de la chica que ella ya no podía usar el brazo. En efecto el brazo fue completamente inmovilizado en consecuencia de la remoción de una sección del omóplato. Un injerto óseo no logró sanarla. Desolados, padre e hija, parten para San Giovanni Rotondo. El Padre Pío los recibe, los bendice y declara: "¡Sobre todo ninguna desesperación! ¡Confiad en Dios! El brazo se curará”. Era a finales de julio de 1930. La enferma vuelve a Bolonia sin ninguna mejoría. ¡El Padre Pío se ha equivocado pues! Nadie piensa más en este problema y los meses transcurren. El 17 de septiembre, el día en que se celebran los estigmas de San. Francisco, de repente el apartamento en que vivía la familia es invadido por un delicioso olor de junquillos y rosas. Este fenómeno, duró un cuarto de hora y Los inquilinos estaban asombrados y buscaron en vano el origen de aquellos maravillosos perfumes. Desde aquel día la joven reanudó el empleo del brazo. Una radiografía, que ella conservó celosamente, enseñó la reparación del hueso y los cartílagos.

Un hombre contó: "... un día, mi mujer me convenció a ir a ver al Padre Pío. Yo no entraba en una iglesia desde hacía veinticinco años, precisamente del día de mi boda. Sentí la necesidad de confesarme, pero el Padre Pío, en cuanto yo estaba delante de él me dijo bruscamente, sin tampoco mirarme: "Vete de aquí" - "Estoy aquí para confesarme, y obtener la absolución" - le dije toscamente. "Vete he dicho", me contestó toscamente. Entonces me fuì. Yo atravesé de carrera la iglesia pequeña hasta el hotel. Mi mujer, que me viò salir velozmente, me alcanzó en la habitación del hotel. - "¿Qué cosa ha sucedido? ¿Qué haces"? - me preguntó. "Hago la maleta y me voy". En aquel entonces una oleada de perfume me sobresaltó. Un perfume intenso, maravilloso. Quedé pasmado, totalmente asombrado y maravillado Me calmé en un santiamén. En un instante sentí nacer en mí un gran deseo de regresar al Padre Pío. Regresé al otro día; pero primero hice un esmerado examen de conciencia. El Padre Pío me acogió benévolamente y me dio la absolución." ¡Que grande y espléndido es este maravilloso fraile, salvó mi alma obsequiándome el fabuloso don de la conversión, Aleluya, Gloria a Dios!

Cuenta una señora - Mi marido tuvo un accidente de transito y fuè transportado moribundo al hospital de Tarento. Los médicos dijeron que no podían salvarlo. Cuando fui a visitarlo, cada día rogué delante de un monumento del Padre Pío que estaba en el jardín del hospital. El "Santo" un día, para darme la señal de haber acogido mis súplicas, me hizo sentir un maravilloso perfume de azucenas. Desde aquel momento las condiciones de mi marido mejoraron y se han encaminado hacia la completa curación.

Un señor de Toronto cuenta: - En el año 1947 mi mujer que se enfermó gravemente, fuè hospitalizada en una clínica de Roma para una delicada intervención quirúrgica. Yo partí para San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre Pío y, después de haber recibido la sacramental absolución, le describí al Padre las condiciones de salud de mi mujer. Luego yo añadí: "Padre, ayúdeme a rogar" En aquel instante advertí un perfume delicioso y persistente que me sorprendieron. Volví tarde a casa, era ya la noche. Apenas abrí el portón, advertí de nuevo aquel mismo perfume que sentí junto al Padre Pío y me animé, sintiéndome bastante confiado. Mi mujer fuè operada, y aunque fue muy peligrosa, la operación. Salió perfectamente bien. A ella le conté la experiencia maravillosa experimentada, y junto agradecimos al venerado Padre Pío, entre las lágrimas de intensa y sincera conmoción. Estamos muy agradecidos al Santo fraile de Pietrelcina.

Dos jóvenes novios polacos, domiciliados en Inglaterra, tuvieron que tomar una grave decisión. Bajo el punto de vista humano la situación pareció desgraciada. ¿Qué hacer? Alguien dijo de preguntar un consejo al Padre Pío. ¡Se lo escribieron pero no tuvieron a ninguna respuesta! Entonces decidieron ir a San Giovanni Rotondo, para preguntarle directamente al padre una ayuda y un consejo. ¡De Inglaterra a Apulia, el trayecto es largo! Los viajeros se paran Berna en suiza para hacer una parada y se preguntaron con angustia si merecía la pena de continuar. Ellos pensaron: "Supongamos que el Padre nos reciba " Una tarde estaban hablando y estaban un poco tristes, en una habitación de hotel de baja categoría. En efecto para ahorrar dinero alquilaron un desván. Era invierno y nevó. Llenos de frío y desmoralizados, habrían querido regresar, cuando de repente se sintieron envueltos por un perfume exquisito y fuerte, tan agradable, que fueron reconfortados. La mujer se metió a inspeccionar los muebles para encontrar el frasquito de perfume que seguramente había sido olvidada por algún viajero despistado. ¡Pero las búsquedas fueron inútiles! Poco después el perfume desapareció y la habitación volvió a exhalar el usual olor de tufo fétido y moho. La curiosidad se les despertó, y los dos viajeros, interrogaron al propietario del hotel el cual no sabía nada del perfume. Fue la primera vez que los clientes de su hotel, creyeron en el perfume. Pero este suceso los reanimó y les confirmó en el propósito de continuar el viaje. Ellos llegaron a San Giovanni Rotondo y fueron recibidos por el Padre Pío, y ellos con los brazos abiertos. El joven, que habló italiano, pidió excusa. - "Os hemos escrito Padre, pero ya que "no nos habéis contestado"... ¿- No os he contestado; cómo? ¿Y aquella tarde en el hotel suizo, no habéis sentido nada?... Con pocas palabras solucionó sus dificultades y los dejó. Ellos estaban llenos de alegría y gratitud, entendieron solamente entonces "aquel extraño modo de contestar" del Padre Pío.

Un señor conoció al Padre Pío a causa de una serie de coincidencias bastante extrañas. Él cuenta: "Yo escuché hablar por primera vez, de esta obra de Dios, después de la guerra; sobre todo de un amigo periodista. Ya que este amigo mío conoció bien al Padre Pío, él me habló del Padre Pío con un entusiasmo que a mí pareció excesivo. Mi primera reacción fue de indiferencia e incredulidad, especialmente cuando mi amigo me contó de ciertos fenómenos como los perfumes del Padre Pío, que muchos dijeron de percibir en lugares muy lejanos del religioso. En cierto momento, en cambio, empezaron también a ocurrirme estos extraños hechos. De repente sentí un intenso perfume de violetas en lugares insólitos, dónde fue imposible que hubieran flores. El pensamiento me corrió hacia el Padre Pío, pero me rebelé, me dije a mí mismo que era víctima de sugestiones. Un día el fenómeno también me ocurrió mientras estaba de vacaciones con mi mujer. Yo fui a la Estación Ferroviaria para enviar una carta y en aquel lugar, que no es perfumado normalmente, sentí aquel inconfundible perfume de violetas. Mientras reflexioné sobre aquel hecho, mi mujer dijo: ¿“Pero de dónde viene este perfume"? ¿ Tú también lo sientes "? Le pregunté maravillado. Entonces le conté del Padre Pío, de las discusiones con mi amigo y de aquel perfume que desde hace tiempo me persiguió. "Si" »Si yo fuera tú, dijo mi mujer partiría enseguida para San Giovanni "Rotondo". Al día siguiente estuvimos de viaje. Cuando llegamos delante de él, el Padre me dijo: "Ay, he aquí a nuestro héroe; mucho tiempo he esperado para hacerlo venir". Aquel mismo día tuve el privilegio de hablar con él, y desde aquel momento mi vida cambió.

Un señor cuenta: " Hace algunos años tuve un infarto cardíaco. Me aconsejaron someterme a una intervención quirúrgica para mejorar mi condición de vida, y decidí hospitalizarme. Era el mes de junio de 1991. Durante la operación, que fue concluida con éxito, me fueron instalados 4 by-pass. Desafortunadamente, cuando me desperté después de la anestesia, me percaté que la pierna y el brazo derecho estaban paralizados. La amargura fue grande, pero después del primer instante de desaliento, la fe volvió a sustentarme y empecé a rogar al Padre Pío. Mi confianza en el venerado Padre no fue quebrantada. Rogué haciendo una novena que mi pobre mamá, aconsejó para casos desesperados y, después de tres días, en la misma mañana en que acabé la novena, incluso sólo siendo rodeado por otros enfermos, sentí alrededor de mí un perfume intenso de muguete. Cuando éste perfume se desvaneció, sentí un hormigueo en el pie derecho y entendí enseguida que mis ruegos fueron atendidos." Le oré con fe y fuì escuchado y atendido rápidamente, como todo el que le ruega, porque su amor es inmenso y especialmente por los enfermos.

Testimonio de una señora: - "Yo tuve una grave enfermedad en los ojos que limitó mi campo visual y que me hizo sufrir y ver poco. Consulté a diferentes médicos y después de varios análisis me fue diagnosticada una hemorragia ocular irreversible y un probable tumor en la hipófisis. Eso me proporcionó mucha ansiedad y sufrimiento; en efecto el médico dijo que esta enfermedad no podría ser curada. Estuve de viaje y a punto de alcanzar Benevento. Pude llegar a Pietrelcina, dónde tuve la suerte de visitar los lugares del venerado Padre Pío. Durante la visita en una de las últimas habitaciones que hospedaron al Padre, yo tuve una fuerte conmoción y mientras rogué por mis parientes, sentí un intenso perfume de incienso. Al regresar a Roma, en tren, medité sobre lo que me ocurrió y me amargué por no haber rogado al Padre Pío por mis ojos enfermos. Supliqué enseguida, con fe, su intervención. La ayuda del Padre Pío no se hizo esperar, mejoré progresivamente y después de poco tiempo recobré totalmente la vista. El especialista que me visitó, registró maravillado la total recuperación del campo visual que ocurrió misteriosamente."

Un señor de Canicattì (Sicilia - Italia), cuenta: "Al principio del año 1953, mi mujer fue afectada por una grave forma de nefritis. Se encontraba en los primeros meses de embarazo; y los médicos dijeron que su vida y la del niño estaban en peligro. Ninguna cura fuè eficaz. El 3 de mayo, yo estaba desesperado y escribí una carta al Padre Pío suplicándole ayuda y sus ruegos. Después de un tiempo, mi mujer y yo al mismo tiempo, pero en habitaciones diferentes, olimos un misterioso y agradable perfume de rosas. En aquel preciso instante, llamó a la puerta de la casa, el cartero y nos entregó una carta, enviada desde el convento de San Giovanni Rotondo. En la carta decía que el Padre Pío había rogado por mi mujer y por la criatura que llevaba en su seno. Al día siguiente mi mujer, se hizo una prueba médica en el laboratorio, la cual determinó que mi mujer estaba curada".

Un famoso abogado devoto del Padre Pío cuenta: "Un día en que yo estaba en la iglesia vieja del convento y participaba en la Santa Misa, la larga y maravillosa Misa del Padre Pío. En el momento en que el sacerdote elevó la Sagrada Hostia, me distraje pensando, y me quedé de pie. Fui el único, entre toda la muchedumbre de fieles arrodillados; el único aparentemente irreverente De repente fui sacudido por un penetrante y agradable olor de violetas que me hizo volver a la realidad; y miré a mi alrededor, también me arrodillé; con la rodilla en tierra pero sin pensar en el extraño perfume. Como siempre, después de la función religiosa, fui a saludar al Padre que me acogió con esta sorpresa: "Hoy estuviste un algo despistado" - "Usted Padre, me ha despertado, dichosamente me ha despertado vuestro perfume"... - "¿Pero cuál perfume?, “¿tu no quieres unas bofetadas?”

Un empleado siciliano, después de su conversión quiso confesarse con el Padre Pio, quien le tuvo la mano derecha apretada entre las suyas. El empleado cuenta que cuando llegó a Forma notó que la mano derecha tenía un perfume que no tenía la izquierda. Fue el mismo perfume que él sintió cuando estuvo cerca de Padre Pio. El perfume no desapareció tampoco cuando él se lavó las manos. Puesto que Padre Pio le dio una penitencia de dos meses de duración, en todo aquel período un idéntico perfume le subió del pecho a la nariz y fue tan bonito que se sintió extasiado. Algunas veces el perfume desaparecía y entonces él trataba de sugestionarse para sentirlo, pero sin ningún resultado. Luego, acabada la penitencia, el perfume se desvaneció.

El Fraile Ludovico de San Giovanni Redondo asegura que "el Padre Pío dejó una estela de perfume, cuando pasó por las botaduras locales del convento”.

El Padre Federico certifica: "A veces, para saber dónde estuvo el Padre Pío, era suficiente seguir la estela del perfume.

El Sr. Piero cuenta: "Mientras yo viajaba en el coche, yendo a una velocidad bastante alta, sentí una oleada de perfume. Me acordé que un día le pregunté al Padre Pío el sentido de aquel fenómeno y el Santo me contestó: ´Hijo, cuando tú sientes el perfume, estate atento`. En aquel instante yo aminoré la velocidad pero no pude evitar salir fuera de la calle y accidentarme, pero yo no dufrí daños”.

El Diablo - S. Padre Pío


El demonio existe y su papel activo no pertenece al pasado ni puede ser recluido en los espacios de la fantasía popular. El diablo, en efecto, continúa induciendo hoy día al hombre justo al pecado.
Por tal razón la actitud del discípulo de Cristo frente a Satanás tiene que ser de vigilancia y de lucha y no de indiferencia. La mentalidad de nuestro tiempo desaforadamente, ha relegado la figura del diablo en la mitología y en el folclore. El Baudelaire afirmó, justamente que la obra maestra de Satanás, en la era moderna, es de hacernos creer que no existe. Por consiguiente no es fácil imaginar que el Diablo haya dado prueba de su existencia, cuando ha sido obligado a afrontar al Padre Pío en "ásperos combates". Tales batallas, tal como es reconocido en la correspondencia epistolar del venerable fraile en sus directorios espirituales, fueron reales combates, siendo la última con sangre.

Uno de los primeros contactos que el Padre Pío ha tenido con el príncipe del mal, remonta al año de 1906 cuando Padre Pío volvió en el convento de Sant 'Elia a Pianisi. Una noche de verano no logró dormirse por el bochorno sofocante. De la habitación vecina le llegó el ruido de los pasos de un hombre. "El Pobre fraile Anastasio no puede dormir como yo" pensó el Padre Pío. "Quiero llamarlo, al menos para hablar un poco". Fuè a la ventana y llamó el compañero, pero la voz se le quedó en la garganta: al observar que sobre el alféizar de la ventana vecina se asomó un monstruoso perro. Así el mismo Padre Pío contó: "Por la puerta con terror; vi entrar un gran perro, de cuya boca salió mucho humo. Caí sobre la cama y oí que dijo: "es él, es él" - mientras estuve en aquella posición, vi aquel animal que saltó sobre el alféizar de la ventana, y luego de esto se lanzó sobre el techo del frente, y desapareció."

Las tentaciones de Satanás que quisieron hacer caer al padre Pío, se manifestaron de cada modo. El Padre Agostino nos confirmó que Satanás apareció bajo las formas más variadas: "bajo forma de jovencitas desnudas que bailaron; en forma de crucifijo; bajo forma de un joven amigo de los frailes; bajo forma del Padre Espiritual, o del Padre Provincial; de aquel del Papa Pío X y del Ángel de la guarda; de San Francesco; de Maria Santísima, pero también en sus semblantes horribles, con un ejército de espíritus infernales. A veces no hubo ninguna aparición pero el pobre Padre fue golpeado hasta salirle sangre, atormentado con ruidos ensordecedores, lleno de escupitajos etc. Él logró librarse de estas agresiones invocando el nombre de Jesús.

Las luchas entre el Padre Pío y Satanás se agriaron cuando el Padre Pío liberó a los poseídos. Más de una vez - el Padre Tarcisio contó de Cervinara - antes de salir del cuerpo de un poseído, el Malvado ha gritado: "Padre Pío nos das más molestias tú que San Michele". Y también: "Padre Pío, no nos arranques las almas y "no te molestaremos."

Pero veamos cómo el mismo Padre Pío describe en las cartas mandadas a sus directorios espirituales, los asaltos de Satanás.

Carta al padre Agostino, del 18 de enero de 1912: "... Barba Azul no quiere ser derrotado. Él ha venido a mí casi asumiendo todas las formas. Desde varios días acá, me viene a visitar, junto con otros de sus espíritus infernales armados de bastones y piedras. Lo que es peor; es que ellos, vienen con sus semblantes. Tal vez cuántas veces, me ha sacado de la cama y me ha arrastrado por la habitación. ¡Pero paciencia! Jesús, la Mamá, el angelito, San José y el padre San Francisco siempre están conmigo."

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

La carta a Agostino del 5 de noviembre de 1912: Estimado Padre", ésta también es su segunda carta a través de la concesión de Dios, y ha seguido el mismo destino de la anterior. Yo estoy seguro de que el Padre Evangelista ya le ha informado sobre la nueva guerra que los apóstatas impuros están haciendo en mí. Mi padre, ellos no pueden ganar, a su voluntad por mi constancia. Yo le informo sobre sus trampas sé que les gustaría inducirme, privándome de sus sugerencias. Yo encuentro en sus cartas mi único consuelo; pero para glorificar a Dios y para su confusión yo los llevaré. Yo no puedo explicarle, a usted cómo ellos están pegándome. A veces yo pienso que me voy a morir. El sábado yo pensé que ellos realmente quisieron matarme, yo no hallaba a qué santo pedirle ayuda. Yo me dirigí a mi ángel de la guarda, suplicándole ayuda, quien me hizo esperar largo tiempo, y finalmente, él voló alrededor de mí y con su voz angélica cantó los himnos de alabanza a Dios. Entonces una de esas escenas usuales pasó; Yo le reñí severamente, porque él me había hecho esperar tanto por su ayuda, a pesar de que lo había llamado urgentemente y por castigo, yo no quise mirarlo a la cara, yo quería que él recibiera más que un castigo de mí, yo quise huirle pero, él pobre, me localizó llorando, él me tomó, hasta que yo lo mirara, yo lo miré fijamente en la cara y vì que él lo sentía."

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

La carta al Padre Agostino del 18 de noviembre de 1912..... "El enemigo no quiere dejarme solo, me pega continuamente. Él intenta envenenar mi vida con sus trampas infernales. Él se molesta mucho porque yo le cuento estas cosas. Él me hace pensar en no decirle, los hechos que pasan con él. Él me dice que lo narre a las visitas buenas que yo recibo; de hecho él dice que le gustan sólo estas historias. El pastor ha estado informado de la batalla que yo tengo con estos demonios, y con referencia a sus cartas; él me sugirió que yo vaya a su oficina a abrir las cartas. Pero en cuanto yo abrí la carta, junto con el pastor, encontramos que la carta estaba sucia de tinta. ¿Era la venganza del diablo? Yo no puedo creer, que usted me ha enviado la carta sucia; porque usted sabe que yo no puedo ver bien. Al principio nosotros no pudimos leer la carta, pero después de poner el Crucifijo en la carta; nosotros tuvimos éxito leyéndola, aun cuando nosotros no éramos capaces de leer en letras pequeñas... "

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

La carta al Padre Agostino del 13 de febrero, de 1913, "Ahora, que veintidós días han pasado, desde que Jesús permitió a los diablos para descargar su enojo sobre mí. Mi Padre, en mi cuerpo todo se machuca de las palizas que yo he recibido en el presente por nuestros enemigos. En varias oportunidades, ellos me han quitado mi camisa incluso, y me han golpeado de una manera brutal"...

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)


La carta al Padre Benedetto de fecha 18 de marzo de 1913, "Estos diablos no dejan de pegarme, mientras que también me tumban de la cama. ¡Ellos igualmente me quitan mi camisa, para pegarme! Pero ahora ellos no me asustan ya. Jesús me ama, Él me alza a menudo y me pone en la cama"

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

Satanás fue más allá de todos los límites de provocación, con el Padre Pío; hasta le dice que él era un penitente. Éste es el testimonio del Padre Pío: “Un día, mientras yo estaba oyendo las confesiones, un hombre vino al confesionario dónde yo estaba. Él era alto, guapo, me vistió con algo de refinamiento y era amable y cortés. Comenzó a confesar sus pecados; los cuales, eran de cada tipo: contra Dios, contra el hombre y contra las morales. ¡Todos los pecados eran molestos! Yo estaba desorientado, por todos los pecados que él me dijo, yo respondí. Yo le traje la Palabra de Dios, el ejemplo de la Iglesia, las morales de los Santos, pero el penitente enigmático se opuso a mi palabras justificando, con habilidad extrema y cortesía, todo tipo de pecado. Él vació todas las acciones pecadoras y él intentó hacer normal, natural, y humanamente comprensible todas sus acciones pecadoras. Y esto no solamente para los pecados que eran repugnante contra Dios, Nuestra Señora, y los Santos, él fuè Rotundo sobre la argumentación, pero, que pecados morales tan sucios y ásperos. Las respuestas que él me dio con la delgadez experimentada y malicia me sorprendieron. Yo me pregunté: ¿quién es él? ¿De qué mundo viene él? Y yo intenté mirarlo bien, leer algo en su cara. Al mismo tiempo concentré mis oídos a cada palabra, para darle el juicio correcto que merecían. Pero de repente; a través de una luz vívida, radiante e interior yo reconocí claramente quién era él. Con autoridad divina yo le dije: diga…….”Viva Jesús por siempre” “Viva María eternamente” En cuanto yo pronuncié estos nombres dulces y poderosos, Satanás desapareció al instante en un goteo de fuego, mientras dejaba un hedor insoportable".

Don Pierino es sacerdote y uno de los hijos espirituales del padre Pío que estaban al mismo tiempo presentes. Fr. Pierino cuenta la historia: “Un día, el Padre Pío estaba en el confesionario, detrás de las cortinas. Las cortinas del confesionario no estaban cerradas totalmente y yo tuve la oportunidad de mirar al Padre Pío. Los hombres, mientras miraban los registros, se apartaron, todos en una sola fila. Del lugar dónde yo estaba, yo leía el Breviario, intentando siempre mirar al Padre. Por la puerta de la iglesia pequeña, entró un hombre. Él era guapo, con los ojos pequeños y negros, pelo canoso, con una chaqueta oscura y los pantalones bien arreglados. Yo no quise distraerme, y seguí recitando el breviario, pero una voz interior me dijo: "¡Detente y mira!”. Yo miraba al Padre Pío. Ese hombre, simplemente se detuvo delante del confesionario, después de que el penitente anterior se marchó. Él desapareció rápidamente entre las cortinas, mientras estaba de pie, delante del Padre Pío. Entonces yo no vi más al hombre cabello oscuro. Algunos minutos después, el hombre se hundió en el suelo con sus piernas ensanchadas. En la silla en el confesionario, de pronto ya no vì al Padre Pío, y en su lugar vì a Jesús, pero, Jesús era rubio, joven y guapo y miró fijamente al hombre, quien tuvo por tumba al suelo. Entonces de nuevo logré ver al Padre Pío que surgió otra vez. Él volvió para tomar su asiento en su mismo lugar y su apariencia emergió de la de de Jesús. Ahora podía ver claramente al Padre Pío. Yo oí su voz inmediatamente: "¡Dense prisa!” ¡Nadie notó este acontecimiento! Todos continuamos de nuevo en lo que estábamos”.

El Ángel de la Guarda - S. Padre Pío


Un italo-americano que vivió en California, a menudo comentaba a su Ángel de la guarda, que por piedad le refiriera un recado importante al Padre Pío; un día, después de la confesión, le habló en la iglesia al Padre Pío; y le preguntó que si su Angel de la guarda le había confiado el recado, y le comentara ciertamente lo que el ángel le dijo: - el Padre Pío le contestó - ¿tú crees que yo soy "sordo"? Y el Padre Pío le repitió lo que pocos días antes le dijo a su Ángel de la Guarda.

El Padre Lino contó. Estaba rogando a mi Ángel de la guarda para que interviniera y le hablara al Padre Pío en favor de una señora que estuvo muy mal. Pero me pareció que las cosas no cambiaron para nada. Encontré al Padre Pío, y le dije: Padre he rogado a mi Ángel de la guarda, para qué te encomendara a aquella señora, ¿es posible que no lo haya hecho? …” ¿Y tú qué cosa crees, que sea desobediente como tú y yo?”

El Padre Eusebio contó. Estaba viajando a Londres en avión, contra el consejo del Padre Pío que no quiso que yo usara este medio de transporte. Mientras sobrevolamos el canal de la Mancha una violenta tempestad atacó el avión, y nos encontrábamos en grave peligro. Entre el terror general yo recité el acto de contrición y, no sabiendo que otra cosa hacer, le mandé al Padre Pío a mi Ángel de la guarda, suplicándole ayuda urgente. De regreso a San Giovanni Rotondo fui a ver al Padre Pío. "Chico" - me dijo - "¿Como estás?” “¿Ha quedado bien todo?” ¿- "Padre, le dije; estuve a punto de morir" - "Y entonces por qué no obedeces?”- "Pero yo le he mandado al Ángel de la guarda"... - ¡Y menos mal que ha llegado "a tiempo"!

Un abogado de Fano, Italia, estaba regresando a su casa en Bolonia, Italia. Él estaba conduciendo su vehículo que era un modelo FIAT 1100. En el vehículo se encontraban su mujer y sus dos hijos. En algún momento, sintiéndose cansado, el abogado debió ser reemplazado del volante por su hijo mayor, Guido, el cual se encontraba durmiendo. Después de algunos kilómetros, en las cercanías de San Lázaro, también el hijo se durmió. Cuando se despertó, se dio cuenta de encontrarse a un par de kilómetros de la población de Imola. Asustado él gritó: "¿quién ha conducido el carro? ¿Les ha ocurrido algo?... - No - le contestaron todos. El hijo mayor, se despertó y dijo haber dormido intensamente. La mujer y el hijo menor, incrédulo y maravillado, dijeron de haber constatado un modo de conducir diferente de lo usual: a veces el coche estuvo a punto de chocar contra otros vehículos pero a última hora, los evitó con maniobras perfectas. También la manera de hacer las curvas era diferente. "Sobre todo" dijo la mujer no nos ha golpeado "el hecho que tú te has quedado inmóvil por mucho tiempo, y ya no has contestado a nuestras preguntas... "; dijo el marido: "Yo no pude contestar porque me dormí. Yo me quedé dormido por quince kilómetros. No he visto y no he sentido nada por qué me dormí.... Pero ¿quién ha conducido el automóvil? ¿Quién ha impedido los accidentes?”... Después de un par de meses el abogado fuè a San Giovanni Rotondo y el Padre Pío, en cuanto lo viô, apoyándose en su hombro, le dijo: "Tú te quedaste dormido y el Ángel de la guarda te condujo el vehículo". El misterio fue revelado.

Una hija espiritual del Padre Pío estaba dirigiéndose al convento, caminando por el campo. El Padre Pío la esperó en el Convento de los Capuchinos. Era en tiempo de invierno y nevaba. Los grandes copos de nieve que cayeron, hicieron más difícil el camino. A lo largo de la calle, totalmente nevada, la señora tuvo la certeza de que no llegaría a tiempo a la cita con el fraile. Llena de fe, en su Ángel de la guarda, le suplicó que avisara al Padre Pío que había llegado al convento con notable retraso a causa del mal tiempo. Llegando al convento pudo constatar con enorme alegría que el fraile la esperó detrás a una ventana, de dónde, sonriendo, la saludó.

A menudo el Padre Pío se encontraba de pié en la Sacristía y saludaba a algún amigo o a sus hijos espirituales dándole algún beso. Y un hombre comentó que debía de darse su puesto de hombre sin repartir besos, nada más que la bendición, y para asombro de él mismo el 24 de diciembre de 1958 se encontraba de rodillas, a los pies del Padre Pío suplicándole que lo confesara. Al terminar la confesión lo miró y, mientras el corazón le palpitaba fuertemente por la emoción, le preguntó al Padre Pío "¿Padre, hoy es Navidad, puedo darle las enhorabuenas dándoos un beso? Y él, con una dulzura que no se puede describir con la pluma pero solamente imaginar, me sonríe y dice: "Adelante, hijo mío, no perdamos más tiempo". También él me abrazó. Lo besé y como un pájaro, alegre, emprendí el vuelo hacia la salida lleno de delicias celestiales. ¿Y que decir de los golpes sobre la cabeza? Esa vez, antes partir de San Giovanni Rotondo, deseé una señal particular de predilección. Su bendición no fuè suficiente. Yo también quise como dos pequeñas bofetadas sobre la cabeza dos paternales caricias. Tengo que subrayar que nunca él me hizo carecer de lo que yo como un niño, quise recibir de él. Una mañana, hubieron muchas personas en la Sacristía de la iglesia pequeña y mientras el Padre Vincenzo en voz alta exhortó, con su usual severidad, diciendo: "¡no empujáis... no apretáis las manos del Padre... os hacéis atrás"! Yo me desalenté y pensé: "Partiré, y esta vez no tendré los golpes sobre la cabeza". No quise presentarme y rogué a mi Ángel de la guarda fuera mi mensajero y le dijera al Padre Pío estas palabras: "Padre, yo parto, deseo la bendición y los dos golpes sobre la cabeza, como siempre. Uno por mí y otro por mi mujer". "Hacéis alarde, hacéis alarde", el padre Vincenzo todavía le repitió mientras el Padre Pío empezó a caminar. Sentí una gran ansiedad. Lo miré tristemente. Y he aquí, él se acerca, me sonríe y una vez más me dìò dos palmaditas sobre la cabeza y también me hizo el honor de extenderme su mano, la cual pude besar.

Una mujer se sentó en la plaza de la iglesia de los Capuchinos. La Iglesia estaba cerrada, pues ya era tarde. La mujer rogó con el pensamiento, y repitió con el corazón: "¡Padre Pío, ayúdeme! De esa manera rogó y su ángel guardián habló al Padre Pío, ve pronto a ayudarla o de otro modo su hermana muere! “De la ventana, la señora oyó la voz del Padre: "¿Quién me llama a esta hora? ¿Qué sucede? La mujer le dijo al Padre Pío que la hermana estaba enferma, y el Padre Pío se trasladó en bilocación y curó a la enferma.

Un hombre le dijo al Padre Pío: Yo no puedo venir siempre a donde UD., pues, mi sueldo no me permite efectuar viajes largos - el Padre Pío contestó: "¿Y quién te ha dicho de venir aquí? ¿No tienes tu Ángel de la guarda? Le dices a tu ángel que cosa quieres, lo mandas acá, y recibirás la respuesta."

Cuándo el Padre Pío era un joven sacerdote le escribió a su confesor: " por la noche, cuando los ojos están a punto de cerrarse, veo el Paraíso que se abre delante de mí. Y yo, me siendo tan feliz por esta visión, que duermo con una sonrisa de dulce beatitud sobre los labios y con una perfecta calma sobre la frente, esperando que el pequeño compañero de mi infancia venga a despertarme para cantar juntos las alabanzas matutinas al Querido y gran amor de nuestros corazones."

El Padre Alessio un día se acercó al Padre Pío con algunas de las cartas en la mano para preguntarle algunos consejos; pero el Padre Pío contestó bruscamente: "¿Chico, no ves que tengo que hacer? Déjame en paz". El Padre Alessio quedó mal y se marchó avergonzado. El Padre Pío acudió poco tiempo después, lo llamó y le dijo: ¿No has visto todos aquellos Ángeles que estuvieron aquí alrededor de mí? Fueron Ángeles de la guarda de mis hijos espirituales que vinieron a traerme sus mensajes. Tuve que darles las respuestas rápidamente."

Un médico le preguntó a Padre Pío: "Muchos Ángeles siempre están cerca de ella. ¿No le molesta? - el Padre contestó con sencillez - "No, son tan obedientes."

A una persona dijo: "Por tu mamá rogaremos, para que el Ángel de la guarda les haga compañía"

Uno de los hijos espirituales del Padre dijo en una oportunidad: "Parece que el Padre es tan Piadoso que escucha siempre los que lo llaman. Una tarde, muchas personas que apenas le llegaron a San Giovanni Rotondo, hablaron del Padre Pío. Ingenuamente enumeraron las gracias que quisieron preguntarle y preguntaron a sus Ángeles de la guarda si podían llevar los mensajes al Padre Pío. Al día siguiente, después de la Misa, el Padre Pío los regañó justamente: “¡Bribones! ¡Tampoco por la noche me dejan tranquilo!”, la sonrisa desmintió las palabras. Ellos entendieron que el Fraile les habría atendido.

¿Pero vos, Padre, oíd lo que el ángel os dice? Una persona preguntó. Y Padre Pío: "¿Y tú que cosa crees, que Él sea desobediente como tú? Mándame a tu Ángel de la guarda."

Es inútil que me escribas, porque no puedo contestar. Mándame al ángel, siempre. Pensaré en todo”.

“El ángel me ha referido de las frases que me han hecho comprender tu desconfianza”.

“Invoca a tu Ángel de la guarda, que te iluminará y te conducirá por el camino verdadero a Dios. Es Dios el que te lo ha puesto, cercano está de ti; por tanto debes valerte de él”.

“Y si la misión de nuestro Ángel de la guarda es grande, aquel del mío es ciertamente más grande, considerado que él como un maestro, tienen que explicarme las otras idiomas”.

“Manda el Ángel de la guarda que no paga el tren y no consume los zapatos”.

Para las personas que están solas, hay el Ángel de la guarda.

La Confesión - S. Padre Pío

La Confesión era el principal trabajo diario del Padre Pío. Él hacía este trabajo mirando dentro de los penitentes. Por ello, no era posible mentirle al Padre Pío durante una confesión. El veía dentro del corazón de los hombres. A menudo, cuando los pecadores eran tímidos, el Padre Pío enumeraba sus pecados durante la confesión.

El Padre Pío invitaba a todos los fieles a confesarse al menos una vez por semana. Él decía: "Aunque una habitación quede cerrada, es necesario quitarle el polvo después de una semana."

En el sacramento de la confesión, el Padre Pío era muy exigente. Él no soportaba a los que iban a él sólo por curiosidad.

Un fraile contó: Un día el Padre Pío no dio la absolución a un penitente y luego le dijo : "Si tú vas a confesarte con otro sacerdote, tú te vas al infierno junto con el otro que te de la absolución". El entendía que el Sacramento de la Confesión era profanado por los hombres que no querían cambiar de vida. Ellos se hallan culpables frente Dios.

Un señor fue a confesarse con el Padre Pío, a San Giovanni Redondo, entre 1954 y 1955. Cuando acabó la acusación de los pecados, el Padre Pío le preguntó : "¿Tienes otro"? y él contestó: "no padre". El Padre repitió la pregunta: "¿tienes otro"?, "no, padre". Por tercera vez el Padre Pío le preguntó: "¿tienes otro"?. A la tercera respuesta negativa se acaloró el huracán. Con la voz del Espíritu Santo el Padre Pío gritó: "¡Calle! Calle! Porque tú no estás arrepentido de tus pecados! ".
El hombre quedó petrificado por la vergüenza que pasó frente a mucha gente. Luego trató de decir algo. Pero el Padre Pío le dijo: "Estás callado, cotilla, tú has hablado bastante; ahora yo quiero hablar: ¿Es verdadero que frecuentas las salas de fiestas"? - Usted, padre" - "¿Sabes tú que el baile es una invitación al pecado"?

El hombre se fue asombrado y no supo qué cosa decir ya que tenía el carné de socio de una sala de fiestas en su billetera. El hombre prometió no cometer otros pecados y después de mucho tiempo tuvo la absolución.

Las mentiras
Un día, un señor le dijo al Padre Pío: "Padre, yo digo mentiras cuándo estoy con mis amigos. Lo hago para mantenerlos alegres ". Y el Padre Pío contestó: "Eh, ¿quieres tú ir al infierno bromeando?! “

La murmuración
Cuando uno habla mal de un amigo suyo se está destruyendo su reputación y el honor del hermano que tiene en cambio derecho a gozar de consideración.

Un día el Padre Pío dijo a un penitente: "Cuando tú murmuras de una persona quiere decir que tú no quieres a aquella persona, tú has sacado a la persona de tu corazón. Pero sabes que, cuando sacas a un hombre de tu corazón, también Jesús se va fuera de tu corazón junto con aquel hombre."

Una vez, el Padre Pío fue invitado a bendecir una casa. Pero cuando llegó a la entrada de la cocina él dijo: "Aquí hay serpientes, yo no entro". Y luego le dijo a un sacerdote que a menudo frecuentaba aquella casa para comer: “no vayas a esa casa porque ellos dicen cosas feas de sus hermanos”.

La blasfemia
Un hombre era originario de la Región de las Marcas. Él partió de su país, con un amigo suyo, en un camión. Transpotaban muebles cerca de San Giovanni Redondo. Mientras hicieron la última subida, antes de llegar al destino, el camión se rompió y se paró. Intentaron hacer arrancar el motor pero no tuvieron éxito.

El chófer perdió la calma y lleno de cólera blasfemó. Al día siguiente, los dos hombres fueron a San Giovanni Redondo donde vivía la hermana de uno de los dos hombres. Con la ayuda de su hermana lograron ir al Padre Pío para confesarse.

Entró el primer hombre pero el Padre Pío lo cazó afuera. Luego le llegó el turno al chófer que empezó el coloquio y le dijo al Padre Pío: “Me he irritado". Pero el Padre Pío gritó: "¡Desdichado! has blasfemado a nuestra Mamá! ¿Qué te ha hecho la Virgen"?. Y lo mandó fuera.

El demonio está mucho cerca de los que blasfeman
En un hotel de San Giovanni Redondo no era posible descansar ni de día ni de noche porque estaba una niña endemoniada que chillaba de modo que daba susto. La mamá de la niña la llevaba cada día a la Iglesia. Ahí esperó a que el Padre Pío liberara a la niña del espíritu del mal. También en la iglesia la niña gritó muchísimo. Una mañana, el Padre Pío tras haber confesado a algunas mujeres se encontró frente a él a la niña que gritaba espantosamente. La niña fue retenida con dificultad por dos o tres hombres. El Padre Pío, ya aburrido de todo aquel trasiego, dio un golpe con su pie a la niña y luego golpeó la cabeza de la niña y dijo: "Ahora" basta!

La pequeña cayó a la tierra. El Padre Pío le pidió a un médico que estuvo presente, que llevara a la niña a San Michele, al santuario del Monte San Ángel. Cuando el grupo llegó al destino, entraron a la gruta donde había aparecido San Michele. La niña se reanimó, pero nadie logró acercarla al altar dedicado al ángel. En el medio de la confusión, un fraile tomó la mano de la niña y tocó el altar. La niña cayó a tierra como si hubiera sido fulminada. Se levantó más tarde y como si nada hubiera sucedido le preguntó a su mamá: “¿podrías comprarme un helado"?

Ante ésto, el grupo de personas volvió a San Giovanni Redondo para informar y agradecer al Padre Pío. Pero el Padre Pío le dijo a la mamá: "dile a tu marido que no blasfeme más, de otro modo el demonio vuelve."

Faltar a la Eucaristía
A los principios de los años '50, un joven médico fue a confesarse con el Padre Pío. Él dijo sus pecados y luego se quedó en silencio. El Padre Pío le preguntó al joven médico si tenía algún pecado que añadir pero el médico le respondió que no. Entonces el Padre Pío le dijo al médico: "recuerda que en los días festivos no se puede faltar tampoco a una sola Misa, porque ello es pecado mortal". En aquel momento el joven recordó haber "faltado" a una cita dominical con la Misa, un mes antes.

La magia
El Padre Pío prohibió cada forma de magia, de espiritismo y de prácticas de lo oculto. Una señora cuenta: "Yo me confesé con el Padre Pío en el mes de noviembre del 1948. Entre las otras cosas que le dije al Padre es que en nuestra familia estábamos preocupados porque una tía leyó las cartas. El Padre con tono perentorio dijo: "Echáis fuera enseguida aquella cosa."

El Divorcio
En la familia unida y santa, el Padre Pío vio el lugar donde brota la fe. Él dijo: “el divorcio es el pasaporte por el infierno”.

Una joven señora, cuando acabó la confesión de sus pecados, como penitencia el Padre Pío le indicó.”tienes que encerrarte en el silencio del ruego y salvarás tu matrimonio."

La señora se sorprendió ya que su relación matrimonial no tenía problemas. Después de mucho tiempo, ella tuvo grandes problemas en su matrimonio pero al estar preparada y siguiendo el consejo del Padre Pío, superó aquel triste momento evitando la destrucción de la familia.

El aborto




Un día, el padre Romero le preguntó al Padre Pío: "Padre, esta mañana le ha negado la absolución a una señora por haberse hecho un aborto. ¿Por qué ha sido tan riguroso con aquella pobre desgraciada"?.

El Padre Pío contestó: "El día en que los hombres, asustados por el estampido económico, de los daños físicos o de los sacrificios económicos, pierdan el horror del aborto, será un día terrible para la humanidad. Porque es justo aquel el día en que deberían demostrar tener horror por ello. El aborto no es solamente homicidio también es suicidio. ¿Y con los que vemos sobre el dobladillo cometer con un solo golpe uno y otro delito, queremos tener el ánimo de enseñar nuestra fe? ¿Queremos recobrarlos o no"?

"¿Por qué suicidio"? preguntó el padre Romero .

“Tú comprenderías este suicidio de la raza humana, si con el ojo de la razón, vieras ´la belleza y la alegría´ de la tierra poblada de viejos y despoblada de niños: quemada como un desierto. Entonces entenderías la doble gravedad del aborto: con el aborto siempre se mutila también la vida de los padres”.

La Levitatión S. Padre Pío




La Levitación puede definirse como el fenómeno de que una persona se alza de la tierra y es suspendido en el aire; y también el poder levitar objetos. Tal fenómeno es obviamente un don; dado por Dios a los Místicos de la Santa Iglesia Católica. San. José de Copertino era, por ejemplo era famoso por el fenómeno de levitación y también el Padre Pío de Pietrelcina tenía tales dones. El Padre Pío era visto a menudo por sus hermanos; mientras él se alzaba en la oración, sobre la tierra.


En Bari, ciudad de Italia; durante la Segunda Guerra Mundial, se encontraba la oficina principal de las Fuerzas aéreas americanas de la Orden General. Se dirigieron muchos funcionarios para ver al Padre Pío durante la guerra. Incluso el Comandante General había sido un protagonista de un episodio asombroso. El funcionario imponente americano; quiso llevar un escuadrón de bombarderos para destruir, un depósito de material de guerra alemán, que se había localizado cerca del San Giovanni Rotondo. El General dijo, "cuando los aviones estaban cerca del blanco, sus hombres y él, vieron en el cielo, un monje con las manos alzadas. Las bombas que habían dejado caer, lejos. Habían desplomado los bosques. Los aviones habían invertido el curso. Todos se preguntaron quién era ese monje a quién los aviones habían obedecido. Alguien le dijo al General, "en San Giovanni Rotondo un monje hacía milagros", y él decidió que, en cuanto el país hubiera sido librado, él averiguaría quién era el monje que ellos habían visto en el cielo. Después de la guerra el general fue al convento de los Capuchinos con algunos pilotos. Entrando en la Sacristía, el General se encontró delante de varios monjes, entre ellos inmediatamente reconoció al monje que había detenido sus aviones: Era el Padre Pío. El Padre Pío caminó hacia él y cuando lo tuvo cerca, le dijo: "¿Usted es por consiguiente, quién quiso matarnos a todos nosotros?" Revelado por la mirada y por las palabras del Padre, el General se arrodilló delante de él. Como de costumbre el Padre Pío le habló en dialecto, pero el General se convenció, de que el monje le había hablado en inglés. Éste era otro don del Padre Pío. Todos se miraron; y el General y sus amigos, que eran protestantes se convirtieron al catolicismo.

Testimonio del Padre Ascanio: - "Nosotros estábamos esperando al Padre Pío que tenía que venir a confesar a los penitentes. La Sacristía estaba llena de gente y todos estábamos pendientes de la puerta para ver cuando entrara el Padre Pío. La puerta estaba cerrada; cuando de repente, yo vi al padre Pío que caminó sobre las cabezas de las personas; dirigiéndose luego para el confesionario: posteriormente desapareció. Después de algunos minutos, comenzó a confesar. Yo no dije nada, y pensé que estaba soñando, pero cuando me lo encontré le pregunté: ¿”Padre, Pío Cómo usted ha logrado caminar sobre a las cabezas de las personas? ". Ésta era su respuesta cómica: "Puedo asegurarte mi niño, igual que caminar en un suelo... "

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