La Iglesia católica ya cuenta con un nuevo beato. En Madrid, ha sido beatificado Don Álvaro del Portillo, ingeniero, sacerdote, obispo y primer sucesor del Fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá. El nuevo beato, fue uno de los protagonistas del Concilio Vaticano II, como impulsor del papel de los laicos en la Iglesia y de la identidad del sacerdote en la sociedad actual.
Esta mañana, en la calle Valdebebas han concelebrado más de 150 obispos de todo el mundo y 17 cardenales, presididos por el delegado del papa Francisco, el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal Amato. También ha estado presente en la eucaristía, José Ignacio Ureta, niño curado por intercesión del nuevo beato, y su familia. Ellos han sido los encargados de llevar las reliquias del nuevo beato al altar. Niños, mayores, familias y jóvenes, cerca de 300 mil personas procedentes de 80 países de los cinco continentes han estado presentes para vivir en familia esta fiesta para la prelatura del Opus Dei y para toda la Iglesia.
La colecta de la eucaristía de la celebración de la beatificación se destinará a cuatro proyectos sociales en África: un hospital en Nigeria, un programa contra la desnutrición infantil en Costa de Marfil, la ampliación de tres dispensarios médicos en R.D. Congo y becas para que sacerdotes africanos estudien en la Universidad de la Santa Cruz en Roma. Todos estos proyectos -explican desde la oficina de comunicación del Opus Dei- fueron impulsados por Álvaro del Portillo.
Durante la homilía, el cardenal Amato ha destacado la gran humildad del nuevo beato. Así, ha indicado que "el nuevo beato fue llamado desde joven a seguir a Cristo, para ser después un diligente ministro de la Iglesia y proclamar en todo el mundo la gloriosa riqueza de su misterio salvífico". Por otro lado, ha recordado que "son muchas las virtudes –como la fe, la esperanza y la caridad– que el beato Álvaro vivió de modo heroico. Practicó estos hábitos virtuosos a la luz de las bienaventuranzas de la mansedumbre, de la misericordia, de la pureza de corazón". Y ha añadido "los testimonios son unánimes. Además de destacar por la total sintonía espiritual y apostólica con el santo fundador, se distinguió también como una figura de gran humanidad".
El purpurado también ha querido recordar del beato que "su delicadeza en el trato iba unida a una riqueza espiritual excepcional, en la que destacaba la gracia de la unidad entre vida interior y afán apostólico infatigable". Del mismo modo ha señalado que "huía de todo personalismo, porque transmitía la verdad del Evangelio y la integridad de la tradición, no sus propias opiniones". La piedad eucarística, la devoción mariana y la veneración por los Santos -ha observado- nutrían su vida espiritual.
Sin embargo, hay una virtud que Monseñor Álvaro del Portillo vivió de modo especialmente extraordinario, considerándola un instrumento indispensable para la santidad y el apostolado, ha precisado el cardenal: "la virtud de la humildad, que es imitación e identificación con Cristo". Para don Álvaro, la humildad era "la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad, mientras que la soberbia constituía el mayor obstáculo para ver y amar a Dios", ha explicado en la homilía.
Para concluir la homilía, el prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos, ha subrayado que "ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la tierra".
Al finalizar la eucaristía, Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, para dar las gracias "a la Santísima Trinidad por el don que hoy ha hecho a toda la Iglesia". "La trayectoria terrena del beato Álvaro nos muestra que el cumplimiento cabal de los propios deberes marca el camino de la santificación personal, la senda que conduce a la plena unión con Dios, a la que todos debemos aspirar", ha afirmado el prelado. Dando las gracias al Santo Padre "por su paternal mensaje, por su cercanía y por sus claros consejos para la lucha espiritual de los cristianos" y ha pedido a los fieles tener "muy presente la inminente Asamblea del Sínodo de los Obispos. Supliquemos al Espíritu Santo que ilumine a los Padres sinodales en sus reflexiones, para el bien de la Iglesia y de las almas". Asimismo ha agradecido especialmente "a Benedicto XVI, que abrió el camino de esta beatificación con el reconocimiento de las virtudes heroicas de don Álvaro".
Imagino la alegría -ha dicho el prelado- que tendrán en el Cielo los santos Pontífices Juan XXIII y Juan Pablo II, y el próximo beato Pablo VI, a quienes don Álvaro sirvió con fidelidad plena y trató con afecto filial. Del mismo modo ha manifestado su agradado al pensar especialmente "en el gozo de san Josemaría Escrivá de Balaguer, al ver que este hijo suyo fidelísimo ha sido propuesto como intercesor y ejemplo a todos los fieles".
Ha dado las gracias también a los componentes del coro y de la orquesta, a quienes han dedicado horas y horas de trabajo alegre para preparar la celebración, a los profesionales de los medios de comunicación y a los enfermos y a quienes, por diversos motivos, no han podido estar físicamente. "¡Y que el ejemplo y la intercesión del nuevo beato nos impulsen a recorrer sin tregua, llenos de la alegría cristiana, la senda de la santidad!", ha exclamado al concluir sus palabras.
También ha habido espacio para unas palabras del cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, ha agradecido el don de la vida del nuevo beato. Y por eso ha señalado que "la huella del nuevo beato está muy presente en Madrid. No sólo ni principalmente por razones históricas. Lo está también por la influencia que su vida y escritos obran en los corazones de tantos fieles de esta Archidiócesis. Y por el bien espiritual y social que hacen tantas iniciativas que a él deben su primera inspiración".
Esta mañana, en la calle Valdebebas han concelebrado más de 150 obispos de todo el mundo y 17 cardenales, presididos por el delegado del papa Francisco, el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal Amato. También ha estado presente en la eucaristía, José Ignacio Ureta, niño curado por intercesión del nuevo beato, y su familia. Ellos han sido los encargados de llevar las reliquias del nuevo beato al altar. Niños, mayores, familias y jóvenes, cerca de 300 mil personas procedentes de 80 países de los cinco continentes han estado presentes para vivir en familia esta fiesta para la prelatura del Opus Dei y para toda la Iglesia.
La colecta de la eucaristía de la celebración de la beatificación se destinará a cuatro proyectos sociales en África: un hospital en Nigeria, un programa contra la desnutrición infantil en Costa de Marfil, la ampliación de tres dispensarios médicos en R.D. Congo y becas para que sacerdotes africanos estudien en la Universidad de la Santa Cruz en Roma. Todos estos proyectos -explican desde la oficina de comunicación del Opus Dei- fueron impulsados por Álvaro del Portillo.
Durante la homilía, el cardenal Amato ha destacado la gran humildad del nuevo beato. Así, ha indicado que "el nuevo beato fue llamado desde joven a seguir a Cristo, para ser después un diligente ministro de la Iglesia y proclamar en todo el mundo la gloriosa riqueza de su misterio salvífico". Por otro lado, ha recordado que "son muchas las virtudes –como la fe, la esperanza y la caridad– que el beato Álvaro vivió de modo heroico. Practicó estos hábitos virtuosos a la luz de las bienaventuranzas de la mansedumbre, de la misericordia, de la pureza de corazón". Y ha añadido "los testimonios son unánimes. Además de destacar por la total sintonía espiritual y apostólica con el santo fundador, se distinguió también como una figura de gran humanidad".
El purpurado también ha querido recordar del beato que "su delicadeza en el trato iba unida a una riqueza espiritual excepcional, en la que destacaba la gracia de la unidad entre vida interior y afán apostólico infatigable". Del mismo modo ha señalado que "huía de todo personalismo, porque transmitía la verdad del Evangelio y la integridad de la tradición, no sus propias opiniones". La piedad eucarística, la devoción mariana y la veneración por los Santos -ha observado- nutrían su vida espiritual.
Sin embargo, hay una virtud que Monseñor Álvaro del Portillo vivió de modo especialmente extraordinario, considerándola un instrumento indispensable para la santidad y el apostolado, ha precisado el cardenal: "la virtud de la humildad, que es imitación e identificación con Cristo". Para don Álvaro, la humildad era "la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad, mientras que la soberbia constituía el mayor obstáculo para ver y amar a Dios", ha explicado en la homilía.
Para concluir la homilía, el prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos, ha subrayado que "ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la tierra".
Al finalizar la eucaristía, Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, para dar las gracias "a la Santísima Trinidad por el don que hoy ha hecho a toda la Iglesia". "La trayectoria terrena del beato Álvaro nos muestra que el cumplimiento cabal de los propios deberes marca el camino de la santificación personal, la senda que conduce a la plena unión con Dios, a la que todos debemos aspirar", ha afirmado el prelado. Dando las gracias al Santo Padre "por su paternal mensaje, por su cercanía y por sus claros consejos para la lucha espiritual de los cristianos" y ha pedido a los fieles tener "muy presente la inminente Asamblea del Sínodo de los Obispos. Supliquemos al Espíritu Santo que ilumine a los Padres sinodales en sus reflexiones, para el bien de la Iglesia y de las almas". Asimismo ha agradecido especialmente "a Benedicto XVI, que abrió el camino de esta beatificación con el reconocimiento de las virtudes heroicas de don Álvaro".
Imagino la alegría -ha dicho el prelado- que tendrán en el Cielo los santos Pontífices Juan XXIII y Juan Pablo II, y el próximo beato Pablo VI, a quienes don Álvaro sirvió con fidelidad plena y trató con afecto filial. Del mismo modo ha manifestado su agradado al pensar especialmente "en el gozo de san Josemaría Escrivá de Balaguer, al ver que este hijo suyo fidelísimo ha sido propuesto como intercesor y ejemplo a todos los fieles".
Ha dado las gracias también a los componentes del coro y de la orquesta, a quienes han dedicado horas y horas de trabajo alegre para preparar la celebración, a los profesionales de los medios de comunicación y a los enfermos y a quienes, por diversos motivos, no han podido estar físicamente. "¡Y que el ejemplo y la intercesión del nuevo beato nos impulsen a recorrer sin tregua, llenos de la alegría cristiana, la senda de la santidad!", ha exclamado al concluir sus palabras.
También ha habido espacio para unas palabras del cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, ha agradecido el don de la vida del nuevo beato. Y por eso ha señalado que "la huella del nuevo beato está muy presente en Madrid. No sólo ni principalmente por razones históricas. Lo está también por la influencia que su vida y escritos obran en los corazones de tantos fieles de esta Archidiócesis. Y por el bien espiritual y social que hacen tantas iniciativas que a él deben su primera inspiración".
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