lunes, 15 de septiembre de 2014

La Santa Misa explicada por San Pío Pietrelcina


Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.

Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta “marea negra” de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.

El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado…

El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta “Hora”.

Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presento en el “momento” a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.

La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.

El Padre Pío celebrando la Santa Misa…Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.

El “Por él, con él y en él” corresponde al grito de Jesús: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombre en adelante ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: “Padre Nuestro…..”

La fracción del Pan marca la muerte de Jesús…..

La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte…) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.

La bendición del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno….

Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino…lo que hago cada día…¡y con cuánta alegría!.
La misa explicada por San Pío de Pietrelcina
Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del Padre Pío.
La misa explicada por San Pío de Pietrelcina
La misa explicada por San Pío de Pietrelcina
El Padre Derobert, hijo espiritual del Padre Pío, explica el sentido que tenía la Misa para el Santo de Pietrelcina: “El me había explicado poco antes de mi ordenación sacerdotal que celebrando la misa había que poner el paralelo su cronología y la cronología de la Pasión de Cristo. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el altar es Jesucristo. Y desde ese momento Jesús en su sacerdote revive indefinidamente su Pasión”.

Y este es el itinerario de la cronología y orden en paralelo de la Misa y de la Pasión:

1.- Desde la señal de la Cruz hasta el Ofertorio: Es el tiempo de encuentro con Jesús en Getsemaní, sufriendo con Él ante la marea negra del pecado. Unirse a Él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que Él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica hay que escuchar las lecturas de la Misa que están dirigidas personalmente a mí y a nosotros.

2.- El Ofertorio: Evoca el arresto de Jesús. La Hora ha llegado…

3.- El Prefacio: Es el canto de alabanza, entrega y agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar a esta Hora.

4.- Desde el comienzo de la plegaria eucarística hasta la consagración: Empezamos encontrándonos con Jesús en prisión para después hacer memoria y celebración de su atroz flagelación y coronación de espinas. Seguimos con su Vía Crucis, el camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén –imagen de todo el mundo y de toda la humanidad-, teniendo presentes en el “memento” a los que están allí, en la Misa, y a todos.

5.- La consagración: Se nos da el cuerpo de Cristo, entregado de nuevo ahora. Es místicamente la crucifixión del Señor, y por eso el Padre Pío sufría atrozmente en este momento de la Misa, durante la consagración.

6.- Las plegarias inmediatamente posteriores a la consagración: Nos unimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante al Padre el sacrificio redentor. Es el sentido de la oración litúrgica inmediatamente después de la consagración.

7.- La doxología final, “Por Cristo, con Él y en Él…”: Corresponde al grito de Jesús “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu…”. Desde este momento, el sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombres desde ahora ya no están separados de Dios, se vuelven a encontrar unidos. Y esa la razón por la que a continuación de la doxología se reza el Padre Nuestro.

8.- La fracción del Pan: Marca la muerte de Jesucristo.

9.- La intinción y posterior comunión: La intinción es el momento en que el sacerdote, habiendo quebrado la sagrada hostia, símbolo de la muerte, deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el cáliz de su preciosa sangre. Marca el momento de la resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y a Cristo crucificado y resucitado a quien vamos a recibir en la comunión.

10.- La bendición final de la Misa: Con ella el sacerdote marca a los fieles con la cruz de Cristo como signo distintivo y, a su vez, escudo protector contra las astucias del Maligno. Es también signo de envío y de misión como Jesucristo, tras su Pasión y ya resucitado, envío a sus apóstoles a hacer discípulos de todos los pueblos.


Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del Padre Pío

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