Hoy, 30 de septiembre, conmemoramos a San JERÓNIMO, Doctor de la Iglesia.
SAN JERÓNIMO (¿342?-420) nació en Estridón, Dalmacia, la actual Štrigova, en Croacia, en el seno de una familia de cristianos pudientes.
Desde niño, Sofronio Eusebio Jerónimo daba ya muestras del fuerte carácter que le sería propio toda la vida. Estudió en Milán y en Roma, con notable curiosidad por todos los ámbitos del saber.
Al principio, San Jerónimo se sentía más atraído por la lectura de filósofos como Platón o de retóricos como Cicerón, pero según la tradición un ángel se le apareció en sueños cambiándole los libros que sostenía en las manos por las Sagradas Escrituras.
A partir de entonces, la Biblia estuvo siempre en el centro de su vida. Transformado, San Jerónimo decidió entonces expiar sus pecados de mal genio y de orgullo en el desierto, cerca de Aleppo, la actual Halab, en Siria. Cinco años de retiro le sirvieron para comprender que ésa no era su verdadera misión.
De vuelta San Jerónimo en Roma, el papa San Dámaso lo nombró su secretario particular, y posteriormente le encargó la traducción al latín de la Biblia, que originalmente estaba escrita en griego y en hebreo.
La traducción de San Jerónimo, conocida como la Vulgata, o sea la traducción hecha para el pueblo, unificó distintas versiones en un solo volumen de extraordinario estilo, y ha sido por más de mil quinientos años la versión oficial de la Biblia para la Iglesia Católica.
A la muerte de San Dámaso, muchos quisieron elegir a San Jerónimo como su sucesor, pero la fuerza a veces violenta de sus críticas y sus escritos quizás lo hayan impedido. Con cierto desencanto, en 385 decide abandonar Roma y marcharse a Tierra Santa.
Aparte de dominar siete idiomas, San Jerónimo demostró ser un notable director espiritual. Por ese motivo, varias damas de la aristocracia lo siguieron en su peregrinación, buscando llevar una vida de profundo ascetismo, igual que él.
San Jerónimo pasó por Chipre, Antioquía y Alejandría antes de llegar finalmente a Belén, donde fundó cuatro conventos: tres para mujeres y uno para varones.
Los siguientes 35 años los dedicó San Jerónimo principalmente a escribir, viviendo en una gruta cercana a la Cueva de Belén. Ahí desarrolló la mayor parte de su obra, que se caracteriza por su claridad y su profundidad.
A San Jerónimo se le considera uno de los más grandes teólogos de todos los tiempos. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1295 por el papa Bonifacio VIII, y canonizado en 1767 por el papa Clemente XIII. Es el santo patrono de los traductores.
SAN JERÓNIMO nos enseña el valor de dominar distintas lenguas.
SAN JERÓNIMO (¿342?-420) nació en Estridón, Dalmacia, la actual Štrigova, en Croacia, en el seno de una familia de cristianos pudientes.
Desde niño, Sofronio Eusebio Jerónimo daba ya muestras del fuerte carácter que le sería propio toda la vida. Estudió en Milán y en Roma, con notable curiosidad por todos los ámbitos del saber.
Al principio, San Jerónimo se sentía más atraído por la lectura de filósofos como Platón o de retóricos como Cicerón, pero según la tradición un ángel se le apareció en sueños cambiándole los libros que sostenía en las manos por las Sagradas Escrituras.
A partir de entonces, la Biblia estuvo siempre en el centro de su vida. Transformado, San Jerónimo decidió entonces expiar sus pecados de mal genio y de orgullo en el desierto, cerca de Aleppo, la actual Halab, en Siria. Cinco años de retiro le sirvieron para comprender que ésa no era su verdadera misión.
De vuelta San Jerónimo en Roma, el papa San Dámaso lo nombró su secretario particular, y posteriormente le encargó la traducción al latín de la Biblia, que originalmente estaba escrita en griego y en hebreo.
La traducción de San Jerónimo, conocida como la Vulgata, o sea la traducción hecha para el pueblo, unificó distintas versiones en un solo volumen de extraordinario estilo, y ha sido por más de mil quinientos años la versión oficial de la Biblia para la Iglesia Católica.
A la muerte de San Dámaso, muchos quisieron elegir a San Jerónimo como su sucesor, pero la fuerza a veces violenta de sus críticas y sus escritos quizás lo hayan impedido. Con cierto desencanto, en 385 decide abandonar Roma y marcharse a Tierra Santa.
Aparte de dominar siete idiomas, San Jerónimo demostró ser un notable director espiritual. Por ese motivo, varias damas de la aristocracia lo siguieron en su peregrinación, buscando llevar una vida de profundo ascetismo, igual que él.
San Jerónimo pasó por Chipre, Antioquía y Alejandría antes de llegar finalmente a Belén, donde fundó cuatro conventos: tres para mujeres y uno para varones.
Los siguientes 35 años los dedicó San Jerónimo principalmente a escribir, viviendo en una gruta cercana a la Cueva de Belén. Ahí desarrolló la mayor parte de su obra, que se caracteriza por su claridad y su profundidad.
A San Jerónimo se le considera uno de los más grandes teólogos de todos los tiempos. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1295 por el papa Bonifacio VIII, y canonizado en 1767 por el papa Clemente XIII. Es el santo patrono de los traductores.
SAN JERÓNIMO nos enseña el valor de dominar distintas lenguas.
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