VATICANO, 30 Sep. 14 / 09:49 am (ACI).- El Papa Francisco dedicó su homilía de hoy en la Misa que presidió en la Casa Santa Marta a reflexionar sobre la actitud de algunos que se enojan con Dios ante “cosas pequeñitas” y deciden, por ejemplo, no volver a Misa; y alentó en cambio a todos a rezar siempre por quienes sufren de verdad como los cristianos perseguidos o los ancianos enfermos.
Según señala Radio Vaticano, el Papa centró su homilía en la primera lectura de hoy del libro de Job en la que aparece maldiciendo su vida ante el drama que le ha tocado vivir al perderlo todo, y recordó a los que viven “grandes tragedias”, como los cristianos expulsados de sus casas a causa de su fe.
El Papa recordó que Job “fue puesto a prueba”. “Perdió toda su familia; perdió todos sus bienes; perdió la salud y todo su cuerpo se convirtió en una llaga, una llaga asquerosa”. En ese momento “perdió la paciencia y dijo esas cosas feas”. Pero él estaba acostumbrado a hablar con la verdad y esa es la verdad que “él siente en aquel momento”. También Jeremías “usa casi las mismas palabras: ‘¡Maldito el día en que nací!’”. “¿Pero este hombre blasfema? Es la pregunta que hago. Este hombre que está solo, así, en ese momento, ¿blasfema?”.
El Pontífice dijo luego que “Jesús, cuando se lamenta –‘Padre, ¡por qué me has abandonado!’- ¿blasfema? El misterio es éste. Tantas veces yo he escuchado a personas que están viviendo situaciones difíciles, dolorosas, que han perdido tanto o se sienten solas y abandonadas y vienen a lamentarse y hacen estas preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué? Se rebelan contra Dios. Y yo digo: ‘Sigue rezando así, porque también ésta es una oración’. Era una oración cuando Jesús dijo a su Padre: ‘¡Por qué me has abandonado!’”.
Es una “oración la que hace Job aquí. Porque rezar es llegar a ser verdad ante Dios. Y Job no podía rezar de otro modo”. “Se reza con la realidad, la verdadera oración viene del corazón, del momento que uno vive. Es la oración de los momentos de oscuridad, de los momentos de la vida donde no hay esperanza, donde no se ve el horizonte”.
El Papa Francisco señaló luego que “tanta gente, tanta hoy, está en la situación de Job. Tanta gente buena, como Job, no entiende lo que le ha sucedido, por qué es así. Tantos hermanos y hermanas que no tienen esperanza. Pensemos en las tragedias, en las grandes tragedias, por ejemplo estos hermanos nuestros que por ser cristianos son echados de sus casas y pierden todo: ‘Pero, Señor, yo he creído en ti. ¿Por qué? ¿Creer en Ti es una maldición, Señor?’”.
“Pensemos en los ancianos dejados de lado, pensemos en los enfermos, en tanta gente sola, en los hospitales”. Por toda esta gente, y “también por nosotros cuando vamos por el camino de la oscuridad la Iglesia reza. ¡La Iglesia reza! Y toma sobre sí este dolor y reza”.
Y nosotros, “sin enfermedades, sin hambre, sin necesidades importantes cuando tenemos un poco de oscuridad en el alma, nos creemos mártires y dejamos de rezar”. Y hay quien dice: “¡Estoy enojado con Dios, no voy más a Misa!”. “Pero, ¿por qué?” La respuesta, dijo, es “por una cosa pequeñita”. Francisco recordó que Santa Teresita del Niño Jesús, en los últimos meses de su vida, “trataba de pensar en el cielo, y sentía dentro de sí como si una voz le dijera: ‘Pero no seas tonta, no te crees fantasías. ¿Sabes qué cosa te espera? ¡Nada!’”.
El Papa prosiguió: “tantas veces pasamos por esta situación, vivimos esta situación. Y tanta gente que cree que terminará en la nada. Y ella, Santa Teresa, rezaba y pedía fuerza para ir adelante, en la oscuridad. Esto se llama entrar en paciencia. Nuestra vida es demasiado fácil, nuestros lamentos son lamentos teatrales. Ante estos, ante estos lamentos de tanta gente, de tantos hermanos y hermanas que están en la oscuridad, que prácticamente han perdido la memoria, la esperanza – que viven ese exilio de sí mismos, son exiliados, también de sí mismos – ¡nada! Y Jesús ha hecho este camino: de la noche al Monte de los Olivos hasta la última palabra de la Cruz: ‘Padre, ¡por qué me has abandonado!’”.
Francisco indicó por último dos cosas que pueden servir ante esta situación: “primero: prepararse, para cuando vendrá la oscuridad”, que quizá no sea tan dura como la de Job, si bien, dijo “tendremos un tiempo de oscuridad. Preparar el corazón para aquel momento”.
Lo segundo es “rezar, como reza la Iglesia, con la Iglesia por tantos hermanos y hermanas que padecen el exilio de sí mismos, en la oscuridad y en el sufrimiento, sin esperanza a la mano”. Es la “oración de la Iglesia –concluyó el Papa– por estos tantos ‘Jesús que sufren, que están por doquier”.
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