lunes, 25 de agosto de 2014

CRISIS DE FE


Sois muchos a preguntarme por qué suceden cier­tas cosas en el mundo, y sobre todo en Mi Iglesia. Yo, Jesús, os doy la respuesta.
Ya os la ha dado muchas veces Mi Vicario. Leed sus discursos de estos últimos años y constataréis con qué claridad el Papa ha respondido a esta pregunta. Pero muchos continúan preguntándolo.
La repuesta de mi Vicario es la respuesta mía: pero vosotros estáis aún en la negrura. Por esto intervengo Yo per­sonalmente con este mensaje.
 El que os lo transmite es un simple instrumento que yo he escogido para esta misión. El mal del que sufre la iglesia y el mundo es uno solo: ¡crisis de fe!
¿Qué quiere decir crisis de fe? Quiere decir crisis de esperanza, crisis de amor; quiere decir crisis de sabiduría y de prudencia, de fortaleza, de justicia y de templanza; cri­sis de obediencia, de pureza, de paciencia, de piedad y de mansedumbre.
 Quiere decir crisis de hambre y sed de Dios, quiere decir crisis de arrepentimiento, de humildad, de mortificación. Estos son los males de los que sufre la Iglesia en esta su Semana de Pasión. La Semana de Pasión precede a la Semana Santa.
Todos estos males vosotros los podéis sintetizar en la crisis de fe, de esperanza y de caridad: se puede simplificar aún en dos palabras: crisis de vida interior, y más aún en una sola palabra: crisis de Gracia.

Crisis de gracia

La gracia es la participación de mi Vida divina al alma. La Gracia es el alma del alma. Yo, Jesús, soy uno con el Padre y el Espíritu Santo; somos tres personas en Uno.
Ahora bien, hijos míos, vosotros habéis sido creados a imagen y semejanza de Dios. Una es vuestra alma, pero tres son las facultades: inteligen­cia, memoria y voluntad.
No tanto por esto es por lo que os asemejáis a Mí, sino sobre todo por la vida sobrenatu­ral, esto es, por la gracia.
El hombre era creado en gracia. Yo, Verbo de Dios, he venido al mundo para daros nuevamente la vida perdida mediante Mi Pasión, Muerte y Resurrección.
Como Yo, Dios, soy el Ser infinitamente simple, así voso­tros hechos a mi imagen sois simples en vuestra alma.
Vuestra alma no es de varios, sino de un solo compartimento en el cual está la Fe, la Esperanza, el Amor.
Como en Mí, en quien Amor, Misericordia, Verdad, Justicia, Sabidu­ría y cualquier otro atributo son un solo ser, son Dios.
Si en el hombre está en crisis la Fe, están en crisis la esperanza, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la piedad, la templanza, el amor de Dios, el temor de Dios. La falta de todo esto en el alma humana (que después quiere decir ausencia de Dios) ha provocado la tremenda crisis de la que sufre la humanidad entera.
El materialismo, encarnación de Satanás, es la ausencia de Dios en el alma humana. Pero Dios es Amor, Luz y Justicia, es Esperanza y Sabiduría, es Fortaleza, es Piedad y Templanza y cualquier otra virtud y perfección.

La Mona de Dios

Jamás, hijos míos, una crisis de fe tan universalizada ha atormentado a la humanidad. Satanás, mona de Dios, ha provocado con vuestra complicidad esta pavorosa oscuridad en las almas.
Os he hablado de Semana de Pasión y os he dicho que la Semana de Pasión precede a la Semana Santa. Lo que sucedió en la Semana Santa todos lo sabéis.
Esto, hijos, os lo he dicho para que dispongáis vuestro ánimo y os preparéis con una vida de arrepentimiento. Y todos tenéis motivos para arrepentiros. Os lo he dicho para que podáis prepararos espiri­tualmente a fin de que, en el momento de la dura prueba, Yo pueda encontraros con la antorcha encendida.
¡Ay de aquellos que no tengan su antorcha encendida, ay de ellos porque no se arrepentirán! Perecerán. Aun siendo Yo Amor infinito e inmutable, os digo que el tiempo de la Misericordia está para ceder al tiempo de la Justicia.
Para vuestro consuelo os quiero recordar mis pala­bras: "Cuando sea levantado de la tierra atraeré a todos a Mí".
Mi gran triunfo es en la Cruz. Con la Cruz he ven­cido al mundo, con la Cruz triunfan las almas predilectas, con la Cruz triunfará la Iglesia.
La Cruz la derrotará y mi Madre aplastará de nuevo la cabeza a la Ser­piente.
Yo, Jesús el Salvador, seré de nuevo la Luz, que ahora está apagada y sofocada en muchas almas incluso de mis sa­cerdotes.
Yo seré de nuevo la luz del mundo.
Preguntaos, hijos míos, por qué no tenéis vocaciones. ¿No os lo habéis preguntado? Es por la crisis de fe.
Donde la Iglesia está en cruz Conmi­go, las vocaciones no faltan. Reflexionad, hijos. No os faltan los motivos  para ello y no olvidéis que Yo he iniciado mi camino en la tierra con un acto de infinita humildad. Sin humildad no hay conversión.
Te Bendigo.

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