A lo que fue el Papa Francisco a Corea del Sur
Memoria del viaje del Papa Francisco a Corea del Sur, a través de sus palabras y los seis ejes o claves de la visita papal
Jesús de las Heras Muela
Tras los viajes apostólicos, los papas –ya lo hicieron así Juan Pablo II y Benedicto XVI, como ahora lo hace Francisco- trazan una evaluación, un balance de los mismos. Y lo suelen hacer en la primera audiencia general de los miércoles, tras, lógicamente, la finalización y el regreso del viaje en cuestión. El Papa Francisco mantuvo, una vez más, el “guion” y dedicó la catequesis del miércoles 20 de agosto a hacer memoria, actualización y proyección de su visita apostólica, del 13 al 18 de agosto, a Corea del Sur.
Evaluación, el 20 de agosto
Y sus palabras textuales, en la síntesis ofrecida en lengua española, fueron las siguientes: «A mi regreso del viaje apostólico a Corea, quiero dar gracias a Dios y a todos los que han contribuido a su realización, especialmente a los obispos coreanos, a la señora presidenta y a las autoridades locales.
Los dos acontecimientos principales de mi visita –la beatificación de 124 mártires y el encuentro con los jóvenes– me han permitido presentar a la Iglesia como una familia que transmite a las nuevas generaciones la fe recibida de sus antepasados. La memoria de los mártires, que fueron capaces de entregar sus vidas por aquello en lo que creían, constituye un ejemplo para los jóvenes de hoy y les da motivos para vivir con esperanza.
La Iglesia coreana nació de la fe de algunos fieles laicos que, fascinados por la sabiduría de las Escrituras, las estudiaron y las adoptaron como regla de vida. Sus aldeas se inspiraron en la comunidad apostólica de Jerusalén, que tenía todo en común. Por eso, he animado a los cristianos de hoy a ser solidarios con los más pobres y marginados.
Además, he tenido la oportunidad de hacer un llamamiento y una oración por la reconciliación de todos los hijos de la tierra coreana, que aún sufren las consecuencias de guerras y divisiones».
Expectativas, el 11 de agosto
En las vísperas del viaje, Francisco grabó y envió a la Iglesia en Corea un vídeo mensaje previo, que resulta también ahora de interés para cotejar las expectativas del viaje y la evaluación del mismo, en la mente y en las palabras de su protagonista: el Papa Francisco. Este vídeo mensaje, emitido el 11 de agosto, decía así:
«En unos pocos días, con la ayuda de Dios, estaré en medio de vosotros, en Corea. Gracias de antemano por vuestra acogida y os invito a orar conmigo para que este viaje apostólico dará buenos frutos para la Iglesia y para la sociedad coreana.
“¡Levántate, resplandece!” (Is 60,1): con estas palabras, que el profeta Isaías se dirige a Jerusalén, me dirijo también yo a vosotros. Es el Señor quien nos invita a recibir su luz, a acogerla y a reflejarla en una vida plena de fe, esperanza y amor, plena de la alegría del Evangelio.
Como sabéis, voy a Corea para la VI Jornada de la Juventud Asiática. Y particularmente para los jóvenes en particular llevaré la llamada del Señor: “¡Juventud en Asia, levántate! La gloria de los mártires brilla sobre ti”. La luz de Cristo resucitado brilla como un espejo en el testimonio de Paul Yun Ji-chung y sus 123 compañeros mártires de la fe que proclamaré beatos el 16 de agosto en Seúl.
Los jóvenes son portadores de esperanza y de energía para el futuro; pero también son las víctimas de la crisis moral y espiritual de nuestro tiempo. Por esto, me gustaría anunciarles a ellos y todo el único nombre que nos salva: Jesús, el Señor.
Queridos hermanos y hermanas de Corea, la fe en Cristo ha echado profundas raíces en vuestra tierra y ha dado frutos abundantes. Los ancianos son los guardianes de este legado y sin ellos los jóvenes se verían privados de la memoria. El encuentro entre las personas mayores y los jóvenes es una garantía del camino del pueblo. Y la Iglesia es una gran familia en la que todos somos hermanos y hermanas en Cristo. En su nombre voy a vosotros con la alegría de compartir con vosotros el evangelio del amor y la esperanza. El Señor os bendiga y la Virgen Madre os proteja».
Seis claves
Y ¿a qué fue el Papa Francisco a Corea? Ha habido un doble objetivo central, contexto y ocasión: el encuentro de la juventud católica asiática y la beatificación de 124 mártires coreanos del siglo XIX. Junto a ello, a Francisco le llevó a Corea del Sur doble objetivo, podríamos decir que colateral o secundario: servir a la reconciliación entre las dos Coreas y efectuar la visita del pastor supremo de la Iglesia católica a una Iglesia como la coreana de clara y fecunda matriz laical y martirial y en franco auge y desarrollo.
Como quinta clave, el viaje a Corea del Sur ha sido asimismo una plataforma, un altavoz, una carta de presentación de los objetivos del Papa Francisco no solo para Corea sino también toda Asia. Y anexa a hasta, podríamos hablar de una sexta dimensión, eje o clave de la visita de puesta de manifiesto con el mismo itinerario del recorrido del avión papal. Luego ahondaré en ello, como luego me detendré en cuatro significativos gestos del paso de Francisco por Corea del Sur.
Jóvenes, mártires, evangelización de Asia
Once fueron las grandes celebraciones, con sus correspondientes discursos y homilías, del Papa Francisco en Corea. La VI Jornada de la Juventud Asiática ocupó dos grandes momentos del viaje: en la tarde del viernes 15 de agosto, en el santuario de Solmoe, y en la tarde del domingo 17 de agosto, en el castillo de Haemi, con misa de clausura de la convocatoria. Unos seis mil jóvenes de más de veinte países asiáticos se dieron cita en la Jornada, iniciativa surgida tras la Jornada Mundial de la Juventud de 1991 en Częstochowa (Polonia), una iniciativa cuya ya próxima edición será en 2016 en Indonesia. Otro momento de encuentro del Papa con los jóvenes fue el almuerzo dieciocho jóvenes asiáticos con Francisco en el seminario mayor de Daejon.
La memoria de los mártires coreanos fue hilo conductor durante todo el viaje papal. Su momento culminante fue el sábado 16 de agosto, por la mañana, con la celebración litúrgica en Puerta de Gwanghwamun de Seúl, en una hermosa, muy concurrida (se estima que un millón de personas) y emotiva celebración. Además, Francisco visitó el 15 de agosto el monumento que recuerda en Solmoe al primer santo coreano, San Andrés Kim Taegon, quien fue martirizado junto a otros cristianos, todos ellos canonizados por Juan Pablo II en 1984, también en Corea
Ambos realidades, los jóvenes y los mártires, se entremezclaron, además, en los lemas del viaje y de la Jornada de la Juventud de Asia. Si la frase del profeta Isaías «¡Levántate, resplandece!», era el lema del viaje en su conjunto, esta misma frase se desarrollaba así en la siguiente para el encuentro de los jóvenes y la celebración de las beatificaciones: «¡Levántate, resplandece, la luz de los mártires brilla sobre ti!».
Una luz, si, que brilla, ha de brillar sobre Corea y sobre Asia, el continente más poblado y más emergente de la tierra y también el menos cristiano, a veces hasta con presencia cristiana marginal y cristiana. Francisco, de este modo, quiso amplificar para toda Asia los ecos y las resonancias de su presencia en Corea. Y su opción viajera preferencial por Asia, como ya anunció él mismo hace más de un año, espera ya una nueva cita en Sri Lanka, del 12 al 15 de enero próximo, y a continuación, del 15 al 19 de enero, en Filipinas, quien sabe, si dentro de un año, en Japón. Quien en su juventud jesuítica, Jorge Mario Bergoglio, quiso ser misionero en el Extremo Oriente de Asia –se lo impidió el medio pulmón que le falta-, ahora, ya Pedro, está decidido a realizarlo.
Paz, reconciliación, diálogo
El servicio a la paz y a la reconciliación, desde la justicia y el diálogo, quedaron puestos en evidencia, sobre todo, en el comienzo y en el final del periplo papal: el encuentro con las autoridades coreanas, del jueves 14 en la Casa Azul –sede de la Jefatura del Estado- de Seúl y la misa final del lunes 18, la misa por la paz y la reconciliación, en la catedral de Myeong-dong de Seúl. Una paz y una reconciliación que anhela el pueblo coreano, aunque el norte comunista se empeñe en hacer oír sordos a este clamor y haya pretendido silenciar e ignorar el viaje papal.
Una paz y una reconciliación, dirigidas, de nuevo a todo el continente asiático, con especial mirada hacia China, Vietnam y la citada Corea del Norte, tres de los escasísimos países de todo el mundo que todavía no mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Paz y reconciliación que, a fin de servir al bien de los ciudadanos y a la misma misión de la Iglesia, el Papa Francisco cifró en una palabra, en una consigna: diálogo, diálogo para todos y diálogo siempre, según pidió a los obispos asiáticos en el encuentro que mantuvo con ellos el domingo 17 de agosto, en el santuario de Haemi.
Y una paz y una reconciliación, que desde el diálogo y el respeto, Francisco escenificó también desde los aires, desde el avión…, sobrevolando, a la ida y a la vuelta, territorio chino y enviando a su presidente un telegrama de saludo, oración y bendiciones para él y para la ciudadanía china.
La Iglesia que más crece y otros cuatro gestos más
Más de cien mil bautismos de adultos –y otros veinticinco mil de niños- se registran cada año en la Iglesia católica en Corea del Sur, proporcionalmente la que más crece de toda la catolicidad. Corea del Sur tiene ya cerca del 11% -más de cinco millones de personas- de católicos y más seminaristas mayores que en España. Florece, sí, la Iglesia católica en Corea. Y Francisco quiere que siga creciendo. ¿Cómo?: custodiando la memoria, la esperanza, el servicio, la misericordia y la radicalidad evangélicas. Y en estas claves se insertan sus cuatro encuentros y celebraciones más «ad intra» durante el viaje: la reunión con los obispos, la misa del 15 de agosto (fiesta de la Asunción), la visita a un centro de rehabilitación de discapacitados, el sábado 16, y sus respectivos encuentros, los 16 y 17, con consagrados y con laicos.
Y también de estos principios se entienden mejor otros cuatro significativos actos y gestos del viaje papal a Corea: la audiencia a familiares de jóvenes muertos en abril pasado en el accidente del ferry Sewol –uno de ellos, el padre de una joven fallecida en siniestro, fue bautizado por Francisco el 16 de agosto en la capilla de la nunciatura apostólica en Seúl-; la visita al Jardín de los Bebés Abortados, también el 16 de agosto; su reunión con los líderes de otras religiones presentes en Corea, el 17 de agosto; y el 17 de agosto, igualmente, su encuentro con siete mujeres supervivientes de aquel horror, perpetrado por el ejército japonés durante la II Segunda Guerra, de tomar varios cientos de niñas y adolescentes coreanas como «mujeres de confort o de consuelo» y a quienes abusaron sexualmente, de modo atroz e impune.
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