martes, 23 de abril de 2013

Jesús, uno con su Padre
Juan 10, 22-30. Pascua.Él y el Padre son uno. Uno que significa unidad, reflejo e imagen de la unidad que tenemos que vivir entre nosotros.
 
Jesús, uno con su Padre
Del santo Evangelio según san Juan 10, 22-30


Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.

Oración introductoria

Jesús, creo que eres el que dices ser: Hijo de Dios y Redentor de todos los hombres. Gracias por concederme el don de la fe. Viniste al mundo para que las ovejas perdidas, pudiéramos encontrarte. Gracias. Me diste el conocimiento de saber quién soy y lo que valgo... todo un Dios se hizo hombre para salvarme. Sal hoy a mi encuentro en esta oración para mostrarme el camino que debo seguir.

Petición

Ayúdame, Señor, a saber escucharte siempre que me llames.

Meditación del Papa Benedicto XVI

Jesús que dijo de sí mismo que había venido para que nosotros tengamos la vida y la tengamos en plenitud, en abundancia, nos explicó también qué significa "vida": "Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo". La vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación. Y la vida entera es relación con quien es la fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces "vivimos".
28. Pero ahora surge la pregunta: de este modo, ¿no hemos recaído quizás en el individualismo de la salvación? ¿En la esperanza sólo para mí que además, precisamente por eso, no es una esperanza verdadera porque olvida y descuida a los demás? No. La relación con Dios se establece a través de la comunión con Jesús, pues solos y únicamente con nuestras fuerzas no la podemos alcanzar. En cambio, la relación con Jesús es una relación con Aquel que se entregó a sí mismo en rescate por todos nosotros. Estar en comunión con Jesucristo nos hace participar en su ser "para todos", hace que éste sea nuestro modo de ser. Nos compromete en favor de los demás, pero sólo estando en comunión con Él podemos realmente llegar a ser para los demás, para todos. (Benedicto XVI, Encíclia Spe salvi, nn. 27-28).

Reflexión

Él nos lo dice: Yo soy el Cristo. Pero muchas veces no lo escuchamos. Él nos habla siempre con hechos más que con palabras. ¿Cuántos milagros se han realizado a lo largo de los siglos en la Iglesia y cuán poca confianza a veces tenemos? Es Cristo quien nos está hablando a través de todas estas obras.

Nos habla sobre todo en el silencio, en un atardecer en el mar, en la brisa cargada de fragancias de los campos, en el canto de los pajaritos... son las palabras de Dios que utiliza para comunicarnos su amor. Dios no nos habla en la fuerza de la tormenta, ni en el huracán, nos habla en el susurro de la brisa.

Además el Señor es nuestro Pastor, con Él nada temeremos, porque nos protege bajo su mano. Él se olvida de sí mismo para darnos su amor, como un verdadero Pastor sufre frío, calor, cansancio, sed, hambre... por amor.

Nosotros somos las ovejas de Cristo, fuimos entregados a Él por el mismo Padre celestial. Tanto es el amor de Dios que en todo momento se recuerda de nosotros. Nunca seremos arrebatados de la mano del Padre. Él nos protege y nos cuida entre sus manos.

Él y el Padre son uno. Uno que significa unidad, reflejo e imagen de la unidad que tenemos que vivir entre nosotros. Los hijos con los padres, los padres entre sí, los hermanos, los amigos, los que no conozco, los enemigos. Es el ejemplo de Cristo el que debemos imitar.

Diálogo con Cristo

Señor, me muestras el camino que debo seguir, si quiero ser feliz. Sin embargo, desconfío en que realmente Tú lleves mi carga. Necesito verte y escucharte, no con mis sentidos sino con mi espíritu, para que cuando vengan los problemas te busque inmediatamente en la oración, porque eres la roca sobre el cual puedo edificar mi vida.

Propósito

Al terminar el día, o cuando pueda disponer de un tiempo, hacer una reflexión sobre mis actividades y, sobre todo, de mis actitudes en el día: ¿seguí la voluntad de Dios? 

martes 23 Abril 2013
Martes de la cuarta semana de Pascua

San Adalberto de Praga



Leer el comentario del Evangelio por
Símbolo “Quicumque” : “El padre y yo, nosotros somos UNO”

Lecturas

Hechos 11,19-26.

Algunos que se habían dispersado a raíz de la persecución cuando el asunto de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sólo predicaban la Palabra a los judíos.
Sin embargo, unos hombres de Chipre y de Cirene, que habían llegado a Antioquía, se dirigieron también a los griegos y les anunciaron la Buena Noticia del Señor Jesús.
La mano del Señor estaba con ellos y fueron numerosos los que creyeron y se convirtieron al Señor.
La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía.
Al llegar fue testigo de la gracia de Dios y se alegró; animaba a todos a que permaneciesen fieles al Señor con firme corazón,
pues era un hombre excelente, lleno del Espíritu Santo y de fe. Así fue como un buen número de gente conoció al Señor.
Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo,
y apenas lo encontró lo llevó a Antioquía. En esta Iglesia trabajaron juntos durante un año entero, instruyendo a muchísima gente, y fue en Antioquía donde los discípulos por primera vez recibieron el nombre de cristianos.


Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7.

La ciudad que fundó en los montes santos,
las puertas de Sión, ama el Señor
más que todas las moradas de Jacob.

De ti se dicen cosas admirables,
ciudad de Dios.
Hablamos entre amigos de Egipto y Babilonia,
luego, de Tiro, Filistea y Etiopía:
tal y cual han nacido aquí o allá.

Mas de Sión se dirá: «Es la madre,
porque en ella todos han nacido
y quien la fundó es el Altísimo».

El Señor inscribe a los pueblos en el registro:
«Este en ella nació, éste también».
Mientras tanto en ti todos se alegran
con cantos y con bailes.



Juan 10,22-30.

Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo.
Jesús se paseaba en el Templo, por el pórtico de Salomón,
cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.»
Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago en el nombre de mi Padre manifiestan quién soy yo,
pero ustedes no creen porque no son ovejas mías.
Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen,
y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano.
Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre.
Yo y el Pad re somos una sola cosa.»


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

Símbolo “Quicumque”, atribuido a san Atanasio (entre 430 y 500)


“El padre y yo, nosotros somos UNO”

He aquí la fe católica: veneramos a un Dios en la Trinidad y a la
Trinidad en la unidad, sin confundir a las personas, sin dividir la
sustancia: una es, en efecto, la persona del Padre, otra la del Hijo y otra
la del Espíritu Santo; pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen
una misma divinidad, una gloria igual, una misma majestuosidad eterna. Así
como es el Padre, es el Hijo y el Espíritu Santo: increado es el Padre,
increado el Hijo e increado el Espíritu Santo... De este modo el Padre es
Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo ellos no
son tres dioses, sino un mismo Dios... Esta es la fe sin desviaciones:
nosotros creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
es Dios y hombre: Él es Dios, de la sustancia del Padre, engendrado antes
de los siglos; y Él es hombre, de la sustancia de su madre, nacido en el
tiempo: Dios perfecto, hombre perfecto, compuesto de un alma razonable y un
cuerpo humano, igual al Padre según la divinidad, inferior al Padre según
la humanidad. Aunque Él sea Dios y hombre, no existen dos Cristos sino un
solo Cristo: uno, no porque la divinidad haya pasado a la carne, sino
porque la humanidad fue asumida por Dios; una unión no por mezcla de
sustancias, sino por la unidad de la persona. Porque, al igual que el alma
razonable y el cuerpo forman un hombre, Dios y el hombre forman un Cristo.
Él sufrió por nuestra salvación, descendió a los infiernos, resucitó al
tercer día de entre los muertos, subió a los cielos, y está sentado a la
derecha del Padre; desde allí vendrá a juzgar a vivos y muertos.

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