martes, 15 de noviembre de 2011

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo




El nombre de "Cristo" significa ungido.

En la antigüedad se ungía a los reyes, como vemos en el caso de David (1ª lectura de hoy: 2º Libro de Samuel 5, 1-3).
Jesús, "Hijo de David", fue ungido por el Espíritu en el Bautismo, y en la consumación de su vida pública, en la cruz fue, asimismo, proclamado como Rey por el título de su condena y por la invocación del crucificado junto a él: "Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino" (Evangelio de hoy: Lucas 23, 35-43).

Los redimidos por Cristo han de ser trasladados a su Reino eterno, del que Él es primer soberano y ciudadano a partir de la resurrección.
El himno de la epístola (2ª lectura de hoy: Colosenses 1, 12-20) enumera título sobre título para exaltar el poder y la gloria de nuestro Señor: "En él quiso Dios que residiera toda la plenitud". No se trata de grandezas de este mundo. No lo olvidemos nunca: el Reino de Jesucristo no es como los reinos de este mundo.

La creación entera está sometida a la infinita majestad de este Sacerdote eterno y Rey del Universo. Este Reino eterno y universal es reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, amor y paz: "¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!" (Salmo de hoy)

Después de leer y meditar todas las lecturas que la Iglesia nos ofrece en este día, me surgen las preguntas:

¿cuál es el reino al que yo aspiro?

¿cuál es mi Rey? y

¿cuáles las "riquezas" que "tengo" y las que "quiero tener" ????


Vivimos en este mundo pero no somos de él, por eso no aspiro al reino de este mundo ni a las "riquezas" que éste me pueda ofrecer, sino más bien al Reino de Dios, un reino de amor, justicia, misericordia, paz, fraternidad entre todos los pueblos, donde no hay discriminación ni distinción por lengua, raza, sexo, aspecto físico,...en éste reino solo hay UNA nacionalidad, común a todos, por lo que nadie puede ser extranjero ni emigrante ni inmigrante...


Respondiendo a la primera, automáticamente respondo a la segunda: sólo Tú, Señor, eres mi Rey.

Por Tu Reino trabajo cada día, para que aunque sea un trocito de él, de las inmensas "riquezas" que éste tiene, pueda reinar en las personas y circunstancias que me encuentro a mi alrededor cada día.


Por eso, te pido hoy, y cada día, como recitamos en el Padrenuestro:

"Venga a nosotros Tu Reino"

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