viernes, 4 de noviembre de 2011

LOURDES: SU MARAVILLOSO SIGNIFICADO



Antes de las apariciones de la Santísima Virgen en Lourdes, apenas era conocida en el mundo esta población situada en la falda de los Pirineos; nadie la nombraba, permaneciendo en la oscuridad del olvido y entre las nieves que coronan sus montañas.
Pero ¡qué cambio más asombroso no se ha verificado! Hoy su nombre corre de boca en boca, ha traspasado los montes, ha salvado las distancias, y es pronunciado con entusiasmo y amor en América como en Europa, en Africa como en Asia, y en la dilatada Oceanía. ¿ Qué prodigo se ha obrado?

Era el once de febrero de mil ochocientos cincuenta y ocho, cuando una sencilla y humilde niña, por nombre Bernardita, al intentar pasar el Gave que corre al oeste de Lourdes para recoger, como su hermana María y otra amiga de ésta, un poco de leña, entre las sinuosidades de las rocas de Massabielle, oyó un ruido como de suave brisa, que lentamente agitaba las ramas de los árboles. Levanta su vista, y sus ojos no distinguen objeto alguno; se reproduce la agitación en las ramas y vuelve a mirar; a sus ojos aparece entonces una visión celestial.


Una Señora rodeada de una claridad que brilla más que el sol, pero que ni daña ni ofusca como éste, sino que por el contrario atrae y admira; una Señora de incomparable hermosura, cubierta con un velo blanquísimo, mas que la nieve que se halla en la cima de las próximas colinas, y ceñida con un cinturón azul. Los pies de tan admirable hermosura descansan en la roca, rozando ligeramente el ramaje de un rosal silvestre, dejando ver sobre cada uno de ellos una rosa de oro. Sus manos cruzadas tenían un rosario, cuyas cuentas de alabastro, engarzadas con cadena de oro, se deslizaban entre sus dedos, guardando, sin embargo, un silencio misterioso.

Los ojos de la excelsa Señora se habían fijado llenos de benignidad en la niña, que se hallaba asombrada, extasiada y como fuera de sí. Aquella hizo la señal de la cruz, y la niña entonces tomando su rosario, empezó a rezarlo, durando la visión celestial hasta que lo terminó; y concluido, la celestial Aparición volvió a la eterna morada, de donde había venido, dejando en pos de sí un rayo luminoso, que al poco tiempo también se desvaneció. Durante sucesivos días concurriría Bernardita a la cita con la Señora del Cielo, iniciando una historia que no termina hasta los días de hoy.


Santa Bernardita, a quien la Virgen apareció en Lourdes

Los designios de Dios son incomprensibles. Precisamente en un siglo de soberbia y orgullo, en un siglo de racionalismo cual fue el siglo XIX, que pretendía haber acabado con todo lo sobrenatural y divino; en la nación bien amada donde los enemigos de la Iglesia más trabajaban por extender y propagar todos los errores, que tienen por fundamento no admitir más que el orden puramente natural, fue ahí donde la Santísima Virgen apareció.

Precisamente en esa época y en esa nación, donde los sectarios anti-cristianos negaban con más fuerza no sólo el pecado original, sino también la elevación por la gracia divina de la naturaleza humana; donde no se quería admitir la intervención divina en las cosas de los hombres; ahí fue donde Dios Nuestro Señor quiso destruir el fundamento de todos los errores; y para ello, se sirvió del instrumento al parecer más despreciable. De Bernardita, una niña pobre, débil e ignorante, que no sabía otra cosa que rezar el Sto. Rosario. Fue de ella de quien Dios se valió para vencer al mundo, confundir a los soberbios, humillar a los sabios y conseguir tan señalada victoria.

El cuerpo de Santa Bernardita está incorrupto, como queriendo mostrar al mundo incrédulo y apóstata de nuestros días quién es la Señora del Cielo y cómo está vigente su mensaje llamando a los hombres a la penitencia



En Lourdes el hecho sobrenatural es permanente, puesto que la fuente misteriosa que allí brota y los efectos asombrosos que sus aguas producen lo evidencian; allí ha recibido el naturalismo su más rudo golpe y la fe una confirmación maravillosa. Guardémonos de todos los errores, que puedan mancillar en lo más mínimo nuestra fe, avivémosla más y más cada día y repitamos con el Profeta: ¡Séquese, Señor mi mano derecha y quede pegada mi lengua al paladar antes que dejar de amarte y adorarte!

ORACIÓN DE SAN BERNARDO
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos; animado con esta confianza a Vos también acudo, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana; no desechéis, Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y dignaos acogerlas benignamente. Amén.

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