martes, 15 de noviembre de 2011

JESUCRISTO: REY DEL UNIVERSO




(Col 1, 16).

“Rey de Reyes y Señor de Señores”
(Apocalipsis 19,16).

Fiesta de Cristo Rey
Lecturas y comentario
Cristo Rey, año A
Cristo Rey, año B

Cristo Rey, año C

Reino del Corazón Eucarístico, Madre Adela Galindo
Venga a nosotros tu reino, Orígenes

Cristo es rey por derecho propio y por derecho de conquista.
Por derecho propio: lo es como hombre y como Dios. Jesucristo en cuanto hombre, por su Unión Hipostática con el Verbo, recibió del Padre "la potestad, el honor y el reino" (cfr. Dan. 7,13-14) y, en cuanto Verbo de Dios, es el Creador y Conservador de todos cuanto existe. Por eso tiene pleno y absoluto poder en toda la creación (cfr. Jn. 1,1ss).

Por derecho de conquista, en virtud de haber rescatado al género humano de la esclavitud en la que se encontraba, al precio de su sangre, mediante su Pasión y Muerte en la Cruz (cfr. 1 Pe. 1,18-19).

El Padre lo puso todo en manos de su Hijo. Debemos obedecerle en todo.

No se justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.

El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» -Juan 14,21

Los mártires nos dan ejemplo. Prefirieron morir antes de negar a Jesús. Muchos mártires del siglo XX en México, España, Cuba y otros lugares murieron gritando ¡Viva Cristo Rey!. También en nuestro siglo.

Ninguna persona, ni ley, ni entidad esta por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.

Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque algunos mandatos sobrepasen su entendimiento.

LA FIESTA DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

El Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia ha profesado.

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