miércoles, 10 de agosto de 2011

¿CUÁL ES LA VERDADERA IGLESIA?


R.P. Pedro Herrasti, S. M.

INTRODUCCIÓN

Es un hecho que muchos católicos han sucumbido ante la invasión de las sectas en nuestra patria, debido a su ignorancia religiosa. Domingo a domingo las calles se ven llenas de protestantes, que de puerta en puerta, van difundiendo sus errores.

Por lo general los católicos se ponen a la defensiva, sin saber qué responder a los argumentos esgrimidos por la secta en turno. Adoptan la actitud de un caracol que se refugia en su concha: "mis padres me inculcaron la religión católica y no voy a cambiar".

Algunos otros, por desgracia, dialogan con los que visitan y son turbados en su fe. No sabiendo por qué creen lo que creen, se empiezan a preguntar si la religión Católica es en realidad la verdadera y si la Iglesia en la que fueron bautizados es la que fundó Jesucristo. Su ignorancia y sus dudas los llevan a alejarse de la Iglesia Católica, sin haberla realmente conocido.

Se impone, pues, un estudio aunque sea somero, de las bases de nuestra fe en la Iglesia Católica.

LA HISTORIA HABLA

Entre todas las iglesias cristianas, tan solo la Católica ha existido desde el tiempo de Nuestro Señor Jesucristo. Todas las demás son ramas que se han ido desprendiendo de la Iglesia original en el transcurso de los siglos.

Este tema está tratado en el folleto EVC No. 432 y más ampliamente en el No.284. Aquí tan solo pondremos unas cuantas consideraciones.

Las iglesias ortodoxas del este se separaron de la unidad con el Papa en 1054. Por su parte las iglesias protestantes fueron establecidas durante la reforma, que dio comienzo en 1517. La gran mayoría de las iglesias protestantes de la actualidad, son subdivisiones de aquellas iglesias protestantes del siglo XVI.

Tan sólo la Iglesia Católica existía en el siglo décimo, en el quinto y en el primero; enseñando fielmente las doctrinas dadas por Cristo a sus Apóstoles, sin omitir nada; sin cambiar nada. La sucesión de los Papas puede ser trazada sin interrupción hasta el mismo San Pedro. Dicha lista aparece completa al final de nuestro folleto 432, así como las fechas de fundación de las iglesias y sectas protestantes.

La permanencia de la Iglesia Católica en 20 siglos de la historia, no tiene paralelo en ninguna institución ni religiosa, ni civil en el mundo entero. Hasta los más antiguos gobiernos (excepto, tal vez, la dinastía imperial del Japón), son nuevos en comparación con el Papado y las sectas que hacen su propaganda de puerta en puerta, son nuevas en comparación con la Iglesia Católica. Muchas de ellas son tan recientes que datan del siglo pasado y hasta hay algunas como la llamada "Iglesia La Luz del Mundo", nacida en Guadalajara, que data aproximadamente del año de 1927. Ninguna de ellas puede decir que haya sido fundada por Nuestro Señor Jesucristo.

La Iglesia Católica ha existido por cerca ya de 2,000 años a pesar de la constante oposición del mundo. Esto da fe de su origen divino: ninguna organización simplemente humana hubiera sobrevivido a tantas persecuciones y más aún si consideramos que algunos de sus miembros incluyendo ciertos líderes han dejado mucho que desear.

El hecho de que la Iglesia Católica es hoy la más vigorosa del mundo con más de mil millones de seguidores y con un peso moral determinante (¿qué otro líder espiritual en el mundo tiene la fuerza que tiene el Papa?), es un testimonio no de la inteligencia de sus líderes, sino de la presencia y protección del Espíritu Santo.

LA ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA

Jesús escogió a los Apóstoles para que fueran los guías de la Iglesia. Les dio autoridad para enseñar y gobernar, no como dictadores sino como amantes pastores y padres, con la vocación de servir, como Cristo. Es por eso que los Católicos llamamos "padre" a los sacerdotes. Seguimos el ejemplo de San Pablo: "He llegado a ser tu padre en Jesucristo por medio del Evangelio"(1 Cor. 4,15).

Los Apóstoles, cumpliendo la voluntad de Jesús, ordenaron obispos, sacerdotes y diáconos y les transmitieron su ministerio apostólico. El más alto grado de ordenación a los obispos, en menor grado a sacerdotes y diáconos.

EL PAPA Y LOS OBISPOS

Jesús dio a san Pedro una especial autoridad entre los Apóstoles (Jn.21,15-17) y significó este hecho al cambiarle el nombre de Simón a Pedro, que quiere decir "Roca" (Jn. 1,42). Él dijo que San Pedro sería la roca sobre la cual construiría su Iglesia (Mt. 16, 18).

En la lengua Aramea, la que Jesús hablaba, el nuevo nombre de Simón era KEPHA, que quiere decir una gran roca. Más tarde este nombre fue traducido al griego como PETROS (Jn. 1,42) y al español como PEDRO.

Cristo dio sólo a Pedro "las llaves del Reino" (Mt. 16, 19) y prometió que las decisiones de Pedro serían atadas en el cielo. Dio un poder semejante a los demás Apóstoles (Mt. 18, 18) pero tan solo a San Pedro le dio las llaves, que simbolizan su autoridad para dirigir la Iglesia en la tierra en la ausencia de Jesús.

Cristo, el Buen Pastor, llamó a San Pedro para que fuera el supremo pastor de su Iglesia (Jn. 21, 15-17). San Pedro guió a la Iglesia proclamando el Evangelio y tomando: decisiones. (Hech.2, 1-41; 15,7-12).

Los escritos de los primeros cristianos nos relatan cómo los sucesores de San Pedro, los obispos de Roma (que desde los primeros tiempos fueron llamados con el título de "Papa" que significa Pater Patrum o sea Padre de los Padres), continuaron ejerciendo el ministerio de San Pedro en la Iglesia.

El Papa es el sucesor de San Pedro como obispo de Roma. Los demás obispos son los sucesores de los Apóstoles en general.

La autoridad del Papa y de los obispos para enseñar, es llamada MAGISTERIO (del latín magister). Este magisterio, guiado y protegido del error por el Espíritu Santo, nos da la certeza en las cuestiones de doctrina.

El magisterio es infalible cuando enseña oficialmente porque Jesús prometió mandar al Espíritu Santo para que guiara a los Apóstoles y sus sucesores a la "verdad completa" (Jn. 16,13).

DIOS NOS HABLA DE DOS MANERAS

Dios habla a su Iglesia por medio de la Biblia y de la Sagrada Tradición. Para asegurarse de que lo entendamos bien, El guía al magisterio de tal manera que interprete siempre correctamente la Biblia y la Tradición.

Como las tres patas de un tripié, la Biblia, la Tradición y el Magisterio son necesarias para la estabilidad de la Iglesia y para garantizar la sana doctrina.

La Sagrada Tradición

La Tradición Sagrada no debe ser confundida con las tradiciones meramente humanas, que comúnmente son llamadas costumbres o disciplinas. Jesús frecuentemente condenó costumbres y disciplinas, pero solamente si eran contrarias a los mandamientos de Dios. Él nunca condenó la Sagrada Tradición y tampoco condenó todas las tradiciones humanas.

La Tradición Sagrada y la Biblia no son revelaciones diferentes y en competencia. Son dos maneras como la Iglesia nos transmite el Evangelio.

Enseñanzas apostólicas como la Trinidad, el Bautismo de los niños, la inerrancia de la Biblia, el Purgatorio y la perpetua virginidad de María, han sido enseñadas más claramente a través de la Tradición, aunque se hallan implícitamente presentes, y no en contra de la Biblia. La Biblia misma nos dice que nos aferremos fuertemente a la Tradición ya sea que nos llegue en forma escrita u oral (2 Tes. 2,15; 1 Cor. 11,2).

La Tradición Sagrada no debe ser, pues, confundida con costumbres y disciplinas como el rezo del Rosario, el celibato sacerdotal, no comer carne los viernes en cuaresma, etc. éstas son cosas buenas y ayudan, pero no son doctrinas. La Tradición Sagrada comenzó con las enseñanzas orales de Jesús e incluye también las enseñanzas de los 21 Concilios Ecuménicos de la Iglesia y los escritos de los Santos Padres.

La Biblia

Las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento) han sido inspiradas por Dios (2 Tim.3, 16). El Espíritu Santo guió a los autores sagrados para que escribieran lo que Dios quería. Siendo Dios el autor principal de la Biblia y dado que Dios es la verdad y no puede enseñar nada erróneo, la Biblia está libre de todo error y todo lo que dice es verdad. La Iglesia es la custodia de la Biblia y debe fiel y exactamente proclamar su mensaje, tarea para la cual Dios le ha dado poder.

Debemos tener en mente que la Iglesia vino antes que el Nuevo Testamento y no al revés. Miembros inspirados de la Iglesia escribieron los libros del Nuevo Testamento, así como escritores inspirados de Israel escribieron el Antiguo.

La Iglesia es guiada por el Espíritu Santo para custodiar e interpretar la Biblia entera, Antiguo y Nuevo Testamentos. Un intérprete oficial es absolutamente necesario. (En la vida civil, la suprema corte interpreta lo que dice la constitución).

Algunos cristianos afirman: "La Biblia es todo lo que necesito" pero esta noción no está en la Biblia misma. De hecho, la Biblia enseña todo lo contrario (2 Pe.1,20-21; 3, 15- 16). "Sólo la Biblia" es una teoría que no fue creída por nadie en la Iglesia Primitiva. Es una teoría nueva, surgida tan solo desde la Reforma Protestante. Es una "tradición humana" que nulifica la Palabra de Dios, distorsiona el verdadero papel de la Biblia y socava la autoridad de la Iglesia que Cristo fundó (Mc.7,1-8).

Aunque popular entre muchas iglesias cristianas, la teoría de "La Biblia sola", no funciona.

La experiencia histórica lo comprueba. Cada año vemos más divisiones entre religiones "Bíblicas". Actualmente existen miles de denominaciones en competencia, cada una insistiendo en que su interpretación de la Biblia es la correcta.

El resultado de estas divisiones ha sido la confusión entre millones de cristianos sinceros pero equivocados.

Basta con abrir la sección amarilla del directorio telefónico para ver cuántas diferentes denominaciones hay listadas, todas proclamando que se inspiran "con la Biblia sola", pero no hay dos que estén de acuerdo en lo que la Biblia dice.

Una cosa es segura: el Espíritu Santo no puede ser el autor de tanta confusión. Dios no puede conducir a la gente a creencias contradictorias, porque la verdad es UNA. ¿La conclusión? : la teoría de la Biblia sola es falsa.

LAS CUATRO CARACTERÍSTICAS DE LA VERDADERA IGLESIA

Si queremos localizar la verdadera Iglesia fundada por Jesucristo, tenemos que encontrar aquella que reúna las cuatro marcas o cualidades de su Iglesia. La Iglesia que debemos buscar tiene que ser Una, Santa, Católica y Apostólica. Analicemos estos términos:

a) La Iglesia es Una

Jesús fundó solamente una Iglesia, no una colección de Iglesias en competencia ( luteranos, bautistas, anglicanos, etc.…). La Biblia dice que la Iglesia es la esposa de Cristo (Ef.5,23-32). Jesús no puede tener sino UNA esposa y esta es la Iglesia Católica.

Su Iglesia también enseñaría solamente UNA doctrina y esa doctrina debe ser idéntica a la enseñada por los Apóstoles. Esta es la unidad en la fe.

Aunque algunos católicos individualmente disientan de la doctrina oficial, la autoridad auténtica de enseñanza de la Iglesia (El Papa y los obispos en comunión con él) nunca ha cambiado ninguna doctrina.

En el transcurso de los siglos, al examinar más plenamente la doctrina, la Iglesia la ha comprendido más profundamente, pero jamás la ha entendido de una manera opuesta a lo que anteriormente había entendido.

b) La Iglesia es SANTA

Por su gracia, Jesús hace Santa a la Iglesia, así como El es Santo. Esto no quiere decir que cada miembro sea siempre santo. Jesús dijo que habría buenos y malos, miembros en la Iglesia (Jn.6, 70) y que no todos los miembros irían al cielo (Mt.25, 31-46). Pero la Iglesia es Santa en sí misma porque es la fuente de la santidad y la guardiana de los medios especiales que comunican la gracia: los sacramentos.

c) La Iglesia es CATÓLICA

La Iglesia de Cristo es llamada Católica ("universal" en griego) porque es un don para todas las gentes. Él dijo a sus apóstoles que fueran a todo el mundo e hicieran discípulos de "todas las naciones" (Mt.28, 19-20).

Durante casi 2000 años la Iglesia Católica ha llevado adelante esta misión predicando la buena nueva de que Cristo murió por todos los hombres y desea que todos seamos miembros de su familia universal (Gál.3, 28).

Hoy la Iglesia Católica se encuentra en todos los países del mundo y todavía sigue enviando misioneros para "hacer discípulos de todas las naciones" (Mt.28, 19)

La Iglesia que Jesús estableció fue conocida por su título más común: "Iglesia Católica", al menos tan pronto como en el año 107, cuando San Ignacio de Antioquía usa ese título para describirla. Dicho título, aparentemente era ya antiguo en tiempo de San Ignacio, lo que significa que puede remontarse hasta el tiempo de los Apóstoles.

d) La Iglesia es APOSTÓLICA.

La Iglesia que Jesús fundó es apostólica porque Él eligió a los Apóstoles como los primeros líderes de la Iglesia y sus sucesores serían los futuros líderes.

Los Apóstoles fueron los primeros obispos y desde el siglo primero ha existido una sucesión ininterrumpida de obispos Católicos transmitiendo fielmente lo que los Apóstoles enseñaron a los primeros cristianos por medio de las Escrituras y la Tradición oral (Hech. 15-26; 2 Tim.2, 2).

Estas creencias incluyen la resurrección corporal de Jesús, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, la naturaleza sacrificial de la Misa, el perdón de los pecados por medio de los sacerdotes, la regeneración bautismal, la existencia del purgatorio, el papel especial de la Virgen María y muchas otras, incluida aún la doctrina de la sucesión apostólica.

Los escritos de los primeros cristianos prueban que eran profundamente Católicos en la fe y en la práctica y que veían a los sucesores de los Apóstoles como sus líderes. Lo que aquellos creían es aún creído por la Iglesia Católica. Ninguna otra iglesia puede asegurar cosa igual.

DIOS GUIA A LA IGLESIA CATÓLICA

El ingenio humano no puede explicar este hecho. La Iglesia ha permanecido Una, Santa, Católica y Apostólica, no debido a los esfuerzos humanos, sino porque Dios preserva la Iglesia que El fundó (Mt.16, 18; 28,20).

El guió a los israelitas en su huida de Egipto por medio de una columna de fuego que iluminara su camino a través de las tinieblas del desierto (Ex.13, 21). Hoy nos guía por medio de su Iglesia Católica.

La Biblia, la Tradición Sagrada y los escritos de los primeros cristianos, testifican que la Iglesia enseña con la autoridad de Jesús. En esta época de innumerables religiones en competencia, cada una clamando por atención, una voz se levanta por sobre el estruendo: la Iglesia Católica a la cual la Biblia llama "la columna y fundamento de la verdad" (1 Tim.3, 15).

Jesús aseguró a sus Apóstoles y a sus sucesores, los Papas y Obispos: "El que a vosotros escucha, a mí me escucha y el que a vosotros desprecia, a m í me desprecia" (Lc.1Q, 16). Jesús prometió guiar a su Iglesia a la verdad completa (Jn.16, 12-13). Y El cumple sus promesas. Podemos tener la absoluta confianza en que su Iglesia enseña la verdad y nada más que la verdad.

DIOS ACTUA EN LA IGLESIA CATÓLICA

Jesús prometió que no nos dejaría huérfanos (Jn.14, 18) y que nos enviaría al Espíritu Santo para que nos guiara y protegiera. Para ello nos dejó sus siete sacramentos, que nos sanan, alimentan y fortalecen.

No son solamente símbolos sino que realmente significan y realizan el don de la gracia divina en nuestras almas.

Los sacramentos fueron prefigurados en el Antiguo Testamento por ritos (como la circuncisión o la cena Pascual), símbolos del amor de Dios por su pueblo elegido.

Cuando Cristo llegó, no desechó los símbolos de la gracia divina, sino que los sobre-naturalizó, infundiéndoles la gracia: los hizo mucho más que meros símbolos.

Son signos de la Alianza que Dios hace con el hombre para darnos su propia vida Divina a cambio de realizar los ritos que El mismo prescribe.

Dios constantemente usa cosas materiales para mostrarnos su amor y poder. Después de todo, la materia no es mala. Cuando creó el universo físico, todo lo que Dios había creado era "muy bueno" (Gén.1, 31) Se goza tanto en la materia, que la dignificó con su propia Encarnación (Jn.1, 14).

Durante su ministerio terrenal, Jesús sanó, alimentó y fortaleció a la gente con elementos humildes como lodo, agua, pan, aceite o vino. Hubiera podido hacer los milagros directamente, pero prefirió usar elementos materiales para comunicar su gracia.

En su primer milagro, Jesús convirtió agua en vino, motivado por su madre María (Jn.2, 11). El curó a un ciego poniéndole lodo en los ojos (Jn.9, 1-7). Multiplicó unas cuantas piezas de pan y unos pescados para alimentar a miles (Jn.6, 5- 13). Del mismo modo cambió pan y vino en su propio Cuerpo y Sangre (Mt.26, 26-28). Con los sacramentos, Jesús continúa sanando, alimentando y fortaleciéndonos.

EL BAUTISMO

El Bautismo es la puerta de entrada a la Iglesia. Por causa del pecado original, nacemos sin la gracia en nuestras almas y así no tenemos posibilidad de ser amigos de Dios. Jesús vino para llevarnos a la unión con su Padre. Dijo que nadie puede entrar en el Reino de Dios si no nace primero del "agua y del Espíritu" (Jn.3, 5), refiriéndose al Bautismo.

Por el Bautismo, nacemos de nuevo, pero ahora en un nivel espiritual y no físicamente. Somos lavados en el baño de la regeneración (Tit.3, 5).

Somos bautizados en la muerte de Cristo y así participamos de su resurrección (Rom. 6,3- 7). El Bautismo nos purifica de todo pecado y nos da el Espíritu Santo y su gracia en nuestras almas (Hech.2, 38; 22, 16; 1 Pe. 3,21).

LA EUCARISTÍA

Una vez que somos miembros de la familia de Cristo, no nos deja morir de hambre, sino que nos alimenta con su propio cuerpo y Sangre en la Eucaristía. En el Antiguo Testamento, cuando Israel se preparaba a su salida al desierto, Dios les ordenó sacrificar un cordero y rociar con su sangre las jambas de sus puertas de manera que el Angel exterminador pasara de largo. Entonces ellos comieron el cordero para sellar su alianza con Dios.

Ese cordero prefiguraba a Jesús. El es el verdadero "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn.1, 29). Por Jesús nosotros entramos en un nuevo pacto con Dios, que nos libera de la muerte eterna.

El pueblo del Antiguo Testamento comió el cordero pascual. Ahora nosotros debemos comer el Cordero que es la Eucaristía. Jesús dijo: "Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn.6, 53).

En la ultima cena, tomó pan y vino y dijo: "Tomad y comed, esto es mi Cuerpo; tomad y bebed, esta es mi Sangre que será derramada por vosotros" (Mc.14, 22-24). De esta manera Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía, el banquete sacrificial que los Católicos consumen en cada Misa.

La Iglesia Católica enseña que el sacrificio de Cristo en la cruz ocurrió "de una vez por todas" y no puede ser repetido (Heb.9, 26-28). Cristo no "muere otra vez" durante la Misa, sino que el mismo sacrificio que sucedió en el Calvario, se hace presente en el altar.

Es por eso que la Misa no es otro sacrificio, sino la participación en el mismo sacrificio de Cristo en la Cruz.

San Pablo nos recuerda que el pan y el vino realmente son convertidos por un milagro de la Gracia de Dios en el Cuerpo y Sangre de Jesús: "Quien coma y beba del cáliz del Señor indignamente, peca contra el Cuerpo y la Sangre del Señor y come y bebe su propia condenación" (1 Cor.27-29)

Después de la Consagración del pan y del vino, no hay pan y vino en el altar: Jesús mismo, bajo las apariencias de pan y vino, está sobre el altar.

PENITENCIA

La Eucaristía nos proporciona la fuerza espiritual para el largo camino hacia la tierra prometida. Pero a veces, en ese camino, tropezamos y caemos en pecado. Dios siempre está listo para levantarnos y restaurar nuestra relación con El. Lo hace por medio del Sacramento de la Reconciliación o Penitencia.

Jesús dio a sus Apóstoles el poder y la autoridad para reconciliarnos con su Padre. Recibieron el poder del mismo Jesús para perdonar los pecados cuando soplando sobre ellos dijo: "Reciban al Espíritu Santo. Quedan perdonados los pecados a aquellos que ustedes perdonen y a quienes no libren de sus pecados quedan atados" (Jn.20, 22).

San Pablo hace notar que "todo esto viene de Dios, que nos ha reconciliado consigo mismo por Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación". Así, somos embajadores de Cristo, como si Dios mismo los llamara por nuestra boca. (2 Cor. 5,18-20).

Por mediación de la confesión a un sacerdote, ministro de Dios, somos perdonados de nuestros pecados y recibirnos la gracia que nos ayuda a resistir tentaciones futuras.

CONFIRMACIÓN

Dios fortalece nuestras almas de otra manera, por el sacramento de la Confirmación. Aunque los discípulos habían recibido la gracia antes de la resurrección de Jesús, en Pentecostés el Espíritu Santo vino sobre ellos para fortalecerlos con nuevas gracias para las dificultades que les esperaban.

Ellos fueron a predicar el Evangelio valientemente y llevaron adelante la misión que Cristo les había confiado. Más tarde ellos impusieron las manos a otros para fortalecerlos de la misma manera (Hech.8.14-17; 9,17). Por la Confirmación tú también eres fortalecido para vencer los retos espirituales de la vida.

MATRIMONIO

La mayoría de la gente está llamada a la vida matrimonial. Por el Sacramento del Matrimonio, Dios concede gracias especiales a las parejas casadas, en las dificultades de la vida, especialmente cuando educan a sus hijos como amorosos seguidores de Cristo. El Matrimonio incluye tres protagonistas: Dios, el novio y la novia. Cuando dos cristianos reciben el Sacramento del Matrimonio, Dios está con ellos, testificando y bendiciendo su pacto matrimonial. El Sacramento del Matrimonio es permanente: tan solo la muerte puede romperlo. Esta unión santa es un símbolo de la relación de Cristo con su Iglesia (Ef.5, 21-33).

ORDENES SAGRADAS

Otros son llamados a participar de un modo especial del sacerdocio de Cristo. En el Antiguo Testamento, aunque todo Israel era un reino de sacerdotes (Ex.19, 6), el Señor llamó a ciertos hombres a un ministerio sacerdotal especial (Ex.19, 22).

En el Nuevo Testamento, aunque todos los cristianos somos un reino de sacerdotes (1 Pe.2, 9), Jesús llama a algunos hombres aun sacerdocio especial (Rom.15, 15-16).

Este Sacramento es llamado Orden Sacerdotal. Con él, los sacerdotes son ordenados y reciben el poder de servir a la Iglesia (2 Tim.1, 6- 7) como pastores, maestros y padres espirituales, que sanan, alimentan y fortalecen al pueblo de Dios, especialmente predicando la Palabra de Dios y administrando los Sacramentos.

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Los sacerdotes cuidan de nosotros cuando estamos físicamente enfermos. Esto lo hacen con el sacramento llamado Unción de los Enfermos.

La Biblia nos instruye: ¿"Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren sobre él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración de la fe salvará al enfermo; el Señor hará que se restablezca y los pecados que hubiese cometido le serán perdonados" (Sant.5, 14-15).

Ungir a los enfermos no solamente ayuda a soportar la enfermedad, sino también purifica nuestras almas y nos prepara para el encuentro con Dios.

HABLAR CON DIOS Y LOS SANTOS

Una de las más importantes actividades para un católico, es la oración. Sin ella no puede haber verdadera vida espiritual. A través de la oración personal y comunitaria en la Iglesia, especialmente la Misa, adoramos y alabamos a Dios, expresamos arrepentimiento por nuestros pecados e intercedemos para los demás (1 Tim.2, 1-4).

Toda nuestra vida, según 1 Cor.10, 31, debe ser una oración para la gloria de Dios.

Por la oración crecemos en nuestra relación con Cristo y con otros miembros de la Familia de Dios. Esta Familia incluye a todos los miembros de la Iglesia, ya estén en la tierra, en el cielo o en el purgatorio.

Dado que Cristo no tiene sino un Cuerpo y que la muerte no tiene poder para separarnos de Cristo (Rom.8, 38), los cristianos que están en la gloria o aquellos que antes de entrar al cielo están siendo purificados en el purgatorio por el amor de Dios (1 Cor.3, 12-15), son todavía parte del Cuerpo de Cristo.

Jesús dijo que el segundo gran mandamiento es "amar al prójimo como a ti mismo" (Mt.22, 39). Aquellos que están en la gloria nos aman más intensamente de lo que pudieron amarnos en la tierra. Ellos oran por nosotros continuamente (Ap.5, 8) y sus oraciones son muy poderosas (Sant.5, 16).

Nuestras oraciones a los santos del cielo, pidiendo sus oraciones por nosotros y su intercesión ante el Padre, no suprime el papel de Cristo como único mediador (1 Tim.2, 5).

Cuando pedimos a los Santos que oren por nosotros, seguimos las instrucciones de San Pablo: "Recomiendo ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres" porque "estas oraciones buenas y Dios, nuestro Salvador, las escuchará" (Tlm.2, 2-3).

Todos los miembros del Cuerpo de Cristo están llamados a ayudar unos a otros por la oración. Las oraciones a la Virgen María son especialmente efectivas debido a su relación única con su Hijo (Jn.2, 1-11). Dios dio a María un papel relevante en la Redención: la preservó de todo pecado (Lc. 1,47), la hizo bienaventurada entre todas las mujeres (Lc.1, 42) y modelo para todos los cristianos (Lc.1, 48). Al fin de su vida la tomó en cuerpo y alma y la llevó al cielo, imagen de nuestra propia resurrección al final de los tiempos (Ap. 12,1-2).

¿QUÉ SENTIDO TIENE LA VIDA?

El viejo catecismo preguntaba: " ¿ Para qué te creó Dios?" Y respondía: "Dios me hizo para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida y verlo y gozarlo por siempre en la otra". Aquí, en unas cuantas palabras, está toda la razón de nuestra existencia. Jesús respondió a esa pregunta de una manera más breve: "Yo he venido al mundo para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn.10, 10).

El plan de Dios es simple: tu padre Dios quiere darte todas las cosas buenas, especialmente la vida eterna.

Jesús murió en la cruz para salvarnos del pecado y de la condenación eterna, causada por el pecado. Cuando Él nos salva, nos hace parte de su Cuerpo Místico que es la Iglesia (1 Cor.12, 27-30). Así estamos unidos a El y a todos los cristianos, de la tierra, del purgatorio y del cielo.

LO QUE DEBES HACER PARA SALVARTE

Lo mejor de todo, la promesa de la vida eterna como regalo, ofrecida gratis a nosotros por Dios, no es algo que debamos "ganárnosla". Jesús es el mediador que hace el puente en la brecha que nos separa de Dios por el pecado (1 Tim.2, 5); esto lo hace por su muerte por nosotros y nos ha elegido para hacemos partícipes en su plan de salvación (1 Cor.3, 9).

La Iglesia Católica nos enseña lo que los apóstoles y la Biblia enseñan: somos salvados tan solo por la gracia, pero no tan solo por la fe (eso lo dicen los protestantes en contra de Sant.2, 24 "Son las obras las que hacen justo al hombre y no solo la fe").

Cuando nos convertimos a Dios y somos justificados (es decir, entramos en una correcta relación con Él), nada que preceda a nuestra justificación, ya sea la fe o las buenas obras nos compra la gracia. Pero gratuitamente Dios pone su amor en nuestros corazones y nosotros entonces debemos vivir nuestra fe haciendo buenas obras (Gál.6, 2).

Aún cuando sólo la gracia de Dios nos capacita a amar a los demás, estos actos de amor le agradan y promete premiarlos con la vida eterna (Rom.2, 6-7; Gál.6, 6-10). Así las buenas obras son meritorias. Cuando por vez primera vamos a Dios por la fe, no tenemos nada en nuestras manos que ofrecerle. Entonces El nos da su gracia para obedecer sus mandamientos en el amor y nos premia con la salvación cuando le ofrecemos estos actos de amor (Mt.25, 34-40).

Jesucristo dijo que no basta tener fe en El: debemos también obedecer sus mandamientos: "¿por qué me llamáis 'Señor, Señor' pero no hacéis las cosas que os mando?" (Lc.6, 46; Mt.7, 21-23). Si bien no puede ganar la salvación a base de buenas obras (Ef.2, 8-9) nuestra fe en Cristo nos coloca en una relación con Dios especialmente llena de gracia, de tal manera que nuestra obediencia y amor, combinados con nuestra fe, serán recompensados con la vida eterna.

San Pablo dijo: "Dios es el que por su benevolencia, produce en ustedes tanto el querer como el actuar" (Fil.2, 13). San Juan nos dice: "miren en qué conoceremos que lo conocemos a El: si cumplimos sus mandamientos. Si alguno digo 'yo lo conozco' y no cumple sus mandatos, es un mentiroso y la verdad no está en él" (1 Jn.2, 3-4).

Ya que ningún don puede ser forzado en el que lo recibe los regalos siempre pueden ser rechazados- aún después de haber sido justificados, podemos despreciar el don de la salvación. Lo rechazamos por el pecado mortal (1 Jn.5, 16-17).

San Pablo dice: "El salario del pecado es la muerte". (Rom.6, 23). ¡Cuántas veces, en sus cartas, San Pablo nos advierte en contra del pecado! no lo hubiera hecho si el pecado no excluyera a los cristianos del cielo.

San Pablo recuerda a los cristianos de Roma que "Dios pagará a cada uno de acuerdo con sus actos. Dará vida eterna a los que tomaron el camino de la gloria, de la honra y la inmortalidad, perseverando en el bien. Al contrario, para los rebeldes que no se someten a la verdad, sino a la injusticia, habrá reprobación y condenación" (Rom.2, 6-8).

Los pecados no son sino obras malas. Podemos evitarlos haciendo habitualmente buenas obras. Todos los Santos han sabido que el mejor modo de permanecer libres de pecado es orando regularmente, frecuentando los sacramentos (especialmente la Eucaristía) y haciendo obras de caridad.

¿TENEMOS EL CIELO GARANTIZADO?

Algunos promueven una idea especialmente atractiva: todos los cristianos, independientemente del modo como vivan, tienen la seguridad absoluta de la salvación una vez que aceptan a Jesús en sus corazones " como su salvador y Señor personal". El problema es que esta creencia es contraria a la Biblia ya la constante enseñanza cristiana.

Debemos tener en mente lo que San Pablo dice a los cristianos de hoy en día: "Si hemos muerto con El (por el Bautismo) viviremos con El; si perseveramos, reinaremos con El (2 Tim.2, 11-12). O sea, que si no perseveramos, no reinaremos con El, o en otras palabras, los cristianos podemos perder el cielo.

La Biblia deja bien claro que los cristianos tenemos una seguridad "moral" de la salvación. Dios es fiel a su palabra y dará la salvación a aquellos que tengan fe en Jesucristo y le sean obedientes, pero la Biblia no enseña que los cristianos tengan la seguridad de la salvación. No existe la seguridad absoluta, pues está condicionada al cumplimiento de los mandamientos divinos.

San Pablo, escribiendo a los cristianos nos dice: "Fíjate a la vez en la bondad y la severidad de Dios, fue severo con los que cayeron y bueno contigo, con tal de que sigas siendo bueno, de lo contrario tú también serás cortado" (Rom.11, 22- 23).

Hay que notar que San Pablo incluye una muy importante condición: con tal de que siga siendo bueno. Nos está diciendo que los cristianos podemos perder la salvación, tirándola lejos. Advierte: "Quien piense que está seguro, tenga cuidado de no caer" (1 Cor. 10, 11-12).

Si alguno, pues, te pregunta si estás salvado, debes decir: "He sido redimido por la Sangre de Cristo y confío en El sólo para mi salvación y como la Biblia enseña, estoy trabajando por salvarme con temor y temblor (FiI2, 12), sabiendo que es un don de la gracia de Dios trabajando en mí.

LA ÚNICA OPCIÓN PARA EL FUTURO

Todas las alternativas al catolicismo se están revelando como fracasos: el caduco secularismo que está rodeándonos por todos lados y que nadie encuentra ya satisfactorio, los cultos raros y los movimientos que ofrecen temporalmente una comunidad pero no un hogar duradero y aún las otras ramas incompletas del cristianismo…

En la medida en que nuestro mundo se desespera más, la gente está volviéndose hacia la única alternativa que no había considerado: la Iglesia Católica. Están encontrando fa verdad en el último lugar que habían pensado.

NUNCA POPULAR, SIEMPRE ATRACTIVA

¿Cómo puede ser esto?, ¿por qué tantas personas están buscando a la Iglesia Católica por primera vez? algo las está llamando. Ese algo es la verdad.

Esto es conocido: no están considerando las afirmaciones de la Iglesia surgidas de un deseo de ganar adeptos. El catolicismo, al menos en estos tiempos, no es popular. Usted no podría ganar un concurso de popularidad siendo un fiel católico. Nuestro decadente mundo premia la astucia, no la bondad. Si un Católico es alabado, no será por sus virtudes cristianas, sino por sus habilidades mundanas.

Aunque la gente trata de evitar las verdades duras en doctrina o en moral que la Iglesia ofrece porque las verdades duras exigen un cambio de vida, sin embargo se sienten atraídas a la Iglesia.

Cuando escuchan al Papa o a los Obispos unidos a él, están oyendo palabras que suenan con la verdad, aunque encuentren difícil vivir de acuerdo con ella.

Cuando contemplan la historia de la Iglesia y las vidas de los santos, se dan cuenta de que debe haber algo especial, tal vez algo sobrenatural en una institución que puede producir personas como San Agustín, Santo Tomás de Aquino o la Madre Teresa de Calcuta.

Cuando salen de una ruidosa avenida y entran a una Iglesia Católica, aparentemente vacía, sienten que no hay tal vacío, sino una presencia. Sienten que Alguien vive dentro, esperando confortarlos.

Realizan que la persistente oposición que sufre la Iglesia Católica ya sea proveniente de no creyentes, de sectas o aún de personas que insisten en llamarse católicas es un signo del origen divino de la Iglesia (Jn.15, 18-21).

Y llegan a la conclusión de que la Iglesia Católica, entre tantas cosas, es la opción del futuro.

UN CRISTIANISMO INCOMPLETO NO ES SUFICIENTE

En las últimas décadas, muchos católicos han abandonado la Iglesia, ya sea dejando totalmente la religión o bien ingresando a otras iglesias.

Pero el tráfico no ha sido nada más en esa dirección. El tráfico hacia Roma ha ido rápidamente en aumento. Vemos hoy miles de conversos. Gente sin religión, católicos inactivos o caídos, miembros de otras iglesias cristianas, están "volviendo al hogar" en Roma.

Han sido atraídas a la Iglesia por muy variadas razones, pero la razón principal de su conversión es la misma razón por la cual TÚ debes permanecer católico: la solidez de la verdad de la fe Católica.

Nuestros hermanos separados conservan mucha de la verdad cristiana, pero podemos comparar su religión con un vitral en el cual algunos de sus cristales originales se han perdido y han sido remplazados por cristales opacos: algo que estaba presente al principio está faltando y ha sido cambiado por algo que realmente no llena el espacio vacío. La unidad del ventanal original ha sido estropeada.

Cuando hace siglos, se separaron de la Iglesia Católica, sus teólogos ancestros eliminaron algunas creencias auténticas y añadieron algunas de su propia invención. Las formas de cristiandad que establecieron, son en realidad, cristianismos incompletos.

Tan solo la Iglesia Católica fue fundada por Jesucristo y es la única que ha sido capaz de preservar el Cristianismo sin error y muchas personas lo están descubriendo.

TUS DEBERES COMO CATÓLICO

No importando tu edad, son tres:

Conocer tu fe católica.

No puedes vivir tu fe si no la conoces, ni podrás compartirla con otros si antes no la haces tuya.

Estudiar tu fe católica toma algún esfuerzo, pero bien vale la pena, porque el estudio es, literalmente hablando, infinitamente gratificante.

Vivir tu fe católica.

Tu fe católica es cosa pública. No está hecha para dejarla detrás cuando sales de tu casa. Pero vale una advertencia: ser católico públicamente conlleva riesgos y tal vez pérdidas. Encontrarás que algunas puertas se te cierran. Podrás perder algunos amigos. Podrás ser considerado como un extraño.

Pero, como consuelo, recuerda las palabras de Nuestro Señor a los perseguidos: "alégrense y regocíjense, porque su premio está en el cielo" ( Mt. 5,12).

Difunde tu fe católica.

Jesucristo desea que capturemos al mundo entero en la verdad, la verdad que es El mismo, que es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Extender la fe es tarea no solo de los obispos, sacerdotes y religiosos: es tarea de todos los católicos.

Justo antes de su Ascensión, el Señor dijo a sus apóstoles: "vayan, pues y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que yo les he mandado" (Mt.28, 19-20).

Si queremos cumplir todo lo que Jesús mandó, si queremos creer todo lo que El enseñó, debemos seguirlo dentro de su Iglesia. Ese es nuestro gran reto y nuestro gran privilegio.

ORACIÓN DE LA E. V.C.

Tú eres el pastor de las ovejas, Oh Príncipe de los Apóstoles a ti Cristo entregó las llaves del Reino de los Cielos. Tú eres Pedro. Y sobre esta Piedra, edificaré mi Iglesia; auxílianos Señor, te lo suplicamos por el Poder Apostólico de tu bendito Apóstol Pedro, que mientras mayor sea nuestra debilidad, más poderosa sea la asistencia que de Ti logremos por su intercesión y que fortificados así con la protección de tu Apóstol, nunca caigamos en pecado y bendigamos en la adversidad Tu Santo Nombre. Te lo pedimos por Cristo Nuestro Señor que contigo vive y reina en unión de Dios Espíritu Santo, por los siglos de los siglos, Amén.

EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

En 1986 el Papa Juan Pablo II formó una comisión especial para explicar al hombre actual el mensaje total de la Biblia y de la Gran Tradición de la Iglesia en sus 2000 años de existencia. Después de una consulta amplísima a nivel mundial y de seis años de trabajo, el Papa pudo presentar al mundo un libro extraordinario: EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, un portento de sabiduría religiosa.

Citando al mismo Papa Juan Pablo II, el catecismo presenta "fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición Viva de la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Santos Padres de la Iglesia para permitir conocer mejor el misterio cristiano y reavivar la fe del pueblo de Dios".

Este nuevo catecismo, "quiere mostrar con exactitud el contenido y la coherencia de la fe Católica".

Sus indices: así como en un restaurante empezamos por consultar el menú, los libros deben ser primeramente abiertos por sus índices que nos muestran el resumen de su contenido.

El catecismo tiene nada menos que 79 páginas de diversos Índices; contiene 2927 citas bíblicas, lo que nos demuestra que todo el libro está basado en la palabra de Dios; pero también cita los Concilios Ecuménicos de 20 siglos, Documentos Pontificios, del Derecho Canónico y escritos de los más grandes teólogos, santos y santas de la Iglesia.

Si quieres saber lo que dice la Biblia, estudia el catecismo de la Iglesia Católica; está demostrado que la Biblia, sin el magisterio de la Iglesia, puede llevarnos a la herejía, al fanatismo y hasta la muerte.


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