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Yolanda de Polonia, Beata |
Duquesa de Polonia. Viuda, Religiosa de la Segunda Orden Franciscana (Clarisa)
Su
culto fue aprobado por León XII el 26 de septiembre
de 1827.
Yolanda, princesa de Polonia, nació en 1235, hijade Bela
IV rey de Hungría y de María Lascaris, de la
casa imperial griega. Fue hermana de Cunegunda, venerada también como
santa. También su padre era Terciario franciscano. Su familia
hundía sus raíces en la santidad de Santa Eduviges, San
Esteban rey y San Ladislao. Lateralmente estaba emparentada con
Santa Margarita, reina de Suecia.
Siendo aún niña, Yolanda fue encomendada
a su hermana Cunegunda, que se había casado con el
rey de Polonia, en todo digno de su esposa, tanto
que era llamado Boleslao el Casto. Yolanda al crecer también
encontró esposo en el país adoptivo de su hermana. Era
otro Boleslao, duque de Kalisz, llamado Boleslao el Pío. Así
la hija del rey de Hungría, que había crecido en
Bohemia y desposada con un noble polaco, fue considerada y
amada allí como en su propia patria.
El reinado de Yolanda
y Boleslao no tuvo larga duración. Pronto murió el esposo
de Yolanda. Ella había tenido tres hijas: colocó dos con
digno matrimonio, y junto con la tercera hija, que aspiraba
a la vida religiosa, se retiró entre las clarisas de
Sandeck. En aquel modesto convento vivía ya su hermana, la
viuda reina Cunegunda, fundadora del mismo. El silencio del claustro
escondió así por muchos años las virtudes de las tres
mujeres, excepcionales por nacimiento y por vocación.
En 1292 murió
Cunegunda. Yolanda, para huir a las incursiones de los bárbaros,
dejó aquel monasterio y pasó a otro más al occidente,
el convento de las clarisas de Gniezno. Era un convento
fundado por su esposo Boleslao el Pío, sin pensar él
que más tarde su propia esposa se ocultaría entre aquellas
hijas de Santa Clara bajo el hábito franciscano. A pesar
de ser la superiora, actuaba como si fuera inferior a
todas: practicó intensamente las virtudes cristianas y religiosas, especialmente la
humildad, la oración y la meditación de la pasión de
Cristo.
Se dice inclusive que tuvo revelaciones y apariciones de
Jesús crucificado.
Supo conducir a sus co-hermanas por la vida de
las más heroicas virtudes, precediéndolas en la práctica de la
penitencia y de la contemplación con una generosidad constante que
era alimentada por la meditación diaria de la Pasión de Cristo.
El Esposo celestial la recompensó apareciéndosele varias veces y embriagándola
con las delicias de su amor. La soledad no le
impidió ocuparse de los pobres, a quienes daba alegremente alimento
y generosas ofrendas.
En 1298 enfermó gravemente y predijo la hora
de su muerte. Mientras sus cohermanas lloraban alrededor de su
lecho de enferma, las exhortó a la fidelidad en la
observancia de la regla y a la perseverancia en el
desprecio de las cosas terrenas. Luego habló con ellas de
la magnífica recompensa que la esperaba en el cielo.
Fortalecida con
los últimos sacramentos, se durmió dulcemente en el Señor. Era
el 11 de junio de 1298. Tenía 63 años de edad.
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