lunes, 4 de junio de 2012

Septuaginta o Biblia de los Setenta

   

 

 

 

1. La divina biblioteca

Cuando alguien busca conocer la Biblia por primera vez, queda bastante desorientado frente a una avalancha de nombres y títulos que constituyen un curioso índice de temas.



En realidad, la Biblia se presenta como cualquier otro libro, con un índice cronológico o temático bien ordenado; su índice es una larga enumeración de nombres propios: libro de Isaías, de Daniel, de Jeremías, de Marcos, de Lucas..., carta a los Efesios, a los Gálatas..., etc..



Esto nos indica que atrás de estas secciones (es intencional no decir capítulos) están las experiencias de una persona o de una comunidad con características bien específicas, aunque haya que suponer que, por estar reunidos en un mismo volumen, esas experiencias tienen una meta o un mensaje común.



La Biblia encierra el sentido de la vida, la esperanza y el amor de un pueblo que camina hacia la meta que su Dios le ha preparado.



Es muy fácil comprender que la Biblia, en sus distintas partes, desarrolla un único mensaje, una propuesta de liberación para quienes quieran encontrar a Dios.
Pero es también importante entender que la Biblia no es un solo libro, sino una colección de libros, escritos por autores diferentes, en tiempos diferentes. Muy apropiadamente, san Jerónimo, uno de los más grandes estudiosos de la Biblia, la llamó: "LA DIVINA BIBLIOTECA".



De hecho, podemos distinguir en ella 73 libros: 46 escritos antes de Cristo (Antigua Alianza o Testamento) y 27 escritos después de la muerte de Cristo (Nueva Alianza o Testamento). Sobre la enumeración de estos libros hay diversidad de opiniones, pero de todos modos, son muchos libros y de contenido sumamente diversificado.



Con tanta variedad de autores, es evidente que la Biblia tuvo un largo proceso de formación, y que sus 73 libros no pudieron ser escritos en la misma época.
El más antiguo (el libro de Amós) data de alrededor del 750 antes de Cristo, y el más reciente (el Apocalipsis) fue compuesto en el año 95 de nuestra era.



La redacción de los libros bíblicos se escalona entre estas dos fechas, es decir, más de 8 siglos. Y como varios de estos libros retienen el eco de tradiciones orales o escritas más antiguas, la redacción de la Biblia llevó más de un milenio.


Cuestionario

¿Se presenta la Biblia con capítulos e índices como los demás libros?
¿Cuál es fundamentalmente el mensaje de la Biblia?
¿Cuántos y cuáles libros forman la Biblia?
¿Cuánto tiempo llevó la redacción de esos libros?

2. ¿Quién es el autor de la Biblia?

Dice el Concilio Vaticano II: "Dios habló en la Biblia por medio de hombres y en lenguaje humano" (Dei Verbum, 12). En esta expresión queda claro que la Biblia es Palabra de Dios, pero también, que Dios habló por medio de hombres muy concretos, con sus cualidades y sus limitaciones; y habló no con un lenguaje divino, sino humano, limitado en sus expresiones y contenidos.



Dios es, entonces, el autor principal de la Biblia, pero algunos hombres, que él eligió, pueden considerarse autores secundarios y merecen ser conocidos y apreciados en sus peculiaridades, para poder llegar al mensaje que nos quieren transmitir en nombre de Dios.



Es importante saber que muchos libros de la Biblia llevan el nombre de un autor, pero no pueden ser considerados como el fruto de una sola mano, sino como pertenecientes a toda una comunidad que los fue elaborando, primero con tradiciones orales y después con distintas y sucesivas redacciones escritas.



Algunos libros son atribuidos, generalmente, a un autor (por ej. los libros del Pentateuco, los primeros cinco de la Biblia, se atribuyen a Moisés, mientras que los Salmos se adjudican a David...), y esto para indicar la influencia esencial de algunos personajes en la transmisión del mensaje contenido en estos libros.



Otras veces, los libros bíblicos tienen un autor bien concreto, por ej. los libros proféticos: Amós, el campesino; Oseas, el esposo traicionado; Isaías, un joven de la aristocracia; Jeremías, un muchacho poeta que fue desterrado a Egipto; Baruc, el joven escribano de Jeremías, etc..
En la Nueva Alianza (o Nuevo Testamento) los autores son en general conocidos porque como apóstoles (o ayudantes de los apóstoles), tienen la clara misión de dar un testimonio certificado de la buena noticia del Resucitado: Mateo, Pedro y su discípulo Marcos, Pablo y su amigo Lucas, Juan, Judas.... etc..



Estos autores no necesariamente tenían conciencia explícita de estar redactando un libro sagrado, tal como lo entendemos ahora. Ni los destinatarios inmediatos de esos escritos los consideraban inspirados por Dios, en el sentido técnico de la expresión. Sin embargo, el pueblo los leía y releía porque a través de ellos escuchaba a Dios que le hablaba, y así estos libros, cuidadosamente conservados, luego reunidos, se convirtieron en la memoria viviente del pueblo de Dios, en libros sagrados de la Alianza.



Cuestionario

¿Quién es el principal autor de la Biblia y quiénes los secundarios?
¿Por qué algunos libros son atribuidos a un autor?
¿Qué libros tienen un autor bien concreto?
¿Qué característica presentan los autores del Nuevo Testamento?

3. Tres estantes de una biblioteca



Biblos, en griego, quiere decir "libro" y Biblia es el plural (Libros); por su mismo nombre la Santa BIBLIA, aparece como una colección de Libros Santos.
Por mucho tiempo, todos los libros eran guardados separados ya que, en la antigüedad las hojas escritas de papiro (= fibra vegetal que se cruzaba y prensaba como el papel) se pegaban unas a otras por un costado, de manera que resultara una larga tira de papiro que después se enrollaba. Dos bastoncitos, en los dos extremos de la tira, servían para enrollar y desenrollar el papiro durante la lectura.
Para tener un poco de orden, los judíos habían agrupado todos los rollos (libros) de la Biblia en tres grandes unidades, algo así como tres estantes de una biblioteca:



1. LA LEY: eran los primeros cinco rollos, que constituían el conjunto más importante porque contenían el pacto de alianza entre Dios y su pueblo.



2. LOS PROFETAS: estos rollos narraban la conquista de la tierra prometida y la renovación de la alianza primordial según la predicación de los profetas.



3. LOS ESCRITOS: era el nombre genérico del tercer conjunto de rollos, que no entraban en los dos primeros estantes (Salmos, Libros sapienciales...).



Los cristianos también ordenaron la BIBLIA (AT) en tres estantes que llamaron:



1. LIBROS HISTÓRICOS: son los primeros cinco libros de la LEY más los libros históricos de la conquista del reino.
2. LIBROS PROFÉTICOS: los cuatro profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel), más los doce profetas menores.

3. LIBROS DE SABIDURÍA: los Salmos y demás libros sapienciales...



¿Cómo se indica una referencia?

Se indica primero el libro mediante una abreviatura, de acuerdo con determinadas convenciones que pueden variar.
La primera cifra indica el capítulo y la segunda, separada por una coma, el versículo. Gén 2, 4 significa: Génesis, capítulo 2, versículo 4.
El signo punto y coma sirve para separar dos referencias diferentes. Así al decir Gén 2,4;8,11 nos remite a los versículos 4 del capítulo 2, y 11 del capítulo 8.
La s añadida a una cifra significa "y siguiente": Gén 2,4s indica que hay que leer el versículo 4 y los siguientes del capítulo 2.
A veces el versículo resulta demasiado largo: si se quiere señalar sólo una parte del versículo, se añaden letras, Gén 2,4a remite a la primera parte del versículo 4 del capítulo 2.


Cuestionario
¿Qué significa etimológicamente la palabra biblia?
¿Cómo habían agrupado los judíos los libros o rollos bíblicos?
¿Qué se incluía bajo la denominación de la Ley, los Profetas y los Escritos, respectivamente?
¿Cómo suelen clasificar los cristianos sus libros sagrados?
El concepto de libro sagrado, inspirado por Dios, ¿fue tan explícito desde el comienzo?

4. El inventario de un tesoro (el canon)

En el año 70 de nuestra era, las legiones romanas se apoderaron de Jerusalén. El templo fue destruido; los judíos que no murieron o fueron vendidos como esclavos, se dispersaron.



Era, aparentemente el fin de una larga historia. Pero todavía había una esperanza: aunque habían perdido su tierra, su templo y su independencia, aún les quedaba un maravilloso tesoro, la Biblia.



Pero surgía un problema: ¿qué escritos constituían la Biblia? No había entonces ningún libro encuadernado con ese nombre. Las Escrituras eran un conjunto de libros (o rollos). Pero ¿cuáles eran los auténticos? De los muchos escritos que circulaban era importante determinar la lista exacta de los libros que representaban el único tesoro del dispersado pueblo de Israel. De esta misión se encarga un grupo de rabinos reunidos en Jamnia, una ciudad de Palestina que da al Mediterráneo.



Muchos de los libros que acabaron siendo considerados como parte integrante de las Escrituras, presentaban varias dificultades (el Cantar, Ezequiel, Ester). El argumento que prevaleció en la determinación positiva, fue el siguiente: "Desde hace varios siglos, estos libros se leen en las sinagogas". No era posible pensar que lo que el pueblo de Israel consideró por tanto tiempo como palabra de Dios, no lo fuera.



La lista de las Escrituras no se estableció sobre razones filosóficas, ni sobre criterios piadosos, sino sobre la percepción viva de la comunidad de un pueblo en oración.



Las autoridades judías no eligieron los libros de la Biblia, sino que reconocieron simplemente su existencia; se limitaron a comprobar que ese pueblo de creyentes había recibido esos escritos y los amaba considerándolos como don de Dios.
La Nueva Alianza se constituyó de forma análoga. Los libros nuevos (evangelios, cartas de los apóstoles.... etc.) fueron leídos y meditados en las comunidades cristianas y especialmente en sus asambleas de oración. Se convirtieron así, a los ojos de los cristianos, en una aportación nueva a la Palabra de Dios, que enriquecía y completaba la recopilación bíblica.



También en las comunidades cristianas se verificó el fenómeno de que algunos escritos eran leídos y aceptados por todas las comunidades, mientras que otros no eran admitidos más que por algunas.



Con el tiempo se fue estableciendo una lista (= CANON) de libros auténticamente inspirados. Otros que, si bien contribuían a alimentar la piedad popular, no eran aceptados por todos quedaron fuera de la lista y se conocen como libros apócrifos.


Cuestionario

¿En qué circunstancias y sobre cuáles criterios establecieron las autoridades judías el canon, o lista de los libros que integraban la Biblia?
Entre los cristianos, ¿fue análoga la formación del canon de los libros sagrados?

5. Los géneros literarios

Además de una clasificación exterior, podemos distinguir, en los libros de la Biblia, diferentes modalidades de expresar el mensaje. Cada autor tiene una manera de pensar y de escribir propia.



Estos modos de darse a entender, que los estudiosos llaman géneros literarios, no son invenciones o creaciones arbitrarias de los autores, sino un fenómeno social, en la medida en que constituyen los modos corrientes con que se expresa la sociedad de un tiempo y lugar determinado.
También nosotros hoy en día usamos distintos géneros literarios, por ejemplo, el género novelístico, el poético, el epistolar, el periodístico, el comercial, el jurídico... etc..



En la Biblia, los géneros literarios son muy variados: hay libros históricos o de crónica (Samuel, Reyes, Hechos); otros libros son un verdadero compendio de leyes (Levítico y Deuteronomio). Hay libros proféticos y textos exhortativos (los Profetas) y hay salmos, himnos, refranes o proverbios; hay sentencias sapienciales, cantos de amor, fábulas y parábolas...



Hay también meditaciones populares sobre pasajes de la misma Biblia (el midrash) y narraciones fantásticas creadas para explicar ciertos nombres de lugares, de personas o pueblos (que técnicamente se llaman narraciones etiológicas).



Frente a todas estas distintas maneras de expresarse, sería muy ingenuo afirmar que la Biblia es una colección de leyendas más o menos poéticas y que evidentemente esas formas son falsas con respecto a una realidad objetiva... Y sería muy ingenuo también aceptar un relato, por ejemplo, el de Jonás, como realmente acaecido así... "porque la Biblia siempre dice la verdad".

El mensaje de la Biblia es siempre verdadero, pero no necesariamente las distintas maneras de expresarlo.



Los estudiosos se han interesado mucho, tanto por los géneros literarios, como por las tradiciones orales que dieron origen a las distintas páginas de la Biblia. Esta minuciosa investigación se ha llamado "Historia de las formas" e "Historia de las tradiciones". Pero se advierte un cierto cansancio en seguir las sendas un poco inciertas y complicadas de la crítica que investiga sobre la génesis del texto (lectura diacrónica), mientras que va ganando terreno el análisis estructuralista que se preocupa del texto en su etapa final (lectura sincrónica).
En todos los casos hay que evitar absolutizaciones.

Cuestionario

¿Cuáles son los principales géneros literarios que podemos encontrar en la Biblia?
¿En qué consiste el midrash, o una narración etiológica?
¿A qué exageraciones interpretativas puede conducir la errónea evaluación de los géneros literarios?
¿Por qué es importante distinguir el mensaje y la manera de expresarlo?

Celebrando unas bodas de oro

Cuando llegué aquella tarde a su casa, estaban solos; ya se habían marchado sus hijos. Y pasamos juntos algunas horas. Fue algo maravilloso.



Me parecía que conocía bien a aquellos viejos amigos de siempre, personas sencillas que habían compartido sus vidas durante cincuenta años, en medio de alegrías y dificultades. Pero aquella noche los descubrí con unos ojos nuevos porque me abrieron su "tesoro": una sencilla caja de cartón en donde había de todo. Había fotografías: fotos familiares, de la primera comunión, de la boda de los hijos, instantáneas de una sonrisa de niño o de un paisaje de vacaciones. Había tarjetas postales: comunes y convencionales, muchas de ellas descoloridas y medio rotas, porque él las había guardado en su mochila durante la guerra. Me las iban comentando, explicando... Y aquellos simples recuerdos se convertían en testigos alegres o dolorosos de algunos momentos de su vida.



Iba brotando de nuevo toda su vida de aquellos papeles familiares. La genealogía familiar, lista monótona de nombres, se convertía en el sentimiento de pertenecer a un largo linaje, de estar arraigados en una tierra. Un contrato no era ya sólo un documento legal y minucioso, sino el sueño de una vida de trabajo y de ahorros: tener su casa. También conservaban las cartas del noviazgo ("Cuidado, no le hagas leer eso", protestaba el viejo, encantado de que yo descubriera de ese modo la ternura de su amor). Me mostraron las oraciones compuestas para algunos grandes momentos de su vida. El sermón de la boda estaba junto a unos versos ingenuos recitados por alguno de los nietos...



Aquella velada pasó como un sueño. Creía que conocía bien a aquellos viejos amigos y, de pronto, con ocasión de aquellas bodas de oro, junto a ellos y al mismo tiempo que ellos, descubría el sentido de su vida. Todas aquellas fotografías, aquellos papeles, eran objetos sin valor económico alguno. Sin embargo, resultaban inapreciables: no eran simples objetos, sino toda una vida que se hacía tangible.
Cada uno de aquellos humildes objetos ocupaba su lugar en una historia, tejiendo su sentido.
Esos esposos me enseñaron unas fotos, unos escritos: uno se interesaba por todo aquello, sobre todo porque era la vida condensada de dos personas. A través de ello, podía uno adentrarse en el mundo de aquellos amigos, participar de su aventura amorosa.
También los diferentes libros de la Biblia pueden parecernos muy variados, a veces vulgares y sin interés, pero gracias a ellos podemos descubrir la aventura de un pueblo de creyentes, podemos entrar en su mundo. "Ésta fue mi primera carta de amor", decía mi viejo amigo, sonriendo maliciosamente. Leí extrañado aquel papel, era un problema de álgebra. Él y su (futura) esposa cursaban entonces el secundario. Una vez que ella estaba enferma, él se encargó de escribirle para pasarle los deberes de matemáticas. Una carta sencilla. Pero aquella carta suscitó algo y fue el inicio de una aventura de amor. Lo mismo ocurre con algunos sucesos que carecen de interés en sí mismos... pero vistos e interpretados nuevamente, se hacen importantes.
(por ETIENNE CHARPENTIER, Para leer el Antiguo Testamento,
Verbo Divino, Estella 1983, p. 8-9).

6. El contexto vital

Para entender el mensaje de la Biblia, además de las formas literarias, hay que descubrir el contexto vital de cierto lugar y de cierta época (lo que los estudiosos llaman el Sitz im Leben).
La elaboración de las tradiciones orales y escritas dependió en gran parte del ambiente en el cual tuvieron origen.



En lo que transmiten se reflejan fielmente las situaciones que atraviesa el pueblo, las inquietudes que lo asaltan y los interrogantes que se plantea.



Un ejemplo: anunciar el Reino de paz y justicia prometido por YAVÉ, toma distintos matices si se ubica en el año 1000 cuando la monarquía de David estaba en su auge, o si se ubica en el año 587 cuando Jerusalén y el templo son destruidos por los babilonios y ya se acabaron las esperanzas en un poderoso reino terrenal.



De allí la gran importancia de conocer el contexto vital en que se originan las tradiciones o en que fueron escritos los libros, para captar el contenido que quisieron transmitir.



Otro paso fundamental e imprescindible para llegar al mensaje, es conocer el lenguaje concreto que se usa en uno u otro pasaje de la Biblia. Si no se toma en cuenta este aspecto con seriedad, se puede hacer decir a la Biblia cualquier cosa, y hasta llegar a hacerle decir lo que de ninguna manera quiso decir.



Un ejemplo: el verbo odiar para los hebreos tiene dos significados: 1) odiar; 2) posponer. Por eso la frase evangélica: "El que pospone su vida en este mundo la conserva para la vida eterna" (Juan 12,25) fue traducida muchas veces literalmente: "El que odia su vida...", y esto provocó falsas interpretaciones, por ej., en la ascesis espiritual (cf. el mismo término en Mal 1,2-3 y en Rm 9,13).



Hay expresiones mucho más complejas que requieren un largo estudio de expertos para que se pueda determinar su real significado lingüístico.



Por eso, se puede concluir que algunas veces interpretar la Biblia literalmente, como suena, puede equivaler a traicionar el mensaje.



Cuestionario

¿Por qué es importante conocer bien el contexto vital o ambiental en que fue expresado el mensaje bíblico para su cabal comprensión?

¿Un mismo concepto puede ser susceptible de diversos matices, según las circunstancias?
¿Por qué es importante conocer el sentido concreto y particular en que se toma un mismo vocablo en cada pasaje?


7. La Biblia en versión popular
Los documentos del Concilio Vaticano II dicen:



"Es necesario que los cristianos tengan acceso fácil a las Santas Escrituras... Como palabra de Dios debe ser dada a todos los hombres de todos los tiempos: la Iglesia cuida que se hagan traducciones apropiadas y exactas en todas las lenguas, preferentemente partiendo de los textos originales de los libros sagrados." (DV 22)



La Biblia fue escrita en tres idiomas, el hebreo, el arameo y el griego, que son difíciles de entender y estudiar, por eso muy pocos pueden leer la Biblia en el idioma original. La gran mayoría tiene que leerla en una traducción, en algún idioma moderno. Sin embargo, este principio de adaptación y traducción fue adoptado por los mismos autores sagrados, sobre todo en el Nuevo Testamento. En efecto, el griego de los libros bíblicos no es el clásico usado en las obras literarias de la época. Es más bien una mezcla de varios dialectos con diversos agregados de otras lenguas, especialmente del latín y el arameo.



Este idioma popular fue llamado koiné (= común) y fue difundido por los soldados de Alejandro el Grande a través del Asia Menor, Siria y Egipto..., y fue utilizado también por los judíos de Palestina y sobre todo por los judíos de la dispersión y los convertidos al judaísmo (prosélitos).



No nos debe resultar extraño que el Espíritu Santo impulsara a los autores sagrados a escribir en el estilo de hablar del hombre común. Siempre era posible que los intelectuales de la época entendieran con facilidad el lenguaje popular, pero probablemente la gente sencilla no habría tenido acceso al mensaje del evangelio, si hubiera sido escrito en el griego literario.



A comienzos del siglo V san Jerónimo concluyó la obra colosal de traducir la Biblia al idioma popular: el latín que hablaba el pueblo. Cuando comenzó este trabajo, ya existía una versión en latín literario (llamada la Vetus Latina, o sea "la vieja versión latina"), ahora casi desa-parecida. Jerónimo hizo su traducción sobre manuscritos hebreos y griegos, concluyendo así su versión conocida como Vulgata (= vulgar) en el año 406.



El latín popular se fue transformando, con el tiempo. en un nuevo idioma popular: el romance, que luego se transformó en los idiomas neolatinos modernos. Hoy, entonces, es necesario volver a traducir el Mensaje no sólo a los idiomas modernos, sino a la estructura mental, a la forma y a los sentidos con los cuales la gente común habitualmente se expresa.



Cuestionario

¿Cómo facilita la Iglesia el acceso de los cristianos a la Sagrada Escritura?

¿Qué traducción latina, en reemplazo de otra anterior, le debemos a san Jerónimo?
¿Por qué es necesaria la edición de nuevas traducciones, acordes con la mentalidad actual?

8. La primera traducción de la Biblia

Los judíos se encontraban muy unidos a la tierra de sus antepasados. Sin embargo, muchos de ellos se instalaron en el extranjero a partir del exilio: la "diáspora" o dispersión es un fenómeno permanente en la historia de Israel.
Los judíos dispersados en medios griegos se asimilaban fácilmente y, aunque fieles a la fe y costumbres tradicionales, se adaptaban rápidamente a la lengua griega, olvidando poco a poco el hebreo.



Se planteó entonces una serie de problemas en las asambleas litúrgicas, al igual que en Palestina cuando se cambió el idioma hebreo por el arameo. En efecto, se continuó leyendo en hebreo la Ley y los Profetas; pero esta lectura era difícil de comprender para la mayoría de los fieles. Por eso se hacían traducciones más o menos libres, improvisadas a medida que se iba leyendo el texto. Éste parece ser el origen del TARGUM (paráfrasis y traducción aramea del texto sagrado).



Se empezó también a traducir algunas partes de la Biblia hasta llegar a formar un texto bien ordenado. Comenzando por la Torah (= la Ley), en el siglo III a.C., ese trabajo de traducción se continuó con los demás libros. Siglo y medio más tarde, el traductor de Ben Sirá, esto es, del Eclesiástico, conocía en griego las tres partes de la Biblia, aunque parece inclinado a disculpar los defectos, más que a exaltar los méritos (cf. Prólogo del Eclesiástico 1-35).



Estas traducciones no tenían nada de oficial y no es seguro que las autoridades religiosas las miraran favorablemente. Un rabino de los primeros tiempos de la era cristiana afirmó: "El día que los ancianos escribieron la Ley en griego para el rey Tolomeo, fue tan mal día para Israel, como el día en que se fabricó el becerro de oro". Pero en otros medios las traducciones eran bien vistas; en el primer siglo de nuestra era, Filón el judío, filósofo alejandrino, manifestaba un verdadero entusiasmo por la traducción de la Biblia.



Nunca hasta entonces se había traducido al griego un texto escrito en una lengua semítica. Desde un estricto punto de vista literario, la traducción llamada "de los SETENTA" constituyó todo un acontecimiento. Desde un punto de vista religioso, el éxito fue aún más importante.


La leyenda de los setenta

Desde el siglo II a.C., un escrito judío (carta de Aristeo), trata de dar a la nueva traducción sus títulos de nobleza. Según este escrito, el rey de Egipto, Tolomeo Filadelfo (285-247), aconsejado por su bibliotecario, envió al Sumo Sacerdote de Jerusalén, Eleazar, una delegación portadora de regalos para formularle un deseo personal: enriquecer su biblioteca con un éxito auténtico, la Torah y al mismo tiempo, tener un equipo de traductores que cuidara la versión griega del texto sagrado.
Fueron enviados 72 sabios, seis por cada tribu, que llevaban un ejemplar de la Ley escrito en letras de oro. Tuvieron un grandioso recibimiento en Alejandría, y allí, en una magnífica residencia los 72 empezaron su obra de traducción, trabajando separadamente. Al cabo de 72 días el texto de la Torah estaba traducido y aprobado por todos. Por esta leyenda la primera traducción griega de la Biblia fue llamada de los Setenta.




Cuestionario

¿Qué relevancia adquiere la diáspora en la historia de Israel?

¿Cómo repercute la helenización de los judíos de la diáspora en el uso de la Sagrada Escritura?
¿Qué problemas se presentaron en Palestina por el cambio del hebreo al arameo?
¿Qué datos podemos aportar sobre la primera traducción de la Biblia, llamada de los Setenta?

9. Una nueva lista de libros

Los judíos de Alejandría leían en sus sinagogas varios libros que no se conocían en Jerusalén (Baruc, Tobías, Ben Sirá, Judit, el Primer Libro de los Macabeos), y que fueron también traducidos. Además se escribieron dos libros directamente en griego (2° Macabeos y Sabiduría). Todos estos libros llegaron a formar parte de la lista oficial alejandrina de los libros bíblicos (Canon alejandrino). Por formar parte de una segunda lista (o canon) estos libros fueron llamados también "Deuterocanónicos".



De esta manera la Biblia griega de los Setenta constituyó una edición revisada y aumentada de la Biblia hebraica.



Los judíos tradicionalistas de Jerusalén no aceptaron ni los nuevos libros ni la traducción griega. Por el contrario, los autores del Nuevo Testamento, que escribían en griego, aceptaron y citaron la "nueva" traducción de los Setenta.



En realidad, en algunos ambientes judíos, los libros "Deuterocanónicos" eran aceptados. En tiempos de Jesús existía en Jerusalén una sinagoga de judíos helenistas (He 5,9) que leían la Biblia en versión griega.



Los libros que se encuentran en la Biblia griega y que no se hallan en la hebrea, se llaman DEUTEROCANÓNICOS (del segundo Canon o lista). Estos libros forman parte de la Biblia que tienen los católicos y los ortodoxos. Los protestantes prefirieron adoptar el Canon hebreo, que no incluye los deuterocanónicos.



Cuestionario
¿Cuál fue la reacción de los judíos tradicionalistas de Jerusalén y la de los autores del Nuevo Testamento, ante la versión de los Setenta?
¿Qué libros bíblicos se llaman deuterocanónicos?
¿Cuál es la actitud de los católicos, ortodoxos y protestantes respecto de los libros deuterocanónicos?

10. Una Biblia explicada e interpretada
Hay excelentes ediciones de la Biblia, como por ejemplo la de Jerusalén, cuyas anotaciones y referencias marginales constituyen un verdadero tesoro. Otras, en cambio, ponen notas muy breves como si quisieran pedir perdón por ponerlas. La Iglesia Católica quiere que siempre se pongan notas que ayuden al lector a entender el texto.
Los protestantes, en cambio, prefieren no poner notas, alegando que las notas científicas de los exégetas no deben sustituir al testimonio interior del espíritu.


Es cierto que existe un orden de comprensión mayor que el de la ciencia: el del espíritu y del corazón. Decía Kierkegaard: "Hay que leer la Biblia como se lee una carta de amor". Sin embargo, no hay que excluir el esfuerzo de la investigación científica. Por lo tanto, resulta bastante peligroso oponer el aporte de la lectura científica a la lectura habitual "según el Espíritu".



La Biblia es un libro difícil y es bueno reconocerlo; al igual que el eunuco de la reina de Etiopía (He 8,31), todos necesitamos una guía. No se trata de enfrentarse a comentarios complicados y eruditos. Existen buenos comentarios y notas, accesibles a todos, que ayudan a descubrir el sentido actual de la Biblia para poderla encarnar en nuestra realidad de hoy.



Para captar el mensaje de Dios en la Biblia hace falta un trabajo arduo y complejo para llegar a una buena traducción y explicación del texto, y determinar así, con bastante claridad, el pensamiento del autor.
Ese trabajo de explicación y clarificación del texto, llamado técnicamente exégesis, no es sin embargo suficiente para una buena lectura de la Biblia.



Para no quedar anclados en el pasado, no basta saber qué quiso decir tal autor en el siglo tal; es indispensable dar un paso más, es decir, re-interpretar el mensaje HOY, en este momento histórico. Esa interpretación o re-comprensión de la Biblia, que los expertos llaman hermenéutica, es necesaria para entender y actualizar la Palabra de Dios y su mensaje, destinado a todas las personas de todos los tiempos.



La Biblia es palabra viva, no pieza de museo, admirada por todos pero muerta a los efectos de la historia presente. Por ser una propuesta universal de salvación, la Biblia debe llegar a todos sin ninguna exclusión.
Cuestionario

¿Qué aporte dan las anotaciones en la Biblia?

Para captar el mensaje de la Biblia, hace falta una buena explicación del texto sagrado. ¿Cómo se llama esa primera etapa del trabajo de traducción?
Se exige además una reinterpretación, de acuerdo con la mentalidad del lector actual. ¿Cómo se designa esa segunda fase?¿Qué cualidad relevante de la Palabra de Dios debe subrayarse en la Biblia?

11. Interpretación bíblica y cultura

Hay un principio básico para una buena interpretación bíblica o hermenéutica, y es que cada época histórica comprende la palabra de Dios desde su propia autocomprensión; es decir, de acuerdo con su propia mentalidad y sensibilidad.



Quien se acerca a la Biblia y quien la anuncia, debe tener muy en cuenta ese principio. Las situaciones culturales influyen notablemente en la comprensión de la Biblia. Por cultura entendemos la manera de pensar, de sentir y de actuar de un grupo de personas en un lugar y tiempo determinado. La Biblia y la cultura están entonces esencialmente ligadas entre sí.



El que no tiene en cuenta esto, corre el riesgo de traicionar uno de los principios fundamentales de la historia de la salvación: la encarnación.



Dios siempre quiso encarnar visible y concretamente su mensaje de amor, y llegó a manifestar su amor más pleno en la encarnación de su propio Hijo Jesucristo:

"Y la Palabra (Cristo) se encarnó" (Juan 1,18). Y eso significa no sólo que Cristo nació y se hizo hombre, sino que asumió toda la realidad humana con sus limitaciones históricas y culturales.



La Palabra de Dios, el mensaje de salvación, sigue haciéndose carne en la humanidad y acompaña la historia de la humanidad, pero no desde afuera, sino encarnándose en las diferentes culturas que los pueblos viven en el tiempo.
Cuestionario

¿Cuál es uno de los principios básicos de la hermenéutica?

¿Qué se entiende por cultura y cómo se relaciona con la Biblia?
¿Por qué hay que ver en ella una extensión de la encarnación del Verbo?

12. La Biblia y la verdad histórica
A veces nos preguntamos si la Biblia dice la verdad sobre los acontecimientos que en ella se describen.
Globalmente podemos responder que sí: efectivamente la historia confirma las indicaciones dadas por la Biblia y ayuda muchas veces a comprender mejor aquello que en el texto sagrado es sólo mencionado mediante una alusión. Aun los documentos y partes bíblicas que no se refieren a la historia civil (por ej. la cosmogénesis, los proverbios, las narraciones etiológicas o sapienciales), todos tienen un alto valor cultural y por ende histórico no sólo en referencia a Israel, sino a todo el Medio Oriente antiguo.



Podemos afirmar con seguridad que no sólo la historia y la Biblia no se contradicen, sino que, gracias a su sentido de la historia humana, la Biblia conduce a su lector a adquirir un juicio prudente sobre la historia de la humanidad.



Es éste en definitiva el objetivo de la Biblia: no tanto relatar el CÓMO sucedieron las cosas, sino ver el POR QUÉ y el PARA QUÉ. De este modo nos conduce hacia Aquel que es el verdadero y único SENTIDO de todas las cosas.



ORACIONES
para antes y después de leer la Biblia

Señor, envíanos tu Espíritu
para que nos recuerde
y enseñe tus palabras de vida.
Tú, Señor,
nos hablas con una Palabra nueva.
Por eso queremos escucharte.
Porque tu Palabra
nos muestra la Verdad,
nos revela la eficacia de tu amor,
nos ofrece la participación
de tu misma vida. Amén.

Señor, que tu Palabra
se haga carne en nuestras vidas.
Te ofrecemos
un corazón pobre y abierto.
Siembra en nosotros tu Palabra,
que tu Espíritu la haga fecunda,
como en María.
Y seremos en el mundo
el eco de tu voz, la proclamación
de tu Evangelio. Amén.

Cuestionario
¿Se opone la Biblia a la verdad histórica?
¿Qué importancia tienen los acontecimientos que en ella se describen?
¿Cuál es el objetivo final de la Biblia?

13. Dios, Señor de los tiempos

Los cuentos de hadas generalmente comienzan diciendo: "Había una vez..." o "Érase en un país muy lejano...". Poco importa el cómo y el cuándo..., la acción se sitúa en un tiempo y espacio indeterminados. ¿Qué sucedió antes? ¿Qué sucedió después? No tiene ninguna importancia. Los relatos de la Biblia, al contrario, no sólo pueden ser fechados en su mayoría, sino que suponen siempre un antes y un después.
Algunos filósofos griegos pensaban que, después de un lapso de tiempo bastante largo, los mismos acontecimientos se desarrollaban de nuevo en la historia humana. La historia se encontraba cerrada en sí misma, como si fuera un ciclo de estaciones. En la Biblia, cada día que vivimos es absolutamente nuevo. Lo que seguirá será diferente, pero lo de ayer preparaba lo de hoy, y lo de hoy prepara el mañana.
Esta novedad no se refiere a las "leyes perennes" de la física o de la metafísica -en este sentido la Biblia misma reconoce que "nada nuevo hay bajo el sol" (Ecl 1,9)- sino a la novedad del Espíritu que constantemente renueva la faz de la tierra. Cuando Dios promete a Abraham descendencia, tierra y bienestar, esas bendiciones se realizan en el tiempo y redundarán en la eternidad. Porque Dios es el Señor de los tiempos.

Todo el Antiguo Testamento es una promesa del Mesías. Habrá que esperar miles de años; pero a los ojos de Dios "mil años son como un día". Y cuando Jesús venga, el Nuevo Testamento esperará también, dirigido hacia un nuevo futuro: "Esperamos el retorno glorioso de Cristo".



La Biblia se esforzó en remontar el tiempo desde antes de Abraham hasta la hora inicial de la creación del mundo. Las genealogías (TOLEDOT), más que un simple expediente literario, son un motivo teológico que permite establecer un hilo conductor y descubrir la continuidad de la aventura humana a través del tiempo, desde la creación del mundo hasta la Jerusalén celestial.



Hay quienes piensan que Dios creó el mundo y lo echó a andar... y, como esto sucedió hace muchos años, el mundo está lejos de su causa inicial. Es como cuando el jugador de fútbol le da un puntapié a la pelota. Ésta empieza a andar y queda a gran distancia de él. Es una concepción de la creación de tipo lineal.
Igualmente, dicen algunos, la Biblia es un libro que fue escrito hace mucho tiempo. Cuenta cosas y acontecimientos del pasado que nada tienen que ver con nuestra época, con los problemas de hoy: el cierre de fábricas, la desocupación, el hambre, el problema de la vivienda, la inseguridad... etc..
Pensar así es un gran error... Dios estuvo tan presente y tan cerca de Abraham, de Moisés, de los Profetas..., de María y de las primeras comunidades cristianas, como lo está ahora, muy cerca y presente en cada uno de nosotros, en nuestras familias y comunidades, en las situaciones del barrio y del mundo actual. Porque para Dios no hay tiempo ni espacio.
Para el Nuevo Testamento, como para el Antiguo, Dios es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, es el Dios que habló y que intervino en la historia, que actuó en el tiempo. Jesús el Mesías, es la realización plena de este proyecto histórico de Dios.



El tiempo es una categoría fundamental de la revelación. Fue creado por Dios para establecer un diálogo de amor con su pueblo y conducirlo hacia la eternidad del reino.


Cuestionario

¿Cabe en la Biblia el concepto del tiempo cíclico o en ella el tiempo se proyecta siempre hacia el futuro y hacia la eternidad?

¿Qué quiere expresar la Biblia cuando nos advierte que a los ojos de Dios "mil años son como un día?
¿Por qué no es admisible la teoría según la cual Dios, una vez efectuada la creación, se mantiene alejado de la misma?
¿Que visión de Dios nos enseñó Jesucristo?



Cursillo bíblico

Cómo utilizar este material

El OBJETIVO PRINCIPAL de un cursillo bíblico es que cada miembro de la comunidad abra su Biblia, que se familiarice con ella, que la sienta como su libro y al mismo tiempo como el libro de toda la comunidad, que guía y anima a todos en el mismo camino para construir un mundo mejor.



Cada comunidad tiene que encontrar su METODOLOGÍA apropiada.
Sobre la base de las experiencias ya realizadas podríamos dar algunas sugerencias:



Es conveniente comenzar cada encuentro en un clima de oración: un canto, una oración comunitaria...



Todos los participantes tendrán en sus manos una Biblia. Un ejemplar de la Biblia puede ser colocado en un lugar bien visible, como presidiendo cada reunión: esto para subrayar que el encuentro no es una simple clase o charla teórica sobre la Biblia, sino un encuentro de profundización en la fe.



El animador propone los temas gradualmente y lo más claramente posible, ayudándose de adecuadas dinámicas de exposición: pizarrón, carteles, gráficas...



Es muy importante el trabajo en grupos porque ayuda a fijar los temas y a compartir las experiencias.



Cada encuentro puede terminar con una oración espontánea o una consigna para la meditación y la vivencia personal.



Este material se puede desarrollar en 4 o 5 encuentros de dos horas cada uno. El animador verá la mejor forma de utilizar y distribuir el material. Es importante no amontonar el material como si fuera un conjunto de nociones para aprender de memoria, sino asimilarlo a través de oportunas dinámicas de grupo.



Se han logrado buenos resultados uniendo los cinco o seis encuentros del curso en una semana bíblica. La experiencia realizada demostró que las semanas bíblicas generan un interés más unitario y un seguimiento más constante.



Al comienzo del curso o semana bíblica sería oportuno hacer una celebración de la Palabra con la entrega de la Biblia. Como culminación, el grupo de los participantes podría animar una misa dominical asumiendo, frente a la comunidad cristiana el compromiso de seguir en la escucha y anuncio de la Palabra de Dios.



ESQUEMA DE CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
PARA LA ENTREGA DE LA BIBLIA

Introducción: La celebración de la Palabra de hoy marca un momento importante en nuestra vida:
recibiremos, de las manos de la comunidad cristiana, la BIBLIA para que sea guía y alimento en nuestra vida. La llevaremos a nuestras casas y la colocaremos al alcance de todos y en el lugar que más nos guste.
Es muy lindo dejarla abierta, como un plato de comida que está siempre preparado para que nos acerquemos a comer.



Signo: Sobre una mesa, junto a la Biblia ponemos varios granos de maíz o de trigo, que van a expresar la semilla de la Palabra de Dios que recibiremos en estos días.



Cantos: Somos tu pueblo reunido o Si en el surco (n. 21 y n. 58 del libro "Cantemos hermanos").



Gesto: Mientras se canta se van pasando las semillas y cada uno toma algunos granos.



Lectura del evangelio: Leemos la parábola del sembrador (Mc 4,1-20).



Homilía.


Entrega de la Biblia: los participantes se acercan al celebrante, que, con las siguientes palabras, les entrega la Biblia:



"Toma y cómela; será amarga para tu estómago aunque en tu boca sea dulce como la miel" (Apocalipsis 10,9).



Canto: Te agradezco Señor tu Palabra (n. 45).



Silencio... y acción de gracias: los que quieren expresar su agradecimiento al Señor, pueden hacerlo.



Padre nuestro...


Despedida: remarcar el significado de las semillas; ¿qué tenemos en nuestras manos?... Las vamos a
sembrar en nuestras casas...



Bendición y canto final.







Conclusión



"Varias personas han tratado de narrar las cosas que pasaron entre nosotros, a partir de los datos que nos entregaron los discípulos que vieron y fueron testigos desde el principio, y que luego se han hecho servidores de la palabra.



Así también yo he decidido investigar hasta el origen de esta historia y componer para ti, querido Amigo de Dios, un relato ordenado en todo. Con esto, todas las cosas que te han enseñado, cobrarán plena claridad".
(Lc. 1,1-4)



Con estas palabras del prólogo de Lucas, concluimos este estudio introductorio a la Biblia, destinado a todos los que quieren seguir profundizando el buen mensaje de la Biblia, para que éste se transforme en vida de nuestras vidas.

La Biblia, ¿un libro o una biblioteca?


La primera ocasión que se utilizó el nombre de Biblia para referirse a los textos sagrados judíos fue en Alejandría (Egipto). Fue allí donde se hizo la primera traducción de los textos hebreos al griego, entre los siglos III y II a.C., conocida como «Biblia de los LXX» o «Septuaginta» La expresión griega utilizada para darle nombre fue biblos, cuyo significado es: corteza de papiro; escrito; libro; documento; etc. De forma que esta palabra hacía referencia tanto al material en el que se escribía (papiro) como al documento en sí. La Carta de Aristeas, escrito judío (en lengua griega) del s. II a.C., es el primer documento que habla de biblos para referirse a la traducción griega de los LXX.
Ya en los primeros siglos cristianos, entre los Padres de la Iglesia (la Patrística), se hizo común utilizar el plural «los libros» (ta biblia) para hablar de la Biblia cristiana. De manera que el nombre que ha llegado a nosotros, Biblia, etimológicamente tiene el sentido de libros, colección de libros o biblioteca. Así que en esta primera aproximación, podemos afirmar que la Biblia es más una biblioteca que un libro; aunque actualmente estemos acostumbrados a verla, con frecuencia, encuadernada en un solo volumen.
La Biblia contiene un conjunto de documentos, escritos a lo largo de aproximadamente diez siglos y, por consiguiente, una literatura diversa. Pero la diversidad no sólo es consecuencia de la distancia cronológica entre los diversos libros, sino también por los distintos géneros literarios que reconocemos en ellos. En la Biblia encontramos historia, literatura sapiencial, épica, poesía, cánticos, novela, textos legislativos, profecía, plegaria, género epistolar, evangelios, apocalíptica, etc. Todo un elenco de géneros literarios; toda una biblioteca con obras literarias bien variadas. Este vasto legado literario y cultural ha dejado su huella indeleble en nuestra civilización occidental y europea. Es una realidad incuestionable.
La Biblia nos permite aproximarnos a una cultura, a un pueblo, a una religiosidad que tanta importancia ha tenido y tiene tanto en Oriente como en Occidente. Es una colección de textos considerados sagrados para un número importantísimo de personas, aún hoy en nuestros días. Aún actualmente su lectura, para muchos, resulta apasionante.
Pero, aún reconociendo que la Biblia es toda una biblioteca, tanto judíos como cristianos la consideramos, la vemos como una obra con un denominador común: en ella descubrimos el plan de Dios para la humanidad, su Palabra, su oferta de diálogo amoroso. Por esta razón hablamos de Biblia, en singular. Los diversos libros de la Biblia, todos ellos, forman parte del canon, es decir, son normativos para la comunidad de creyentes. En ella descubrimos la propuesta de salvación, de felicidad, de sentido para la vida. Y, por eso, hablamos de ella en singular, por su singularidad y porque reconocemos en ella la propuesta de Dios a la Humanidad.
Esta doble perspectiva no es contradictoria; por el contrario, los dos enfoques son complementarios. Desde una perspectiva literaria y cultural, la Biblia es una valiosa biblioteca, donde podemos disfrutar de toda una riqueza de géneros literarios. Y, al mismo tiempo, descubrimos la revelación de un Dios que dialoga con la humanidad y se hace presente en medio de ella.

YHWH en la lengua Griega

El Nombre del Creador fue respetado en la lengua Griega.

El Nombre del Creador esta escrito en Hebreo Paleo.








En las primeras versiones de los textos en griego de la Septuaginta (que es la versión en griego de los escritos hebreos) se escribía el nombre en hebreo paleo. En las versiones

posteriores se sustituyó por la palabra griega "Kurios", que significa Soberano o Señor,

quedando en español como Señor, Lord en inglés, Herr en alemán, Signore en italiano, etc.

Estos son títulos de soberanía, y en ninguna manera pueden ni deben reemplazar

el Nombre con el cual el Creador Se nombró a Si Mismo, e indicó usar para que le invocase Su pueblo.

Así vemos que en la escritura en hebreo constituye la mayoría de las menciones al Creador.
 


El Tehilim/Sal. 119:59-64 según los rollos del mar muerto

Nótese el tetragrama en cuadrado en líneas rojas



שמע ישראל יהוה אלוהינו יהוה אחד

La Septuaginta en la Biblioteca de Alejandría

  manuscrito_qumram.jpg                                                                       Manuscrito del Mar Muerto (Qumrán) 


        La Septuaginta  es la más antigua colección de textos sagrados que hablan sobre el Antiguo Testamento. Es la Biblia irsraelita griega, llamada también de los LXX y sobre la que se ha erigido el Antiguo Testamento cristiano. Podemos decir pues que, en buena medida, agrupa un conjunto de textos en los que se basan al menos dos (y hasta tres) religiones mundiales: la judía y la cristiana; en cuanto a la islámica, también comparte zonas del Antiguo Testamento con las otras dos, así por ejemplo, las profecías a Moisés en el libro del Deuteronomio o el terrible Diluvio Universal.

Después de la Septuaginta, cuya traducción al griego se hizo del hebreo, la más antigua e importante traducción del Antiguo Testamento en otro idioma fue la versión traducida del hebreo a la lengua siríaca o aramea, llamada "Peshitta" o "Traducción Simple" del siglo I antes de Cristo. La llamada "Biblia Hebrea" o la "Versión Masorética" es bastante posterior. La Biblia Masorética fue elaborada a lo largo del primer milenio cristiano, publicándose de forma definitiva alrededor del año 900 después de Cristo. En general, todos ellos son textos que provienen de lenguas semíticas, como el hebreo antiguo y el arameo, si bien alguno puede que fuera redactado ya en griego antiguo, pero en su conjunto precisaron de una traducción al griego y/o posteriormente al latín a medida que estas lenguas fueron siendo las dominantes. La Vulgata o "vulgata editio" (versión para el pueblo) es la traducción completa de la Biblia cristiana declarada oficial por la iglesia que se hizo al latín vulgar, no al latín clásico de Cicerón. Su traductor fue San Jerónimo de Estridón quien asumió este ingente trabajo a principios del siglo V d. C. por encargo del Papa Dámaso I en el año 382, con el fin de facilitar al pueblo su lectura y comprensión. Antes de la Vulgata, la Vetus Latina era la anterior traducción al latín con la que se contaba de la Biblia completa.  

La Septuaginta se llama así por el número de sus traductores. Se estima que estuvo en torno a 70 (unos 72). La orden de traducir dichos textos provino del rey Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a C.), por lo que se ha pensado que la finalidad de aquella traducción fué proporcionar un compendio de textos sagrados judíos a la legendaria Biblioteca de Alejandría, la cual fue impulsada y, notablemente mejorada, bajo el auspicio de dicho rey que amaba las artes y las ciencias hasta el punto de ser uno de los más grandes mecenas de la época y de la propia historia de la Biblioteca.  Por otro lado, se sabe también que en aquella época residía en Alejandría una numerosa comunidad de inmigrantes judíos e israelitas de la Diáspora, que se integraron en la sociedad alejandrina y se comunicaban en la lengua griega común en aquel momento, la koiné, por lo que otra teoría es la que opina que la traducción íría destinada a ellos.

Sea como fuere, es Ptolomeo II quien mandó traducir del hebreo al griego antiguo esos textos sagrados judíos, encargando dicha labor a 72 sabios que dominaban esas lenguas, asesorados también por grandes estudiosos llegados desde Judea. Esta versión es, por tanto, la que se conoce como Septuaginta, Versión de los Setenta o Versión Alejandrina, y en ella se basaría posteriormente la primera traducción de la Biblia del griego al latín.  Su traducción se inició en el Siglo III a.C. (sobre el 280 a.C.), y concluyó a finales del siglo II (en torno al  200 a.C.). El Libro de la Ley, la Torá o Pentateuco, habría sido traducido en esa misma época también, y el resto del trabajo se completó dos o tres siglos después.

La Septuaginta contiene de 24 a 39 libros, variaciones que se deben, básicamente, a las diferentes agrupaciones que hace cada tradición religiosa.

Si la Biblia cristiana en el Antiguo Testamento pudiera contener errores de interpretación o incluso de contenido, éstos provendrían directamente de aquí, de la traducción llamada la Septuaginta que es la que luego se volvió a traducir al latín y ha llegado hasta nosotros.


rollosmarmuerto.jpg 
Cuando se descubrieron en 1.947 los famosos Manuscritos del Mar Muerto en Qumrán fueron encontrados cerca de 800 rollos con fragmentos en hebreo y arameo de libros como el Levítico, Deuteronomio, Números, Éxodo, y de la Carta de Jeremías. Además, se han encontrado allí también algunos fragmentos de tres libros deuterocanónicos: Eclesiástico, Tobías y Baruc, todos ellos en distintas grutas y cuevas de la zona. Se cree que dichos rollos fueron custodiados por el pueblo o comunidad de los esenios. La mayoría de los manuscritos datan de los años 250 a. C. y 66 d. C. estando entre ellos los textos más antiguos encontrados en lengua hebrea del Tanaj o Antiguo Testamento bíblico. Estos manuscritos o rollos han podido servir de comparación con los textos de la Septuaginta ayudando por tanto, mucho, en la comprensión y esfuerzo de traducción realizada en ella.

Si quereis ver un documental sobre los esenios y los Manuscritos del Mar Muerto podeis verlo aquí:
  
En la época de Ptolomeo II, se estima que la Biblioteca de Alejandría llegó a reunir alrededor de 400.000 volúmenes. Con Julio César llegaría a contar con 700.000 libros depositados en su interior. Todavía se especula con los motivos reales de su trágica destrucción y la desaparición de sus pergaminos. Entre las joyas perdidas de la Biblioteca se hallaban, por ejemplo, todos los libros de Aristóteles, su obra completa, algunos desaparecidos para siempre pero cuya existencia nos consta porque llegaron incluso hasta la Edad Media, para luego evaporarse del mundo, como es el caso del Libro Segundo de la Poética, en el que se cree que Aristóteles nos hablaba sobre la comedia y la poesía yámbica (escrito en el siglo IV a C). En la célebre novela de Umberto Eco, "El nombre de la rosa", tenemos el placer y la ilusión de descubrir este libro, por fin :) Sin embargo, lo cierto es que realmente desapareció,  así como desaparecieron con ella otras obras de los más grandes pensadores de épocas, civilizaciones y culturas antiguas de toda la humanidad, pues la Biblioteca de Alejandría reunía volúmenes de diversas partes del mundo en un afán globalizador de todo el saber y la cultura humana.

Os invito a indagar más, porque es fascinante todo lo que tiene relación con estos temas de la historia :) 

 siestecita

  septuaginta.gifFragmento de la Septuaginta
SALMO
151
¿El salmo perdido?
 
Texto del salmo:
 
Salmo 151
Este salmo es uno genuino de David, aunquesuplementario, compuesto cuando peleó encombate solo con Goliat.1 Yo era pequeño entre mis hermanos, y el más joven en la casa de mi padre; Yo atendíalas ovejas de mi padre.2 Mis manos fabricaron un instrumentomusical, y mis dedos formaron un salterio.3 ¿Y quién se lo dirá a mi Elohim? El mismoElohim, él mismo oye.4 Él envió a su ángel, y me tomó de las ovejasde mi padre, y me ungió con el aceite de suunción.5 Mis hermanos eran hermosos y grandes,pero Yahweh Elohim no se agradó de ellos.6 Yo fui a enfretarme al Filisteo; y él memaldijo por sus ídolos.7 Pero yo saque su propia espada, y lodecapité, y eliminé la afrenta de los hijos deIsrael.
Comentario
El Salmo 151 está en la Septuaginta. Por lo que esto muestra que existía en la época enque se hizo dicha versión, o sea, antes de la Era Común.Además de encontrarse en la Septuaginta, este Salmo se encuentra también en laVulgata, y en la Peshita. Incluso, se lo puede hallar, con algunas ligeras variaciones, enlos manuscritos de Qumram. A pesar de ello, no está en casi ninguna de las versionesque conocemos hoy día (salvo algunas pocas versiones mesianicas).
Bibliografía
Manuscrito 4Q88[4QPs]. Manuscritos de la comunidad de Qumrán.Septuaginta. Versión en Español. Guillermo Juneman.Septuaginta. Versión en Griego.VIN – Versión Israelita Nazarena 2007. Jose Alvarez.TKI – Traducción Kadosh Israelita 2003. Diego Ascunce.Enciclopedia Encarta 2004.E-Sword 2007. Software Biblico-Escritural. Rick Meyers.
 
 
SALMO 151
(versión Qumram)
 
David. Un Halelu-Yah atribuido a Dawid, el hijo de Yishay.1 Más pequeño era yo que mis hermanos, y el más joven delos hijos de mi padre. Así que él me puso como pastor de susovejas y gobernante de sus cabritos. 2 Mis manos formaronuna flauta, y mis dedos una lira para rendirle honor a YHWH*3 Yo me ponía a decir dentro de mí: “Las montañas nopueden decirle lo que en verdad ellas testifican, tampocopueden las colinas. Las hojas de los árboles no tienen hablapara mis palabras, ni las ovejas para mis actos. 4 No, ¿quiénhay que pueda contar, quién hay que tenga habla y puedarelatar qué es lo que estoy haciendo? Sin embargó, aquélque es el Soberano de Todas las Cosas lo vio ciertamente;aquel que es el Elohim de Todas las Cosas, oyó y él mismoprestó oído. 5 Así que él envió a su profeta para ungirme, aSamuel para llevarme a la grandeza. Mis hermanos salierona recibirlo, guapos y hermosos por fuera, 6 elevados deestatura, con espléndidos rizos; pero YHWH * Elohim nolos eligió. 7 Por mí fue que él envió y me sacó de detrás delas ovejas, y me hizo ungir con aceite santo, y me hizo elcaudillo de su pueblo y el gobernante de los Hijos de SuAlianza.
Comentario
Este es el salmo el 151, en este caso en la versión de Qumram, donde fue hallado. Es elmismo salmo, solo que tiene algunas ligeras variaciones, en su texto

La Septuaginta en la Biblioteca de Alejandría

  manuscrito_qumram.jpg                                                                       Manuscrito del Mar Muerto (Qumrán) 


        La Septuaginta  es la más antigua colección de textos sagrados que hablan sobre el Antiguo Testamento. Es la Biblia irsraelita griega, llamada también de los LXX y sobre la que se ha erigido el Antiguo Testamento cristiano. Podemos decir pues que, en buena medida, agrupa un conjunto de textos en los que se basan al menos dos (y hasta tres) religiones mundiales: la judía y la cristiana; en cuanto a la islámica, también comparte zonas del Antiguo Testamento con las otras dos, así por ejemplo, las profecías a Moisés en el libro del Deuteronomio o el terrible Diluvio Universal.

Después de la Septuaginta, cuya traducción al griego se hizo del hebreo, la más antigua e importante traducción del Antiguo Testamento en otro idioma fue la versión traducida del hebreo a la lengua siríaca o aramea, llamada "Peshitta" o "Traducción Simple" del siglo I antes de Cristo. La llamada "Biblia Hebrea" o la "Versión Masorética" es bastante posterior. La Biblia Masorética fue elaborada a lo largo del primer milenio cristiano, publicándose de forma definitiva alrededor del año 900 después de Cristo. En general, todos ellos son textos que provienen de lenguas semíticas, como el hebreo antiguo y el arameo, si bien alguno puede que fuera redactado ya en griego antiguo, pero en su conjunto precisaron de una traducción al griego y/o posteriormente al latín a medida que estas lenguas fueron siendo las dominantes. La Vulgata o "vulgata editio" (versión para el pueblo) es la traducción completa de la Biblia cristiana declarada oficial por la iglesia que se hizo al latín vulgar, no al latín clásico de Cicerón. Su traductor fue San Jerónimo de Estridón quien asumió este ingente trabajo a principios del siglo V d. C. por encargo del Papa Dámaso I en el año 382, con el fin de facilitar al pueblo su lectura y comprensión. Antes de la Vulgata, la Vetus Latina era la anterior traducción al latín con la que se contaba de la Biblia completa.  

La Septuaginta se llama así por el número de sus traductores. Se estima que estuvo en torno a 70 (unos 72). La orden de traducir dichos textos provino del rey Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a C.), por lo que se ha pensado que la finalidad de aquella traducción fué proporcionar un compendio de textos sagrados judíos a la legendaria Biblioteca de Alejandría, la cual fue impulsada y, notablemente mejorada, bajo el auspicio de dicho rey que amaba las artes y las ciencias hasta el punto de ser uno de los más grandes mecenas de la época y de la propia historia de la Biblioteca.  Por otro lado, se sabe también que en aquella época residía en Alejandría una numerosa comunidad de inmigrantes judíos e israelitas de la Diáspora, que se integraron en la sociedad alejandrina y se comunicaban en la lengua griega común en aquel momento, la koiné, por lo que otra teoría es la que opina que la traducción íría destinada a ellos.

Sea como fuere, es Ptolomeo II quien mandó traducir del hebreo al griego antiguo esos textos sagrados judíos, encargando dicha labor a 72 sabios que dominaban esas lenguas, asesorados también por grandes estudiosos llegados desde Judea. Esta versión es, por tanto, la que se conoce como Septuaginta, Versión de los Setenta o Versión Alejandrina, y en ella se basaría posteriormente la primera traducción de la Biblia del griego al latín.  Su traducción se inició en el Siglo III a.C. (sobre el 280 a.C.), y concluyó a finales del siglo II (en torno al  200 a.C.). El Libro de la Ley, la Torá o Pentateuco, habría sido traducido en esa misma época también, y el resto del trabajo se completó dos o tres siglos después.

La Septuaginta contiene de 24 a 39 libros, variaciones que se deben, básicamente, a las diferentes agrupaciones que hace cada tradición religiosa.

Si la Biblia cristiana en el Antiguo Testamento pudiera contener errores de interpretación o incluso de contenido, éstos provendrían directamente de aquí, de la traducción llamada la Septuaginta que es la que luego se volvió a traducir al latín y ha llegado hasta nosotros.


rollosmarmuerto.jpg 
Cuando se descubrieron en 1.947 los famosos Manuscritos del Mar Muerto en Qumrán fueron encontrados cerca de 800 rollos con fragmentos en hebreo y arameo de libros como el Levítico, Deuteronomio, Números, Éxodo, y de la Carta de Jeremías. Además, se han encontrado allí también algunos fragmentos de tres libros deuterocanónicos: Eclesiástico, Tobías y Baruc, todos ellos en distintas grutas y cuevas de la zona. Se cree que dichos rollos fueron custodiados por el pueblo o comunidad de los esenios. La mayoría de los manuscritos datan de los años 250 a. C. y 66 d. C. estando entre ellos los textos más antiguos encontrados en lengua hebrea del Tanaj o Antiguo Testamento bíblico. Estos manuscritos o rollos han podido servir de comparación con los textos de la Septuaginta ayudando por tanto, mucho, en la comprensión y esfuerzo de traducción realizada en ella.

Si quereis ver un documental sobre los esenios y los Manuscritos del Mar Muerto podeis verlo aquí:
  
En la época de Ptolomeo II, se estima que la Biblioteca de Alejandría llegó a reunir alrededor de 400.000 volúmenes. Con Julio César llegaría a contar con 700.000 libros depositados en su interior. Todavía se especula con los motivos reales de su trágica destrucción y la desaparición de sus pergaminos. Entre las joyas perdidas de la Biblioteca se hallaban, por ejemplo, todos los libros de Aristóteles, su obra completa, algunos desaparecidos para siempre pero cuya existencia nos consta porque llegaron incluso hasta la Edad Media, para luego evaporarse del mundo, como es el caso del Libro Segundo de la Poética, en el que se cree que Aristóteles nos hablaba sobre la comedia y la poesía yámbica (escrito en el siglo IV a C). En la célebre novela de Umberto Eco, "El nombre de la rosa", tenemos el placer y la ilusión de descubrir este libro, por fin :) Sin embargo, lo cierto es que realmente desapareció,  así como desaparecieron con ella otras obras de los más grandes pensadores de épocas, civilizaciones y culturas antiguas de toda la humanidad, pues la Biblioteca de Alejandría reunía volúmenes de diversas partes del mundo en un afán globalizador de todo el saber y la cultura humana.

Os invito a indagar más, porque es fascinante todo lo que tiene relación con estos temas de la historia :) 

 siestecita

  septuaginta.gifFragmento de la Septuaginta
relig_21En varias ocasiones he mencionado la Biblia de los Setenta o Septuaginta, refiriéndome al texto griego del Antiguo Testamento traducido en la ciudad de Alejandría alrededor del año 250 a.C. y que ha tenido una importancia extraordinaria en la tradición bíblica y doctrinal de la Iglesia.

El nombre de Biblia de los Setenta o Septuaginta procede de una carta de un estudioso hebreo del siglo II a.C., quien nos cuenta que el rey Ptolomeo Filadelfo deseaba tener en su Biblioteca de Alejandría los libros sagrados de los judíos traducidos al griego. Así fue como 70 sabios vinieron desde Jerusalén para hacer la traducción. Filón, otro estudioso de la antigüedad, aseguraba que todos estos sabios fueron separados y se les encargó hacer una traducción, al final de la cual fue comparada con las restantes, y se descubrió que todas coincidían milagrosamente. Esta leyenda nos da una idea de la estima que merecía esta versión de la Biblia en la diáspora judía.

La realidad era que hacia el siglo III a.C., los judíos de habla griega de toda la diáspora usaban este texto en sus sinagogas, en las celebraciones cultuales domésticas como la fiesta de Pascua, los ritos del sábado, etcétera. Algunos historiadores modernos estiman que en el año del nacimiento de Jesús, solamente en Alejandría, la población judía sobrepasaba el medio millón de fieles, sin contar los judíos que vivían en otras regiones del imperio romano cuya lengua común era el griego.

relig_07En cuanto al cristianismo, tenemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 6, 1) un precioso testimonio de ello. Allí se nos cuenta que los "helenistas" se quejaban porque sus viudas eran desatendidas. Estos helenistas eran judíos de lengua griega que habían nacido en la diáspora y emigrado a Israel. En sus sinagogas de Galilea leían la Biblia en griego según esta versión de los Setenta, y muchos de ellos se convirtieron al cristianismo.

Por otra parte, los evangelistas y san Pablo, al ser de lengua y cultura griegas, usaron el Antiguo Testamento en sus misiones tal como venía en la versión de los Setenta. Así, cuando Jesús en los Evangelios cita las Escrituras, estas se corresponden exactamente con la Septuaginta, lo que indica que la Iglesia cristiana primitiva adoptó inmediatamente esta Biblia como su Escritura Sagrada para la evangelización en todo el Imperio romano, por considerarla un texto inspirado por Dios.
La Septuaginta conformó el lenguaje del Nuevo Testamento. El léxico, la terminología religiosa y las interpretaciones teológicas que se hicieron sobre Jesús, como Mesías, Hijo de Dios, Salvador, etcétera, se derivan, en buena medida, de la teología que está en la base de este texto, lo cual la convirtió en la fuente de información por excelencia de los autores del Nuevo Testamento.

De esta manera, el texto griego del Antiguo Testamento preparó el camino para la expansión del evangelio. San Pablo lo usaba cuando predicaba en las sinagogas del Asia Menor a los judíos y prosélitos de habla griega. Muy pronto los cristianos unieron a este texto los escritos de lo que luego se llamaría el Nuevo Testamento, para convertirlos en su Biblia durante algunos siglos hasta que san Jerónimo los tradujera al latín.

Finalmente, hay que decir que la Septuaginta tiene un total de 51 libros. Algunos de ellos no son reconocidos por nosotros como deuterocanónicos. Estos libros son: Libro II de Esdras, Libros III y IV de los Macabeos, las Odas y los Salmos de Salomón.

Septuaginta (LXX) - Versión griega del AT 


La antigua Biblia judía griega alejandrina, mejor conocida como la Biblia de los LXX (70), o Septuaginta, es la más antigua e importante entre las traducciones de la Tanach judía, comúnmente llamada el Antiguo Testamento de las biblias cristianas, a una lengua distinta del hebreo y del arameo, (en su caso, al griego). Su redacción se inició en el siglo III a. C. (c. 280 a. C.), y se concluyó a finales del siglo II a. C. (c. 150 a. C.).

Los escritos y textos hebreos y arameos que sirvieron de base para la formación de la Biblia Septuaginta carecían de vocales, capitalizaciones (alternancias mayúsculas/minúsculas), signos de puntuación, algunos ciertos tipos de conectores lógicos, y algunas conjunciones y/o preposiciones. Más tarde, se agregaron signos con un valor fonético vocálico, surgiendo así el llamado texto masorético). Esta compilación de textos y de escritos sagrados judíos traducidos al griego fue, desde un principio, bastante socorrida para ilustrar la fe de las comunidades judías de la Diáspora, y para permitirles el acceso a los textos sagrados de sus antecesores, a los judíos piadosos que no hablaban hebreo, ni arameo.

Etimología

El nombre de LXX, o Septuaginta, se debe a que solía redondearse a 70 el número total de sus 72 presuntos traductores. La carta de Aristeas proponía como un presunto hecho histórico la idea de que 72 sabios judíos alejandrinos se pusieron de acuerdo para trabajar aisladamente en la formación de un compendio de textos sagrados del pueblo judío. Aunque, en general, se trataba textos vertidos de lenguas semíticas, (hebreo y arameo), se piensa que, al menos, algunos de estos textos habrían sido redactados de forma originaria en lengua griega. Aristeas proponía que la comparación del trabajo de todos, reveló que el trabajo de todos los sabios había coincidido de forma sorprendentemente convincente. Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más frecuentemente implementados en esos contextos histórico-geográficos, consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen remontable a hechos muy extraordinarios.

La traducción

Se piensa, en general, que habría sido formada con el expreso fin de cultivar la fe de los judíos piadosos que se comunicaban en lengua griega clásica común comunitaria. Ya que, en aquella época, vivía en Alejandría una muy nutrida y numerosa Comunidad Judía. Aun cuando la orden provino del rey Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a. C.), y, uno de los fines de aquella encomienda, era proveer de un compendio de textos sagrados judíos a la Biblioteca de Alejandria. El Pentateuco fue traducido en esa época y el trabajo duró dos o tres siglos. El filósofo judio Aristóbulo, que vivió en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo VI Filometor (181-145 a. C.), lo confirma al referirse a ella en una carta al rey diciendo: "[...] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (Pentateuco) en los tiempos del rey Filadelfo, vuestro ancestro [...]"

Una escuela de traductores se ocupó de los Salmos de David, en Alejandría, hacia 185 a. C. Después tradujeron Ezequiel, el Dodecaprofetón, o Libro de los XII Profetas Menores, y Jeremías. Trataron posteriormente los libros históricos: (Josué, Jueces y Reyes), y, luego, finalmente, el Libro de Isaías.

Se tradujo el Libro de Daniel alrededor del año 150 a. C. Aunque no se conoce exactamente el lugar de la traducción. Algunos eruditos sitúan en Palestina, durante el primer siglo de nuestra era, la traducción de los libros de Ester, Ruth, Lamentaciones, Cantar de los Cantares, y Eclesiastés, acaso por Aquila.

Los primeros traductores griegos sólo poseían textos hebreos, escritos exclusivamente con letras consonantes, sin vocales, y esto explica las diferencias de interpretación entre el texto de los Setenta y el texto hebreo original y que poco tiempo después, en ambientes judíos, se procediera a corregir esta versión Alejandrina para asemejarla al texto hebreo.

Ampliaciones

La Biblia Septuaginta contiene 24 (39) de los textos sagrados hebreos y arameos recibidos del judaísmo palestino, y algunos otros textos probablemente redactados de forma original en lengua griega. Además de esos 24 (39) escritos incluidos en la Tanach judía, que contituyen parte del núcleo del común de las Biblias cristianas (católica, ortodoxa, protestante, etc.), la Biblia Septuaginta incluye de manera original los textos subsecuentes, que han sido omitidos por la Tanach judía hebreo-aramea, pero que han sido sagrados a los ojos de al menos una considerable parte de las comunidades históricas judías, y, en diferente número, a los ojos de las comunidades cristianas ortodoxas, cópticas, siríacas, y católicas romanas:

1. El Libro I de Esdras, o, según la Vulgata Latina, III de Esdras (E)
2. El Libro de Tobit, o, según la Vulgata Latina, de Tobías (EW)
3. El Libro de Judit (EW)
4. Variantes aditivas y/o substitutivas mayores consistentes, con textos, expresiones y pasajes religiosos en el Libro de Ester (EW)
5. El Epílogo Griego del Libro de Ester (EW)
6. Los Libros I y II de los Macabeos (EW)
7. El Libro III de los Macabeos (E)
8. El Libro IV de los Macabeos (F)
9. El Epílogo Griego del Libro de Job (EH)
10. El Libro de las Odas, que incluye, entre otros textos retomados, la Oración de Manasés, y el Himno Matutino (FE’O’N’L’)
11. El Epílogo Griego, o Capítulo 151 del Libro de los Salmos [de David] (E)
12. Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos [de David] (E)
13. El Libro de los Salmos de Salomón (F)
14. El Libro de la Sabiduría de Salomón (EW)
15. El Libro de la Sabiduría de Jesús de Sirac, comúnmente llamado Sirácides, y, también, el Sirácida, o el Eclesiástico (EW)
16. El Prólogo Griego de este Libro Eclesiástico (EW)
17. El Libro de Baruc (EW)
18. La Carta de Jeremias, o, según la Vulgata Latina, el Capítulo 6 del Libro de Baruc (EW)
19. El Epígrafe Griego a la Carta de Jeremias, o, según la Vulgata Latina, al Capítulo 6 del Libro de Baruc (EW)
20. El Epígrafe Griego al Capítulo 1 del Libro de las Lamentaciones (E)
21. La Historia de Susana, o, según la Vulgata Latina, el Capítulo 13 del Libro de Daniel (EWT)
22. La Historia de Bel y el Dragón, o, según la Vulgata Latina, el Capítulo 14 del Libro de Daniel (EWT)
23. La Oración de Azarías, o, según la Vulgata Latina, el pasaje Daniel 3:24-50 (EWT)
24. El Cántico de los 3 Jóvenes, o, según la Vulgata Latina, el pasaje Daniel 3:51-90 (EWT)
25. Variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los textos, pasajes y capítulos del Libro de Daniel (FH)
26. Variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los textos de los Libros de Job, Samuel, los Reyes, Isaías, y Jeremías (EH)


"Biblia de los Setenta o Alejandrina", que fue el texto de la primera iglesia traducida al griego del Tanaj judío o Antiguo Testamento. De los 72 traductores iniciales se redondeó en 70. Contiene 39 libros divididos en dos grupos:

a) Legislación e historia.
b) Poetas y profetas.


"Vulgata latina". La versión bíblica dominante en la Edad Media en Europa.

"Peshitta". De origen arameo-siríaco. Significa: “común, sencillo” Así definida a partir del siglo X la versión siríaca de la Sagrada Escritura.

"Biblia de Isabel". Publicada en 1751 en San Petersburgo. Es el texto estándar tanto de la iglesia ortodoxa rusa como de otras variantes eslavas.

"Teoría de los documentos", según la cual la última fase del desarrollo del Pentateuco tuvo lugar durante el período postexílico. Los redactores intentarían transmitir en un lenguaje adaptado a las necesidades y los miedos de los habitantes de la época.

Paralelismos fehacientes entre el Génesis y la épica babilónica de la Creación y la teología del centro de culto egipcio de Memfis.

Mucha semejanza entre el relato del jardín del Edén y las épicas mesopotámicas de Atrahasis y Gilgamesh. La serpiente, el árbol de la vida, la creación de los humanos con tierra.

El diluvio universal que aparece en multitud de culturas incluidas las de los indios norteamericanos, la sumeria, la babilónica, la hindú.

Los diez mandamientos: código para seguir una vida recta, similar a los juramentos que habían de hacer los egipcios según el "Libro de los Muertos" para alcanzar la vida después de la muerte:

“No herí a hombre alguno ni hice daño a las bestias”.

“No hice lo que Dios abomina”.

“No hurté lo ofrendado en los templos; ni robé las tortas de los dioses” ...

  La Biblia de los Setenta

fabian | 30 Abril, 2007 20:50
La palabra "biblia" es un plural que significa "los libros". Pero no sólo la Biblia son muchos libros, sino que en derredor a ellos hay muchos otros. Con todo, mi idea de "libro", como un escrito realizado por un autor falsea lo que estoy entreviendo que pueda ser la Biblia. El tiempo nubla y ciega la visión sobre estos escritos que provienen de ese fondo oscuro de los milenios transcurridos. Y así, los textos que me (o nos) llegan son traducciones y copias de copias de copias de otras traducciones. Y es que dos mil o tres mil años son muchos y en los que ha habido de todo, libros perdidos, incendios de bibliotecas, guerras y devastaciones, cambios de civilizaciones ... ¿Cómo pueden perdurar unos libros o escritos esos milenios? ¿Qué es lo que realmente nos llega cuando incluso las lenguas se perdieron o se transformaron en otras diferentes?
Se dice que la Biblia Judía, mejor llamado las Escrituras del Antiguo Testamento, fueron pasadas a escrito en el milenio anterior a Cristo. Se utilizaron dos lenguas: el hebreo, principalmente, y el arameo. La lengua de los judios, en los siglos alrededor de la vida de Cristo era ... el arameo y no el hebreo. La lectura, hasta el siglo IV de nuestra era se realizaba siempre en voz alta. ¿No fue Ambrosio, obispo de Milán en los 374 a 397, uno de los primeros en leer sin alzar la voz y del que Agustín, en sus "Confessiones" nos dice lo extrañado que se quedó al verle leer en silencio? Pues Jesús, que predicaba en arameo, leía las Escrituras en hebreo, lengua ya muerta, sin más uso que el de la lectura de las Escrituras.
Biblia
Biblia en Griego, editada en Basilea en 1545 y conservada (y digitalizada)
en el Monasterio de San Millán de la Cogolla
Alejandría, ciudad egipcia en el Mediterráneo Oriental. Ciudad creada por el griego Alejandro Magno quien había extendido su imperio por el Asia Menor. En el siglo III antes de JC. ya es famosa su biblioteca y hay también en esa ciudad, y en toda el Asia Menor, grupos de judíos de lengua griega. Una gran operación cultural se realiza en esa ciudad que da origen a una hermosa leyenda que cuenta que setenta y dos expertos judíos, seis por cada una de las doce tribus de Israel, invitados por Ptolomeo II Filadelfo, traducen el Pentateuco, la Torá, al griego común. La obra será llamada La Biblia de los Setenta y será la que, a través de Orígenes, llegará a Jerónimo, quien la traducirá al Latín y, llamada la Vulgata, se convertirá en la Biblia de los cristianos.
Leyenda pues en la investigación histórica aparece como un proceso mucho más complejo. Es verdad que la Biblia de los Setenta parece ser que existió y que fue parte de la Biblia utilizada por las iglesias cristianas primitivas. Los textos cristianos están escritos en su mayoría en griego común y siempre que citan los textos antiguos lo hacen en esa lengua y que Orígenes la recogió en sus "Hexapla", con lo que llegó a Jerónimo. Y de ello quedan restos, ya papiros del siglo II a. JC., ya alguna copia fragmentaria de la obra de Orígenes, por lo que parece seguro que la Biblia llegada hasta nosotros proviene de esa "Biblia de los Setenta".
Biblia
Biblia en Griego, de Juan Hervagio, Basilea, 1545, en San Millán de la Cogolla
También hubo otras traducciones al griego, perdidas casi todas. Pero "traducir y traicionar", "traductore, traditore", dentro del judaísmo, la versión de los Setenta cayó en descrédito y no fue aceptada ni, en los años 100, admitida en su canon de textos.
Pocas líneas para una historia compleja que ha dado lugar a muchos libros. La Biblia y su historia ha generado gran cantidad de otros libros en su derredor. En Internet también puede encontrarse muchas páginas sobre ello. Pequeñas historias que siempre son interesantes.


Columna en caracteres unciales de los textos de Esdras, tal como se les lee en la Biblia Septuaginta.
La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta, y generalmente abreviada simplemente LXX, fue traducida de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o Biblia hebrea. Representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética.1
La Biblia Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega.2 Junto con la Biblia hebrea, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de la gran mayoría de las Biblias cristianas. De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Viejo Testamento de las Biblias cristianas (cristianas ortodoxas en Oriente, católicas y protestantes en Occidente) no viene del Tanaj o Biblia hebrea, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

Etimología

El nombre de Septuaginta, se debe a que solía redondearse a 70 el número total de sus 72 presuntos traductores. La Carta de Aristeas presenta como un hecho histórico una antigua versión de acuerdo con la cual, por instrucciones de Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a.C.), monarca griego de Egipto, 72 sabios judíos enviados por el Sumo sacerdote de Jerusalén, trabajaron por separado en la traducción de los textos sagrados del pueblo judío. Según la misma leyenda, la comparación del trabajo de todos reveló que los sabios habían coincidido en su trabajo de forma milagrosa.
Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más frecuentemente implementados en esos contextos histórico-geográficos, consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen que se pudiera remontar a hechos extraordinarios. Aunque en general se trataba de textos vertidos de lenguas semíticas, (hebreo y arameo), algunos de estos escritos fueron redactados de forma originaria en lengua griega.3
En general se piensa que la LXX habría sido formada con el objetivo de cultivar la fe de las comunidades de israelitas piadosos que vivían en la Diáspora, y que se comunicaban en la lengua griega común (koiné). En aquella época, residía en Alejandría una muy nutrida y numerosa comunidad de inmigrantes hebreos. Sin embargo, dado que la orden habría provenido del rey Ptolomeo II Filadelfo, también es probable que el fin de la misma fuera proveer a la Biblioteca de Alejandría de una versión griega de los textos sagrados hebreos.

Proceso formativo

Para su formación, la mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser vertidos de sus originales hebreos y arameos al griego. Su traducción inició en el Siglo III a.C. (c. 280 a.C.), y concluyó hacia finales del (c. Siglo II a.C.). Inicialmente fue traducida la Torá,4 Libro de la Ley o Pentateuco y el resto del trabajo se completó paulatinamente, en los dos o tres siglos siguientes. El filósofo judío Aristóbulo, quien vivió en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo VI Filometor (181-145 a.C.), confirma este dato al referirse a ella en una carta al rey en los siguientes términos:
[...] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (el Pentateuco), en los tiempos del rey Filadelfo, ancestro vuestro [...]
Aunque no se conoce exactamente la fecha y el lugar de estas traducciones, los estudiosos proponen que una escuela de traductores se ocupó de verter el Libro de los Salmos de David, en Alejandría, hacia el año 185 a.C. Más tarde tradujeron los Libros de Ezequiel y Jeremías, así como el Dodecaprofetón, o Libro de los XII Profetas [Menores]. Más tarde tradujeron los escritos históricos: (Josué, Jueces y Reyes), y, luego, finalmente, el Libro de Isaías. El Libro de Daniel fue traducido alrededor del año 150 a.C. Los Libros de los Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico, fueron incorporados en el curso de los Siglos II y I a.C. Algunos eruditos sitúan en Palestina, durante el Siglo I de la Era Cristiana, la traducción al griego de los libros de Ester, Rut, Eclesiastés, Lamentaciones, y el Cantar de los Cantares, acaso por Aquila.4
Los escritos y textos hebreos y arameos, que sirvieron de base para la formación de la Biblia Septuaginta, carecían de gramemas dotados de valores fonéticos vocales, capitalización (alternancia mayúsculas/minúsculas), signos de puntuación y acentuación, algunos ciertos tipos de conectores lógicos, y algunas conjunciones, artículos, prefijos y sufijos adverbiales y/o preposicionales. (Más tarde, se agregaron al idioma hebreo algunos signos con valores fonéticos vocálicos, surgiendo así el llamado Texto Masorético.) Estos antecedentes podrían contribuir a explicar algunas diferencias interpretativas entre la Biblia griega de los LXX y el texto hebreo-arameo conocido, y el hecho de que algún tiempo después, en ambientes judíos, algunos revisores hubieran procedido a tratar de “corregir” la Biblia alejandrina a fin de asimilarla a este último.
Esta compilación de textos y de escritos sagrados judíos traducidos al griego fue, desde un principio, bastante socorrida para ilustrar la fe de las comunidades judías e israelitas de la Diáspora, permitiendo el acceso a los textos sagrados de sus padres y ancestros a las comunidades de israelitas piadosos que no hablaban hebreo, ni arameo.
Y hay algunos indicios que sugieren que Cristo y sus discípulos habrían utilizado, además de los Tárgum arameos, la Septuaginta; tal como se desprende del hecho fácilmente comprobable de que la mayoría de las citas explícitas del Viejo Testamento en el Nuevo Testamento reproducen el texto de la Versión LXX, y solamente una de cada siete citas ha sido retomada del Texto Masorético.

Historia del texto

Los manuscritos más antiguos de los LXX conocidos hasta ahora, son fragmentos del Siglo II a.C. del Levítico y el Deuteronomio (Rahlfs, Núms. 801, 819, y 957), y fragmentos del Siglo I a.C. del Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio y los profetas menores (Rahlfs, Núms. 802, 803, 805, 848, 942, y 943).
En Qumrán fueron hallados rollos con fragmentos griegos de Éxodo (7Q1), Levítico (4Q119-120), Números (4Q121), y Deuteronomio (4Q120,122); así como porciones de algunos de los libros deuterocanónicos: las dos terceras partes de Sirácides (Gruta 2), porciones de Tobías (Gruta 4), de Baruc (Gruta 7), de la Epístola de Jeremías (7Q2), y, muy probablemente, de Susana (4Q551).
Al realizar el trabajo filológico, se observan variaciones, a veces muy importantes, entre los textos encontrados en los diferentes códices de la Septuaginta y entre estos y el Texto Masorético. Durante muchos siglos, los estudiosos bíblicos pensaron que todas las variantes textuales y estilísticas entre la Septuaginta y la Tanaj tan sólo eran producto de malas traducciones, del desconocimiento cabal de la Tanaj, de errores de copistas, o incluso de la falta de interés en la fidelidad al texto hebreo-arameo.
Sin embargo, cuando a partir de los descubrimientos de Qumrán los estudiosos finalmente tuvieron a su alcance los rollos manuscritos del Mar Muerto, pudieron darse cuenta de que las variaciones propias de la Septuaginta se hallaban reflejadas también en manuscritos hebreos y arameos bastante más antiguos que las formas actuales de la Tanaj judía; las cuales se derivan del texto masorético, que data de los Siglos IV al VIII de la Era Cristiana.
Una lectura atenta de los Códices griegos revela que los textos asentados en la Biblia LXX representan fielmente, con certeza total, textos en un estado “primitivo”, carente de un estilo pulido y acabado, mucho más primario y primigenio, que el actual texto hebreo-arameo masorético, bastante más pulido y editado en el curso de los siglos posteriores. Y tales diferencias se perciben de un modo sumamente especial en libros que presentan variantes consistentes en el orden de versos, ideas inacabadas o faltas de pulido, presentes en la versión LXX de los Libros de Samuel, Reyes, Ester, Job, Proverbios, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, y Daniel. El actual texto hebreo-arameo masorético refleja numerosas correcciones en términos de estilo, que incluyen variaciones en el orden de numerosos versos y pasajes, y redondeo de ideas que no habían sido asentadas de forma digerida, correcta o elegante en los antiguos textos hebreos y arameos premasoréticos, de donde fue tomada, de forma más temprana, la Biblia Septuaginta.
Ante las controversias suscitadas en torno de estos hechos, algunos estudiosos señalan que, en numerosos casos, en Qumrán se han hallado manuscritos hebreos que avalan la versión griega de los LXX, y otros que respaldan al texto masorético. Se ha determinado finalmente, que aquellos manuscritos que avalan la Septuaginta son mucho más antiguos que aquellos que respaldan al texto masorético.5
Hacia el año 70 de la Era Cristiana, un grupo de rabinos que habían escapado del asedio de Jerusalén, se reunieron en Yamnia, y fundaron una escuela. Y hacia el 95 de la Era Cristiana, llegaron a un consenso sobre la lista (o canon) de los libros hebreos que habrían de ser parte de la Tanaj judía, quedando establecido así el llamado Canon Palestinense para la mayoría de los judíos de habla y cultura hebrea, a principios del Siglo II de la Era Cristiana. El Canon Palestinense significó el rechazo de una serie de textos que grupos de maestros judíos de habla griega habían incluido en el llamado Canon Alejandrino, o Biblia de los Setenta, en los Siglos II y I a.C. El Canon Alejandrino sigue siendo utilizado por la escuela rabínica de Alejandría. Por una tradición histórica que data del Siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega de los LXX, y deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del segundo canon”, en contraposición a la voz “protocanónico”, que significa “del primer canon”. Sin embargo, hoy se sabe que, en orden cronológico, el Canon Alejandrino fue primero que el Palestinense.
Hacia fines del Siglo I, y principios del Siglo II, el judío Teodoción hizo una revisión de la LXX, tratando en lo posible de hacerla coincidir con los textos hebreo-arameos con ciertas ediciones propias de esa época, los cuales hoy se llaman los “protomasoréticos” —debido a que de ellos se derivan los “textos masoréticos” de siglos subsecuentes—, los cuales ya incluían algunas importantes “revisiones” tempranas de grupos de rabinos de esos siglos. Entre 123 d.C. y 130 d.C., Aquila de Sinope hizo una nueva traducción, siguiendo textos hebreos de manera literal. Símaco hizo una nueva traducción hacia el 170 d.C., en la que buscaba mejorar la calidad de la redacción griega.4 Hasta ese momento, todavía los libros más tarde compilados bajo el término “Biblia” solían circular por separado.
En el Siglo III, Orígenes compuso la Hexapla, en donde compara en forma de columnas seis versiones enteras del Antiguo Testamento, la quinta de las cuales corresponde a la Septuaginta. A partir de ésta, y tras cotejarla con nuevas traducciones, Orígenes editó una versión completa, en la cual indicó las diferencias con el texto masorético hebreo-arameo, llenando los pasajes omitidos de forma primigenia con textos procedentes de la edición tardía (del Siglo II) del judío Teodoción.4 Aunque la Hexapla como conjunto se perdió, se conservan fragmentos importantes. Otras ediciones de la Septuaginta, han sido atribuidas a Hesiquio de Jerusalén y a Luciano de Antioquía.6
Los manuscritos bíblicos extensos más antiguos que incluyen la Versión de los LXX en la parte de sus textos correspondiente al Antiguo Testamento de las Biblias cristianas, son el Códex Sinaíticus y el Códex Vaticanus, del Siglo IV, y el Códex Alexandrinus, de la primera mitad del Siglo V. Existen algunas diferencias textuales, de número y de orden de los libros, entre estos tres Códices: El Códex Sinaíticus omite algunos textos, aún protocanónicos, e incluye I y IV Macabeos. El Códex Vaticanus omite los cuatro Libros de los Macabeos, e incluye algunas partes y pasajes propios del texto griego conocido del Libro de Enoc.7 Y el Códex Alexandrinus incluye los cuatro Libros de los Macabeos, el Libro de las Odas y el Libro de los Salmos de Salomón.4

El “Plus de los LXX”

La Biblia Septuaginta contiene los 24 libros que conforman el canon de la Tanaj judía (Biblia hebrea-aramea), los cuales, ordenados según la usanza griega y reparticionados, llegando a un total de 39, constituyen los textos más comúnmente aceptados del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas (católica, ortodoxa, protestante, etc.).
Además de los textos del Tanaj o Biblia hebrea, la Biblia Septuaginta incluye algunos otros que no son incluidos en aquélla, pero sí en ésta. Estos textos reciben varias nomenclaturas: las iglesias cristianas ortodoxas los llaman “anagignoscomenos”, la iglesia católica romana los llama “deuterocanónicos”, y la mayoría de grupos protestantes actuales los llaman “apócrifos”. Fueron incorporados al texto de la Biblia por maestros judíos de habla y cultura griega de los Siglos II y I a.C., y usados desde entonces, y en siglos subsecuentes, por las comunidades judías de habla griega, y, en siglos sucesivos, por las comunidades cristianas primitivas. La mayoría son reconocidos e incluidos hasta la actualidad por todas las iglesias cristianas ortodoxas (calcedonianas y no calcedonianas), y también por la iglesia católica romana. Algunas importantes ramas del protestantismo, como los luteranos, anglicanos, episcopalianos y anabaptistas, incluyen estos libros en sus Biblias, y los consideran lecturas recomendables ricas en enseñanzas, aunque no como textos de autoridad normativa o dogmática.
Existen cuando menos unos cinco libros en la Biblia LXX que -por influencia de Jerónimo- no son reconocidos por la Iglesia católica romana como deuterocanónicos. Ellos son 1 Esdras (llamado en la Vulgata 3 Esdras), 3 Macabeos, 4 Macabeos, Odas y Salmos de Salomón. Los primeros dos libros, sin embargo, sí son reconocidos por la Iglesia ortodoxa.
Dichas series de textos, algunos de los cuales fueron redactados de forma original en lengua griega, hoy son reconocidas y agrupadas por múltiples autores bajo el nombre conjunto de “Plus de los LXX” o “Plus de la Septuaginta”. Para efectos de estudio, en las siguientes líneas se ha desarrollado de forma detallada un listado muy primario de estos documentos:
  1. El Libro III de Esdras [E]8 En la9
  2. El Libro de Tobit —en algunas versiones llamado “Libro de Tobías”— [EW]
  3. El Libro de Judit [EW]
  4. El Libro de la Sabiduría [EW]
  5. El Libro del Eclesiástico —en algunas versiones llamado “Libro de Sirácides”, o “Libro del Sirácida”—, junto a su respectivo “Prólogo del traductor griego” (Capítulo 1a)10 [EW]
  6. El Libro de Baruc propiamente dicho (Baruc 1:15'—5:9), junto a su respectivo Exordio (Baruc 1:1-15') [EW]
  7. La Epístola de Jeremías —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 6” del Libro de Baruc—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a, ó 1bis) [EW]
  8. Los Libros I y II de los Macabeos [EW]
  9. Los Libros III y IV de los Macabeos [E]
  10. El Libro de las Odas; que incluye la Oración de Manasés [C] y el Himno Matutino [C], y otros 13 textos [C] retomados de otros libros bíblicos canónicos, junto con sus epígrafes [C]
  11. El Libro de los Salmos de Salomón, junto con sus Epígrafes [C]
  12. Numerosas variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los libros protocanónicos del Antiguo Testamento, más o menos mayores en el caso del texto de los Libros de Samuel, los Reyes, Ester, Job, los Salmos de David, los Proverbios, Isaías, Jeremías, y las Lamentaciones [EH]
Entre estas variantes se destacan, de manera especial:
  1. Variantes aditivas, substractivas y/o substitutivas mayores consistentes al Libro de Ester —comúnmente agrupadas bajo el nombre conjunto de “Resto de Ester”—, junto a su respectivo Colofón (Ester 10:3l, ó 10:14) [EW]
  2. El Resto del Epílogo al Libro de Job (Job 42:17a-17e, ó 42:18-22) [E]
  3. Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos de David11 [E]
  4. El Salmo 151 o Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David, junto a su respectivo Epígrafe (Salmos 151:1a) [E]
  5. El Introito del Libro de las Lamentaciones (Lamentaciones 1:1a) [E]
  6. El texto griego antiguo, OG,12 del Libro de Daniel, conteniendo variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los textos, pasajes y capítulos de dicho documento [CH]
Entre estas variantes se destacan, de forma peculiarmente especial:
  1. El texto griego antiguo, OG, del pasaje Daniel 3:24bis-90; que incluye la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes, junto a sus respectivas Notas complementarias [EWT]
  2. El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Susana —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epílogo (Verso 63 OG, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]
  3. El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Bel y el Dragón —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1 OG, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]
Algunos importantes manuscritos de la Biblia Septuaginta incluyen, así mismo, las partes y pasajes propios del texto griego conocido de:
  1. El Libro de Enoc [C]
  2. El Libro de los Jubileos [C]
  3. Las Apocalipsis de Baruc [C]
  4. Los Paralipómenos de Baruc [C]
Algunas breves siglas:
  • [C] Incluido completo en uno alguno de los Códices de la Biblia LXX, aunque no recibido de forma consensual por todos los Patriarcados que forman parte de la Iglesia Ortodoxa. Algunos de estos textos han sido recibidos por algunos de ellos, y/o también por algunas Iglesias Orientales.
  • [E] Incluido completo en el Canon Amplio Oriental del Antiguo Testamento, seguido por las Biblias propias de la Iglesia Ortodoxa. Todos estos libros están dentro del canon de las iglesias nestorianas y del canon de la Iglesia Copta.
  • [W] Incluido completo en el Canon Amplio Occidental del Antiguo Testamento, seguido por las Biblias propias de la iglesia católica latina occidental.
Los mayoría de los libros de estas series fueron escritos durante el período intertestamentario,13 es decir son algo más tardíos que el resto de los libros del Antiguo Testamento, y algo más tempranos que los escritos propios del Nuevo Testamento; por lo cual representan cierta continuidad lógica y necesaria, y suplen las lagunas culturales de otra forma existentes entre ambos Testamentos. De la misma manera, algunos de estos textos representan creencias y valores ancestrales de tribus israelitas no judías, es decir, que existieron fuera del judaísmo de Judá, o Judea.

Ediciones impresas

  • La editio princeps es la Biblia Políglota Complutense basada en manuscritos ahora perdidos, parece transmitir versiones muy antiguas.14
  • La Edición Aldina, iniciada por Aldo Manucio, apareció en Venecia en 1518. El texto es más cercano al Codex Vaticanus que al de la Complutense.
  • Más utilizada ha sido la Edición Romana, o Sixtina, la cual reproduce el Codex Vaticanus. Fue publicada en 1586, bajo la dirección del Cardenal Caraffa, por orden del papa Sixto V, para apoyar la traducción de la Vulgata, ordenada por el Concilio de Trento. Ha sido reeditada varias veces.
  • La Edición de Grabe fue publicada en Oxford, de 1707 a 1720, y se basa en el Codex Alexandrinus, que se encuentra en el Museo Británico de Londres.
  • La Edición de Swete, conocida de forma común y familiar como Biblia de Cambridge, se basa de manera preferente en el Códex Vaticanus, si bien teniendo en cuenta variantes y porciones retomadas de numerosos Códices, mayores y menores. Fue impresa y editada por la Universidad de Cambridge, y dada a conocer en tres gruesos volúmenes que fueron siendo publicados en los años de 1887, 1891 y 1894. Algunas reediciones de la misma, aunque no la primera, incluyen ciertas partes y pasajes propios del texto griego conocido del Libro de Enoc, cuya edición se basa en el Códex Vaticanus, así como en el Códex Panopolitanus.
  • La Edición de Tischendorf, conocida de forma común y familiar como Biblia de Oxford, se basa en el Códex Sinaíticus. Fue impresa y editada por la Universidad de Oxford, y publicada en el año de 1922. (Constantino de Tischendorf ya había publicado, con anterioridad, el Nuevo Testamento del Códex Sinaíticus en 1911.)
  • Alfred Rahlfs, estudioso alemán que dedicó varias décadas de su vida al rescate del texto de la Biblia Septuaginta, en Göttingen, Sajonia, comenzó su Edición en 1917, la cual una vez completa fue publicada en 1935. Se basa de manera preferente en el Códex Alexandrinus, el más completo de los tres grandes códices griegos, si bien incluye algunas series de variantes del Códex Vaticanus, el Códex Sinaíticus, y algunas otras fuentes, y ofrece notas críticas respecto a las variantes de las distintas fuentes.15 Se realizaron numerosas ediciones: 1ªEd. 1935; 3ªEd. 1949; 4ªEd. 1950; 5ªEd. 1952; 6ªEd. 1959; 7ªEd. 1962; 8ªEd. 1965.
  • The Göttingen Septuagint (Vetus Testamentum Graecum: Auctoritate Academiae Scientiarum Gottingensis editum) es considerada la mejor edición crítica. Ha sido publicada por Volúmenes, entre 1931 y 2006, y aún no está completa. Presenta numerosas variantes de muy distintas fuentes.16
  • En 2006, la Sociedad Bíblica Alemana publicó una revisión de la Edición de Rahlfs, revisada por Robert Hanhart. Esta editio altera incluye miles de variantes respecto a la edición original.17

Traducciones impresas

  • En el año de 1851, Sir Lancelot C.L. Brenton publicó la primera Traducción Inglesa de la Biblia Septuaginta Griega. Esta versión se ciñe al Canon Amplio Oriental, seguido por las Biblias cristianas ortodoxas, que incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés,18 y los Libros III de Esdras, y III y IV de los Macabeos.
  • En el año 2007, un equipo de estudiosos de la Organización Internacional para Estudios de la Septuaginta y Afines publicó una Nueva Traducción Inglesa de la Septuaginta. Esta versión incluye, junto a los habituales del Canon Ortodoxo, el Libro de los Salmos de Salomón, y versiones alternas comparadas de textos paralelos de los libros de Josué, los Jueces, Tobías, Daniel, Susana, y Bel y el Dragón.
  • En el año de 1986, un equipo de estudiosos de La Sorbona de París comenzó a publicar, por entregas de Tomos y Volúmenes, La Bible d'Alexandrie, traducción al francés de la Biblia LXX. Esta versión francesa no ha sido terminada hasta la fecha.
  • En el ámbito hispánico, desde 1928 existe una traducción literal de la Biblia del griego al español, de la cual el Antiguo Testamento transcribe una considerable parte de los textos de la Biblia Septuaginta. Vertida por el P. Guillermo Jünemann, sacerdote católico de origen alemán que vivió y ejerció hasta su muerte en Concepción de Chile; misma que solamente ha sido publicada en una ocasión, en el año de 1992, como una edición especial dentro del marco de las celebraciones alusivas al “V Centenario de la Evangelización de América”. Esta versión se ciñe al Canon Amplio Occidental, seguido por las Biblias católicas romanas, aunque en Versión OG.19
  • Un equipo de traductores dirigido por Natalio Fernández Marcos y María Victoria Spottorno Díaz-Caro, del CSIC, está realizando una traducción al español de la Septuaginta a partir de las últimas ediciones críticas. En 2008 ha aparecido el primer volumen de los cuatro previstos: La Biblia Griega - Septuaginta, I: Pentateuco (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 125), Ediciones Sígueme, Salamanca. A finales de 2011 aparecerá el segundo volumen: Libros históricos.

Archivos informáticos

Referencias

  1. Henri-Charles Puech (Ed.), Las religiones en el mundo mediterráneo y en el Oriente Próximo I: Formación de las religiones universales y de salvación, Historia de las Religiones Siglo XXI, Vol. 5, Madrid, 1985 (4ª ed.), pág. 180.
  2. KELLY, John Norman Davidson; Early Christian Doctrines; Pág. 53; Continuum; Londres, Inglaterra, 1958; ISBN 0-8264-5252-3.
  3. DE JERUSALÉN, Escuela Bíblica; Biblia de Jerusalén; Pp. varias; notas e introducciones a los textos; Desclée de Brouwer; Madrid-Bilbao, España, 1975; ISBN 84-330-0022-5.
  4. a b c d e Cousin Hugues (1992) La Biblia Griega: Los Setenta. Estella: Verbo Divino.
  5. THIEDE, Carsten Peter; “The Dead Sea Scrolls and the Jewish Origins of Christianity”; Acápite “A Greek surprise”, pp. 124-130; Lion Publishing, Oxford, 2000; ISBN 978-970-777-245-8.
  6. Dines, Jennifer (2004) The Septuagint, Michael A. Knibb, Ed., London: T&T Clark.
  7. Gr. 1809. Ver: Corriente, Federico y Antonio Piñero (1984) "Libro 1 de Henoc. Introducción"; Apócrifos del Antiguo Testamento IV: 34. Madrid: Ediciones Cristiandad.
  8. La Biblia Latina llama Libros I y II de Esdras a los actualmente llamados Libros de Esdras y Nehemías y llama Libro III de Esdras a éste, que en los códices de la Septuaginta se designaba como Esdras A y en la terminología inglesa como 1 Esdras o Esdras griego ("Greek Ezra").
  9. Un cuarto documento, el Apocalipsis de Esdras o Libro IV de Esdras, comúnmente asociado a aquellos otros tres, jamás constituyó parte de los escritos griegos de la Biblia, ni de la Septuaginta. Sin embargo, aparece en múltiples versiones y ediciones no griegas de la Biblia —entre las que destacan la Peshitta siríaca, la Vulgata latina, y otras Biblias cristianas ortodoxas, e incluso protestantes—; y es considerado de manera habitual como parte del Canon seguido por algunas Biblias cristianas ortodoxas y orientales. La iglesia armenia lo incluye en la Biblia solamente como apéndice.
  10. El texto hebreo del Libro de Eclesiástico incluye un breve Salmo de Alabanza de unos quince versos en Eclesiástico 51:12a-12p, y unas Doxologías y Subscripciones en Eclesiástico 51:30a-30d. Y algunas ediciones tardías medievales de la Biblia Latina agregan, al final del Libro de Eclesiástico, un breve documento de sólo trece versos llamado Oración de Salomón —nomenclaturada, en algunas ediciones de la Biblia Latina, “Capítulo 52” del Libro de Eclesiástico—. Ninguno de estos textos forma parte del texto de la Biblia Septuaginta. Por otra parte, la Biblia de Cipriano de Valera, de 1602, y la Biblia de Jaime I de Inglaterra, de 1611, en adición al “Prólogo del traductor griego”, comúnmente presente en los códices griegos del Libro de Eclesiástico, agregan a este libro otro curioso “Prólogo de un autor incierto”. Hay algunos indicios de que éste se encuentra en al menos algunos viejos códices griegos del Libro de Eclesiástico.
  11. (De acuerdo al texto griego de ese libro bíblico, solamente los dos primeros Salmos —nomenclaturados como los Capítulos 1 y 2 de dicha colección— carecen de un Epígrafe, o Nota descriptiva aclaratoria sobre su contenido y circunstancias.)
  12. (Siglas de la expresión inglesa Old Greek, que hace referencia al texto griego antiguo, por contraposición a otras versiones griegas tardías o posteriores.)
  13. Paul, Andé (1983) Intertestamento. Verbo Divino: Estella.
  14. Joseph Ziegler, “Der griechische Dodekepropheton-Text der Complutenser Polyglotte”, Biblica 25:297-310, cited in Würthwein.
  15. Rahlfs, Alfred, (Ed.), (1935-1979), Septuaginta, Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft.
  16. IOSCS: Critical Editions of Septuagint/Old Greek Texts
  17. German Bible Society
  18. (Capítulo extraído del Libro de las Odas, y, en esta traducción, en ausencia del resto de este documento, agregado al final del Libro de los Salmos de David.)
  19. (Siglas de la expresión inglesa Old Greek, que hace referencia al texto griego antiguo, por contraposición a otras versiones griegas tardías o posteriores.)

Enlaces externos

Enlaces formativos en inglés
Enlaces formativos en español
Edición en griego de Henry Barclay Swete
Edición en griego de Alfred Rahlfs
Traducciones inglesas disponibles en línea
Traducciones castellanas disponibles en línea

Véase también



 1. Origen de la Septuaginta.
1.1. La traducción más primitiva del Antiguo Testamento. Algunas de las interrogantes que surgen de la lectura de la Sagrada Escritura y particularmente del Antiguo Testamento versan sobre la antigüedad de los textos que poseemos de la Biblia. ¿Cual es la versión más primitiva conocida de aquellos libros, sagrados para judíos y cristianos? ¿Cuales fueron las versiones del Antiguo Testamento empleadas por el Señor Jesús y los primeros cristianos? ¿Cual fue la fuente de las referencias del Antiguo Testamento recogidas por el Nuevo Testamento? ¿Cual fue la versión del Antiguo Testamento con mayor difusión entre los primeros cristianos? La versión en griego del Antiguo Testamento llamada "Septuaginta" constituye una de las fuentes más importantes para adentrarse en la antigüedad de los textos de la Sagrada Escritura, tal como los conoció el Señor Jesús. Estos escritos fueron fundamentales para los primeros cristianos, tanto de origen hebreo como gentil. La Septuaginta fue reconocida por la naciente Iglesia y leída con la devoción reservada a la Revelación de Dios. La Septuaginta constituye un testimonio de fundamental importancia para remontarse al pasado más remoto de los textos del Antiguo Testamento. Es una fuente privilegiada para conocer las llamadas "versiones paleohebreas", o "hebreas antiguas", veneradas por el pueblo de Israel en épocas anteriores al Señor Jesús, e incluso leídas, escuchadas de boca de los rabinos y maestros y estudiadas por el mismo entorno del Salvador. La Septuaginta conforma el conjunto de las fuentes veterotestamentarias con otros escritos venerables como los manuscritos bíblicos de Qumrán, el "Pentateuco Samaritano" y la "Peshitta", la traducción del Antiguo Testamento del hebreo al idioma "siriaco", realizada por judeocristianos a finales del siglo I A. de C. La llamada "Biblia Hebrea" o la "versión Masorética" es bastante posterior. La Biblia Masorética fue elaborada a lo largo del primer milenio, ulterior al Señor Jesús, publicándose recién en su forma definitiva alrededor del año 900 de la era cristiana. La Septuaginta o, en diminutivo, los "LXX" (Setenta), constituye la primera traducción de la Ley Mosaica o "Pentateuco" y de los Profetas, a un idioma distinto al hebreo, lengua considerada "sagrada" por los fieles judíos. En los decenios posteriores se sumaron a la Septuaginta el resto de los "otros escritos" en hebreo antiguo o "paleohebreo" de la Biblia.
Esta monumental empresa literaria fue iniciada en Alejandría de Egipto durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (285-247 A. de C.). Como documenta Julio Trebolle, "la traducción de todo un cuerpo de literatura hebrea a la lengua griega constituye un esfuerzo único de interpretación en todos los sentidos: ortografía, morfología, sintaxis, semántica, teología, etc." (1). La Iglesia cristiana primitiva adoptó la Septuaginta como "escritura sagrada", sin reserva alguna. La mayoría de los textos del Antiguo Testamento citados por los Evangelistas y los Apóstoles pertenecen a los LXX.
Después de la Septuaginta, la más antigua e importante traducción del Antiguo
Testamento en otro idioma fue la versión en lengua Siriaca o Aramea, llamada "Peshitta", o "Traducción Simple". Su origen se vincula a la conversión al judaísmo de los monarcas de Adiabene. La hebraización de la dinastía gobernante de este reino Sirio-Helénico ocurrió alrededor del año 40 D. de C. El manuscrito de mayor antigüedad descubierto de la "Peshitta" data del año 464 de la era cristiana. Dicho texto contiene parte del Pentateuco, aunque falta el libro de Levítico (2). 1.2. Los "Setenta". El Rey Ptolomeo II Filadelfo de Egipto fue un gran admirador de la cultura y las antigüedades. A Ptolomeo se atribuye la fundación del primer "Museo" -casa en honor de las "musas" que inspiraban a los artistas-. Según una carta atribuida a un judío helenizado llamado Aristeas, dirigida a su hermano Filócrates, Ptolomeo Filadelfo solicitó al Sumo Sacerdote Eleazar de Jerusalén la presencia de 72 sabios judíos (seis por cada tribu de Israel) con el fin de traducir la Torah (los libros de la Ley hebrea revelada por Yahvé) al griego "koiné" para enriquecer la biblioteca de Alejandría. El nombre de "Septuaginta" se origina en el número "redondeado" de sabios que habrían intervenido en la traducción, o más bien en la "transposición", porque no se "tradujeron" solamente palabras y frases de una lengua a otra, sino se expresó con lucidez providencial el sentido auténtico de la Palabra de Dios. A pesar del recurso a la narrativa empleado por Aristeas en su relato, la carta parece expresar los hechos esenciales que rodearon la traducción de los textos del Antiguo Testamento, particularmente el carácter sagrado del original hebreo, como de la traducción de los Setenta.
El filósofo judío Aristóbulo, que vivió en Alejandría durante el reinado de Tolomeo VI Filometor (181-145 A. d. C.), confirmó la existencia de la versión de los Setenta con anterioridad a la carta de Aristeas. Aristóbulo atribuyó incluso a Platón el conocimiento de la Ley Mosaica. El filósofo judío alejandrino relata en una carta al rey Tolomeo que "la completa traducción de todos los libros de la Ley (fue hecha) en los tiempos del Rey llamado Filadelfo, vuestro ancestro" (3). 1. 3. Un "texto" inspirado para judíos y cristianos. Completada la transposición del Pentateuco al griego, se continuó con la traducción del resto de los libros sagrados. El proceso concluyó alrededor del año 150 A. de C. El texto griego de los "Setenta" fue adoptado por una significativa porción de judíos, tanto en Palestina como en la Diáspora. Los judíos "dispersos" se contaban en cientos de miles, exilados entre las naciones mediterráneas y del Lejano Oriente, especialmente Mesopotamia y Alejandría. Esta porción del pueblo hebreo hablaba griego y participaba de la cultura Helénica, extendida en Oriente desde Egipto, Etiopía, Palestina, Arabia, Siria, Asia Menor, Babilonia, Persia, adentrándose incluso hasta la frontera con la India.
El Pueblo Judío estimó la Septuaginta, desde sus orígenes, como "inspirada", digna de ser leída y estudiada en las sinagogas. Tal opinión fue compartida por la naciente Iglesia cristiana, que asumió la Septuaginta como expresión auténtica de la Revelación divina. Los Evangelistas y los Apóstoles acudieron a los "LXX" cuando escrutaron las antiguas escrituras en
busca de los anuncios proféticos revelados por el Padre sobre la venida redentora del Hijo.
Dejando de lado los elementos improbables o legendarios de la citada "Carta de Aristeas" (4), la intención del Rey Filadelfo estaba de acuerdo con la política cultural de los herederos del imperio de Alejandro Magno: emprender la helenización de la cuenca Mediterránea y del Oriente. Con ese propósito se quiso dotar a sus numerosos súbditos judíos con una versión de la Biblia en griego. En este sentido coinciden testimonios muy antiguos, como el de Aristóbulo (c. 150 A. de C.), de Filón de Alejandría, de Flavio Josefo y de Eusebio de Cesarea. Tanto en Palestina como en la Diáspora hebrea la política del rey Ptolomeo fue considerada estimable y conveniente por las autoridades. Ellos promovieron la traducción del resto de los libros bíblicos para el uso de los judíos "helenizados", escasamente versados en el idioma hebreo de sus antepasados.
En el fomento de la versión del Antiguo Testamento en un lenguaje gentil, los líderes judíos estaban siguiendo la senda iniciada en la época de Esdras, quien fue ministro del rey Atajerjes de Persia. Esta asimilación cultural fue conflictiva, pero continuo su flujo, contribuyendo con influencias duraderas. Como explica Abraham Schalit, la promoción de la traducción de las Escrituras Sagradas judías por Tolomeo y el reconocimiento de la Torá como la "constitución legal" del Pueblo Hebreo por reyes extranjeros como el seleúcida Antíoco III, trajo consigo la alteración de valores entre la población de Judea, "transformación cuya importancia histórica no es posible exagerar. Por vez primera en el período del segundo Templo, desde la época de Esdras y Nehemías, una influyente clase social judía, al mirar más allá de los confines de su propia cultura, descubría un mundo desconocido, y este descubrimiento ejerció en ellos una profunda influencia espiritual y material" (5). ¿Cuál fue la influencia espiritual del helenismo sobre los judíos? Cuando rige el "Segundo Templo" los nuevos textos recogidos en la Biblia se alejan del estilo rígido y excluyente del judaísmo "Pre-Exílico". Por ejemplo, el libro de Jonás muestra una inmensa carga humana cuando manifiesta su preocupación por la miseria del hombre como tal, sin hacer distinciones entre judíos y gentiles. En la percepción de Jonás se descubre un enfoque universal hacia la persona y su destino. En épocas anteriores los judíos se confirmaban, más bien, en su "razón de existir", en su identidad como "pueblo elegido" que esperaba su redención al final de los tiempos. Los llamados gentiles, "el resto" de la humanidad, incircuncisa y marginada de la Ley de Yahvé, estaban al margen de la salvación. Esta preocupación "humanista" no es excluyente a Jonás. También se descubre en el Eclesiastés, cuando su autor se plantea el problema del fin último y sentido de la existencia. ¿Podríamos interrogarnos si acaso esta influencia no habría retornado, del judaísmo hacia el mundo helénico y posteriormente romano, preparando la conciencia religiosa e intelectual a los grandes temas que serán respondidos con la predicación de la Buena Nueva del Evangelio?
La Septuaginta es un testimonio indispensable de esta "apertura cultural" y una vía fundamental para entrar en contacto con la fe del Pueblo Hebreo en la época del Señor y en los primeros pasos de la Iglesia. En el año del nacimiento de Jesús solamente en Alejandría, Egipto, la población judía sobrepasaba el
medio millón de fieles. Los judíos alejandrinos residían en sus propios barrios y estaban regidos por Leyes especiales, diversas a las que gobernaban la población local egipcia o "copta". El proceso de traducción, culminado en Alejandría a finales del siglo II, A de C., incluyó libros considerados como sagrados e inspirados, como I Esdras, Sabiduría, Eclesiástico, Judit, Tobías, Baruc, la "Carta de Jeremías" (contenida en el libro profético), 1-2 Macabeos y fragmentos de Ester (10, 4-16; 24).
Los cuestionamientos a la "Canonicidad" (autoridad y fidelidad de los antiguos libros sagrados) de la Septuaginta aparecieron tardíamente, concretamente cuando avanzaba el siglo I de la Era Cristiana (6). Los líderes del llamado "judaísmo fariseo" o "rabínico", la tradición dominante tras la trágica rebelión de los judíos de Palestina contra los romanos, entre los años 68 y 70 D. de C., descartaron estos libros "tardíos" después de la catástrofe que sufrieron bajo las armas romanas. 2. La Septuaginta y su importancia para el conocimiento de las versiones primitivas del Antiguo Testamento. 2.1. La Septuaginta, fuente de estudio para el Antiguo Testamento.
Los LXX tienen un valor especialísimo que no puede relativizarse. Como reconoce F.M. Cross, uno de los eruditos de las investigaciones sobre Qumrán y los manuscritos del Mar Muerto, "los traductores de la Septuaginta reprodujeron con fidelidad y extrema literalidad el 'Vorlage' u 'original' hebreo. Ello significa que la Septuaginta de los libros históricos debe ser asumida como herramienta primaria de la crítica del Antiguo Testamento" (7). Julio Trebollé es aun más enfático:
"La versión de los LXX constituye el mayor y más importante arsenal de datos para el estudio crítico del texto hebreo. Su testimonio es indirecto por cuanto se trata de una obra de traducción. Sin embargo, las numerosas y significativas coincidencias existentes entre LXX y manuscritos hebreos de Qumrán, han revalorizado el testimonio del texto griego, frente a corrientes imperantes en la época anterior al descubrimiento (1947), que consideraban el texto griego desprovisto de valor crítico y muy valioso en cambio como testimonio de la exégesis judía contemporánea de la época de la traducción" (8). Contrariamente algunos autores contemporáneos como Paul Kahle tendieron a comparar la Septuaginta con el desarrollo de los "targúmenos" arameos, los comentarios libres a los textos hebreos del Antiguo Testamento realizados por los escribas y rabinos en el idioma sirio-arameo hablado corrientemente entre los judíos de Palestina en tiempos del Señor Jesús.
Sin embargo, las evidencias acumuladas por la crítica textual conducen a descartar esta hipótesis. Las nuevas investigaciones de las técnicas de traducción empleadas por los sabios hebreos demuestran que los "targúmenos" arameos dependen de la Septuaginta, y no al revés (9). 2.2. Fines de la traslación de los "LXX".
La traducción del mensaje salvífico de Dios Padre Misericordioso, recogido
primero en hebreo, y más tarde trasladado a un idioma distinto, el griego koiné, constituyó una epopeya notable, tanto para la gesta religiosa, como para la historia del pensamiento.
El Padre Pierre Benoit, el respetado biblista, director y profesor de la Escuela Bíblica de Jerusalén, destacó cómo la acción de los sabios traductores israelitas no buscaba solamente hacer más accesible la Escritura a los judíos de la Diáspora que conocían mal el hebreo, sino conquistar el pensamiento griego para la sabiduría de la revelación de la Biblia. Con este doble propósito se entregaron a una epopeya inédita en la historia antigua (10).
Es difícil exagerar el cúmulo de problemas lingüísticos y teológicos que debieron enfrentar los traductores alejandrinos. Como observa el Padre Benoit, el resultado obtenido conduce a expresar profunda admiración por las cualidades humanas y sociales de los traductores hebreos. "Aquellos venerables doctores de Israel -destacó Benoit-, eran buenos conocedores de las Escrituras, de la lengua hebrea y también de la griega" (11). Al poder tener en sus manos este texto venerable y fiel del Antiguo Testamento, los Padres de la Iglesia opinaron, con la sutileza de los "maestros del espíritu", que la mano de Dios había cuidado cada momento de la transposición de la Septuaginta. Las posibilidades técnicas con que cuentan los filólogos y lingüistas hodiernos conlleva a la tentación de desmerecer el trabajo de los antiguos traductores. ¿Cuantos retos debieron haber enfrentado para desentrañar el cúmulo de problemas que presentó el lenguaje teológico plasmado en el hebreo? Benoit ha descrito con lucidez el desafío:
"La diferencia entre las lenguas hebrea y griega es el reflejo de una diversidad profunda entre dos mentalidades, entre dos mundos de pensamiento, cuyas categorías no coinciden por completo, si es que se aproximan. Fue todo un drama espiritual pasar de 'kabob' a 'doxa', de 'emeth' a 'apatheia', de 'sadóq' a 'dikaios', etc. Se trataba de encontrar en un nuevo horizonte de pensamiento modos de expresión que no traicionaran al antiguo. Y por fuerza que lo modificaban; lo transformaban y, a la postre, lo hacían progresar. La adopción del mensaje al mundo griego no era un rebajamiento a modo de concesión; era un desarrollo por conquista. Dios utilizaba los útiles mentales y, detrás de ellos, las problemáticas, las doctrinas de otra cultura, para perfeccionar y universalizar la comunicación de su Palabra (.) Esta traducción poseía el sabor fresco de una obra que entrañaba nuevos puntos de vista respecto a la historia de la salvación. La angeología, la resurrección corporal, la virginidad de la madre del Mesías, son algunos ejemplos de ello. Cuando se piensa en el alcance capital de esta nueva Escritura en el progreso de la revelación, no se puede vacilar en reconocer la acción de un carisma no menor, como dicen los Padres, que el de la antigua Escritura" (12). 3. La Septuaginta, un texto reconocido por judíos y cristianos. La Septuaginta asumió la llamada "división tripartita" del Antiguo Testamento, compuesta por la Torah; los Profetas "Anteriores" y "Posteriores" o "nebi'im"; y los "otros escritos" o "ketubi'im".
El primer testimonio de esta división "tripartita" está contenida en el prólogo al libro del Eclesiástico que formó parte de los LXX. El Eclesiástico fue escrito por Jesús Ben Sirá, "el Venerable". El nieto de Ben Sirá, llamado
Jesús igual que su abuelo, emprendió en alguna fecha cercana al año 130 A. de C. la laboriosa empresa de traducir al griego las enseñanzas de su abuelo, redactadas en hebreo alrededor del año 180 A. de C.. Ben Sirá "el Joven" instó a los lectores a examinar "con benevolencia y atención" este libro sobre la Sabiduría de la Ley, escrito a semejanza de los Proverbios, para que entrasen "en el conocimiento de estas cosas y se aplicaran más a vivir según la Ley" (13). Ambos Ben Sirá colocaron el Eclesiástico al mismo nivel de inspiración divina que la Torah y los Profetas. Para ello afirmaban que el espíritu de profecía estaba vigente en la tierra de Israel. Ben Sirá "el Venerable" atestiguó este principio mediante las palabras que Yahvé, Dios, le inspiró a escribir: "Derramaré la doctrina como profecía, la dejaré a los que buscan sabiduría" (24, 46). El prólogo del Sirácida daba a entender que existían "otros libros" que reunían similares características de "profecía" y, por lo tanto, compartían el carácter sagrado de la Torah y los Profetas. La Septuaginta recogió estos "libros" en su "colección", con el carácter de sagrados. Se trataba de Tobías, Judit, Sabiduría, Baruch, 1 y 2 Macabeos, conjuntamente con adiciones a Ester (10, 4; 16.24) y a Daniel (3, 24-90).
La información aportada por la Septuaginta y el Sirácida sobre la colección de escritos religiosos divinamente inspirados, y por lo tanto, portadores de autoridad normativa y sagrada, integrantes del "Canon" del Antiguo Testamento, es fundamental para inferir que en los días de la redacción de obras bíblicas tardías como Macabeos (14) y el Eclesiástico, el proceso de asimilación y fijación de los libros sagrados estaba aun vigente.
El filósofo judío Filón, quien también residió en Alejandría, afirmaba que la inspiración no debía circunscribirse solamente a las Escrituras (la Torah y los Profetas), porque habían personas auténticamente sabias, virtuosas e inspiradas, capaces de expresar aquellas cosas "ocultas" de Dios (15). 4. La Septuaginta, la Biblia para los judíos de Palestina y la Diáspora. La Septuaginta no solo alcanzó amplia difusión entre los hebreos de la Diáspora. El fluido intercambio entre Alejandría y Palestina permitió la propagación de la Septuaginta entre los judíos helenizados, emigrados a Palestina desde ciudades griegas de Siria, Babilonia y Asia Menor, conjuntamente con los que habitaban las ciudades helénicas de la "Decápolis" palestina. Estos encontraban mayor familiaridad con el "koiné" que con el hebreo. Debe anotarse el papel fundamental que cumplieron los "sabios" de Jerusalén en el proceso de traducción en Alejandría. Para los judíos de habla griega establecidos en Palestina y los habitantes de la Diáspora -y más tarde para los cristianos- la Septuaginta tuvo el carácter de texto inspirado. En este sentido la "Carta de Aristeas" expresó que la traducción fue realizada de forma milagrosa con la intervención de Dios. Aristeas narró cómo,
"tras haber dado lectura a los libros, los sacerdotes y los ancianos traductores y
la comunidad judía y los líderes del pueblo se colocaron de pie y manifestaron, que habiéndose realizado una tan excelente y sagrada y precisa traducción, era correcto que se conservase como estaba, y ninguna alteración debía hacérsele. Y cuando toda la comunidad expresó su aprobación, pronunciaron un anatema de acuerdo a sus costumbres, para que nadie se atreva a realizar ninguna alteración, añadiendo o cambiando de ninguna manera su contenido, y ninguna de las palabras que hayan sido escritas, o cometer ninguna omisión. Esta fue una precaución muy sabia para asegurar que el libro se preserve inalterado en el tiempo futuro" (16). Este dato es fundamental cuando se considera la lista de libros sagrados que integran la Septuaginta y la compleja conformación posterior del "Canon Farisaico" o "Rabínico" (surgido entre los siglos II y III D. de C.). Varios de estos libros inspirados fueron retirados posteriormente, por considerarlos de "origen extranjero".
A pesar de la acción tardía de los dirigentes del "Judaísmo Rabínico", la tradición que consideró la Septuaginta como divinamente inspirada fue reconocida por autores hebreos como Flavio Josefo y Filón, así como por la Patrística cristiana. Filón afirmó, en su "Vida de Moisés", la inspiración divina de los traductores de la Septuaginta (17).
Siguiente NOTAS
[1] Julio Trebolle, La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la Biblia, Editorial Trotta, Madrid 1993, p. 338.
[2] Ver John L. McKenzie, Dictionary of the Bible, McMillan Publishing, New York 1965, p. 860.
[3] Fragmento que ha sobrevivido en la obra de Eusebio de Cesarea, Praeparatio evangelica, 13.12, 1-2, Ver Mogens Müller, The first Bible of the Church. A plea for the Septuagint, en Journal for the Study of the Old Testament, Copenhagen International Seminar 1, N. 206, Sheffield Academic Press, Sheffield 1993, pp. 58-59.
[4] Tanto el filósofo judío Aristóbulo (s. II A. de C.), como Filón (m. 42 D. de C.) y el historiador Flavio Josefo consideraron como histórica la carta de Aristeas. La crítica textual de los LXX hecha posible a partir de los descubrimientos de Qumrán, que le atribuyen a los Setenta la autoridad de una reproducción fiel del texto hebreo, han mostrado el sustento histórico de las afirmaciones esenciales de la misiva de Aristeas.
[5] Ver Abraham Schalit, Choque de Ideologías. Palestina bajo los Seléucidas y los Romanos, en El Crisol del Cristianismo, Alianza Editorial, Madrid 1988, p. 74.
[6] “Canon” significa una “lista” o “catálogo” de libros que podían ser leídos en público, o en la liturgia. Por ser inspirados -de origen sagrado-, constituían para judíos y cristianos una norma de fe y de costumbres. En la Iglesia católica “Canon” significa una lista de libros reconocida por la Tradición y el Magisterio eclesial. La condición para la Canonicidad es el reconocimiento de su inspiración.
[7] Frank Moore Cross, The Ancient Library of Qumran, Fortress Press, Minneapolis 1995, p. 132.
[8] Julio Trebolle Barrera, ob. Cit., p. 337.
[9] Ver Mogens Müller, ob. cit., p. 43.
[10] Ver Pierre Benoit, La inspiración de los Setenta según los Padres, en Exégesis y
Teología, T. I, Ediciones Studium, Madrid 1965, p. 174.
[11] Ob. Cit., p. 173.
12] Ob. Cit., p. 177.
[13] Ecle, Prol.
[14] I Macabeos fue redactado originalmente en hebreo, entre los años 134 y 105 A de. C. Mientras que II Macabeos fue escrita en griego entre los años 134 y el 70 A de .C.
[15] Ver Canon of the Old Testament, en The International Standard Bible Encyclopedia, T. I, , Ed. Geoffrey W. BromiLey, William B. Eerdmans Publishing Company, Gran Rapids 1993, p. 596.
[16] Ep. Aristeas.


Septuaginta


Es una versión del Antiguo Testamento que tiene su origen en Alejandría, entre los siglos III y II, con el crecimiento del sector judío de habla griega tras la conquista de Alejandro Magno.
Según una leyenda 70 ó 72 ancianos de Israel de forma casi milagrosa (como diría Filón, por inspiración divina sin duda) llegaron a un consenso en la traducción del Pentateuco (más tarde la leyenda fue embelleciéndose y dirá que fue todo el Antiguo Testamento) del hebreo al griego en 72 días. De ahí el nombre que se le da a esta versión.
La obra contiene los mismos libros que el canon judío, aunque tradicionalmente se ha pensado que el canon de los judíos de Alejandría era más amplio que el de los judíos palestinos, ya que en la traducción se tradujeron otros libros a los que se les otorgó cierto valor como inspirados, a estos textos se les llamó "Septuaginta plus", y desde tiempos de Jerónimo, junto a algún escrito más se les ha llamado "apócrifos".
La Septuaginta tuvo un papel fundamental para los cristianos en el anuncio del evangelio sobre todo al sector grecorromano, Pablo principalmente hizo uso de ella en su predicación para llegar a los Tesalonicenses, Atenienses, a los de Antioquia y en general al mundo pagano. Los predicadores cristianos de los primeros siglos hicieron suya de tal forma esta versión que los judíos desarrollaron cierta aversión a ella. Los escritores del Nuevo Testamento utilizaron como base escritural la Septuaginta. Algunas alusiones al Antiguo Testamento ("como está escrito...") no tienen una correspondencia clara con los textos del canon hebreo, por lo que se sospecha que usaron la versión de la "Septuaginta ampliada".
Parece que esta traducción facilitó la tarea a los escritores del NT que encontraron una mayor proximidad a la hora de respaldar su la doctrina de las buenas nuevas en la traducción de las palabras al griego que en el original hebreo.
En los primeros siglos las copias de la Septuaginta se recopilaban, no en rollos, como en la antigüedad, sino en forma de códice. Se conservan tres códices (Sinaítico, Vaticano, Alejandrino) del AT y NT, que datan del s.IV-V, aunque el primero aunque no se conserva completo data del s.II-IV y al parecer formaba la Biblia griega de una iglesia en Egipto.

¿COMO FUE LA PRIMERA TRANSCRIPCIÓN DE LA BIBLIA?


En el año 250 antes de la era cristiana, Ptolomeo, rey de Grecia, emitió un decreto: debían reunirse en Alejandría 70 sabios judíos a fin de traducir, o mejor transcribir, LA BIBLIA hebrea al griego. Ubicó a los 70 sabios en distintas habitaciones, todos incomunicados y sin ningún tipo de contacto entre ellos, y las versiones de los 70 coincidieron. Esta transcripción de LA BIBLIA se la llama la "Septuaquinta" o "Versión de los Setenta", y sólo se pudieron transcribir, y con grandes dificultades, las palabras escritas, porque lo que correspondía a la tradición oral, las palabras que se encontraban entre líneas, eran intraducibles. Además, no existe un lenguaje tan amplio, que brinde tantas formas diferentes de interpretación como el hebreo. Su abecedario tiene 22 letras, todas son consonantes, y cada una de ellas, por separado, tiene grandes significados. Las vocales no tienen representación gráfica y se las intercala indistintamente entre las consonantes, en el lenguaje hablado, cambiando su significado. Por ejemplo si entre la d y la b ponemos una "A", queda "dabar", que significa palabra, pero si le intercalamos una "E", queda "deber" que significa peste. Es por esta razón que se considera al hebreo el lenguaje más rico de todos, cuyas raíces son las más antiguas que se han encontrado hasta ahora. Por otro lado, había realidades espirituales en el pueblo hebreo, que no las tenían los griegos y por esta razón no tenían morfemas (palabras escritas ) para realidades que no conocían los griegos y que eran propias del pueblo hebreo. Por ejemplo, el Espíritu Santo, en hebreo Ruaj, es la fuerza femenina de YHVH, este morfema (palabra escrita) es femenino, sería "la Espíritu Santa". Ruaj no existía para el pueblo griego, porque YHVH no se relacionó con ellos al comienzo, lo hizo sólo con el pueblo hebreo, entonces ellos no tenían morfema (palabra escrita) o fonema (palabra hablada) para Ruaj, no conocían a esta Persona de la Santísima Trinidad. En la Septuaquinta o Versión de los Setenta, se la transcribió por el morfema "viento", porque soplar e inspirar tienen la misma raíz en el hebreo y Ruaj inspira o sopla a los escritores lo que YHVH quiere que escriban, pero "Ruaj", literalmente no significa viento. Y así también, muchos otros morfemas (palabras escritas), no tenían traducción en griego, porque no existía la realidad a la que se referían. Quedó, entonces, la transcripción griega con algunas variantes, omisiones y adiciones.
Por eso en la introducción al libro del Eclesiástico, que aparece sólo en las traducciones de la versión griega, la oficial de la Iglesia Católica, dice algo muy importante y digno de tener en cuenta al estudiar la Sagrada Escritura: "...OS EXHORTO, PUES, A LEER ESTO CON BENEVOLENCIA Y APLICACIÓN Y A TENER INDULGENCIA POR AQUELLO EN QUE, A PESAR DEL ESFUERZO PUESTO EN LA TRADUCCIÓN, NO HEMOS LOGRADO DAR LA DEBIDA EXPRESIÓN A LAS PALABRAS, PUES LAS COSAS DICHAS EN HEBREO NO TIENEN LA MISMA FUERZA CUANDO SE TRADUCEN A OTRA LENGUA (en este caso al griego). NO SOLO ESTE LIBRO, SINO AÚN LA MISMA LEY Y LOS PROFETAS Y LOS RESTANTES LIBROS TRADUCIDOS, DIFIEREN NO POCO Y PRESENTAN NO POCA DIFERENCIA RESPECTO DE LO QUE DICE EL ORIGINAL" (Introd. Eclo.1-26).


La Septuaginta,
el Antiguo Testamento de Judíos y Cristianos

Esquema
1. Origen de la Septuaginta.
1.1. La traducción más primitiva del Antiguo Testamento.
1.2. Los "Setenta".
1.3. Un "texto" inspirado para judíos y cristianos.
2.1. El estudio textual del Antiguo Testamento.
2.2. Fines de la traslación de los "LXX".
5.1.    Opiniones de los Padres.
5.2.     Opinión de San Jerónimo.
5.3.    Posiciones iluminativas de San Justino, San Agustín y Orígenes.
7.1.    La confrontación con el Cristianismo y el abandono de la Septuaginta.
7.2.    El abandono de la Septuaginta y los conflictos entre griegos y judíos.
8. La Biblia Hebrea y el Fariseísmo
8.1. Adopción de una única versión bíblica.
8.2. Los Fariseos: el Partido Popular.
8.3. La autoridad de los Escribas.
8.4.  La "Escuela" de Hillel.
9. Los "comentarios exegéticos" del Fariseísmo Rabínico.
12.1. La existencia de diversas tradiciones.
12.2. La "Masorah" y los "Textos Masoréticos".
13.   Conclusión.

1. Origen de la Septuaginta.
1.1. La traducción más primitiva del Antiguo Testamento.
Algunas de las interrogantes que surgen de la lectura de la Sagrada Escritura y particularmente del Antiguo Testamento versan sobre la antigüedad de los textos que poseemos de la Biblia. ¿Cual es la versión más primitiva conocida de aquellos libros, sagrados para judíos y cristianos? ¿Cuales fueron las versiones del Antiguo Testamento empleadas por el Señor Jesús y los primeros cristianos? ¿Cual fue la fuente de las referencias del Antiguo Testamento recogidas por el Nuevo Testamento? ¿Cual fue la versión del Antiguo Testamento con mayor difusión entre los primeros cristianos?
La versión en griego del Antiguo Testamento llamada "Septuaginta" constituye una de las fuentes más importantes para adentrarse en la antigüedad de los textos de la Sagrada Escritura, tal como los conoció el Señor Jesús. Estos escritos fueron fundamentales para los primeros cristianos, tanto de origen hebreo como gentil. La Septuaginta fue reconocida por la naciente Iglesia y leída con la devoción reservada a la Revelación de Dios.
La Septuaginta constituye un testimonio de fundamental importancia para remontarse al pasado más remoto de los textos del Antiguo Testamento. Es una fuente privilegiada para conocer las llamadas "versiones paleohebreas", o "hebreas antiguas", veneradas por el pueblo de Israel en épocas anteriores al Señor Jesús, e incluso leídas, escuchadas de boca de los rabinos y maestros y estudiadas por el mismo entorno del Salvador.
La Septuaginta conforma el conjunto de las fuentes veterotestamentarias con otros escritos venerables como los manuscritos bíblicos de Qumrán, el "Pentateuco Samaritano" y la "Peshitta", la traducción del Antiguo Testamento del hebreo al idioma "siriaco", realizada por judeocristianos a finales del siglo I A. de C. La llamada "Biblia Hebrea" o la "versión Masorética" es bastante posterior. La Biblia Masorética fue elaborada a lo largo del primer milenio, ulterior al Señor Jesús, publicándose recién en su forma definitiva alrededor del año 900 de la era cristiana.
La Septuaginta o, en diminutivo, los "LXX" (Setenta), constituye la primera traducción de la Ley Mosaica o "Pentateuco" y de los Profetas, a un idioma distinto al hebreo, lengua considerada "sagrada" por los fieles judíos. En los decenios posteriores se sumaron a la Septuaginta el resto de los "otros escritos" en hebreo antiguo o "paleohebreo" de la Biblia.
Esta monumental empresa literaria fue iniciada en Alejandría de Egipto durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (285-247 A. de C.). Como documenta Julio Trebolle, "la traducción de todo un cuerpo de literatura hebrea a la lengua griega constituye un esfuerzo único de interpretación en todos los sentidos: ortografía, morfología, sintaxis, semántica, teología, etc." (1).
La Iglesia cristiana primitiva adoptó la Septuaginta como "escritura sagrada", sin reserva alguna. La mayoría de los textos del Antiguo Testamento citados por los Evangelistas y los Apóstoles pertenecen a los LXX.
Después de la Septuaginta, la más antigua e importante traducción del Antiguo Testamento en otro idioma fue la versión en lengua Siriaca o Aramea, llamada "Peshitta", o "Traducción Simple". Su origen se vincula a la conversión al judaísmo de los monarcas de Adiabene. La hebraización de la dinastía gobernante de este reino Sirio-Helénico ocurrió alrededor del año 40 D. de C. El manuscrito de mayor antigüedad descubierto de la "Peshitta" data del año 464 de la era cristiana. Dicho texto contiene parte del Pentateuco, aunque falta el libro de Levítico (2).
1.2. Los "Setenta".
El Rey Ptolomeo II Filadelfo de Egipto fue un gran admirador de la cultura y las antigüedades. A Ptolomeo se atribuye la fundación del primer "Museo" -casa en honor de las "musas" que inspiraban a los artistas-. Según una carta atribuida a un judío helenizado llamado Aristeas, dirigida a su hermano Filócrates, Ptolomeo Filadelfo solicitó al Sumo Sacerdote Eleazar de Jerusalén la presencia de 72 sabios judíos (seis por cada tribu de Israel) con el fin de traducir la Torah (los libros de la Ley hebrea revelada por Yahvé) al griego "koiné" para enriquecer la biblioteca de Alejandría.
El nombre de "Septuaginta" se origina en el número "redondeado" de sabios que habrían intervenido en la traducción, o más bien en la "transposición", porque no se "tradujeron" solamente palabras y frases de una lengua a otra, sino se expresó con lucidez providencial el sentido auténtico de la Palabra de Dios.
A pesar del recurso a la narrativa empleado por Aristeas en su relato, la carta parece expresar los hechos esenciales que rodearon la traducción de los textos del Antiguo Testamento, particularmente el carácter sagrado del original hebreo, como de la traducción de los Setenta.
El filósofo judío Aristóbulo, que vivió en Alejandría durante el reinado de Tolomeo VI Filometor (181-145 A. d. C.), confirmó la existencia de la versión de los Setenta con anterioridad a la carta de Aristeas. Aristóbulo atribuyó incluso a Platón el conocimiento de la Ley Mosaica. El filósofo judío alejandrino relata en una carta al rey Tolomeo que "la completa traducción de todos los libros de la Ley (fue hecha) en los tiempos del Rey llamado Filadelfo, vuestro ancestro" (3).
1. 3. Un "texto" inspirado para judíos y cristianos.
Completada la transposición del Pentateuco al griego, se continuó con la traducción del resto de los libros sagrados. El proceso concluyó alrededor del año 150 A. de C. El texto griego de los "Setenta" fue adoptado por una significativa porción de judíos, tanto en Palestina como en la Diáspora. Los judíos "dispersos" se contaban en cientos de miles, exilados entre las naciones mediterráneas y del Lejano Oriente, especialmente Mesopotamia y Alejandría. Esta porción del pueblo hebreo hablaba griego y participaba de la cultura Helénica, extendida en Oriente desde Egipto, Etiopía, Palestina, Arabia, Siria, Asia Menor, Babilonia, Persia, adentrándose incluso hasta la frontera con la India.
El Pueblo Judío estimó la Septuaginta, desde sus orígenes, como "inspirada", digna de ser leída y estudiada en las sinagogas. Tal opinión fue compartida por la naciente Iglesia cristiana, que asumió la Septuaginta como expresión auténtica de la Revelación divina. Los Evangelistas y los Apóstoles acudieron a los "LXX" cuando escrutaron las antiguas escrituras en busca de los anuncios proféticos revelados por el Padre sobre la venida redentora del Hijo.
Dejando de lado los elementos improbables o legendarios de la citada "Carta de Aristeas" (4), la intención del Rey Filadelfo estaba de acuerdo con la política cultural de los herederos del imperio de Alejandro Magno: emprender la helenización de la cuenca Mediterránea y del Oriente. Con ese propósito se quiso dotar a sus numerosos súbditos judíos con una versión de la Biblia en griego. En este sentido coinciden testimonios muy antiguos, como el de Aristóbulo (c. 150 A. de C.), de Filón de Alejandría, de Flavio Josefo y de Eusebio de Cesarea.
Tanto en Palestina como en la Diáspora hebrea la política del rey Ptolomeo fue considerada estimable y conveniente por las autoridades. Ellos promovieron la traducción del resto de los libros bíblicos para el uso de los judíos "helenizados", escasamente versados en el idioma hebreo de sus antepasados.
En el fomento de la versión del Antiguo Testamento en un lenguaje gentil, los líderes judíos estaban siguiendo la senda iniciada en la época de Esdras, quien fue ministro del rey Atajerjes de Persia. Esta asimilación cultural fue conflictiva, pero continuo su flujo, contribuyendo con influencias duraderas. Como explica Abraham Schalit, la promoción de la traducción de las Escrituras Sagradas judías por Tolomeo y el reconocimiento de la Torá como la "constitución legal" del Pueblo Hebreo por reyes extranjeros como el seleúcida Antíoco III, trajo consigo la alteración de valores entre la población de Judea, "transformación cuya importancia histórica no es posible exagerar. Por vez primera en el período del segundo Templo, desde la época de Esdras y Nehemías, una influyente clase social judía, al mirar más allá de los confines de su propia cultura, descubría un mundo desconocido, y este descubrimiento ejerció en ellos una profunda influencia espiritual y material" (5).
¿Cuál fue la influencia espiritual del helenismo sobre los judíos? Cuando rige el "Segundo Templo" los nuevos textos recogidos en la Biblia se alejan del estilo rígido y excluyente del judaísmo "Pre-Exílico". Por ejemplo, el libro de Jonás muestra una inmensa carga humana cuando manifiesta su preocupación por la miseria del hombre como tal, sin hacer distinciones entre judíos y gentiles. En la percepción de Jonás se descubre un enfoque universal hacia la persona y su destino. En épocas anteriores los judíos se confirmaban, más bien, en su "razón de existir", en su identidad como "pueblo elegido" que esperaba su redención al final de los tiempos. Los llamados gentiles, "el resto" de la humanidad, incircuncisa y marginada de la Ley de Yahvé, estaban al margen de la salvación.
Esta preocupación "humanista" no es excluyente a Jonás. También se descubre en el Eclesiastés, cuando su autor se plantea el problema del fin último y sentido de la existencia. ¿Podríamos interrogarnos si acaso esta influencia no habría retornado, del judaísmo hacia el mundo helénico y posteriormente romano, preparando la conciencia religiosa e intelectual a los grandes temas que serán respondidos con la predicación de la Buena Nueva del Evangelio?
La Septuaginta es un testimonio indispensable de esta "apertura cultural" y una vía fundamental para entrar en contacto con la fe del Pueblo Hebreo en la época del Señor y en los primeros pasos de la Iglesia. En el año del nacimiento de Jesús solamente en Alejandría, Egipto, la población judía sobrepasaba el medio millón de fieles. Los judíos alejandrinos residían en sus propios barrios y estaban regidos por Leyes especiales, diversas a las que gobernaban la población local egipcia o "copta".
El proceso de traducción, culminado en Alejandría a finales del siglo II, A de C., incluyó libros considerados como sagrados e inspirados, como I Esdras, Sabiduría, Eclesiástico, Judit, Tobías, Baruc, la "Carta de Jeremías" (contenida en el libro profético), 1-2 Macabeos y fragmentos de Ester (10, 4-16; 24).
Los cuestionamientos a la "Canonicidad" (autoridad y fidelidad de los antiguos libros sagrados) de la Septuaginta aparecieron tardíamente, concretamente cuando avanzaba el siglo I de la Era Cristiana (6). Los líderes del llamado "judaísmo fariseo" o "rabínico", la tradición dominante tras la trágica rebelión de los judíos de Palestina contra los romanos, entre los años 68 y 70 D. de C., descartaron estos libros "tardíos" después de la catástrofe que sufrieron bajo las armas romanas.
2. La Septuaginta y su importancia para el conocimiento de las versiones primitivas del Antiguo Testamento.
2.1. La Septuaginta, fuente de estudio para el Antiguo Testamento.
Los LXX tienen un valor especialísimo que no puede relativizarse. Como reconoce F.M. Cross, uno de los eruditos de las investigaciones sobre Qumrán y los manuscritos del Mar Muerto, "los traductores de la Septuaginta reprodujeron con fidelidad y extrema literalidad el 'Vorlage' u 'original' hebreo. Ello significa que la Septuaginta de los libros históricos debe ser asumida como herramienta primaria de la crítica del Antiguo Testamento" (7).
Julio Trebollé es aun más enfático:
"La versión de los LXX constituye el mayor y más importante arsenal de datos para el estudio crítico del texto hebreo. Su testimonio es indirecto por cuanto se trata de una obra de traducción. Sin embargo, las numerosas y significativas coincidencias existentes entre LXX y manuscritos hebreos de Qumrán, han revalorizado el testimonio del texto griego, frente a corrientes imperantes en la época anterior al descubrimiento (1947), que consideraban el texto griego desprovisto de valor crítico y muy valioso en cambio como testimonio de la exégesis judía contemporánea de la época de la traducción" (8).
Contrariamente algunos autores contemporáneos como Paul Kahle tendieron a comparar la Septuaginta con el desarrollo de los "targúmenos" arameos, los comentarios libres a los textos hebreos del Antiguo Testamento realizados por los escribas y rabinos en el idioma sirio-arameo hablado corrientemente entre los judíos de Palestina en tiempos del Señor Jesús.
Sin embargo, las evidencias acumuladas por la crítica textual conducen a descartar esta hipótesis. Las nuevas investigaciones de las técnicas de traducción empleadas por los sabios hebreos demuestran que los "targúmenos" arameos dependen de la Septuaginta, y no al revés (9).
2.2. Fines de la traslación de los "LXX".
La traducción del mensaje salvífico de Dios Padre Misericordioso, recogido primero en hebreo, y más tarde trasladado a un idioma distinto, el griego koiné, constituyó una epopeya notable, tanto para la gesta religiosa, como para la historia del pensamiento.
El Padre Pierre Benoit, el respetado biblista, director y profesor de la Escuela Bíblica de Jerusalén, destacó cómo la acción de los sabios traductores israelitas no buscaba solamente hacer más accesible la Escritura a los judíos de la Diáspora que conocían mal el hebreo, sino conquistar el pensamiento griego para la sabiduría de la revelación de la Biblia. Con este doble propósito se entregaron a una epopeya inédita en la historia antigua (10).
Es difícil exagerar el cúmulo de problemas lingüísticos y teológicos que debieron enfrentar los traductores alejandrinos. Como observa el Padre Benoit, el resultado obtenido conduce a expresar profunda admiración por las cualidades humanas y sociales de los traductores hebreos. "Aquellos venerables doctores de Israel -destacó Benoit-, eran buenos conocedores de las Escrituras, de la lengua hebrea y también de la griega" (11).
Al poder tener en sus manos este texto venerable y fiel del Antiguo Testamento, los Padres de la Iglesia opinaron, con la sutileza de los "maestros del espíritu", que la mano de Dios había cuidado cada momento de la transposición de la Septuaginta.
Las posibilidades técnicas con que cuentan los filólogos y lingüistas hodiernos conlleva a la tentación de desmerecer el trabajo de los antiguos traductores. ¿Cuantos retos debieron haber enfrentado para desentrañar el cúmulo de problemas que presentó el lenguaje teológico plasmado en el hebreo? Benoit ha descrito con lucidez el desafío:
"La diferencia entre las lenguas hebrea y griega es el reflejo de una diversidad profunda entre dos mentalidades, entre dos mundos de pensamiento, cuyas categorías no coinciden por completo, si es que se aproximan. Fue todo un drama espiritual pasar de 'kabob' a 'doxa', de 'emeth' a 'apatheia', de 'sadóq' a 'dikaios', etc. Se trataba de encontrar en un nuevo horizonte de pensamiento modos de expresión que no traicionaran al antiguo. Y por fuerza que lo modificaban; lo transformaban y, a la postre, lo hacían progresar. La adopción del mensaje al mundo griego no era un rebajamiento a modo de concesión; era un desarrollo por conquista. Dios utilizaba los útiles mentales y, detrás de ellos, las problemáticas, las doctrinas de otra cultura, para perfeccionar y universalizar la comunicación de su Palabra (.) Esta traducción poseía el sabor fresco de una obra que entrañaba nuevos puntos de vista respecto a la historia de la salvación. La angeología, la resurrección corporal, la virginidad de la madre del Mesías, son algunos ejemplos de ello. Cuando se piensa en el alcance capital de esta nueva Escritura en el progreso de la revelación, no se puede vacilar en reconocer la acción de un carisma no menor, como dicen los Padres, que el de la antigua Escritura" (12).
3. La Septuaginta, un texto reconocido por judíos y cristianos.
La Septuaginta asumió la llamada "división tripartita" del Antiguo Testamento, compuesta por la Torah; los Profetas "Anteriores" y "Posteriores" o "nebi'im"; y los "otros escritos" o "ketubi'im".
El primer testimonio de esta división "tripartita" está contenida en el prólogo al libro del Eclesiástico que formó parte de los LXX. El Eclesiástico fue escrito por Jesús Ben Sirá, "el Venerable". El nieto de Ben Sirá, llamado Jesús igual que su abuelo, emprendió en alguna fecha cercana al año 130 A. de C. la laboriosa empresa de traducir al griego las enseñanzas de su abuelo, redactadas en hebreo alrededor del año 180 A. de C.. Ben Sirá "el Joven" instó a los lectores a examinar "con benevolencia y atención" este libro sobre la Sabiduría de la Ley, escrito a semejanza de los Proverbios, para que entrasen "en el conocimiento de estas cosas y se aplicaran más a vivir según la Ley" (13).
Ambos Ben Sirá colocaron el Eclesiástico al mismo nivel de inspiración divina que la Torah y los Profetas. Para ello afirmaban que el espíritu de profecía estaba vigente en la tierra de Israel. Ben Sirá "el Venerable" atestiguó este principio mediante las palabras que Yahvé, Dios, le inspiró a escribir:
"Derramaré la doctrina como profecía, la dejaré a los que buscan sabiduría" (24, 46).
El prólogo del Sirácida daba a entender que existían "otros libros" que reunían similares características de "profecía" y, por lo tanto, compartían el carácter sagrado de la Torah y los Profetas. La Septuaginta recogió estos "libros" en su "colección", con el carácter de sagrados. Se trataba de Tobías, Judit, Sabiduría, Baruch, 1 y 2 Macabeos, conjuntamente con adiciones a Ester (10, 4; 16.24) y a Daniel (3, 24-90).
La información aportada por la Septuaginta y el Sirácida sobre la colección de escritos religiosos divinamente inspirados, y por lo tanto, portadores de autoridad normativa y sagrada, integrantes del "Canon" del Antiguo Testamento, es fundamental para inferir que en los días de la redacción de obras bíblicas tardías como Macabeos (14) y el Eclesiástico, el proceso de asimilación y fijación de los libros sagrados estaba aun vigente.
El filósofo judío Filón, quien también residió en Alejandría, afirmaba que la inspiración no debía circunscribirse solamente a las Escrituras (la Torah y los Profetas), porque habían personas auténticamente sabias, virtuosas e inspiradas, capaces de expresar aquellas cosas "ocultas" de Dios (15).
4. La Septuaginta, la Biblia para los judíos de Palestina y la Diáspora.
La Septuaginta no solo alcanzó amplia difusión entre los hebreos de la Diáspora. El fluido intercambio entre Alejandría y Palestina permitió la propagación de la Septuaginta entre los judíos helenizados, emigrados a Palestina desde ciudades griegas de Siria, Babilonia y Asia Menor, conjuntamente con los que habitaban las ciudades helénicas de la "Decápolis" palestina. Estos encontraban mayor familiaridad con el "koiné" que con el hebreo. Debe anotarse el papel fundamental que cumplieron los "sabios" de Jerusalén en el proceso de traducción en Alejandría.
Para los judíos de habla griega establecidos en Palestina y los habitantes de la Diáspora -y más tarde para los cristianos- la Septuaginta tuvo el carácter de texto inspirado. En este sentido la "Carta de Aristeas" expresó que la traducción fue realizada de forma milagrosa con la intervención de Dios.
Aristeas narró cómo,
"tras haber dado lectura a los libros, los sacerdotes y los ancianos traductores y la comunidad judía y los líderes del pueblo se colocaron de pie y manifestaron, que habiéndose realizado una tan excelente y sagrada y precisa traducción, era correcto que se conservase como estaba, y ninguna alteración debía hacérsele. Y cuando toda la comunidad expresó su aprobación, pronunciaron un anatema de acuerdo a sus costumbres, para que nadie se atreva a realizar ninguna alteración, añadiendo o cambiando de ninguna manera su contenido, y ninguna de las palabras que hayan sido escritas, o cometer ninguna omisión. Esta fue una precaución muy sabia para asegurar que el libro se preserve inalterado en el tiempo futuro" (16).
Este dato es fundamental cuando se considera la lista de libros sagrados que integran la Septuaginta y la compleja conformación posterior del "Canon Farisaico" o "Rabínico" (surgido entre los siglos II y III D. de C.). Varios de estos libros inspirados fueron retirados posteriormente, por considerarlos de "origen extranjero".
A pesar de la acción tardía de los dirigentes del "Judaísmo Rabínico", la tradición que consideró la Septuaginta como divinamente inspirada fue reconocida por autores hebreos como Flavio Josefo y Filón, así como por la Patrística cristiana. Filón afirmó, en su "Vida de Moisés", la inspiración divina de los traductores de la Septuaginta (17).
NOTAS
[1] Julio Trebolle, La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la Biblia, Editorial Trotta, Madrid 1993, p. 338.
[2] Ver John L. McKenzie, Dictionary of the Bible, McMillan Publishing, New York 1965, p. 860.
[3] Fragmento que ha sobrevivido en la obra de Eusebio de Cesarea, Praeparatio evangelica, 13.12, 1-2, Ver Mogens Müller, The first Bible of the Church. A plea for the Septuagint, en Journal for the Study of the Old Testament, Copenhagen International Seminar 1, N. 206, Sheffield Academic Press, Sheffield 1993, pp. 58-59.
[4] Tanto el filósofo judío Aristóbulo (s. II A. de C.), como Filón (m. 42 D. de C.) y el historiador Flavio Josefo consideraron como histórica la carta de Aristeas. La crítica textual de los LXX hecha posible a partir de los descubrimientos de Qumrán, que le atribuyen a los Setenta la autoridad de una reproducción fiel del texto hebreo, han mostrado el sustento histórico de las afirmaciones esenciales de la misiva de Aristeas.
[5] Ver Abraham Schalit, Choque de Ideologías. Palestina bajo los Seléucidas y los Romanos, en El Crisol del Cristianismo, Alianza Editorial, Madrid 1988, p. 74.
[6] Canon” significa una “lista” o “catálogo” de libros que podían ser leídos en público, o en la liturgia. Por ser inspirados -de origen sagrado-, constituían para judíos y cristianos una norma de fe y de costumbres. En la Iglesia católica “Canon” significa una lista de libros reconocida por la Tradición y el Magisterio eclesial. La condición para la Canonicidad es el reconocimiento de su inspiración.
[7] Frank Moore Cross, The Ancient Library of Qumran, Fortress Press, Minneapolis 1995, p. 132.
[8] Julio Trebolle Barrera, ob. Cit., p. 337.
[9] Ver Mogens Müller, ob. cit., p. 43.
[10] Ver Pierre Benoit, La inspiración de los Setenta según los Padres, en Exégesis y Teología, T. I, Ediciones Studium, Madrid 1965, p. 174.
[11] Ob. Cit., p. 173.
12] Ob. Cit., p. 177.
[13] Ecle, Prol.
[14] I Macabeos fue redactado originalmente en hebreo, entre los años 134 y 105 A de. C. Mientras que II Macabeos fue escrita en griego entre los años 134 y el 70 A de .C.
[15] Ver Canon of the Old Testament, en The International Standard Bible Encyclopedia, T. I, , Ed. Geoffrey W. BromiLey, William B. Eerdmans Publishing Company, Gran Rapids 1993, p. 596.
[16] Ep. Aristeas.
[17] Ver 13, 12.
¿Los frailes que copiaron los escritos para hacer la Biblia.¿Eran los primeros administrativos. Nadie escribia.?

 En el año 250 antes de la era cristiana, Ptolomeo, rey de Grecia, emitió un decreto: debían reunirse en Alejandría 70 sabios judíos a fin de traducir, o mejor transcribir, LA BIBLIA hebrea al griego. Ubicó a los 70 sabios en distintas habitaciones, todos incomunicados y sin ningún tipo de contacto entre ellos, y las versiones de los 70 coincidieron. Esta transcripción de LA BIBLIA se la llama la "Septuaquinta" o "Versión de los Setenta", y sólo se pudieron transcribir, y con grandes dificultades, las palabras escritas, porque lo que correspondía a la tradición oral, las palabras que se encontraban entre líneas, eran intraducibles. Además, no existe un lenguaje tan amplio, que brinde tantas formas diferentes de interpretación como el hebreo. Su abecedario tiene 22 letras, todas son consonantes, y cada una de ellas, por separado, tiene grandes significados. Las vocales no tienen representación gráfica y se las intercala indistintamente entre las consonantes, en el lenguaje hablado, cambiando su significado. Por ejemplo si entre la d y la b ponemos una "A", queda "dabar", que significa palabra, pero si le intercalamos una "E", queda "deber" que significa peste. Es por esta razón que se considera al hebreo el lenguaje más rico de todos, cuyas raíces son las más antiguas que se han encontrado hasta ahora. Por otro lado, había realidades espirituales en el pueblo hebreo, que no las tenían los griegos y por esta razón no tenían morfemas (palabras escritas ) para realidades que no conocían los griegos y que eran propias del pueblo hebreo. Por ejemplo, el Espíritu Santo, en hebreo Ruaj, es la fuerza femenina de YHVH, este morfema (palabra escrita) es femenino, sería "la Espíritu Santa". Ruaj no existía para el pueblo griego, porque YHVH no se relacionó con ellos al comienzo, lo hizo sólo con el pueblo hebreo, entonces ellos no tenían morfema (palabra escrita) o fonema (palabra hablada) para Ruaj, no conocían a esta Persona de la Santísima Trinidad. En la Septuaquinta o Versión de los Setenta, se la transcribió por el morfema "viento", porque soplar e inspirar tienen la misma raíz en el hebreo y Ruaj inspira o sopla a los escritores lo que YHVH quiere que escriban, pero "Ruaj", literalmente no significa viento. Y así también, muchos otros morfemas (palabras escritas), no tenían traducción en griego, porque no existía la realidad a la que se referían. Quedó, entonces, la transcripción griega con algunas variantes, omisiones y adiciones.

 INTRODUCCIÓN A LA SAGRADA  ESCRITURA.

L A   R E V E L A C I O N   D I V I N A

Nuestra fe cristiana se fundamenta en la revelación, es decir en lo que Dios, bondad y sabiduría infinita, nos ha revelado acerca de Sí mismo y sus planes (Ef 1, 9)  (Dei Verbum 2 y 6).
Etimológicamente, Revelación viene de verbo latino revelare, y del griego  apwkaliptw. Ambas palabras  las podemos traducir por descubrir, correr el velo para que se vea algo que está oculto.
Revelación divina será, pues, una acción divina por la cual se descubre a un hombre una verdad hasta entonces ignorada o imperfectamente conocida: bien que tal verdad esté al alcance de la mente humana, bien que la exceda.
·     INMEDIATA, si es manifiesta a alguno directamente por Dios, Jesús o un ángel.
·     MEDIATA, cuando Dios la comunica por medio de un representante suyo.
La revelación es, pues, de origen divino, porque procede de Dios y Él es su autor.
Como va dirigida a todos los hombres designando la acción salvadora de Dios nuestro Señor, se llama Revelación pública. No se da a través de comunicaciones intelectuales, puesto que atañe al hombre total y por eso vale para todos los tiempos y encuentra su cumplimiento con la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Por ello se enseña que la Revelación pública ha terminado con la muerte del último de los apóstoles y, a partir de allí la Iglesia está vinculada con historia de la salvación y la palabra de la Biblia que garantiza e interpreta esa historia.
Dios se nos revela en primer término por medio de la creación, dejándonos en ella un testimonio de sí mismo.
El depósito de la revelación lo encontramos en dos libros.  Lo que nos dijo Dios por medio de los profetas en el Antiguo Testamento y la revelación de Jesucristo en el Nuevo Testamento. Todo lo cual ha sido entregado a la Iglesia, que lo conserva incólume."La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia" (Dei Verbum 10).
La revelación pública ya está acabada y no hay que esperar ninguna antes de la manifestación gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo. Cristo es la plenitud de la Revelación.  Ahora bien, lo que esperamos aún es la manifestación definitiva de todo su contenido.  De hecho hay muchas cosas en las Sagradas Escrituras que no comprendemos, pero las iremos entendiendo a la luz de la historia (Jr 30, 23-24: Mirad que una tormenta de Yahvé ha estallado, un torbellino remolinea: sobre la cabeza de los malos descarga. No ha de apaciguarse el ardor de la ira de Yahvé hasta que la ejecute, y realice los designios de su corazón. En días futuros os percataréis de ellos).
Esta Revelación es íntegramente transmitida por escrito o tradición a través de la sucesión legítima de los Obispos y fielmente expuesta en la Iglesia (Lumen Gentium 25).  Por eso la Iglesia ha considerado siempre como suprema norma de su fe la Escritura unida a la Tradición (Dei Verbum 21)
No debemos confundir la revelación pública con la privada. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 67) reconoce la existencia de la revelación privada y enseña que su función es la de ayudar a vivir la Revelación de Cristo en una determinada época de la historia. Por eso, algunas de ellas han sido aprobadas. Ahora bien, se debe tener siempre presente que la autoridad de las revelaciones privadas es esencialmente diversa de la única Revelación pública. “No se debe un asentimiento de fe católica a revelaciones, no es ni tan siquiera posible.Estas revelaciones exigen mas bien un asentimiento de fe humana; según las reglas de la prudencia, que nos las presenta como probables y piadosamente creíbles”. (Card. Próspero Lambertini).
De ahí que el criterio de verdad de una revelación privada es una orientación a Cristo mismo. Cuando ella nos aleja de Él, cuando se hace autónoma, o más aún, cuando se hace pasar como otro y mejor designio de salvación, más importante que el Evangelio, entonces no viene ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el interior del Evangelio y no fuera del mismo.
¿Qué elementos contiene la aprobación eclesiástica de una revelación privada?
a)     Que el mensaje en cuestión no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres;
b)     Que es lícito hacerlo público;
c)      Que los fieles están autorizados a darle su adhesión en forma prudente.

Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto, aquellas “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo.
En conclusión:
·                 Dios se ha manifestado principalmente a través de una «revelación pública», realizada mediante las palabras y obras de Jesús, y conservada a través del testimonio de los apóstoles.
·                 Dios ha querido también manifestarse a lo largo de la historia a algunas personas concretas con el fin de mantener viva la fe. Esto lo hace a través de «revelaciones privadas»: como las apariciones de la Virgen,…
·                 Dichas «revelaciones privadas» no pueden considerarse nunca superiores o contrarias a la «revelación pública», sino que están siempre a su servicio.
·                 El criterio del servicio a la «revelación pública» es el que utiliza el Magisterio para discernir cuáles «revelaciones privadas» pueden ser aceptadas y cuáles no.
1. ¿Las «revelaciones privadas» tienen la misma validez que la «revelación pública».?
Respuesta: Las «revelaciones privadas» no tienen la misma validez que la «revelación pública» ya que aquellas no podrían existir sin ésta y, sin embargo, la «revelación pública» sí podría existir sin las «privadas».
2. ¿Es necesario creer en las apariciones de la Virgen o de los santos para salvarse.?
Respuesta: No es necesario, ya que las apariciones no pertenecen al «depósito de la fe».
3. ¿Una «revelación privada» puede contradecir alguna verdad perteneciente al «depósito de la fe»?
Respuesta: Las «revelaciones privadas» deben estar en armonía con lo dicho en el «depósito de la fe»; de lo contrario no vienen de Dios.


L A   T R A D I C I O N   D I V I N A


Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos, se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades.  Por eso Cristo Nuestro Señor mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres....  Este mandato se cumplió fielmente, pues los Apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido; además los mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo.  (Dei Verbum 7). Por eso podemos afirmar que la Tradición es la Palabra de Dios no contenida en la Biblia, sino transmitida por Jesucristo a los Apóstoles y por éstos a la Iglesia.
Las enseñanzas de la Tradición están contenidas en los Símbolos o Profesiones de la fe (por ejemplo, el Credo), en los documentos de los Concilios, en los escritos de los Santos Padres de la Iglesia y en los ritos de la Sagrada Liturgia.
Efectivamente, Cristo envió a sus Apóstoles a predicar, no a escribir  
  • Mt 28, 18-20: 18Jesús se acercó a ellos y les habló así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
  • Mc 16, 15: Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación..
Por consiguiente, la predicación apostólica o sea la tradición oral es anterior a la Palabra de Dios escrita que tenemos en los libros del Nuevo Testamento.  Y lo mismo sucede respecto al Antiguo Testamento.

NO SE HA ESCRITO TODO: Hay quienes piensan que, una vez que se puso por escrito la Palabra de Dios, ya no queda lugar para la tradición oral, ya que -dicen- quedó todo escrito.  Sin embargo, consta por la misma Biblia que no fue así. Vemos que san Juan cuando concluye su Evangelio, que cronológicamente es el último, dice: Muchas otras cosas hizo Jesús, que, si se escribieran una por una, creo que este mundo no podría contener los libros  (Jn 21, 25). Muchas palabras de Jesús -que no están en los Evangelios- se transmitieron oralmente y algunas de ellas aparecen en otros escritos del Nuevo Testamento (Hc 20, 35: "Hay más dicha en dar que en recibir"). Es lo que llamamos ágrafon (etimológicamente: no escrito).
Por otra parte consta en la Escritura que los Apóstoles dejaron mucho por escribir (II Jn 12 -  III Jn 13, 14)

EXISTE LA TRADICIÓN: Consta claramente en la Biblia que hay una tradición oral que debe conservarse.  Dice San Pablo a los Tesalonicenses: "Manteneos, pues, hermanos, firmes y guardad las tradiciones que recibisteis, ya de palabra ya por nuestra carta" (II Tes 2, 15). Por consiguiente, al lado de la Palabra de Dios escrita hay una Palabra  transmitida de viva voz y hay que guardar ambas; pues, solo si permanece en nosotros esto que se ha enseñado desde el principio, nos mantendremos en la verdad y no correremos peligro de extraviarnos (I Jn 2, 24-26: 24En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre, 25 y ésta es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna. 26  Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros).
Por ello la Biblia, incluso nos exhorta a
1º) apartarnos de quien no sigue la Tradición (II Tes 3, 6: Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis.)
2º) que no nos dejemos arrastrar por novedades doctrinales (Hb 13, 9: No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino.);
3º) al tiempo que nos invita a "Combatir por la fe que una vez para siempre ha sido dada a los santos" (Jd 3).

TRANSMISIÓN DE LA TRADICIÓN:   Dice San Pablo a Timoteo, Obispo de Éfeso: "Lo que de mí oíste ante muchos testigos, encomiéndalo a hombres fieles capaces de enseñar a otros" (II Tim 2, 2).
Nos describe aquí San Pablo el proceso de la Tradición, en el cual como cadena no interrumpida, señala hasta cinco anillos:
1) Los testigos de vista que vieron a Jesús Resucitado
2) El mismo San Pablo que de ellos lo ha oído (fuera de que él también lo había contemplado glorioso -  I Cor 15, 3-8-)
3) Timoteo que lo oye de Pablo
4) Los hombres fieles a quienes Timoteo confía el Testimonio.
5) Los otros que a su vez lo reciben de los hombres fieles
 Esta frase denota la importancia que el Apóstol da al hecho de la transmisión del Evangelio por medio de la Palabra.
POR TANTO, los Apóstoles, "para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, nombraron como sucesores a los Obispos, dejándoles su cargo en el magisterio” (Dei Verbum 7 citando a San Ireneo).  Por consiguiente, la Tradición se transmite por medio de los Obispos.
Todo esto lo resumimos leyendo el Catecismo de la Iglesia Católica:
75 "Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que el mismo cumplió y promulgó con su boca" (DV 7).
La predicación apostólica...
76 La transmisión del evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:
oralmente: "los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó"; 
por escrito: "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo" (DV 7).
… continuada en la sucesión apostólica
77 "Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, 'dejándoles su cargo en el magisterio'" (DV 7). En efecto, "la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos" (DV 8).
78 Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo es llamada la Tradición en cuanto distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree" (DV 8). "Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a loa práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora" (DV 8).
79 Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia: "Dios, que habló en otros tiempos, sigue conservando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo" (DV 8).



L A   S A G R A D A    E S C R I T U R A


Dice el CONCILIO VATICANO I: La Sagrada Escritura es una colección de Libros Sagrados que "escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen por autor a Dios, y como tales han sido entregados a la Iglesia".
Dice el CONCILIO VATICANO II: "La Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo".
Y SAN GREGORIO MAGNO afirma de Ella que es “una carta de Dios Omnipotente a su criatura".
La Sagrada Escritura se divide en dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento. "Los libros del ANTIGUO TESTAMENTO narran la historia de la salvación, en la que paso a paso, se prepara la venida de Cristo al mundo" (Lumen Gentium 55), por tanto contiene los escritos sagrados anteriores a la venida de Cristo.
El NUEVO TESTAMENTO contiene los escritos hechos después de la venida de Cristo.  Entre ellos, sobresalen los Evangelios.
A su vez los libros del Antiguo y Nuevo Testamento se dividen en: libros históricos, didácticos y proféticos. Y cada libro se divide en capítulos y versículos.

NOMBRES DE LA SAGRADA ESCRITURA

1) SAGRADA ESCRITURA: "La Palabra de Dios escrita" (Dz 1972).  Así la llama el Concilio de Trento.
2) BIBLIA: del griego βιβlov  (Colección de libros)
3) TESTAMENTO: del hebreo   (pacto)
ANTIGUO TESTAMENTO: pacto hecho por Dios con el pueblo de Israel.  Fue hecho a Abrahán y concluido por Moisés. Promete un Redentor.  Se sella con la sangre de la circuncisión y con el cordero pascual.
NUEVO TESTAMENTO: pacto entre el Padre celestial y la Humanidad por medio de Jesucristo que lo sella con su sangre.

DIVISIONES   DE   LA   SAGRADA   ESCRITURA

Los judíos, que sólo admiten 39 libros escritos en hebreo, los dividen en 
* LA LEY (Torá)
* LOS PROFETAS (Nebiin)
* LOS HAGIÓGRAFOS  (Ketubin)

Los católicos admiten estos 39 y además otros 7, en el Antiguo Testamento, por tanto 46; a éstos añaden los 27 del Nuevo Testamento.  En total, 73 libros.  Los dividen en:
En el ANTIGUO TESTAMENTO, esta división se debe a que había dos cánones entre los judíos de los Libros Santos: el Canon Breve (palestinense) y el Canon Largo (alejandrino).
El Antiguo Testamento en hebreo (Canon Breve) está formado por 39 libros y se divide en tres partes: “La Ley”, “Los Profetas” y “Los Escritos”. A estos 39 libros se les conoce como “protocanónicos”.
El Antiguo Testamento en griego (Canon Largo) está formado por 46 libros. La versión griega de la Biblia, conocida como de los Setenta, cuenta con 7 libros más: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Sabiduría. Además, algunas secciones griegas de Ester y Daniel. A estos libros se les llama “deuterocanónicos”.
Los judíos en Alejandría tenían un concepto más amplio de la inspiración bíblica. Estaban convencidos de que Dios no dejaba de comunicarse con su pueblo aún fuera de la Tierra Santa, y de que lo hacía iluminando a sus hijos en las nuevas circunstancias en que se encontraban.
Jesús debió utilizar el Canon Breve, de 39 libros, pero los Apóstoles, al llevar el Evangelio al Imperio Grecorromano, utilizaron el Canon Alejandrino. En el texto sagrado usado por los apóstoles, aparecen unas 350 citas del Antiguo Testamento en el Nuevo. De esas 350 citas, al menos 300 concuerdan con el texto de los Setenta. Esto demuestra que los apóstoles se servían del texto griego de los Setenta como del texto sagrado por excelencia. Lo cual indica que era aprobado por los mismos apóstoles, como afirma San Agustín[1]. Y, por consiguiente, admitían como canónicos e inspirados todos los libros en ella contenidos, incluso los deuterocanónicos, que formaban parte de dicha versión. Así, la Iglesia primitiva recibió este canon que consta de 46 libros.
En el siglo III comenzaron las dudas sobre la inclusión de los deuterocanónicos. La causa fueron las discusiones con los judíos, en las cuales los cristianos solo utilizaban los libros protocanónicos. Algunos Padres de la Iglesia hacen notar estas dudas en sus escritos [por ejemplo san Atanasio (373), san Cirilo de Jerusalén (386), san Gregorio Nacianceno (389)], mientras otros mantuvieron como inspirados también los deuterocanónicos, como san Basilio (379), san Agustín (430), san León Magno (461).
A partir del año 393 diferentes concilios, primero regionales y luego ecuménicos, fueron precisando la lista de los Libros “canónicos” para la Iglesia. Estos fueron:
·        Concilio de Hipona (393)
·        Concilio de Cartago (397 y 419)
·        Concilio Florentino (1441)
·        Concilio de Trento (1546) En este último, solemnemente reunido el 8 de abril de 1546, se definió dogmáticamente el canon de los Libros Sagrados.
Los protestantes, por regla general, sólo admiten como libros sagrados los 39 libros del canon hebreo (los protocanónicos), aunque poco a poco son más los que reúnen en sus Biblias proto y deuterocanónicos. El primero que negó la canonicidad de los siete deuterocanónicos fue Carlostadio (1520), seguido de Lutero (1534) y luego Calvino (1540).
El NUEVO TESTAMENTO, formado por 27 libros, se divide en cuatro partes: “Evangelios”, “Hechos de los Apóstoles”, “Epístolas” y “Apocalipsis”. De los 27 libros que componen el Nuevo Testamento, hay también 7 cuya inspiración se puso algún tiempo en duda. Estos son: Hebreos, Santiago, segunda de Pedro, segunda y tercera de Juan, Judas y Apocalipsis. En general, la duda de inspiración se fundaba sobre duda de autenticidad.
En los orígenes de la Iglesia, la regla de fe se encontraba en la enseñanza oral de los Apóstoles y de los primeros evangelizadores. Pasado el tiempo, se sintió la urgencia de consignar por escrito las enseñanzas de Jesús y los rasgos sobresalientes de su vida. Éste fue el origen de los Evangelios. Por otra parte, los Apóstoles alimentaban espiritualmente a sus fieles mediante cartas, según los problemas que iban surgiendo. Éste fue el origen de las Epístolas.
Además circulaban entre los cristianos del siglo primero dos obras más de personajes importantes: “Los Hechos de los Apóstoles” escrita por san Lucas, y el “Apocalipsis”, de San Juan.
A fines del siglo I y principios del II, el número de libros de la colección variaba de una Iglesia a otra.  A mediados del siglo II, las corrientes heréticas de Marción (que afirmaba que únicamente el Evangelio de san Lucas y las 10 Epístolas de san Pablo tenían origen divino), y de Montano (que pretendía introducir como libros santos sus propios escritos), urgieron la determinación del Canon del Nuevo Testamento.
Hacia fines del siglo II, la colección del Nuevo Testamento era casi la misma en las Iglesias de Oriente y Occidente. En los tiempos de san Agustín, los Concilios de Hipona (393) y de Cartago (397 y 419) reconocieron el Canon de 27 libros, así como el Concilio de Trullo (Constantinopla, 692) y el Concilio Florentino (1441).
Con la llegada del protestantismo, se renovaron antiguas dudas y se volvieron a excluir algunos libros. Lutero rechazaba Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Carlostadio y Calvino aceptaron los 27. Los protestantes liberales no suelen hablar de “libros inspirados”, sino de “literatura cristiana primitiva”.
Por fin, en el Concilio de Trento (1546), se presentó oficial y dogmáticamente la lista íntegra del Nuevo Testamento.
El criterio objetivo y último para la aceptación del Canon del Nuevo Testamento será siempre la revelación hecha por el Espíritu Santo y transmitida fielmente por ella.
En cuanto a criterios secundarios que se tuvieron en cuenta, fueron los siguientes:
1.- Su origen apostólico (o de la generación apostólica).
2.- Su ortodoxia en la doctrina.
3.- Su uso litúrgico antiguo y generalizado.

LOS IDIOMAS DE LA SAGRADA ESCRITURA
Tres son las lenguas originales de la Biblia: HEBREO, ARAMEO Y GRIEGO.
·     En HEBREO se escribió la mayor parte del Antiguo Testamento.
·     En ARAMEO se escribieron:
- Tobías
- Judit
- fragmentos de Esdras, Daniel, Jeremías y del Génesis
- el original de San Mateo
·     En GRIEGO se escribió:
- el libro de la Sabiduría
- el II de Macabeos
- el Eclesiástico
- partes de los libros de Ester y de Daniel
- el Nuevo Testamento, excepto el original de San Mateo

VERSIONES DE LA BIBLIA
Existen distintas versiones básicas de la Biblia. Las actuales ediciones de la Biblia en las diversas lenguas son traducciones de uno u otra versión. Estas versiones son:
·     Versión de los "Setenta" o "Alejandrina": (conocida también como "Septuaginta"), es la principal versión griega por su antigüedad y autoridad. Su redacción se inició en el siglo III a.C. (250 a.C.) y se concluyó al final del siglo II a.C. (105 a.C.).
El nombre de "Setenta" se debe a que la tradición judía atribuye su traducción a 70 sabios y "Alejandrina" por haber sido hecha en Alejandría y ser usada por los judíos de lengua griega en vez del texto hebreo. Esta traducción se hizo para la lectura en las Sinagogas de la "diáspora", comunidades judías fuera de Palestina, y quizá también para dar a conocer la Biblia a los paganos.

Versiones Latinas:
·     Itala Antigua o "Vetus Latina": proviene de la Versión de los Setenta para la mayoría de los libros del A.T. y de los originales griegos para los libros del N.T. y Sabiduría, 2 Macabeos y Eclesiástico. Estuvo en uso en Occidente desde el siglo II hasta el siglo V.
·     Vulgata: hacia finales del siglo IV, el Papa Dámaso ordenó a San Jerónimo hacer una nueva versión latina teniendo presente la Itala antigua. Esta versión se impuso en el siglo VII definitivamente. Se denominó "Vulgata" porque la intención de la obra era "vulgarizarla", volverla popular. San Jerónimo tradujo directamente del hebreo y del griego originales al latín, a excepción de los libros de Baruc, Sabiduría, Eclesiástico y 1º y 2º de los Macabeos, que los transcribió, sin alteración alguna, de la Itala antigua.
·     Neovulgata: La Neovulgata es la misma versión Vulgata, a la que se han incorporado los avances y descubrimientos más recientes.

El Papa Juan Pablo II aprobó y promulgó la edición típica en 1979. Esta nueva versión sirve como base segura para hacer traducciones de la Biblia a las lenguas modernas y para realizar estudios bíblicos.


LIBROS DEL ANTIGUO TESTAMENTO



GÉNESIS
ÉXODO
LEVÍTICO
NÚMEROS
DEUTERONOMIO

JOSUÉ
JUECES
RUT
1-2 SAMUEL
1-2 REYES
1-2 CRÓNICAS(Paralipómenos)
ESDRAS
NEHEMÍAS
TOBÍAS
ESTER
1-2 MACABEOS



JOB
PROVERBIOS
SALMOS
SABIDURÍA
ECLESIASTÉS (Qohèlet)
CANTAR DE LOS CANTARES
ECLESIÁSTICO (Ben Sirá)

LIBROS HISTÓRICOS

LIBROS POÉTICOS
                   y SAPIENCIALES

LIBROS PROFÉTICOS

PENTATÉUCO



ISAÍAS
JEREMÍAS
LAMENTACIONES
BARUC
EZEQUIEL
DANIEL
OSEAS
JOEL
AMÓS
ABDÍAS
JONÁS
MIQUEAS
ISAÍAS
NAHUM
HABACUC
SOFONÍAS
AGEO
ZACARÍAS
MALAQUÍAS


LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO



Evangelios
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN


HECHOS DE LOS APÓSTOLES





Cartas de San Pablo
ROMANOS
1 CORINTIOS
2 CORINTIOS
GÁLATAS
EFESIOS
FILIPENSES
COLOSENSES
1 TESALONICENSES
2 TESALONICENSES
1 TIMOTEO
2 TIMOTEO
TITO
FILEMÓN

HEBREOS

Epístolas Católicas
SANTIAGO

1 PEDRO

2 PEDRO
1 JUAN
2 JUAN
3 JUAN
JUDAS


APOCALIPSIS




FINALIDAD DE LA SAGRADA ESCRITURA
Ha sido escrita "para nuestra enseñanza, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom 15, 4)
El tema central de la Biblia es Cristo. (Jn 5, 39) y nos enseña el camino de la salvación y toda obra buena. Por narrar la historia de la salvación, de ninguna manera pretende enseñar ciencias.  Por tanto, "toda la Escritura al ser divinamente inspirada es útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y consumado en toda obra buena" (II Tim 3, 16-17).

 

L A   I N S P I R A C I O N    D I V I N A

Decir que la Biblia está inspirada es lo mismo que decir que Dios es su autor y, por lo tanto, que lo contenido en ella es Palabra de Dios.
INSPIRACIÓN es un influjo sobrenatural de Dios, por el cual el hombre es movido a comunicar a los demás las cosas que Dios quiere comunicarles.   Cuando esta acción divina se hace al hombre por medio de la palabra, la inspiración se llama profética;  y si la comunicación se hace por la escritura, la inspiración se llama bíblica.
INSPIRACIÓN BÍBLICA: acción divina por la cual Dios ilumina al entendimiento del autor sagrado al escribir un libro y mueve eficazmente su voluntad para que exprese la verdad que él mismo quiere expresar, resultando así ser Dios autor principal del libro y el hombre autor secundario e instrumental.
La inspiración supone la moción divina y la asistencia para que el autor secundario no yerre.  Adquiere la virtud llamada inerrancia.
    En la inspiración entran tres factores.
   * INSPIRACION ACTIVA: Dios inspira.
   * INSPIRACION PASIVA: El Hagiógrafo (AgioV-grajw), que recibe la inspiración.
   * INSPIRACION TERMINATIVA: El libro, como término de la inspiración.
Que la Sagrada Escritura es un libro inspirado por Dios es de FE DIVINA Y CATOLICA.
En la Sagrada Escritura:
   Jn 10, 35: "Y no puede fallar la Escritura" (Palabras de Ntro. Señor)
   Lc 24, 44-46: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito acerca de Mí.
   Hc 1, 16 : Era preciso que se cumpliera la Escritura (se refiere al traidor)
   Ex 17, 14: "Escribe esto en un libro" (Yahvé manda a Moisés escribir)
   II Ped 1, 21:  "no por voluntad de hombre....,sino que hablaron los hombres de parte  de Dios".
En el Magisterio de la Iglesia:
    CONCILIO VATICANO I (Dz. 1809) y en las encíclicas: Providentissimus Deus  (León XIII); Spiritus Paraclitus (Benedicto XV) y Divino afflante Spiritu (Pío XII)

LEÓN XIII: "Pues él mismo (el Espíritu Santo) de tal manera mueve con su virtud sobrenatural a éstos (los hagiógrafos) a escribir y a ello les excita; de tal manera los asiste mientras escriben, que todas aquellas cosas y sólo aquellas que él mismo manda:
1) conciban en su mente con rectitud;
2) quieran escribirlas con toda fidelidad;
3) las expresan de modo conveniente a la verdad infalible.
De otro modo, no sería el mismo Espíritu Santo autor de toda la Sagrada Escritura"   (Providentissimus Deus)
Así pues, el proceso de la inspiración queda reducido a tres rasgos fundamentales sin los cuales no se da tal hecho.
   1) Una ilustración del entendimiento.
   2) Una moción de la voluntad.
   3) Una asistencia divina sobre el hagiógrafo.


ILUSTRACIÓN SOBRENATURAL DEL ENTENDIMIENTO
El hagiógrafo puede usar de fuentes de información y puede, por tanto, recoger los materiales que ha de escribir (como nos consta en Lc 1,1 y sig; II Mac 2, 24-32).  Para esta adquisición previa no precisa el influjo inspirativo de Dios. PERO SÍ, para formar un JUICIO TEÓRICO y PRÁCTICO mediante el cual juzga si lo que escribe es verdadero o falso; un JUICIO LITERARIO, mediante el cual decide la forma de expresión, qué palabras y qué figuras literarias va a utilizar.

INFLUJO DE DIOS EN LA VOLUNTAD DEL HAGIÓGRAFO
La moción de la voluntad será física (Dios obra por sí mismo, sin intermediarios, sobre la voluntad del hagiógrafo) e inmediata (directamente sobre la voluntad) y realmente eficaz.  Ahora bien, esta moción no priva de libertad al hagiógrafo.  Este es un instrumento en las manos de Dios, pero vivo y racional, por tanto libre, aseméjase al influjo que ejerce la gracia eficaz sobre el hombre sin desdeñar la libertad humana.

ASISTENCIA QUE DIOS PRESTA AL HAGIÓGRAFO
Dios, obrando en el hagiógrafo y por él, escribe como verdadero autor, todo y sólo lo que El quiere.  Ha de ser un influjo positivo y continuo hasta que la obra quede concluida.

El hagiógrafo no ha de ser necesariamente consciente de que está inspirado.
Si el hagiógrafo escribe su libro por medio de un secretario o redactor, la inspiración influye también en los actos intelectuales de éste.  Por el contrario, si lo hace por medio de un amanuense no es necesario, puesto que éste no hace sino transcribir lo que el otro le dicta (Jr 36, 4 y 28).
           
DIFERENCIAS

INSPIRACIÓN DIVINA
REVELACIÓN DIVINA
Escritrura de Dios
Locución de Dios
El quela recibe puede o no ser consciente de ello
El que la recibe es consciente de ello
Todo cuanto está en la Biblia está inspirado
Todo cuanto está en la Biblia no está revelado

La inspiración de los Libros Sagrados se extiende a todas las sentencias de la Escritura sin excluir ninguna de ellas.
LEÓN XIII: "No es lícito decir que la inspiración se extiende solamente a las cosas pertenecientes a la fe y a las costumbres y a nada más..." (Dz 1950)
SAN AGUSTÍN: "Si hallas algo en las escrituras que te parece absurdo, no te está permitido afirmar: el autor de este libro se equivocó; sino que debes pensar que, o el códice no concuerda con el original, o erró el intérprete, o tú no entiendes bien".

INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA


¿ES FÁCIL ENTENDER LA BIBLIA?
Veamos qué nos dice la misma Escritura: II Ped 3, 15-16 (La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, como os lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas las cartas cuando habla en ellas de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente - como también las demás Escrituras - para su propia perdición.)

EN LA BIBLIA HAY PASAJES DIFÍCILES.
·     Hc 8, 26-39: El Angel del Señor habló a Felipe diciendo: «Levántate y marcha hacia el mediodía por el camino que baja de Jerusalén a Gaza. Es desierto.» Se levantó y partió. Y he aquí que un etíope eunuco, alto funcionario de Candace, reina de los etíopes, que estaba a cargo de todos sus tesoros, y había venido a adorar en Jerusalén, regresaba sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y ponte junto a ese carro.» Felipe corrió hasta él y le oyó leer al profeta Isaías; y le dijo: «¿Entiendes lo que vas leyendo?» El contestó: «¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?» Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él. El pasaje de la Escritura que iba leyendo era éste: «Fue llevado como una oveja al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, así él no abre la boca.  En su humillación le fue negada la justicia; ¿quién podrá contar su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.» El eunuco preguntó a Felipe: «Te ruego me digas de quién dice esto el profeta: ¿de sí mismo o de otro?» Felipe entonces, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a anunciarle la Buena Nueva de Jesús. Siguiendo el camino llegaron a un sitio donde había agua. El eunuco dijo: «Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?» Y mandó detener el carro. Bajaron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y lo bautizó, y en saliendo del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y ya no le vio más el eunuco, que siguió gozoso su camino.
Son difíciles, entre otras cosas, porque la Biblia está escrita con una mentalidad distinta de la nuestra, por lo que para comprender exactamente lo que propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta el modo de pensar, de expresarse, de narrar, que se usaba en tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces más se empleaban en la conversación ordinaria (DV 12)
En la Biblia hay palabras que tienen un significado distinto del que nosotros le damos. Por ejemplo:
Justicia: Rom 1, 16-17. En la Biblia el justo es el que respeta los derechos de Dios y de los hombres, es decir, el santo.
Verdad y mentira: Jn 8, 44; Apc 21, 8: En la Biblia, no es sólo si dice verdad o mentira, sino que se trata de la conducta, de acuerdo o no con la Verdad que es Dios.
Conocer: Tiene un matiz afectivo y puede referirse, según el contexto, a la vida conyugal (Gen 4, 1) o al conocimiento que da el amor (Jn 16, 2-3)

NO PUEDE HACERSE UNA INTERPRETACIÓN PRIVADA DE LA BIBLIA (II Pe. 1, 20-21), pues corremos peligro de entenderla mal, para nuestra propia perdición (II Pe 3, 16). Pero como Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (I Tim 2, 3-4), nos deja unos maestros que, con seguridad e infaliblemente, nos la enseñen.
Consta en la Sagrada Escritura que Jesús confía a sus Apóstoles la misión de llevar la verdad revelada a todo el mundo (Mt 28, 19-20: enseñad a todas las gentes.... yo estaré con vosotros....) Y según Mc 16, 15-16 el que no les crea no puede salvarse. De donde deducimos que Cristo ha de garantizar que no se enseñen errores. Y así es. Lc 24, 45: Jesús les abrió la inteligencia para que conocieran las Escrituras; y además, Jn 14, 26 donde les promete el Espíritu Santo que les traerá a la memoria cuanto Él les enseñó y Jn 16, 12-13 les guiará hacia la verdad plena. No sólo son palabras las de la Biblia. Todo cuanto dice en ella se da cumplimiento. Los Apóstoles interpretan las Escrituras, indicando de muchos pasajes difíciles su verdadero y genuino significado: Hc 1, 15-22; 2, 14-18; Gal 4, 22-31; Col 2, 16-17; Heb 4, 1-10............ Los Apóstoles, además, deben enseñar todo cuanto han aprendido, y Cristo les promete su asistencia (Mt 28, 20). Y así lo hacen: II Tim 2, 2.

EN CONSECUENCIA, la verdadera Iglesia de Jesucristo es la única intérprete auténtica de las Escrituras, ya que éstas no se pueden interpretar privadamente. Creer a los que nos quieren enseñar otra doctrina sería creer a falsos profetas, falsos maestros, y adherirse a una secta perniciosa, lo cual acarrearía sobre nosotros la eterna condenación (II Pe 2, 1).

Por eso el Concilio Vaticano II dice: todo lo que se refiere a la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la Palabra de Dios. (DV 12).
 


[1] Cf. Epist 82 ad Hieron. 5,35. Dice literalmente que dicha traducción grieta (LXX) era “ab Apostolis approbata”.

CURSO DE BIBLIA JUVENIL - Para que tengan vida_www.pjcweb.org.doc

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