Abstinencia: (del latín abstinentia, acción de privarse o
abstenerse de algo) Gesto penitencial. Actualmente se pide que los fieles con
uso de razón y que no tengan algún impedimento se abstengan de comer
carne, realicen algún tipo de privación voluntaria o hagan una obra caritativa
los días viernes, que son llamados días penitenciales.
Sólo el Miércoles
de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno y abstinencia.
Anunciación
del Señor: Solemnidad que se
celebra el 25 de marzo, nueve meses antes del día de Navidad. Se recuerda el
anuncio del ángel a María y la Encarnación del Verbo de Dios. Es una fiesta de
carácter cristológico y, al mismo tiempo, mariano.
Ascensión
del Señor: Solemnidad
litúrgica que se celebra cuarenta días después de Pascua (en día jueves) o,
como en Argentina, el domingo siguiente (el séptimo domingo de Pascua).
Recuerda el misterio de Cristo resucitado que sube al Padre en cuerpo y alma.
Ayuno: (del latín ieiunium, ayuno, abstinencia) Privación
voluntaria de comida por motivos religiosos. Es una forma de vigilia, un signo
que ayuda a tomar conciencia (ej.: el ayuno del Miércoles de Ceniza recuerda el
inicio del tiempo penitencial) o que prepara (ej.: el ayuno eucarístico
predispone a la recepción que en breve se hará del Cuerpo de Cristo). La
Iglesia lo prescribe por el espacio de un día para el Miércoles de Ceniza, con
carácter penitencial, y para el Viernes Santo, extensivo al Sábado Santo, con
carácter pascual; y por una hora para quienes van a comulgar.
Candelaria: Nombre que popularmente se da a la fiesta de la
Presentación del Señor, que tiene lugar el 2 de febrero (40 días después de
Navidad). La Misa de ese día comienza con una procesión con velas (de ahí su
nombre) en recuerdo del ingreso del niño Jesús en el Templo.
Ceniza: (del latín cinis, ceniza) Material proveniente de la
combustión de algo por el fuego. Simboliza la muerte, la fragilidad de la vida
y también la humildad y la penitencia. Las que se imponen el Miércoles de
Ceniza se preparan quemando palmas y olivos benditos el Domingo de Ramos del
año anterior.
Corpus
Christi: (en latín: Cuerpo de Cristo)
Nombre común con el que se conoce la solemnidad litúrgica del Santísimo Cuerpo
y Sangre de Cristo. Establecida en 1264 por Urbano IV para celebrar la
presencia real y, al mismo tiempo, sacramental de Cristo en la Eucaristía. Es
común en este día que se realicen procesiones llevando por las calles el
Santísimo Sacramento. En algunos países, como Argentina, se celebra el domingo
siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad.
Cuaresma: (del latín quadragesima, cuadragésima) Tiempo
litúrgico penitencial durante el cual la Iglesia se prepara para la celebración
gozosa de la Pascua.
El Tiempo de
Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del
Señor, el Jueves Santo, exclusive. Durante este tiempo no se dice el Aleluya.
Queda prohibido, como signo penitencial, adornar con flores el altar, y los
instrumentos musicales se permiten sólo para sostener el canto (de estas normas
se exceptúan el domingo laetare, las solemnidades y las fiestas). El color
litúrgico propio es el morado.
Cincuentena
Pascual: Período de tiempo que media entre
el Domingo de Pascua y el de Pentecostés. Tiene un carácter tan festivo que
debería celebrarse como si fuera un solo día, un gran domingo. El cirio pascual
permanece durante toda la Cincuentena en el presbiterio. La primera semana de
este tiempo es la Octava de Pascua. El color litúrgico propio es el
blanco. También se la llama Tiempo pascual.
Domingo
de la Pasión del Señor: Sexto
y último domingo de Cuaresma. Ese día comienza la Semana Santa. También se lo
llama Domingo de Ramos, o Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
Jueves
Santo: Último día de Cuaresma. En la
mañana de este día el obispo, rodeado de su presbiterio, celebra la Misa
crismal en donde consagra los santos óleos y en la que el presbiterio renuevan
sus promesas sacerdotales. Por la tarde se abre el solemne Triduo Pascual con
la Misa de la Cena del Señor donde suele realizarse el lavatorio de los pies;
en esta celebración se consagra el pan necesario para la comunión del Viernes
de la Pasión del Señor, ya que ese día no se celebrará el sacrificio
eucarístico. Luego de la comunión se traslada el Santísimo Sacramento hasta el
lugar donde se reserva y es adorado por los fieles hasta la media noche. En
este día se conmemora la última cena en la que Cristo, dando muestra de su
actitud de humilde servicio, lavó los pies a sus discípulos. En las palabras
sobre el pan (“Esto es mi cuerpo entregado”) y el vino (“Este es el cáliz de mi
sangre derramada”) la tradición católica ha visto la institución de la
Eucaristía y del Orden Sagrado y en el lavatorio de los pies, el signo más
claro del mandamiento del amor.
Miércoles
de Ceniza: Miércoles
anterior al primer domingo de Cuaresma. Este día, con la imposición de las
cenizas, comienzan las prácticas penitenciales del tiempo que prepara a la
Pascua.
Nacimiento
de san Juan Bautista:
Solemnidad litúrgica que se celebra el 24 de junio.
Presentación
del Señor: Fiesta litúrgica
que se celebra el 2 de febrero, cuarenta días después de Navidad, en
conmemoración de la presentación del niño Jesús en el Templo de Jerusalén. Esta
fiesta es también conocida como la Candelaria, ya que en ese día se suelen
bendecir velas que simbolizan a Cristo, la luz del mundo.
Pascua: (del griego páscha; del hebreo pesaj, paso, tránsito)
Tercer día del Triduo Pascual. Solemnidad central del calendario litúrgico que
gira en torno a ella. Es la más importante de todas las solemnidades cristianas
ya que celebra la Resurrección de Cristo, prefigurada en la Pascua judía
(liberación de la dominación egipcia, paso del Mar Rojo). La fiesta de Pascua
se prolonga durante una octava solemne y luego durante seis semanas
(Cincuentena Pascual) hasta la fiesta de Pentecostés. Hay testimonios de que al
menos a mediados del siglo II los cristianos ya celebraban anualmente la fiesta
de Pascua. En Asia menor y oriente lo hacían el día 14 de nisán (de acuerdo con
el calendario judío); pero en Roma y occidente se prefirió el domingo siguiente
a esa fecha (como recuerdo del primer día de la semana en el que los discípulos
del Señor tuvieron su experiencia pascual). En el Concilio de Nicea (año 325)
se estableció para toda la Iglesia que la Pascua se celebrase el domingo
siguiente al plenilunio, después del equinoccio de primavera (del hemisferio
norte). Así se hizo hasta el siglo XVI, cuando los orientales, al rechazar el
calendario gregoriano, comenzaron a diferir de los occidentales en el día
festivo.
Pentecostés: (del griego pentekostós, quincuagésimo) Solemnidad
litúrgica que se celebra cincuenta días después de Pascua recordando la venida
del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles (Hech 2, 1 y ss). En este día la
Cincuentena Pascual llega a su plenitud y finaliza.
Los judíos
llamaban Pentecostés o fiesta de las semanas a la fiesta de la cosecha agrícola
que recordaba también la alianza del Sinaí. En este día se canta la secuencia
Veni, sante Spiritus. El color litúrgico propio es el rojo.
Procesión: (del latín processus, progresión, acción de avanzar)
Caminar comunitario de unas personas detrás de otras con sentido religioso. En
la liturgia romana de la Misa hay varias procesiones: la procesión de entrada,
cuando se dirige al presbiterio el presidente precedido de los ministros,
mientras se entona la antífona o canto de entrada; la procesión del Evangelio,
cuando se dirige al ambón quien va a proclamar el Evangelio (a veces acompañado
de ministros con cirios e incienso); la procesión de presentación de los dones,
cuando se acercan al altar el pan y el vino que serán consagrados; y la más
importante, la procesión de la comunión, cuando la comunidad se acerca a
recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Durante el año
litúrgico están señaladas procesiones especiales para la fiesta de la
Presentación del Señor, siguiendo a Cristo Luz del mundo; para el Domingo de
Pasión, recordando la entrada de Jesús en Jerusalén; el Jueves Santo,
acompañando al Santísimo Sacramento hasta el lugar de la reserva; el Viernes Santo,
para la adoración de la cruz; en la Vigilia Pascual, detrás del cirio
encendido; el día del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi).
También en la celebración del Bautismo y en las Exequias se prevén procesiones
dentro del templo. Además suelen hacerse procesiones fuera del templo llevando
el Santísimo Sacramento bajo palio o las imágenes de la Virgen María o de los
santos en sus fiestas.
Santísima
Trinidad: Solemnidad
litúrgica que se celebra el domingo después de Pentecostés.
Sábado
Santo: Segundo día del Triduo Pascual en
el que se recuerda a Jesús en el sepulcro. Es un día alitúrgico ya que no se
permite celebrar la Eucaristía, ni ninguna otra acción litúrgica, salvo el rezo
de la Liturgia de las Horas, hasta la celebración de la Vigilia Pascual. Y la
Sagrada Comunión sólo puede llevarse como viático.
Semana
Santa: Última semana del tiempo de
Cuaresma, la que prepara inmediatamente y comprende al Triduo Pascual. Comienza
el domingo de la Pasión del Señor, o de Ramos, y llega hasta el Sábado Santo.
Triduo
Pascual: Celebración anual de la Pascua,
comprende el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Pascua, siendo la Misa
vespertina del Jueves Santo su prólogo o introducción. El Triduo Pascual de la
pasión, sepultura y resurrección del Señor es el punto culminante de todo el
año litúrgico. Estos tres días se celebran como si fueran uno solo: ni el
viernes, ni el sábado se celebra la Eucaristía (son días alitúrgicos) y su
cumbre es la Vigilia Pascual.
Tiempo
Ordinario: Período de las 33
o 34 semanas en el curso del año en las cuales se celebra el misterio de Cristo
en su plenitud, principalmente los domingos. Es el tiempo de la Iglesia que
espera el regreso de su Señor haciendo presente su misterio de salvación.
Comienza con la fiesta del Bautismo del Señor y se prolonga hasta el Domingo
34º (fiesta de Jesucristo, Rey del Universo) con la semana que le sigue. Es
interrumpido, el Miércoles de Ceniza, para la celebración anual de la Pascua y
retomado el lunes después de Pentecostés. El color litúrgico propio de este
tiempo es el verde. También se llama tiempo durante el año.
Vela: (en latín: candela) Candela para uso litúrgico,
elaborada con cera de abeja. Cuando se desarrolla una acción litúrgica se
encienden velas sobre o en torno del altar. Antiguamente tenían una función
práctica: iluminar; hoy sólo sirven para simbolizar a Cristo-Luz del mundo
(particularmente cumple esta función el cirio pascual) y significar la fe y la
oración de los fieles en presencia del Señor. La piedad popular encuentra en la
vela encendida que permanece en el templo, delante del altar, de una imagen de
la Virgen María o de algún santo, una continuación simbólica del creyente; ya
que el fiel no puede permanecer en oración porque otras ocupaciones lo
reclaman, deja una vela encendida que lo representa.
Vía
crucis: (en latín: El camino de la cruz)
Ejercicio piadoso que consiste en meditar el camino de la cruz por medio de
lecturas bíblicas y oraciones. Esta meditación se divide en 14 o 15
momentos o estaciones. San Leopoldo de Porto Mauricio dio origen a esta
devoción en el siglo XIV en el Coliseo de Roma, pensando en los cristianos que
se veían imposibilitados de peregrinar a Tierra Santa para visitar los santos
lugares de la pasión y muerte de Jesucristo. Tiene un carácter penitencial y
suele rezarse los días viernes, sobre todo en Cuaresma. En muchos templos están
expuestos cuadros o bajorrelieves con ilustraciones que ayudan a los fieles a
realizar este ejercicio.
Vía
lucis: (en latín: El camino de la luz)
Ejercicio piadoso realizado para meditar y celebrar las apariciones del Señor
resucitado, especialmente durante la Cincuentena Pascual. Se lo divide en
estaciones al modo del Vía crucis.
Viernes
Santo: Primer día del Triduo Pascual
consagrado a la proclamación de la Pasión del Señor y a la adoración de
la cruz, en la cual se ofreció definitivamente Cristo para liberar a los
hombres de la esclavitud del pecado. Es un día alitúrgico ya que no se celebra
la Eucaristía ni ningún otro sacramento, salvo por razones gravísimas. La
liturgia de ese día es una celebración de la Palabra seguida de la plegaria
universal, la adoración de la cruz y la comunión. El ayuno de este día no tiene
sentido penitencial sino de preparación para la celebración de la solemnidad de
Pascua de Resurrección.
Fuente:
"Diccionario
de Liturgia” de Ricardo Pascual Dotro y Gerardo García Helder, A. MI. CO., Bs.
As., 2002.
Gestos
y Símbolos de la Celebración Eucarística
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¿Por qué y para qué los diversos
colores en la celebración litúrgica?
El color como uno de los elementos visuales más sencillo y eficaces, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje simbólico nos ayuda a penetrar mejor en los misterios celebrados:
El color como uno de los elementos visuales más sencillo y eficaces, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje simbólico nos ayuda a penetrar mejor en los misterios celebrados:
"La diversidad de colores en las vestiduras
sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente tanto las
características de los misterios de la fe que se celebran como el sentido
progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico." (Misal
romano - IGMR 307)
Los colores actuales de nuestra
celebración:
Actualmente el Misal (IGMR) ofrece este abanico de
colores en su distribución del Año Litúrgico:
a)
Blanco:
Es el color
privilegiado de la fiesta cristiana y el color más adecuado para celebrar:
-La Navidad y la
Epifanía
-La Pascua en
toda su cincuentena
-Las Fiestas de
Cristo y de la Virgen, a no ser que por su cercanía al misterio de la Cruz se
indique el uso del rojo. -Fiestas de ángeles y santos que no sean mártires.
-Ritual de la
Unción
-Unción y el
Viático
b) Rojo:
Es el color elegido para:
-La celebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el
Viernes Santo, porque remite simbólicamente a la muerte martirial de Cristo.
-En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu es
fuego y vida.
-Otras celebraciones de la Pasión de Cristo, como
la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
-Las fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y
Mártires, por su cercanía ejemplar y testimonial a la Pascua de Cristo.
-La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede celebrar
con vestiduras rojas o blancas apuntando al misterio del espíritu o a la fiesta
de una iniciación cristiana a la Nueva Vida.
c) Verde:
El verde como color de paz, serenidad, esperanza se
utiliza para celebrar el Tiempo Ordinario del Año Litúrgico. El Tiempo
ordinario son esas 34 semanas en las que no se celebra un misterio concreto de
Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación y sobre todo el
misterio semanal del Domingo como Día del Señor.
d) Morado:
Este color que remite a la discreción, penitencia y
a veces, dolor, es con el que se distingue la celebración del
-Adviento y la Cuaresma
-las celebraciones penitenciales y las exequias
cristianas.
e) Negro:
Que había sido durante los siglos de la Edad
Media el color del Adviento y la Cuaresma, ha quedado ahora mucho más
discretamente relegado: queda sólo como facultativo en las exequias y demás
celebraciones de difuntos.
f) Rosa:
El color rosa, que no había cuajado en la historia
para la liturgia, queda también como posible para dos domingos que marcan el
centro del Adviento y la Cuaresma: el domingo "Gaudete" (3º de
Adviento) y el domingo "Laetare" (4º de Cuaresma).
g) Azul:
Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde el
siglo pasado un color privilegiado para celebrar en España la solemnidad de la
Inmaculada, aunque en el misal romano no aparezca.
En nuestras
celebraciones:
- Aparece en forma de lámparas y cirios encendidos durante la celebración
o delante del sagrario.
- Aparte del simbolismo de la luz entra aquí también esa misteriosa
realidad que se llama fuego: la llama que se va consumiendo lentamente mientras
alumbra, embellece, calienta, dando sentido familiar a la celebración.
- - Vigilia de Pascua: Es la celebración que queda enriquecida de modo más
explícito con el simbolismo del fuego. La hoguera que arde fuera de la Iglesia
y de la que se va a encender el Cirio Pascual remite intensamente al triunfo de
la luz sobre la tiniebla, del calor sobre el frío, de la vida sobre la muerte.
De allí partirá la procesión con su festivo grito: "Luz de Cristo", y
la luz se irá comunicando progresivamente a cada uno de los participantes.
El simbolismo de la luz está realmente muy
aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche Pascual. Pero en su raíz está el
fuego que tiene sus direcciones propias y riquísimas.
Su simbolismo natural
El lenguaje del fuego tiene en nuestra sensibilidad
humana y social, una interesante serie de sentidos.
El fuego calienta, consume, quema, ilumina, purifica,
es fuente de energía. Es origen de innumerables beneficios para la humanidad,
pero también destruye, castiga, asusta y mata. Es un elemento bienhechor pero a
la vez peligroso. Un rayo o un incendio pueden generar calamidades
enormes. Sin el fuego no podemos vivir, pero puede causarnos también la muerte.
No es nada extraño que en torno a este misterioso elemento natural se haya
creado todo un simbolismo:
-Para expresar la presencia misma de la divinidad,
invisible pero fuerte, incontrolable, purificadora, castigadora,
-o para designar los sentimientos humanos, como la
pasión, que está escondida pero que puede alcanzar una fuerza inaudita, para
bien o para mal: el amor, el odio, el entusiasmo...etc.
-El fuego es también la imagen del calor familiar,
el crepitar de la llama en el hogar ilumina la vida, ahuyenta el frío, da
alegría y sensación de bienestar.
En la Revelación:
Para saber toda
la densidad de significado que el fuego puede llegar a tener y lo que puede
expresar también en nuestras celebraciones, no hay mejor medio que repasar, que
de lo que él dicen el Antiguo y Nuevo Testamento.
- Ante todo, el fuego sirve para expresar de algún modo lo que es imposible de expresar: la presencia misteriosa de Dios mismo en la historia humana. Recordemos el misterioso episodio de la zarza que arde sin consumirse (Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en seguida reconoce como sagrado, y oye la voz "Yo soy el Dios de Abraham...".
- También es con el fuego con el que se simboliza el juicio de Dios, como el fuego que penetra a todo ser existente, lo pone en evidencia, lo purifica o lo castiga. (Véase: Dan. 7,10 ; Gen 19 ; Is 66,16)
¿Qué quiere simbolizar el incienso?
Lo que el incienso quiere significar en nuestra
liturgia nos lo han ido explicando los varios documentos con sus explicaciones.
- El incienso crea una atmósfera agradable y festiva en torno a lo que se inciensa, a la vez que crea un aire entre misterioso y sagrado por la sutil impalpabilidad de su perfume y de su humo.
- Expresa elegantemente el respeto y la reverencia hacia una persona o hacia algún símbolo de Cristo.
- Pero más en profundidad indica la actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios. Ya el Salmo 140 nos hace decir: "suba mi oración como incienso en tu presencia".
- El incienso es símbolo, sobre todo, de la actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes hacia Dios. El incienso une de algún modo a las personas con el altar, con sus dones y sobre todo con Cristo Jesús que se ofrece en sacrificio.
¿A quiénes se inciensa?
-El Misal Romano sugiere con libertad el uso del
incienso en estos momentos de la Misa:
- Durante la procesión de entrada
- Al comienzo de la Misa para incensar el altar
- En la procesión y proclamación del evangelio
- En el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, el presidente y el pueblo cristiano
- En la ostensión del Pan consagrado y del Cáliz después de la consagración (IGMR 235)
a) Llevar incienso en la
procesión de entrada e incensar el altar
que va a ser el centro de la celebración
eucarística, puede indicar el respeto al lugar, a las personas y al altar, o
simplemente significar el tono festivo y sagrado de la acción que
empieza. Pero el Misal no da demasiado relieve a este primer gesto:
siempre se ha considerado más importante la incensación del altar en el
ofertorio.
b) La incensación del evangelio fue
entrando a partir del siglo XI como signo de honor y respeto hacia Aquél cuyas
palabras vamos a escuchar. El Misal (IGMR 33 y 35) explica por qué en el
momento del evangelio se acumulan los signos de especial veneración: el lector
ordenado, la postura de pie, el beso y otras muestras de honor entre las que
hay que recordar el incienso.
c) El uso del incienso en el ofertorio tiene
especial interés. El altar y las ofrendas de pan y vino sobre él se inciensan
"para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su oración
suben ante el trono de Dios como el incienso" (IGMR 51).
En este momento "también el sacerdote y el
pueblo pueden ser incensados". Junto con el pan y el vino ofrecidos sobre el
altar, y que son incensados, también el presidente se ofrece a sí mismo, y con
él toda la comunidad y así se convierten ellos mismos en ofrenda y sacrificio,
unidos e incorporados al sacrificio de Cristo. Son las personas,
principalmente, las que vienen a ser simbolizadas como ofrenda y homenaje a
Dios, con el gesto del incienso. Si nada más fuera un gesto de honor, se
quedaría la asamblea sentada mientras la inciensan. En cambio, se pone de pie
para indicar su actitud positiva, comprometida, de unión espiritual con las
ofrendas eucarísticas.
d) En la consagración el acto de la
incensación manifiesta al Señor mismo. Todas las incensaciones se
dirigen a los signos sacramentales de la presencia del Señor: el altar, la
cruz, el libro del evangelio, el presidente, la asamblea. Ahora se inciensa el
pan y el vino consagrados, el signo central y eficaz de la auto-donación de
Cristo.
En el Nuevo Testamento la acción e imponer
sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos, según el
contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno
transmite a otro, invocando sobre él la benevolencia de Dios.
Así, Jesús imponía las manos sobre los niños,
orando por ellos.
La despedida de Jesús en su Ascensión, se expresa
también con el mismo gesto: "alzando las manos los bendijo" (Lc
24,50).
Es una expresión que muchas veces se relaciona a la
curación. Jairo pide a Jesús: "Mi hija está a punto de morir; ven
impón tus manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc 5,23).
Imponer las manos sobre la cabeza de una persona,
significa en muchos otros pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don
del Espíritu Santo para una misión determinada. Así pasa con los elegidos
para el ministerio de diáconos en la comunidad primera: "hicieron oración
y les impusieron las manos" (Act 6,6).
Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía
en que el gesto simbólico tiene particular énfasis.
Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria
Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (epíclesis),
extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con
la efusión de tu Espíritu".
La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere
especial énfasis.
Este gesto nos habla también del don de Dios y la
mediación eclesial:
Estupendo binomio: la mano y la palabra.
Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o
declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas
sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don
divino a estas criaturas.
La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra,
que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un
ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o
los elementos materiales que Dios quiere santificar.
El Misal describe así el gesto de la paz: Los
fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia
humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo
pan" (IGMR 56b).
a) Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor
que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos
nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.
b) Un gesto de fraternidad
cristiana y eucarística: Un gesto que nos
hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a
Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos
somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados
a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso,
además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a
Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.
Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "Las
palabras del Evangelio borren nuestros pecados". Esta frase expresa el
deseo de que la Palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora perdonando
nuestros pecados. Besar el Evangelio es un gesto de fe en la presencia de
Cristo que se nos comunica como la Palabra verdadera.
No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos
acostumbrados a ver la Cruz en la Iglesia, en nuestras casas, pero la Cruz es
una verdadera cátedra, desde la que Cristo nos predica siempre la gran lección
del cristianismo.
La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre
el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana.
La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a un Dios
trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio
dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez siervo, que ha querido
llegar a la entrega total de sí mismo, como imagen plástica del amor y de la
condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua - muerte y resurrección- ha
dado al mundo la reconciliación.
Los cristianos con frecuencia hacemos con la mano
la señal de la Cruz, o nos la hacen otros, como en el caso del bautismo o de
las bendiciones.
Es un gesto sencillo pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra personas este signo es como si dijéramos: "estoy bautizado, pertenezco a Cristo, El es mi Salvador, la cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana...".
Es un gesto sencillo pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra personas este signo es como si dijéramos: "estoy bautizado, pertenezco a Cristo, El es mi Salvador, la cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana...".
Los cristianos debemos reconocer a la Cruz todo su
contenido para que no sea un símbolo vacío. Y entonces sí, puede ser un signo
que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que Cristo nos enseñó.
Si entendemos la Cruz y nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es
consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección
buena.
El agua es una realidad que ya humanamente tiene
muchos valores y sentidos: sacia la sed, limpia, es fuente de vida, origina la
fuerza hidráulica...También nos sirve para simbolizar realidades profundas en
el terreno religioso la pureza interior, sobre todo. Por eso se
encuentran las abluciones o los baños sagrados en todas las culturas y
religiones (a orillas del Ganges para los indios, del Nilo para los egipcios,
del Jordán para los judíos).
Para los cristianos el agua sirve muy
expresivamente para simbolizar lo que Cristo y su salvación son para nosotros:
Cristo es el "agua viva" que sacia definitivamente nuestra sed
(coloquio con la samaritana: Jn 4); el agua sirve también para describir la
presencia vivificante del Espíritu (Jn 7, 37-39) y para anunciar la felicidad
el cielo (Apoc 7, 17; 22, 1).
En nuestra liturgia es lógico que también se
utilice este simbolismo. A veces se usa el agua sencillamente con una
finalidad práctica: por ejemplo en las abluciones de las manos después de ungir
con los Santos Oleos o de los vasos empleados en la Eucaristía. Otras
veces un gesto que en su origen había sido "práctico" ha adquirido
ahora un simbolismo: como la mezcla del agua en el vino, que en siglos pasados
era necesario por la excesiva gradación del vino, y que luego adquirió el
simbolismo de nuestra humanidad incorporada a la divinidad de Cristo.
Pero el agua tiene muchas veces un sentido
simbólico: lavarse las manos para indicar la purificación que el sacerdote más
que nadie necesita, o lavar los pies para expresar la actitud de servicio.
Sobre todo el agua nos hace celebrar significativamente el Bautismo con el
gesto de la inmersión en agua (bautismo significa inmersión" en griego):
porque es un sacramento que nos hace sumergirnos sacramentalmente en Cristo, en
su muerte y resurrección, y nos engendra a la vida nueva. La aspersión de la
comunidad con agua en la Vigilia Pascual, o en el rito de entrada de la
Eucaristía dominical, o el santiguarse con agua al entrar en la Iglesia, son
recuerdos simbólicos del Bautismo. También el hecho de las casas (de las
casas, de los objetos, de las personas) o el gesto de aspersión en las exequias
se realicen con agua, quiere prolongar el simbolismo purificador y vitalizador
del Bautismo.
En el rito de la
Dedicación de iglesias se asperjan con agua las paredes, el altar y finalmente
el pueblo cristiano: siempre con la misma intención "bautismal", que envuelve
a las personas, al edificio y a los objetos de nuestro culto. Todo queda
incorporado a la Pascua de Cristo. Otro significado del
simbolismo del agua es su cualidad de apagar la sed del hombre. Sed
que no es sólo material, sino que muy expresivamente puede referirse s los
deseos más profundos del ser humano: la felicidad, la libertad, el amor, etc.
Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para
señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Desde
el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de los fundidores de
campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas
se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son
instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre.
Cuando los cristianos pudieron construir iglesias,
a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las
iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy
expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración
cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas,
a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre
su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se
quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la
consagración sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria
de la Vigilia Pascual.
Los nombres latinos de "signum" o
"tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de
"vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan
de la región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a
la comunidad cristiana, señalan las horas de la
celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o
la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre
todo con su repique gozoso anuncian las fiestas. Y así se convierten en
un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad
cristiana,
evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en
medio de una sociedad que puede estar
destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que
debería
tener nuestra vida. El
Bendicional (nn. 1142-1162) ofrece textos muy expresivos para la bendición de las campanas, motivando bien su sentido y convirtiendo el
rito en una buena ocasión para entender mejor la identidad de una comunidad cristiana y sus ritmos de vida y oración.
El canto expresa y realiza nuestras actitudes
interiores. Tanto en la vida social como en la cúltico-religiosa, el canto
no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de
alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. "No ha de ser
considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo
extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del
que ora y alaba a Dios" (IGLH 270).
El canto hace comunidad, al expresar más
validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la
vida familiar y social como en la litúrgica.
El canto hace fiesta, crea clima más solemne y
digno en la oración: "nada más festivo y más grato en las celebraciones
sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el
canto" (MS 16).
El canto es una
señal de euforia. El canto tiene en la liturgia una función
"ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto
en sí y su placer estético y artístico. Aquí el canto ayuda a que la
comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra. A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración. Así el canto se convierte de verdad en "sacramento", tanto de
lo que
nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de
la gracia salvadora que nos viene de él.
La ceniza, del latín "cinis", es producto
de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido
simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y
penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión
de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de
la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27.
El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo
entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto
simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las
palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que
nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la
marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y
termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe
quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad
de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas
dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el
Evangelio" (Cf Mc1, 15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has
de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien
nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la
novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.
Del latín
"cereus", de cera, el producto de las abejas. Ya hablamos en la voz
"candelas candelabros" sobre el uso humano y el sentido simbólico de
la luz que producen los cirios, y también del uso que
en la liturgia cristiana hacemos de ese simbolismo. El
cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de la luz de Cristo, y los cirios que se reparten entre la comunidad, para significar nuestra participación en esa misma luz. El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la
celebración
se hace de noche y empieza con las luces apagadas),
de una hoguera
previamente preparada se enciende el Cirio, que
tiene una inscripción en forma de Cruz,
acompañada de la fecha y de las letras Alfa y Omega, la primera
y la última del agabeto griego, para indicar que la Pascua de Cristo, principio y fin de el tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza siempre nueva en el año concreto en que vivimos. En la procesión de entrada se canta por tres veces la aclamación al Cirio: "Luz de Cristo. Demos gracias a Dios", mientras
progresivamente se van encendiendo los cirios de los
presentes. Luego se coloca en la columna o
candelero que va a ser su soporte, y se entona en torno de él, después de incensarlo, el solemne Pregón Pascual.
Además del símbolo de la luz, se le da también el
de la ofrenda: cera que se gasta en honor de Dios, esparciendo su luz:
"Acepta, padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa
Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las
abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en
llama viva para gloria de Dios... Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu
nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche..."
Lo que van anunciando las lecturas, oraciones y
cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje humilde pero diáfano de su llama
viva. La Iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el Esposo, con
la lámpara encendida en la mano, gozándose con él en la noche victoriosa de su
Pascua.
El Cirio estará encendido en todas las
celebraciones durante las siete semanas de la cincuentena, al lado del ambón de
la Palabra, hasta terminar el domingo de Pentecostés. Luego, durante el
año, se encenderá en la celebración de los bautizos y de las exequias, el
comienzo y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo
a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva
incorporación a la luz de la vida eterna.
La palabra
"colecta" viene del latín "collecta, colligere",
"recogida, recoger". Se aplica ante todo a la reunión de la comunidad
para la Eucaristía dominical o para las asambleas "estacionales" en
Cuaresma. También se llama "colecta" a la recogida de dinero o
de dones en el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor 16,
1-2).
Pero su uso más técnico es el referido a la
"oración colecta" al principio de la Misa. Este nombre pudiera
tener dos direcciones: o bien porque se pronuncia cuando ya está la comunidad
reunida (oración de reunión, concluyendo el rito de entrada), o porque su
finalidad es recoger y resumir las peticiones de cada uno de los
presentes. También se aplica este nombre a las "oraciones
sálmicas", que "sintetizan los sentimientos de los
participantes" en el rezo de los salmos (Cf IGLH 112). La expresión
"colligere ortationem", usual en los primeros siglos en la salmodia
comunitaria, quería decir "recoger en una oración las intenciones de los
que habían rezado el salmo". De ahí las "colectas
sálmicas".
El Misal de Pablo VI llama "colecta" a la
primera oración de la Misa y describe así su dinámica: "El sacerdote
invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en
silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular
sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar
colecta, y el pueblo contesta amén" (IGMR 32). Es la primera oración
importante del presidente, que de pie, con los brazos extendidos, y en nombre
de la comunidad, dirige su súplica a Dios. Las de nuestro Misal son
fieles al estilo claro y conciso de la liturgia romana, con una invocación a
Dios, muchas veces enriquecida con la alusión al tiempo litúrgico o la fiesta
celebrada para proseguir con una súplica y concluir apelando a la mediación de
Cristo.
El libro que durante siglos reunía estas oraciones
de la Misa o del Oficio Divino, antes de su inclusión en el libro único del
Misal o del Breviario, se llamó "Colectario".
De la palabra latina "communio", acción
de unir, de asociar y participar (correspondiente a la griega
"koinonía") "comunión" significa la unión de las personas,
o de una comunidad, o la comunión de los Santos en una perspectiva eclesial más
amplia, o la unión de cada uno con Cristo o con Dios.
Aquí la miramos desde el punto de vista
eucarístico: la participación de los fieles en el Cuerpo y Sangre de
Cristo. Este es el momento en verdad culminante de la celebración de la
Eucaristía. Después de que Cristo se nos ha dado como palabra salvadora,
ahora, desde su existencia de Resucitado, se quiere hacer nuestro alimento para
el camino de nuestra vida terrena y como garantía de la eterna.
La comunión tiene a la vez sentido vertical, de
unión eucarística con Cristo, y horizontal, de sintonía con la comunidad
eclesial. Por eso la "excomunión" significa también la
exclusión de ambos aspectos. El Misal (IMGR 56) invita a una realización lo más
expresiva posible de la comunión eucarística:
a. con una oración o un silencio preparatorio, por parte del
presidente y de la comunidad;
b. una procesión desde los propios lugares hacia
el ámbito del altar,
c. mientras se canta un canto que une a todos y
les hace comprender más en profundidad el misterio que celebran,
d. la invitación oficial a acercare a la mesa del Señor: "Este es el Cordero de Dios", invitación que apunta al banquete escatológico
del cielo ("dichosos los invitados a la Cena del Cordero"),
e. la mediación de la Iglesia en este gesto central
(no "coge" la comunión cada uno, sino que la
recibe del ministro),
f. con un diálogo que ahora ha vuelto a la expresiva
sencillez de los primeros siglos ("el Cuerpo de Cristo. Amén", "la Sangre de Cristo, Amén")
g. con pan que aparezca como alimento, consagrado
y partido en la misma Misa, para significar también la unidad fraterna de los que participan del mismo sacrificio de Cristo,
h. recibido
en la mano o en la boca, a voluntad del fiel, allí
donde los Episcopados lo hayan decidido (en
España desde el 1976, en Italia desde 1989, en México desde
1978),
i. a ser posible también participando del vino, que expresa mejor que Cristo nos hace partícipes de su sacrifico pascual en la cruz
y de la alegría escatológica, y
j. con unos momentos de interiorización después de
la comunión.
Casos especiales son el de la primera comunión, en
la que los
cristianos participan por primera vez plenamente de
la celebración
eucarística de la comunidad: no sólo en sus
oraciones, lecturas y cantos, sino también en el
Cuerpo y Sangre de Cristo.
Tiene especial sentido la Comunión
llevada a los enfermos, ahora eventualmente por medio de los ministros extraordinarios de la comunión, a ser posible como
prolongación de
la celebración comunitaria dominical.
Particular relieve merece la comunión que se recibe como
viático, en punto de muerte.
Y finalmente, la comunión recibida
fuera de la Misa, caso repetido sobre todo en lugares donde no pueden participar diaria ni siquiera dominicalmente de la Eucaristía completa, pero sí escuchar la palabra, orar en común y comulgar, en las condiciones que establecen el "Ritual del culto y de la comunión
fuera de la
Misa" (1973) y la instrucción "Inmensae
cariatis" (1973). Respecto a repetir la
comunión el mismo día, según el Código de Derecho Canónico (c. 917), "quien ya ha recibido la santísima Eucaristía puede de nuevo
recibirla
el mismo día solamente dentro de la celebración
eucarística en la que participe", norma que ha
recibido la interpretación oficial de que se puede hacer
"una segunda vez".
Juntamente con el "beber", el
"comer" es el gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el Antiguo
Testamento empieza con el "no coman" del Génesis, en el Nuevo
Testamento escuchamos el testamento: "tomen y coman". Y si
entonces la consecuencia era: "el día que comas de él, morirás",
ahora la
promesa es la contraria: "el que come...
tiene vida eterna".
El comer, ya humanamente, tiene el valor del
alimento y la reparación de las fuerzas. Pero a la vez tiene
connotaciones simbólicas muy expresivas: comer como fruto del propio trabajo,
comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer
con sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer
tiene igualmente varios sentidos. Al comer el pan, estamos convencidos de
que nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo. Su palabra ("esto es mi
Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese pan que hemos
depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor glorificado,
que ha querido se nuestro alimento. Este es el primer sentido que Cristo
ha querido dar a la comida eucarística: "mi carne es verdadera
comida". El es el "viático", el alimento para el camino de
los suyos.
También hay otros valores y gracias que Cristo
expresa en el evangelio con este simbolismo de la comida: el perdón, la alegría
del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del Reino
futuro. Basta recordar la parábola del hijo pródigo, acogido en casa con
una buena comida; o la de las bodas del rey; o la multiplicación de los panes y
peces en el desierto, o la expresiva presencia de Jesús en comidas en casa de
Zaqueo, de Mateo, del fariseo, de Lázaro. Y las comidas de Jesús con sus
discípulos, tanto antes como después de la Pascua, que ellos recordarán muy a
gusto. (Cf Hech 10,40).
Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de
la fraternidad eclesial. El pan de la Eucaristía, además de unirnos a Cristo,
participando de su Cuerpo, es también lo que construye la comunidad: "un
pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan" (1 Cor
10,16-17). "Comer con" por ejemplo con los cristianos
procedentes del paganismo, es un signo expresivo y favorecedor de la unidad de
todos en la Iglesia, sea cual sea su origen (Cf la discusión entre Pablo y
Pedro en Hech 11,3 y Gál 2,12).
El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo
conocemos todos. La cena judía, sobretodo la pascual, comenzaba
con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para repartirlo a todos,
mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios.
Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la
vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan. Muchos hemos conocido
cómo en nuestras familias el momento de partir el pan al principio de la comida
se consideraba como un pequeño pero significativo rito. Como el que se
hace solemnemente cuando unos novios parten el pastel de bodas y los van
repartiendo a los comensales que los acompañan.
Cristo también lo hizo en su última cena:
"Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio...". Más aún:
fue este el gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su
encuentro con Jesús Resucitado. "Le reconocieron al partir el pan". Y
fue este el rito simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración
Eucarística en la primera generación.
Primer significado de este gesto:
el Cuerpo "entregado roto" de Cristo
La fracción del pan puede tener, ante todo, un
sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo
de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en
la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta
dirección: "se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es
partido pero no se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a
los que participan de él, los santifica".
Segundo significado: Signo de la
unidad fraterna
El Misal Romano explica:
"por la fracción de un solo pan se
manifiesta la unidad de los fieles" (IGMR 48)
"el gesto
de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para
denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del
signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que
un solo pan se distribuye entre hermanos" (IGMR 283).
Gesto penitencial y de humildad. Es uno de los
gestos más populares al menos en cuanto a expresividad.
Así describe Jesús al publicano (Lc 18, 9-14). El
fariseo oraba de pie: "no soy como los demás"... "En cambio el
publicano no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador".
Cuando para el acto penitencial al inicio de
nuestra Eucaristía elegimos la fórmula "Yo confieso", utilizamos
también nosotros el mismo gesto cuando a las palabras "por mi culpa, por
mi culpa, por mi gran culpa" nos golpeamos el pecho con la mano.
Y es también la actitud de la muchedumbre ante el
gran acontecimiento de la muerte de Cristo: "y todos los que habían
acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el
pecho..." (Lc 23,48)
Estar de rodillas es una actitud de humildad.
Expresa arrepentimiento y penitencia. Nos recuerda a Pedro cayendo de rodillas
y exclamando: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Lucas
5,8). Pero el cristiano se arrodilla ante Dios precisamente porque el es Dios,
el único Señor del universo. Es un signo de Adoración que da a la oración un
acento muy particular. (Haga la prueba de arrodillarse, inclinar la cabeza y
juntar las manos en actitud de súplica...)
Este sentido de adoración tiene hacer la
genuflexión cuando entramos en la iglesia o delante del sagrario (allí donde
hay una lamparita encendida para señalar que está Jesús presente en la Eucaristía).
San Pablo se refiere a esta actitud en Efesios
3,14: "Doblo mis rodillas delante del Padre de quien procede toda
paternidad" y el mismo Jesús "puesto de rodillas" oró durante su
agonía en Getsemaní (Mt. 26,39).
Es la postura más usada en la Misa. Al orar de pie
los cristianos "significamos" nuestra dignidad de hijos de Dios. Como
tenemos en nosotros el Espíritu que nos hace exclamar "Abba",
"nos atrevemos" a llamar a Dios "Padre" y estar de pie
delante de él. Es una actitud de cariñosa confianza hacia Dios a quien vemos,
sobre todo, como Padre.
Es una actitud que indica "prontitud",
estar disponible, preparado para la acción. Por tanto indica decisión y
voluntad para seguir al Señor. Desde el comienzo fue la actitud general de los
cristianos: orar de pie, con los brazos extendidos (o levantados) y mirando
hacia el oriente (a la salida del sol).
Es también señal de alegría. Durante el primer
milenio, los cristianos tuvieron prohibido arrodillarse en la liturgia de los
domingos, pues -como sabemos- el día del Señor conmemora la Pascua, la
Resurrección de Jesús.
Así como la muerte es "estar postrado",
la resurrección es un levantarse, un "volver a estar de pie". Por eso
esta postura manifiesta también nuestra fe en Jesús resucitado.
Lo
hace como gesto de purificación. El sacerdote se lava las manos para pedirle a
Dios que lo purifique de sus pecados.
Con este signo el sacerdote le pide a Dios que una
nuestras vidas a la suya. Al momento de preparar sobre el Altar el pan y el
vino "el Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la panera con el pan
que se va a consagrar; vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz...”
(Misal Romano Nº 133). El instante en que se echa el agua se acompaña con
una oración que se dice en secreto: "El agua unida al vino sea signo de
nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra
condición humana.
San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió sobre
este gesto litúrgico, lo siguiente:
"en el agua se entiende el pueblo y en el vino
se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en el cáliz se mezcla agua con el
vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes se une y junta
a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del vino de tal
modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse
entre sí. Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno
sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el
agua está sola el pueblo empieza a estar sin Cristo. Más cuando uno y otro se
mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona, entonces se lleva a
cabo el sacramento espiritual y celestial" (Carta Nº 63, 13).
Este material es
cortesía de: Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona http://www.cpl.es
Extractos del
Libro " Gestos y Símbolos" del P. José Aldazabal.
BÁSICOS SOBRE LITURGIA
EL MANUAL DEL SACRISTÁN
Preparativos para cada celebración:
1. CELEBRACIONES EN GENERAL
- El sacristán sabe los horarios y da las
campanadas a tiempo: la primera, media hora antes; la segunda, un cuarto de
hora; y la última, a la hora de empezar.
- Procura que estén todas las cosas necesarias
acomodadas en su sitio conveniente, sacudidas y limpias, y listas para usarse,
en cantidad suficiente
- Si falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para
que se prevea. Sobre todo tiene aseado el presbiterio y presentables el altar y
el ambón.
- Se encarga del ambiente agradable: música
ambiental, adorno, aseo, luz, ventilación, temperatura, sonido.
- Ve en la agenda litúrgica las características del
día (categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de
precedencias, conoce calendario y la tabla de ocurrencias y fiestas movibles.
- Avisa cuando hay nuevas vestiduras, u objetos,
para la bendición.
- Hace genuflexión hasta tocar con la rodilla el
suelo al pasar frente al Santísimo; hace reverencia profunda al altar.
- Procura que haya una lámpara encendida ante el
Santísimo y conopeo (puede ser del color del tiempo). Cerca del Sagrario debe
haber un vasito con agua para purificarse los dedos y un purificador (el agua
se vacía a la piscina o a una maceta).
2. EUCARÍSTIA
2.1. Celebración Eucarística:
- En el altar: mantel; y cerca, de dos a seis velas
encendidas.
- En el ambón: el Leccionario o el Propio; la
oración de los fieles.
- En la sede: Misal; agua bendita si hay aspersión.
- En la credencia: cáliz cubierto con un velo,
(palia), corporal, purificador, jarrita con agua, aguamanil y toalla pequeña,
platillo de comunión, llave del sagrario.
- En la mesa de ofrendas: patena grande con hostias
suficientes (de preferencia grandes: OGMR 283), vinajeras del agua y del vino
(suficientes por si debe darse a los fieles: OGMR 240-242), y de los demás
dones.
- En el lugar donde se revisten e inicia la
procesión: Evangeliario, incensario, naveta con incienso y cucharita, cruz alta
y ciriales, agua, jabón y toalla (y espejo) por si desean lavarse; vestiduras:
alba (con amito y cíngulo si es necesario), estola, casulla; sotanas o albas
para los demás ministros.
2.2. Hora Santa:
- Junto al altar: Custodia, corporal, 4 o 6 velas
encendidas, flores, Ritual del Culto Eucarístico fuera de la Misa, paño de
hombros, campanillas.
- En el lugar donde se revisten: incensario, naveta
con incienso y cucharita; vestiduras: alba (con amito y cíngulo si es
necesario), estola, capa pluvial; alba o sotana para los otros ministros.
2.3. Comunión fuera de la Misa:
- En el altar: Mantel, corporal, 2 velas
encendidas, piscina y purificador, llave del sagrario, Ritual del Culto
Eucarístico, fuera de la Misa.
- En la sacristía: alba (con amito y cíngulo si es
necesario) y estola.
2.4. Primera Comunión:
Además de lo necesario para la Celebración
Eucarística: Cirio Pascual encendido, reclinatorios o lugar adornado para los
comulgantes, agua bendita.
3. SACRAMENTOS
3.1. Bautismo de niños:
- Fuente bautismal (o en su defecto, recipiente con
agua) y concha.
- Óleo de los catecúmenos y Santo Crisma, algodón,
(y alcohol).
- Cirio Pascual (y vela bautismal).
- Ritual del Bautismo de niños.
- Alba (con cíngulo y amito si se requiere) y
estola.
3.2. Confirmaciones:
- Vestiduras: alba, estola, mitra, casulla si es
Misa o capa pluvial si no.
- Sillas para los Sacerdotes que ayudan al Obispo.
- Vasijas con el Santo Crisma para los sacerdotes,
algodón, alcohol, agua, jabón, toalla.
- Cirio Pascual encendido.
- Ritual de la Confirmación.
3.3. Visita y Unción de los Enfermos:
- Ritual de atención pastoral y unción de enfermos.
- Óleo de los enfermos, algodón, (alcohol).
- agua bendita para aspersión, vela encendida.
- Relicario y purificador, piscina.
- Alba, estola.
3.4. Matrimonios:
- Además de lo necesario para la celebración
Eucarística:
- Ritual del Matrimonio.
- Agua bendita para aspersión.
- Anillos y arras: reclinatorios.
- Cáliz grande para comunión bajo las dos especies.
3.5. Ordenaciones:
Además de lo necesario para la Celebración
Eucarística:
- Pontifical Romano.
- Estolas para los presbíteros no concelebrantes
que impondrán las manos.
- Gremial.
- Santo Crisma, algodón, alcohol, agua, jabón y
toalla Sedil si es necesario.
- Cáliz suficientemente amplio.
- Libros para concelebrantes, y vestiduras para
ellos: alba, estola.
- Alba (con amito y cíngulo si es necesario),
estola, casulla, dalmática, mitra, báculo.
- Vimpas o velos humerales para mitra y báculo.
- Micrófonos.
4. SACRAMENTALES
4.1. Institución de Ministerios:
a) Lectorado:
- Lo necesario para la celebración Eucarística si
se hace en ella.
- Pontifical Romano.
- Biblia o Leccionario.
- Sedil para el Obispo.
- Sillas para el lector a instituirse, en el
presbiterio y entre sus familiares.
- Cáliz amplio.
b) Acolitado:
- Cosas necesarias para la Celebración Eucarística.
- Pontifical Romano.
- Patena con pan y cáliz con vino.
- Sedil para el Obispo.
- Sillas para el acólito a instituirse, en el
presbiterio y entre sus familiares.
- Cáliz amplio.
4.2 Exequias:
En el lugar donde se revisten: alba, estola,
casulla si es Misa, o capa pluvial, si no; alba o sotana para los ministros:
Ritual de Exequias; ciriales y cruz alta; agua bendita.
En el presbiterio: lo necesario para Misa o
Celebración de la Palabra.
En casa del difunto: Ritual, cruz, agua bendita,
incensario, naveta con incienso, brasas.
Junto al féretro: Cirio Pascual encendido, agua
bendita, incensario, naveta con incienso y cucharita.
4.3. Dedicación de una Iglesia:
- En el lugar de reunión: Pontifical Romano, cruz
procesional, reliquias de los santos (con flores); vestiduras rojas para sus
portadores.
- En la Iglesia a dedicarse: Misal, Leccionario,
agua bendita para aspersión, Santo Crisma (3 vasijas), mantel para el altar,
mantel impermeable o encerado para adherirse al altar, aguamanil y toalla para
obispo y presbíteros que ungen las paredes, gremial, brasero con incienso y
aromas y velas para quemarse sobre el altar, incensario naveta con incienso y
cucharita; cáliz amplio, corporal, purificador, manutergio, pan, vino y agua
para Misa, paño de hombros, candeleros y velas, flores; mesa para reliquias
(cemento y cuchara).
- En el lugar de revestirse: alba, estola,
pectoral, dalmática, casulla, mitra y báculo para el obispo; las vestiduras de
Misa para los demás.
4.4. Dedicación de un altar:
- Misal, Leccionario, Pontifical. Cruz alta,
Evangeliario.
- Agua bendita para aspersión. Santo Crisma.
- Mantel. Mantel encerado o impermeable adherible
de la medida del altar.
- Lo necesario para que el Obispo se lave las
manos.
- Gremial.
- Brasero para incienso y aromas, granos de
incienso y velas para quemarse completamente sobre el altar.
- Incensario y naveta con incienso y cucharita.
- Cáliz amplio, corporal, purificador, manutergio.
Pan, vino y agua suficiente para Misa.
- Cruz para cerca del altar.
- Mantel, cirios, candeleros, flores.
- Vestiduras para la Celebración Eucarística.
- Reliquias.
4.5. Colocación de la Primera piedra de una
iglesia:
- Pontifical Romano y Leccionario III.
- Sede episcopal.
- Piedra cuadrada y angular, con hueco para botella
con documentos y monedas.
- Cemento, cuchara, mezcla.
- Acetre con agua e hisopo.
- Incensario con brasas y naveta con incienso.
- Cruz y hachones.
- Sonido y tarima si se requiere.
- Vestiduras para la Misa con el obispo,
concelebrada y con diácono, si hace con Misa.
- Orden de la procesión, del movimiento para la
aspersión del área, del acomodo de la piedra y firma de documento.
- Lectores y ministerios de la Misa.
4.6 Reconciliación de una Iglesia profanada:
- Ritual Romano, Leccionario.
- Agua bendita para la aspersión.
- Incensario, naveta con incienso y cucharita.
- Cruz procesional y ciriales.
- Mantel, velas, y todo lo necesario para ornato
del altar.
- Lo necesario para la Celebración Eucarística.
- Vestiduras: para el Obispo, alba, estola, capa
pluvial o casulla, mitra y báculo; para los demás: lo necesario para la
celebración Eucarística.
4.7. Toma de Posesión de un nuevo párroco:
- Ante las puertas cerradas de la iglesia: llaves
de la iglesia.
- En el presbiterio: nombramiento, Evangeliario, llaves
del Sagrario, del bautisterio, de la capilla penitencial y del campanario; todo
lo necesario para la Celebración Eucarística.
- En el lugar donde se revisten y parte la
procesión: vestiduras para la Celebración Eucarística, cruz alta, ciriales, incensario,
naveta con incienso y cucharita (suficiente carbón).
4.8. Profesión Religiosa:
- Además de lo necesario para la Celebración
Eucarística:
- Ritual de Profesión Religiosa.
- Insignias de la Congregación Religiosa.
-Cáliz amplio y suficientes hostias Asientos para
quien recibe la profesión, y reclinatorio para quien la hace, en lugar visible.
4.9. Bendiciones:
- Ritual de bendiciones.
- Alba, estola, capa pluvial (o casulla si se hace
en Misa).
- Agua bendita para: bendición de familias,
construcciones, nuevas casas, Seminarios, casas religiosas, escuelas,
bibliotecas, hospitales, oficinas, centros de comunicaciones, gimnasios,
puentes, vehículos, puertos, instrumentos de trabajo, animales, nuevas puertas
de iglesia, campanas, objetos de piedad, escapularios, cementerios.
- Incienso para: bendición de esposos, de cruces
para veneración pública, de imágenes para veneración pública, de campanas, de
Viacrucis y de cementerios.
- Anillos para Bodas de Oro y Plata; tocar campanas
u órgano al bendecirlo.
5. AÑO LITÚRGICO
5.1. Tiempo de Adviento:
- Moderación en adornos, música y luces, con el fin
de que resalten los elementos festivos hasta Navidad. Podrían reducirse
alfombras, quitar cortinas y flores.
- Color morado de vestiduras, menos feo que el de
cuaresma; violeta el domingo III; azul el 8 de Diciembre y blanco el 12 y otras
fiestas.
- Murales sobre el tiempo y aviso sobre los actos.
- Se recomienda la Corona de Adviento:
- Para las Posadas: Santos peregrinos en sus andas,
faroles, velitas, luces de bengala; hojas de posada; aguinaldos, molotes o
bolos.
5.2. Tiempo de Navidad:
- Nacimiento.
- Conviene hacer la Vigilia de Navidad.
- Misa de Media noche: repique de Gloria; flores;
luces; imagen del Niño Dios para entronizarse en el Nacimiento: suficiente vino
y hostias, música ambiental, lo necesario para besar al Niño donde se use.
- Murales; árbol de Navidad para poner despensas
para los pobres; adornos navideños; color blanco de las vestiduras.
- Epifanía: multiplicar las luces; ofrenda de
incienso para el año. Anuncio litúrgico de las fiestas del año. Adoración por
parte de los niños y los candidatos a sacramentos.
5.3. Tiempo de Cuaresma:
Miércoles de ceniza: tener preparada la ceniza
(producto de la quema de ramos del año anterior); hojas para los fieles; agua y
manutergio para ministros.
Cuaresma: No se ponen flores ni hay música festiva
- Vestiduras de color morado seco.
- Horarios y murales para Ejercicios, actividades,
etc. Portamurales, crayolas, pantallas, etc. para Ejercicios.
- Destacar la presencia de la cruz (que puede irse
cubriendo poco a poco de hojas, como retoños de primavera).
- Agua bendita para aspersión y signación.
- En las ceremonias no se pone adorno, ni se usa
música fuera del acompañamiento de cantos, ni se ponen flores, ni se usan
Lecturas propias.
Domingo de Ramos:
En el lugar de bendición de ramos: mesa, ramos,
cruz adornada y ciriales, agua para aspersión incensario y naveta con incienso
y cuchara. En la sacristía: vestiduras rojas para la celebración Eucarística
(puede usarse capa pluvial para la procesión), Misal, Leccionario o Propio. En
el Presbiterio: Libros y lugares para los Lectores de la Pasión, todo lo
necesario para la Misa.
Misa Crismal: Tener lavadas y pulidas las ánforas
de los Santos Oleos, para su renovación.
5.4. Triduo Pascual:
a) Jueves Santo: Misa de la Cena del Señor.
Monumento discreto, fuera del presbiterio, de
ordinario. Lugar visible para el Lavatorio.
Repique para el Gloria.
En la sacristía: vestiduras blancas para
concelebrantes, cruz alta, ciriales, incensario, naveta con incienso, varipalio
(para el final), velos morados para cubrir cruces si se necesitan.
En la credencia: todo lo necesario para la
Celebración Eucarística, libros para concelebrantes, vino suficiente, hostias
para la comunión de tres días, paño de hombros, campanas y matraca, jofaina,
toalla, jabón y jarra con agua.
Lugar para alcancías de «cáritas» y despensas para
los pobres. Procurar que el Sagrario esté vacío.
b) Viernes Santo: Celebración de la Muerte del
Señor.
No se tocan las campanas, a no ser que los obispos
decidan dar dobles. Se llama con matraca.
En la sacristía: vestiduras rojas para Celebración
Eucarística, Misal.
En el presbiterio: altar desnudo y sagrario vacío;
lugar para postración; lugar para lectores de la Pasión; libros y micrófonos;
colecta para los Santos Lugares.
En la credencia: mantel del altar, corporal,
purificador, agua para purificar, cruz cubierta con velo y dos candeleros con
velas si se usa la primera forma; estolas rojas para sacerdotes comulgantes.
En el Monumento: 2 cirios encendidos, paño de
hombros, piscina. En la puerta: una cruz grande y dos candeleros si se usa la
segunda forma de Adoración de la cruz.
c) Vigilia Pascual
- Proveer de velas si es necesario Lugar de los
bautismos.
- Libro de la Semana Santa, Ritual del Bautismo,
Misal, Oración Universal.
- Aviso sobre el momento de apagar y encender
luces.
- Repique del Gloria; Cirio Pascual del año en
curso.
- En el lugar de la reunión: hoguera con fuego,
mesa con el Cirio Pascual, velita o mecha para encenderlo, 5 gramos de incienso
y punzón, tenazas para las brasas, incensario sin brasas, naveta con incienso y
cucharita, velas para los ministros, lámpara para alumbrar el texto al
celebrante.
- En el presbiterio: Candelabro adornado para el
Cirio Pascual, junto al ambón; lugar para el agua; campanas; acetre vacío,
hisopo, y algún instrumento para llenarlo; (altar cubierto de la Resurrección);
libro del Pregón Pascual en ambón.
- En la credencia: todo lo necesario para la
Celebración Eucarística; boletas de bautismos; Ritual del Bautismo o de la
Iniciación Cristiana de adultos (y de Confirmación si se ocupa); Óleo de
catecúmenos, Santo Crisma, algodón, alcohol, limón, jabón, cirio bautismal;
libros para concelebrantes.
- En la sacristía: vestiduras blancas para
Concelebración Eucarística.
5.5. Cincuentena Pascual:
- Cirio Pascual encendido durante todas las
celebraciones litúrgicas, los 50 días, en lugar visible, junto al ambón.
- Agua bendita para signación y aspersión.
- flores, iluminación, adorno festivo, ambón
adornado.
- Vestiduras festivas, blancas.
- Murales o símbolos del Evangelio dominical.
Ascención del Señor: No se retira aún el Cirio
Pascual.
Pentecostés: Preparar lo necesario para la Vigilia.
5.6 Tiempo Ordinario:
a) Presentación del Señor o Candelaria:
- Los fieles llevan sus velas.
- En el lugar de reunión: Ritual, acetre con agua,
velas de los ministros, micrófono.
- En la sacristía: lo necesario para la Celebración
Eucarística, con ciriales, cruz alta e incensario.
- El orden de la procesión siguiendo a Cristo-luz.
b) Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo:
Además de lo necesario para Misa, en el
Presbiterio:
- Otra hostia grande en la patena, a fin de
consagrarla para la exposición y procesión.
- Custodia; paño de hombros; 2 incensarios y naveta.
En otro lugar oportuno:
- Capas pluviales; hachones y velas; baripalio;
monumentos.
c) Fieles difuntos:
- Lo necesario para las 3 Misas de difuntos; o la
Misa del cementerio.
- Ritual de Exequias para las preces.
d) Rogativas y témporas:
Las rogativas son oraciones y ayunos para apartar
de nosotros calamidades, o súplicas y procesiones para pedir el buen temporal.
La Conferencia Episcopal Mexicana determinó que cada párroco establezca sus
fechas y el modo práctico de celebrarlas. La vida ya no es exclusivamente
agrícola, así que deben tenerse en cuenta todo tipo de trabajos y necesidades,
para que todos se sientan invitados a colaborar en el bien común con su propio
esfuerzo.
Las témporas es el estallido de agradecimiento por
las cosechas, los triunfos en el trabajo, y los beneficios recibidos. Son
fiestas de alabanza, gratitud, ofrenda y primicias, e invitación a la
santificación mediante encuentro con Dios y consigo mismo, y a la
sensibilización sobre los problemas actuales: paz, justicia, hambre, sida,
drogadicción, legalización del aborto, etc. El nivel diocesano queda a juicio
de cada Ordinario del Lugar:
- Programa de actos.
- Recorrido de la procesión y letanías o
reflexiones.
- Sonido, pequeño Ritual, Cruz alta y ciriales,
eventual imagen o estandarte, Pluvial, acetre, incensario y naveta.
- Misa votiva o por diversas necesidades que mejor
se acomode a las circunstancias.
- Aprovechar las Jornadas mundiales o nacionales.
6. OTRAS OCASIONES
a) Fiesta Patronal
- Programas visibles, horarios de actividades.
- Cohetes y repiques si se usan.
- Adorno al Santo Patrón, de preferencia simbólico
y significativo, y del templo.
- Acuerdo del equipo para seguridad de horarios y
actividades.
- Fichas de juramentos, de bendiciones, de recibos
de donativos.
- Folletos u hojas de cantos; lugar de banderas o
estandartes.
- Limpieza previa de bodega, nave, azoteas, paredes
y altares, lugar de herramientas, repisas, imágenes, candeleros, etc., y de
manteles, vestiduras y vasos sagrados.
- Porta murales o material visual.
- Cable largo de micrófono de preferencia;
suspensorio de incensario y naveta.
- Taburetes y floreros suficientes; flores.
- Agua bendita para recepción de procesiones; velas
para procesiones.
- Grabadoras y cassettes; botiquín elemental.
- Contactos, ladrones, cables, cinta, para
conexiones e instalaciones eléctricas.
- Libritos y guiones para sacramentos, Misa o
problemas.
- Inventario para ver faltantes que se pidan de
ofrenda.
b) Quince Años:
Reclinatorio, pequeño ritual de profesión de fe.
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