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María Teresa de Soubiran, Beata |
Virgen y Fundadora de la Sociedad de María Auxiliadora
Martirologio Romano: En
París, Francia, beata María Teresa de Soubiran La Louviére, virgen,
que para mayor gloria de Dios fundó la Sociedad Hijas
de María Auxiliadora, de la cual fue después alejada, para
pasar el resto de su vida en profunda humildad. (†
1889)
Fecha de beatificación: 20 de octubre de 1946 por el
Papa Pío XII. La
familia Soubiran pertenecía a la antigua nobleza. Sus orígenes datan
por lo menos del siglo XIII, y entre sus antecesores
indirectos se cuentan San Luis de Francia, San
Eleazar de Sabran y su esposa la Beata Delfina, Santa Roselina de Villeneuve, Santa Isabel de
Hungría y buena parte de las familias reales de Europa.
En el segundo cuarto del siglo XIX, el jefe de
la familia Soubiran era José de Soubiran la Louviere, quien
vivía en Castelnaudary, cerca de Carcasona. José se casó con
Noemí de Gélis de l´Isle d´Albi. Sofía Teresa Agus tina
María, segunda hija de este matrimonio, nació el 16 de
mayo de 1835.
Los Soubiran mantenían las
tradiciones religiosas de la familia, aunque en una forma que
reflejaba más la severidad que la alegría del cristianismo. Sofía,
dirigida por su tío, el canónigo Luis de Soubiran, se
sintió pronto llamada a la vida religiosa. En la congregación
mariana bajo la dirección del canónigo, había otras jóvenes que
se sentían también llamadas por Dios. Cuando Sofía tenía diecinueve
años, Don Luis determinó fundar una comunidad de "beguinas", es
decir, de mujeres que viviesen en comunidad con votos temporales
de castidad y obediencia. Pero Sofía no creía que ésa
fuese su vocación, ya que las "beguinas" gozaban de mucha
libertad y podían volver al mundo en el momento en
que lo deseasen. Ella se sentía más bien inclinada a
la austeridad y a la vida retirada del Carmelo. Sin
embargo, al cabo de un período de vacilaciones y de
solicitar consejos, decidió finalmente plegarse a los deseos de su
tío. Así pues, se trasladó a Gante para estudiar el
género de vida de las "beguinas" y, a su vuelta,
fue nombrada superiora de la comunidad de Castelnaudary, que entonces
inauguró su tío el canónigo. Estos acontecimientos tuvieron lugar entre
1854 y 1855.
En los años siguientes, la
nueva fundación prosperó, aunque en una forma bastante diferente a
la de los "beguinatos" belgas, ya que Sofía y sus
compañeras renunciaron a sus propiedades, establecieron un orfelinato y practicaron,
por regla la adoración nocturna al Santísimo Sacramento. A pesar
de los progresos, fue aquélla una época tan difícil para
la comunidad y su superiora, que la casa en que
habitaban recibió el nombre de "el convento del sufrimiento". En
1863, la madre María Teresa, como la llamaremos en adelante,
consultó acerca de su vocación a la superiora del convento
de Nuestra Señora de la Caridad, en Toulouse y a
algunas personas de su confianza, quienes le aconsejaron que hiciese
los Ejercicios de San Ignacio. Así lo hizo bajo la
dirección del famoso jesuita, P. Pablo Ginhac. Dios le manifestó
entonces claramente que debía llevar adelante su propósito de fundar
la congregación de María Auxilidaora, tal como lo tenía planeado.
El fin de dicha congregación consistía en que sus miembros
practicasen la vida religiosa en toda su plenitud y trabajasen
por "la empresa más divina y más humana que existe:
la salvación de las almas". Ningún trabajo debería parecer demasiado
grande ni demasiado pequeño a las religiosas, sobre todo si
otras congregaciones no podían o no querían tomarlo entre manos.
El canónigo de Soubiran acabó por plegarse a los deseos
de su sobrina. El "beguinato" no se disolvió; simplemente, en
septiembre de 1864 la madre Maria Teresa y unas cuantas
hermanas se mudaron al convento de la Rue des Buchers
de Toulouse, que iba a ser la residencia de la
nueva congregación. A partir del año siguiente, los escritos de
la beata nos permiten seguir de cerca su evolución interior
hasta su muerte, ocurrida un cuarto de siglo más tarde.
Las nuevas religiosas siguieron dedicándose al cuidado de
los huérfanos y a la instrucción de los niños pobres
e inauguraron en Toulouse la primera casa de huéspedes para
jóvenes trabajadoras a la que se dio el nombre de
Maison de famille, porque era un verdadero hogar para las
jóvenes que no lo tenían o que vivían lejos del
suyo. Las auxiliadoras practicaban diariamente la adoración nocturna, en tanto
que las "beguinas" sólo lo hacían una vez al mes.
La madre Teresa calcó las constituciones de su congregación sobre
las de la Compañía de Jesús. El P. Ginhac, que
tomó parte muy activa en la nueva fundación se encargó
de revisar las constituciones. En 1867, el arzobispo de Toulouse
aprobó a las auxiliadoras y la Santa Sede publicó, en
1868, un breve laudatorio. En 1869, se inauguraron los conventos
de Amiens y de Lyon, en los cuales las religiosas
siguieron consagrándose al cuidado de las jóvenes trabajadoras. Durante la
guerra franco-prusiana, las religiosas de los tres conventos se refugiaron
primero en Southwark y después, en Brompton, donde los padres
oratorianos las ayudaron mucho. Más tarde, establecieron una "casa de
familia" en Kenington. Tal fue la primera fundación inglesa de
las auxiliadoras.
En 1868, ingresó en la congregación
una novicia que tres años después fue elegida por voto
casi unánime del capítulo, consejera y asistenta de la madre
general. Se trataba de la madre Maria Francisca, una mujer
muy hábil e inteligente, cinco años mayor que la madre
María Teresa de Soubiran. A la vuelta de Inglaterra, la
madre María Francisca presentó un proyecto sobre el desarrollo de
la congregación; con "el brillo de sus discursos, la fuerza
y claridad de sus argumentos, la precisión de sus juicios,
su tacto, su habilidad el manejo de los negocios y
su fe ardiente y avasalladora", consiguió que el plan fuese
aprobado. La cita anterior procede de los escritos de la
beata María Teresa y muestra claramente la influencia que ejercía
sobre ella su asistenta. Desgraciadamente, la beata no se dio
cuenta durante mucho tiempo de que la madre María Francisca
era "dominadora, inestable y ambiciosa", como el tiempo había de
probar. El hecho fue que la congregación se desarrolló demasiado
rápidamente y se abrieron nuevas casas sin recursos suficientes. A
principios de 1874, la madre María Francisca declaró que la
situación económica de congregación era desesperada. (Actualmente sabemos que tal
juicio era exagerado).
Al principio, la madre María
Francisca se echó a sí misma la culpa; pero pronto
empezó a atacar a la madre María Teresa, acusándola de
ser orgullosa, débil, vacilante y de poco espíritu religioso. Al
poco tiempo, empezó a correr por todos los conventos de
la congregación el rumor de que el mal estado de
cosas se debía a la fundadora. La madre María Teresa
recordó entonces que m poco antes le había parecido que
el Señor le decía: "Tu misión ha terminado dentro de
poco, no habrá sitio para ti en tu congregación. Pero
mi poder mi bondad estarán contigo." Ella había respondido: "Amén".
Desde entona estuvo dispuesta a repetir nuevamente su "amén", pero
antes quiso consultar al P. Ginhac. Este quedó un tanto
desconcertado e, inmediatamente, mandó llamar a la madre María Francisca,
quien le expuso a su modo la situación. Entonces, el
siervo de Dios aconsejó a la madre María Teresa que
renunciase. Su consejera fue nombrada superiora general.
La
casa madre de la congregación era entonces la de Bourges.
La nueva superiora general no quiso que su predecesora retornase
ni residiese en ninguno de los conventos de la congregación.
Así pues, la madre María Teresa se retiró al convento
de las Hermanas de la Caridad de Clermont, so pretexto
de descansar algunas semanas. El descanso se prolongó siete meses
-"siete meses de angustia"-, en tanto que la madre María
Francisca determinaba su destino. No hay para qué narrar en
detalle las desagradables medidas que la madre María Francisca tomó
para evitar que la madre María Teresa reconquistase su antigua
influencia y su autoridad. Baste con decir que esas medidas
culminaron con la expulsión de la fundadora de la congregación.
La beata tuvo que abandonar d convento de Clermont y
el hábito religioso en septiembre de aquel año. A fines
de 1874, la madre María Teresa, fundadora de la Compañía
de María Auxiliadora, volvió a ser simplemente Sofía de Soubiran
la Louviere.
Sofía estuvo veinte años en el
convento y tuvo que empezar una nueva vida, una prueba
muy dura para las personas que no viven "en el
mundo", En vano solicitó ser admitida en la congregación de
la Visitación y en la orden del Carmelo, "su primer
amor". Entonces, pidió su admisión entre sus antiguas amigas del
convento de Nuestra Señora de la Caridad en Toulouse, quienes
se dedicaban a rescatar mujeres perdidas. Aquellas religiosas no le
cerraron las puertas y comprendieron su deseo de ingresar más
bien en el convento de París. Después de ciertas dilaciones
debidas a algunas dificultades canónicas y a una enfermedad que
casi costó la vida a la beata, ésta hizo finalmente
la profesión en 1877, a los cuarenta y dos años
de edad. Su diario muestra que entró entonces en un
período de gran serenidad espiritual y que el poder y
la bondad del Señor estaban con ella. El P. Hamon,
su director espiritual, escribió: "La abnegación de la madre de
Soubiran era tan extraordinaria, que consiguió olvidar completamente a su
antigua familia religiosa, confiándola enteramente en manos de la providencia;
en esa forma obligó al Divino Pastor a mirar por
sus hijas huérfanas. La generosidad de ese sacrificio rayaba, a
mi modo de ver, en el heroísmo."
En
todo caso, la madre María Francisca no permitía ningún trato,
epistolar ni personal, entre sus religiosas y la fundadora de
la congregación. Sin embargo, al cabo de ocho años, el
contacto se restableció de un modo dramático. La madre María
Francisca despidió también de la congregación a la madre María
Javier, hermana de la fundadora, pues temía que su presencia
conservase vivo el recuerdo de la madre María Teresa. La
madre María Javier ingresó también en el convento de Nuestra
Señora de la Caridad de París y dio a su
hermana noticias muy tristes sobre el estado de la congregación
de María Auxiliadora. La madre María Teresa escribió por entonces:
"Ahora sí que estoy segura de que esa pequeña compañía
que Dios quiere tanto, sobre la cual ha velado tan
amorosamente y en la cual había tantas almas fervorosas y
verdaderamente virtuosas, estoy segura, digo, de que esa compañía está
moralmente muerta, o sea que su fin, su forma y
sus métodos han cesado de existir. Acepto amorosamente los planes
de Dios, pues soy nada ante su santa e incomprensible
voluntad." La Beata María Teresa había contraído la tuberculosis.
La larga enfermedad la obligó a pasar en la enfermería
los últimos siete meses de su vida. Murió el 7
de junio de 1889, al murmurar estas palabras: "Ven, Señor
Jesús". Trató de hacer la señal de la cruz, pero
no llegó a signarse. Fue sepultada en el cementerio de
Montparnase, en la cripta del convento de Nuestra Señora de
la Caridad. Actualmente, sus reliquias se hallan en la casa
madre de las auxiliadoras en París. La madre María Teresa
de Soubiran fue beatificada en 1946. La síntesis de su
espíritu queda expresada en las palabras que escribió en una
carta, poco después de su expulsión de la congregación de
María Auxiliadora "Como podéis imaginaros, todo ello me ha hecho
sufrir enormemente Dios es capaz de medir la intensidad y
la profundidad de mi dolor y sabe hasta qué punto
esa pena se ha convertido en una fuente de fe,
esperanza y caridad. La gran verdad de que Dios es
todo y el resto nada se va convirtiendo en la
vida de mi alma y, sobre esa verdad me puedo
apoyar seguridad, en medio de los incomprensibles misterios de este
mundo. Es éste un bien superior a todos los bienes
de la tierra, porque en el amor omnipotente podemos confiar
durante la vida y por toda la eternidad. No sé
si hubiese podido aprender esa gran lección sin pasar por
tantas angustias; no lo creo. El tiempo pasa y pasa
de prisa; pronto veremos la razón de tantas cosas que
sorprenden y desconciertan a nuestra inteligencia débil y miope." La
fiesta de la beata se celebra el 20 de octubre.
Dado que la fundación forma parte de la
vida de un fundador, añadiremos unas palabras sobre la historia
de la congregación que fundó la madre Soubiran. La beata
había predicho que las cosas iban a cambiar totalmente en
la compañía de María Auxiliadora, uno o dos años después
de su muerte. Su profecía se verificó. La congregación estaba
muy descontenta del gobierno de la madre María Francisca, y
varias casas habían sido clausura das. A par 1884, la
inestabilidad administrativa se hizo intolerable. Por ejemplo, en menos de
cinco años, la sede del noviciado cambió siete veces. La
crisis estalló 1889, cuando el capítulo general se negó a
ratificar los nuevos cambios que la superiora proyectaba. El 13
de febrero de 1890, exactamente dieciséis después de la expulsión
de la fundadora, la madre María Francisca dejó ser superiora
y salió de la congregación.
El cardenal Richard,
arzobispo de París, nombró a la madre Maria Isabel de
Luppé superiora general. Bajo su gobierno, se hizo luz acerca
de la verdadera historia de la fundadora, la madre María
Javier ingresó nuevamente en la congregación y la compañía de
María Auxiliadora recobró su forma original y empezó a adquirir
las características que le han merecido el sitio tan distinguido
que ocupa actualmente en la Iglesia.
Este corto
artículo basta para probar que la historia de la Beata
M Teresa de Soubiran fue realmente extraordinaria(1). Lo mismo puede
decirse sobre la vida de la madre María Francisca, por
más que no tenga cabida en una vida de santos.
Nos limitaremos simplemente a observar que murió en 1921, cuando
la causa de beatificación de la madre María Teresa ya
estaba introducida. Después de la muerte de María Francisca, se
descubrió que era casada y que para entrar en la
congregación de María Auxiliadora había abandonado a su esposo. Como
su marido vivía aún y ella lo sabía, María Francisca
no pudo hacer votos válidos, de suerte que su generalato
fue también inválido y, por consiguiente, todos sus actos fueron
nulos. Por la misma razón, la madre María Teresa no
dejó nunca de pertenecer, canónicamente, a la congregación que había
fundado. Nada sabemos acerca de los últimos treinta años de
la vida de María Francisca; según parece, poseía una fortuna
personal y vivió sola en París.
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