Un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió hacia la foresta.
Y mientras caminaba sin rumbo llegó a donde yacía un
león, que gimiendo le suplicó: "Por favor te ruego que me ayudes, pues
tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene
sangrando y adolorido".
Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la espina,
lavó y curó la herida. El león lo invitó a su cueva donde compartía con
él el alimento.
Pero
días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus
buscadores. Llevado Androcles al emperador fue condenado al redondel a
luchar contra los leones.
Una vez en la arena, fue suelto un león, y éste
empezó a rugir y buscar el asalto a su víctima. Pero a medida que se le
acercó reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él pero para lamerlo
cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido
el emperador por lo sucedido, supo al final la historia y perdonó al
esclavo y liberó en la foresta al león.
Los buenos actos siempre son recompensados.
Fábula de Esopo
La vida está regida por la ley de la siembra y la cosecha. Mucho de lo que hemos recogido, ha sido el producto de lo que sembramos. Sembremos las mejores semillas de la vida para recoger los mejores frutos del mañana y sobre todo que comencemos por sembrar nuestro corazón en la manos de Dios.
La vida está regida por la ley de la siembra y la cosecha. Mucho de lo que hemos recogido, ha sido el producto de lo que sembramos. Sembremos las mejores semillas de la vida para recoger los mejores frutos del mañana y sobre todo que comencemos por sembrar nuestro corazón en la manos de Dios.
La experiencia me ha enseñado que los que siembran maldad cosechan desventura. Job 4, 8
El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la
siembra,en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas.
Salmo 126, 6
Androcles era un pobre esclavo romano a quien su amo llevó al Norte de África hace muchos siglos, como su amo era muy cruel, la vida del esclavo era muy dura, por lo cual decidió escaparse para ver si llegaba a la costa y de ésta podía volver a Roma.
Sabía
muy bien que, si le prendían, le matarían y por eso esperó a que
hiciese noches oscuras y sin luna, y saliendo secretamente de casa de su
amo, atravesó cautelosamente la ciudad y salió a campo abierto.
En
medio de la oscuridad apresuró infatigablemente su marcha; pero con la
luz del día observo que en lugar de haber huido hacia la costa, había
penetrado en el interior del país hacia el solitario desierto. se
encontraba rendido, hambriento y sediento; habiendo distinguido la
entrada de una cueva en la falda de una colina, entró en aquel lugar, se
echo en el suelo y durmió tranquilamente.
De
pronto lo despertó un terrible rugido y poniéndose en pie de un salto
vio a la entrada de la caverna un enorme león de color oscuro. Androcles
había dormido en la madriguera de aquella fiera y bien sabia que no
tenia escape posible, porque la bestia cerraba el paso. Esperaba pues,
temblando de terror que el animal saltase sobre él y le matara.
Mas
el león no se movía. se quejaba y se lamía una garra de la que manaba
sangre. Olvidando Androcles su terror al ver sufrir a la fiera, se
adelantó hacia ella y el león levantó la zarpa como pidiéndole auxilio.
Entonces vio Androcles que el león se había clavado una gran
espina, la cual hundida, en la carne, le había causado ya gran
inflamación. Con rápido movimiento extrajo la espina, detuvo la
inflamación y detuvo la sangre.
Aliviado
de su dolor, el agradecido león salió de la caverna y a los pocos
minutos volvió con un conejo muerto que puso junto a Androcles. Cuando
el pobre esclavo asó el conejo y hubo saciado su hambre, el león lo
condujo a un sitio de la colina donde de la tierra brotaba un manantial de fresca agua.
Durante
tres años, hombre y fiera vivieron juntos. Juntos cazaban, juntos
comían, y juntos reposaban durante la noche tendido el agradecido león
junto a su bienhechor, y moviendo su enorme cola de un lado a otro, como
un perro o gato que yace a los pies de su amo junto al fuego y se
siente feliz. Finalmente, Androcles sintió deseos de comunicarse con sus
semejantes y dejó la cueva, siendo pronto capturado por unos soldados y
enviado a Roma como esclavo fugitivo.
Los
antiguos romanos no tenían piedad con los esclavos fugitivos, así es
que condenaron a Androcles a ser despedazado por las fieras en el circo
el primer día de fiesta.
Una
gran multitud de pueblo acudió a presenciar el triste espectáculo y
entre los espectadores figuraba el mismo emperador de Roma, que tenía
en el coliseo su asiento imperial, desde el cual rodeado de sus
senadores contemplaba la cruel fiesta.
Echaron
a Androcles a la arena y pusieron en sus manos una lanza para que se
defendiese contra un tremendo león, al que habían tenido varios días sin
comer para hacerle más fiero. Quedaba pues, al esclavo muy pequeña
probabilidad de conservar la vida.
Aterrorizado,
cuando el hambriento león salió de su jaula, y al ver que se dirigía a
saltos hacia él tembló y se le cayó la lanza de las manos .Pero en vez
de atacarle y derribarle, el león agitó amigablemente la cola y le lamió
las manos. Androcles vio entonces que aquel león era con quien él había
vivido en la cueva, y le acarició el lomo, inclinase sobre su cabeza y
lloró.
Maravillase el pueblo ante escena tan prodigiosa y el emperador mandó llamar a Androcles y le pidió que le explicase aquello.
Admirado
con el sorprendente relato, que le concedió la libertad y dignidad de
hombre libre, y le dio una importante suma de dinero. Androcles solía después pasear por las calles de Roma acompañado de su león, que como un fiel perro le seguía a todas partes.
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