martes, 2 de diciembre de 2014

Mensaje de confianza

No lo pensamos. 
El Salvador no sólo nos ofrece sus gracias, sino que hace más: intercede por nosotros junto al Padre celestial. Le recuerda los dolores sufridos por nuestra Redención. Toma nuestra defensa ante Él; disculpa nuestras faltas: “Padre mío, -exclama en la angustia de la agonía- ¡Padre mío, perdónales, porque no saben lo que hacen!”.
El Maestro, durante la Pasión, tenía tal deseo de salvarnos, que no cesaba un instante de pensar en nosotros.
En el Calvario dirige su última mirada a los pecadores; pronuncia en favor del buen ladrón una de sus últimas palabras. Extiende largamente los brazos en la Cruz para señalar con qué amor acoge todo arrepentimiento en su Corazón adorable. 
(De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent) 
Comentario: 
Cuando muchas veces dudamos del amor de Dios, de su perdón a nuestros numerosos y quizás graves pecados, es porque no miramos un crucifijo, ni meditamos en lo que ha padecido Cristo pensando en nosotros, pensando en mí.
Sí, efectivamente Jesucristo por ser Dios pudo pensar en todos nosotros y cada uno de nosotros en particular al mismo tiempo, y mientras moría en la Cruz pensaba en mí.
Ahora, si sabemos esta verdad, ¿por qué tenemos miedo que ahora el Señor nos rechace? ¿O por qué dudamos de que nos ame y nos perdone?
Jesús ha quedado clavado en la cruz con sus brazos extendidos para que vayamos a Él y así Él los cierre en torno a nosotros y en un abrazo de amor nos diga que todo está perdonado y todo está olvidado.
Si el sufrimiento y pasión de Cristo, que es Dios, no sirve para hacernos confiar en Él, en su perdón y en su amor por nosotros ¿qué cosa lo hará?
Pensemos que el Señor nos ama infinitamente y nos quiere con Él en el Cielo. No nos alejemos de Él, aunque estemos manchados, pues Él es el agua pura que nos pueda limpiar.
Hay un secreto para obtener TODO de Dios, incluso las cosas más descabelladas e imposibles. ¿Saben cuál es ese secreto? Amarlo. Si amamos a Dios con locura, Él hará verdaderas locuras por nosotros y por los que amamos. Quien no lo crea así, que haga la prueba y lo verificará por sí mismo.

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