domingo, 7 de diciembre de 2014

II DOMINGO ADVIENTO- CICLO B: CONSUELEN A MI PUEBLO


10847990_888227914550595_2506407099024690855_nHoy domingo empiezan las lecturas con el hermoso “libro de la Consolación” del Segundo Isaías, con palabras de esperanza: “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice el Señor, porque ha pagado doble castigo por sus pecados”. Es el mayor consuelo en esta vida: dichoso el hombre que se ve absuelto de su culpa y libre de su pecado. El pecado es como una piedra de molino atada a nuestro cuello que hace dolorosa nuestra vida y lentos y azarosos nuestros movimientos.
Por el contrario, aquel que experimenta el perdón de Dios, experimenta además la dulzura y la paz de conciencia que hacen su vida más llevadera. Y la única forma de hallar el perdón es por medio de la conversión (y la confesión), que significa dar la espalda al pecado y volver a Dios. Significa enderezar el sendero, allanar lo escabroso de nuestras vidas y para ello primero tenemos que reconocer nuestros pecados.
La persona más difícil de mover al arrepentimiento es la que piensa que no tiene pecado: “yo no mato, yo no robo”. El padre Ignacio Larrañaga decía que la autocrítica era el pórtico de la salvación, que en cristiano quiere decir que para ser salvados tenemos que ser conscientes de nuestro pecado. Enderezar las sendas… ¿ando chueco o derecho, torcido o recto? ¿Mi mente es tortuosa o limpia? Cada uno sabe si anda en malos pasos que nos alejan de Dios: los vicios, los excesos, los rencores, los odios, el egoísmo, la indiferencia ante los males de nuestro prójimo, todo ello es señal de que andamos en caminos desviados y necesitamos de la conversión, que implica reconocer el pecado, arrepentirnos de él, y hacernos un propósito de enmienda o corrección de nuestra vida a partir de ya.
El Señor viene con su recompensa, dice el profeta, y aunque está lleno de poder, trata con delicadeza a las ovejas desvalidas y a sus madres. La carta de San Pedro dice que Dios es paciente y por eso no ha llegado el Día del Señor, para darnos oportunidad de arrepentirnos. La venida del Señor es algo cierto y se producirá de repente, como un ladrón en la noche, pero si no ha ocurrido antes es porque Dios nos da oportunidad de convertirnos y más, aún, creo que Dios quiere que sean muchos los que puedan gozar de la felicidad de su Reino, pues en el cielo hay cabida para millones de personas, entonces cuando Dios lo juzgue conveniente, vendrán los cielos nuevos y la tierra nueva, y serán admitidos en su presencia los que sean considerados dignos de ello, y tanto San Pedro este domingo como San Pablo el anterior, dicen que hay que trabajar para ser hallados sin mancha e irreprochables ante Él.
bautistaY el Evangelio nos trae la figura de Juan el Bautista que es quien cumple la profecía de Isaías, la voz que grita en el desierto: “Enderezad el camino del Señor”. Bíblicamente, el desierto es un lugar de silencio donde tenemos un encuentro con Dios. Juan anuncia su cercanía y es un hombre admirado por la gente por su austeridad de vida: vestía un vestido de piel de camello y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre, y decía que él no era digno de desatar la correa de las sandalias del Mesías. Algo parecido creo que pasa con el Papa Francisco, quien predica con su ejemplo y ha cautivado al mundo entero por su sencillez y congruencia. Cuando el Papa habla del amor a los pobres, lo practica. Los papas, propiamente hablando, no tienen dinero para disponer para sus gastos. No tienen chequera ni monedas.
Todas sus finanzas son manejadas por un instituto especial para ello. Los regalos que el Papa ha recibido los donó a los pobres y en el Vaticano se ha organizado algo así, como una Lotto-Papa, una lotería con los regalos que donó Su Santidad para que con lo que se saque se auxilie a los pobres. Un ejemplo, como el del Bautista, de renuncia, austeridad y caridad al prójimo que debemos imitar los cristianos para vivir fielmente la Navidad que se avecina.

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