La oración por los hermanos es una oración de intercesión que
se dirige a Dios a favor de una persona, orando en presencia de
esta persona, con la manifestación de los carismas que el Espíritu
done libremente a aquel grupito de personas para ayudar a la persona
necesitada. En este sentido el ministerio de la oración por los hermanos
y el de intercesión viven dos realidades tanto espirituales como
ministeriales muy cercanas.
Recordamos para el ministerio de intercesión, cuáles son
las condiciones espirituales más importantes para la oración
de intercesión: la fe (confianza), la perseverancia, el perdón, la
asistencia del Espíritu Santo.
Señalamos algunos aspectos que pueden concernir más específicamente
a la oración sobre los hermanos: cuando hablamos de fe como
condición indispensable para la oración es suficiente (y ciertamente
no es poco) poseer un don de fe que sea confianza incondicional
en el amor omnipotente de Dios. Por lo tanto no es indispensable
el carisma de la Fe carismática, o sea el don que el Espíritu
concede a algunos de modo que puedan “saber” y afirmar,
con absoluta certeza lo que Dios realizará (curaciones, signos, milagros, etc.).
Debería ser superfluo recordar la necesidad del perdón. “Cuando oren,
si tienen algo contra alguno, perdonen…” (Mc 11,25). La falta de
perdón hacia Dios, hacia nosotros mismos, hacia el prójimo o con
respecto a los enemigos puede bloquear la acción del Espíritu Santo.
Ninguna oración de intercesión puede ser agradable a Dios si no va
acompañada del Amor por el prójimo, particularmente por la persona
por la cual oramos. Cuando oramos sobre una persona debemos pedir
el don de la compasión: un amor que logre hacernos coparticipar
de los sufrimientos ligados a las pobrezas espirituales y materiales del hermano.
Una compasión humana similar a la que Jesús tenía con los sufrientes
y que lo movía a realizar milagros (Mt 15,10; Jn 11,38; Lc, 7,13).
Un secreto para ser escuchados es el de orar con humildad: ser
conscientes de que estamos pidiendo a Dios “algo que, por más
que nos parezca bueno y justo, no nos corresponde por derecho,
y por lo tanto, no podemos pretender por parte de Dios. Ser
humildes en la oración significa estar sometidos totalmente a su voluntad.
Durante la oración pedimos frecuentemente ser escuchados en
nombre de Jesús. Esto nos lo enseñó Jesús mismo. Es necesario,
sin embargo recordar el verdadero significado de la oración
hecha en el nombre de Jesús: no consiste en una simple (casi mágica)
invocación, sino en invocarlo haciendo que este nombre, o sea esta
Persona Divina, sea totalmente acogida y por lo tanto esté presente
dentro de nosotros y entre nosotros.
Es importante tener en cuenta la indicación de la Congregación
para la doctrina de la Fe en su documento sobre las oraciones
para obtener sanación en cuanto a que el carisma no puede ser
atribuido a un determinado grupo de fieles:
El “carisma de curación” no puede ser atribuido a una determinada
clase de fieles. En efecto, queda bien claro que San Pablo,
cuando se refiere a los diferentes carismas en 1 Co 12, no atribuye
el don de los “carismas de curación” a un grupo particular, ya sea
el de los apóstoles, el de los profetas, el de los maestros, el de los
que gobiernan o el de algún otro; es otra, al contrario, la lógica la
que guía su distribución: “Pero todas estas cosas las obra
un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular
según su voluntad” (1 Co 12, 11). En consecuencia, en los encuentros
de oración organizados para pedir curaciones, sería arbitrario atribuir
un “carisma de curación” a una cierta categoría de participantes,
por ejemplo, los dirigentes del grupo; no queda otra opción que la de
confiar en la libérrima voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a
algunos un carisma especial de curación para manifestar la fuerza
de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones
más intensas obtiene la curación de todas las enfermedades.
Así, el Señor dice a San Pablo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza
se muestra perfecta en la flaqueza” (2 Co 12, 9); y San Pablo
mismo, refiriéndose al sentido de los sufrimientos que hay que
soportar, dirá “completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones
de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24).
ASPECTOS CARACTERÍSTICOS DE LA ORACIÓN SOBRE LOS HERMANOS
A la persona que pide la oración se le debería recordar que en aquel
momento está presente realmente Jesús: “Donde hay dos o tres reunidos
en mi nombre, Yo estoy en medio de ellos” (Mt 18,20). Y que el
mismo Jesús pregunta: “¿Qué quieres que haga?” (Mc 10,51).
Por este motivo es aconsejable, como acto de fe y de humildad,
que manifiesten las propias necesidades.
Si es necesario se debe explicar que las necesidades espirituales o
materiales de personas queridas (familiares, amigos, etc.) pueden
ser confiadas a otros tipos de oración de intercesión.
La imposición de las manos que acompaña la oración sobre los hermanos
es un gesto bíblico rico de significados. Este gesto es, sobre todo:
“Una expresión concreta, sensible, de aquella solidaridad que en
la Renovación no es una palabra vana (Laurentin). Nuestras
manos no tienen ningún poder específico taumatúrgico: sino que
muestran el amor profundo que nos une al hermano y son signo
del poder que Jesús tiene sobre toda creatura.
La invocación del Espíritu Santo, tanto sobre la persona que pide
la oración, como sobre aquellos que oran debe preceder siempre
la oración para obtener la ayuda necesaria y sobrenatural de Dios.
Es, por lo tanto, una oración carismática, con la ayuda de aquellos
carismas que el Espíritu querrá regalarnos libremente como
respuesta a las necesidades de los hermanos.
En docilidad al Espíritu, la oración sobre los hermanos puede
orientarnos hacia una oración de sanación física, una oración de
sanación interior, una oración de liberación, una oración de
consolación o de apoyo para el crecimiento espiritual (dificultad
de conversión, ayuda en momentos de prueba, etc). Nos detenemos
brevemente en la oración de liberación y de sanación interior.
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