sábado, 6 de diciembre de 2014

¿Dónde hacer la Navidad, dónde habrá un lugar?




Tengo un recuerdo hermoso de la Misas de Nochebuena y Navidad como sacerdote. La primera en Feliciano, en la capilla Santa Teresita. Las restantes, repartido entre la Parroquia San Francisco de Borja, el Hogar San Camilo y Madre Teresa, cada una con su encanto particular.
De éstas últimas me queda un recuerdo hermoso, sobre todo, de cuánto cantamos. Villancicos tradicionales, otros modernos, algunos nacionales, otros "importados", todos contribuían a ayudarnos a descubrir algo del mensaje. Recuerdo con especial regocijo el "Pastores de la Montaña", en el atrio del Templo de Borja.
Allí también conocí y aprendí una canción hermosa en su sencillez, de delicada poesía. No sé si tiene otro nombre, pero la llamábamos "¿Dónde vas José, dónde vas María?"

         ¿Dónde vas José, dónde vas María?,
        ¿dónde habrá un lugar para entregar la luz?.
       ¿Dónde vas José? ¿Dónde vas María?

       ¿Dónde nacerá tu hijo Dios?
       ¿Dónde hacer la Navidad? No hay ningún lugar,
       sólo algún pesebre en Belén
      ¿Dónde hacer la Navidad?¿dónde habrá un lugar?
       en el corazón de cada hombre


¿Dónde nació el Rey de Reyes?  ¿Dónde nació en aquél entonces, dónde nacerá esta vez?
Todos conocemos la historia: no había lugar para ellos en el albergue. Probablemente, Jesús nació hacia el año 6 o 7 a.C en una de las muchas cuevas donde se guardaban animales.
En el centro de Belén se encuentra la Iglesia de la Natividad, construida directamente sobre la cueva donde nació Jesucristo. La primera construcción se remonta al reinado de Constantino, 330 A.C.

Cuando José y María llegaron a la cueva-establo, vieron que era eso: un lugar para animales. Si entraron alguna vez en algo parecido, no hacen falta más explicaciones: era un lugar muy pobre, a la vez que muy rústico. Hacía frío, estaba sucio, había olor feo. Quizá había también algo de basura, dejada por otros forasteros que acamparon antes. Nada romántico, nada “bucólico”
Pero la desalentadora impresión no hizo mella en el ánimo varonil de José, ni en el inmaculado Corazón de su esposa. Inmediatamente pusieron manos a obra.
Imagino a José, sobre todo, tratando de acondicionarlo lo mejor posible. De prender un fueguito para que no hiciera tanto frío. De limpiar lo mejor posible el piso, de sacar toda suciedad que pudiera haber, hasta la más mínima, porque iba a nacer un Rey. Tal vez tuvo tiempo de buscar unas flores –ignoro si había en el lugar, pero me reconforta imaginarlo- para que su fragancia purificara el aire y embelleciera el ambiente.
Imagino a José improvisar una cunita para colocar al bebé en cuanto naciera. Y preparar un lugar para María también. Mientras trabajaba, José cantaba. María lo miraba agradecía, lo ayudaba, sumida en una expectación inimaginable.

Faltan algunos pocos días para la Navidad, y nosotros sabemos que Jesús “vuelve a nacer”. De manera misteriosa, pero real, Él quiere aparecer hoy en el mundo… quiere ser nuevamente “Dios con nosotros”. La Liturgia hace posible que nosotros seamos “contemporáneos” a los acontecimientos salvadores: nos traslada hacia ellos, los traslada y hace presentes entre y para nosotros.

Para cada cristiano, Navidad es, además, una oportunidad de un “nuevo nacimiento”, oportunidad de empezar de nuevo. De volver a intentar ser buenos, buenos cristianos, una vez más. Su nacimiento en nosotros y nuestro “nuevo nacimiento” son un mismo acontecimiento.
Que es una gracia, absolutamente sobrenatural. Un don inmerecido. Pero para el cual tenemos que disponernos, tenemos que prepararnos.

Si ahora miramos nuestro corazón, como si fuera el establo en Belén, ¿qué encontraría José y María, qué encontrarían Jesús?

A veces en nuestro corazón hace mucho, mucho frío… Nuestra oración es fría, nuestro amor a Jesús Eucaristía es frío, glacial; nuestra caridad al prójimo es apenas tibia e interesada… En nuestro corazón puede estar el frío de mentiras largamente sostenidas, de la malicia de nuestras intenciones… puede estar a veces el hielo de nuestra indiferencia ante el sufrimiento del otro o ante los llamados de Dios…

A veces en nuestro corazón hay mucha basura, está todo sucio: lleno de malos pensamientos, de malos deseos, de malos sentimientos. En algún rincón de nuestro corazón a veces quedan viejos rencores o resentimientos, pecados que nunca nos animamos a confesar, virtudes aparentes que hemos fingido a los ojos de los hombres, pero que esconden vanidad y soberbia…

Tal vez en nuestro corazón hay malos olores, difíciles de identificar, pero que hacen irrespirable en aire interior, y que dificultan la convivencia cotidiana: el olor de la sensualidad y de la lujuria, el olor de la envidia, de la presunción, de la falta de misericordia… puede ser el olor nauseabundo del pesimismo, de la negatividad, de nuestra falta de esperanza…

Tal vez hay muchas espinas y hojas cortantes: nuestras faltas de cariño para tratar a los demás, nuestras burlas, nuestras ironías… nuestras críticas inoportunas, infundadas y despiadadas…

Tal vez el establo de nuestro corazón está lleno: repleto del apego a las cosas, del apego a las personas, del apego a nuestros planes y proyectos… y no hay más lugar, ni siquiera un rinconcito para el Niño…
  
Hoy le pido a José y María que nos ayuden a preparar el establo, para un nuevo nacimiento.
Hoy le pido que nos den la valentía de tirar la basura, de deshacernos de la mugre, de encender de nuevo en nosotros la llama de la caridad. Que tengamos el coraje de cambiar, de salir de nuestra torpe mediocridad.
Le pido que nos permitan descubrir todo lo que hace sufrir al Niño, lo que lo incomoda, y que nos animemos a sacarlo de nuestra alma. Le pedimos poder hacer una buena Confesión, una hermosa confesión, que incluya en nosotros la decisión de nacer de nuevo.

Hoy le pido al Señor que nos ayude con su Gracia para prepararnos interiormente, y que realice de nuevo el milagro de Belén.

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