martes, 16 de diciembre de 2014

Cómo elegí la castidad como estilo de vida

 

Buscaba salir cada vez con más chicas, pensaba "esta cae" y me sentía poderoso
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Vivimos en un mundo donde el más “hombre” o más “admirado” por otros hombres es el que con más chicas anda. Yo, al irme con esa corriente, también buscaba salir cada vez con más chicas, perder mi tiempo buscando chicas para empezar a ligar o hacerme de ilusiones pensando que “esta chica cae”, imaginándome con ella y, por un momento, me sentía bien, me sentía “grande”,me sentía “poderoso”.

A los 16 años llegó el día de mi primera oportunidad sexual. Una chica de mi edad, que conocí en una fiesta, me invitó a su casa. Empezamos a ver una película, luego a besarnos (debo reconocer que yo puse de mi parte diciéndole cosas para que todo empezara a “fluir”) hasta que de repente me llevó a un cuarto.

Gracias a Dios, reaccioné. Empecé a sentirme vacío, empecé a dejar de verla como un objeto y empecé a mirarla con otros ojos. ¡En ese momento no sabía qué me estaba pasando! La detuve y le dije: “Por el respeto que te tengo, no te voy a hacer esto”. Sin más me fui, dando gracias a Dios.

Esto me dio el impulso para empezar a averiguar sobre la castidad. Mágicamente, justo cuando estaba más en comunión con Dios, después de un retiro, me llega un libro que me regaló mi hermana. Su nombre era Sexualidad y Castidad, del padre Jürgen Daum.

Al empezar a leerlo, entendí muchas cosas que me cambiaron radicalmente y empecé, decididamente, a luchar cada día para ver a las mujeres como Dios las ve, para dejar de “cosificarlas”, para amar de verdad, para que me importe mucho más el corazón de una chica que su cuerpo, para poder entregarme de verdad.

La elección de la castidad no es para cobardes, ni para quebrados, ni para tontos. ¡Esta elección es para valientes! Cuidar el corazón de una chica es mucho más difícil que quitarle la pureza, usándolas como un objeto.

No es fácil, he caído miles de veces en esta lucha, pero me paro y sigo luchando porque mi futura esposa se lo merece y sé que se puede, porque tengo una gran arma, la oración.

Gracias La Opción V, por cambiar mi vida de esa manera. Ahora yo, igual que ustedes, quiero dedicar mi vida a abrir los ojos a otras personas, a agrandarles el corazón, para que sepan que para amar de verdad sólo hay un camino: ¡La castidad!

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