sábado, 13 de diciembre de 2014

13 de diciembre, día de Santa Lucía


Hoy, 13 de diciembre, conmemoramos a Santa LUCÍA, Mártir.

SANTA LUCÍA (¿283?-304) nació en Siracusa, en la isla y entonces provincia romana de Sicilia, en Italia, de padres ricos y nobles.

Desde niña, Santa Lucía se educó en la fe cristiana y decidió consagrar su vida a la religión.

Cuando llegó a la edad casadera perdió a su padre, y su madre, viéndose viuda, arregló un matrimonio de compromiso para Lucía.

Ella, sin embargo, se negó rotundamente. La madre, que estaba enferma, agravó de pronto, y entonces Santa Lucía le ofreció que fueran juntas a Catania a rezar a la tumba de Santa Águeda, de quien la joven era devota.

Cuando regresaron, la madre se había restablecido por completo, y accedió a los deseos de su hija, quien repartió su dote entre los pobres.

Sin embargo, el rechazado pretendiente se llenó de ira al ver el compromiso roto, y para vengarse denunció a Lucia con el procónsul romano Pascacio.

Santa Lucía fue capturada y conducida ante las autoridades. Sin arredrarse, ella confesó que era cristiana y que jamás adoraría a los dioses paganos.

Al persistir tan férreamente en sus convicciones, Santa Lucía fue sometida a tormentos. Según algunas versiones, en uno de los suplicios los soldados le extrajeron los ojos, y, no obstante, ella seguía viendo.

Otros tormentos similares soportó Santa Lucía con el solo hecho de rezar en voz alta, y no falleció sino hasta después de que un sacerdote le hubo dado la comunión.

En el año 1039, las reliquias de Santa Lucía fueron llevadas de Siracusa a Constantinopla; pero en 1204, en la cuarta Cruzada, las trasladó consigo a Venecia, donde reposan hasta el día de hoy en una urna de vidrio.

Santa Lucía es la santa patrona de Venecia y de Siracusa, así como de los invidentes, los pobres, los niños enfermos, los campesinos, los electricistas, los afiladores y los escritores.

Iconográficamente se le representa con una espada y sosteniendo un plato con sus dos ojos.

SANTA LUCÍA nos enseña la importancia de evitar que otros decidan por nosotros.





SANTA LUCÍA 

MÁRTIR





Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el “loculus” o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria Pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa.


Epígrafes, inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la Misa) demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo en Occidente, sino también en Oriente.

Lucía pertenecía a una rica familia de Siracusa. La madre, Eutiquia, cuando quedó viuda, quería hacer casar a la hija con un joven paisano. Lucía, que había hecho voto de virginidad por amor a Cristo, obtuvo que se aplazara la boda, entre otras cosas porque la madre se enfermó gravemente. Devota de Santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar a la madre enferma a la tumba de la santa. De esta peregrinación la madre regresó completamente curada y por eso le permitió a la hija que siguiera el camino que deseaba, permitiéndole dar a los pobres de la ciudad su rica dote.

El novio rechazado se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser ella cristiana. Amenazada de ser llevada a un prostíbulo para que saliera contaminada, Lucía le dio una sabia respuesta al procónsul: “El cuerpo queda contaminado solamente si el alma es consciente”. 

El procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de diez hombres no lograron moverla ni un palmo. Un golpe de espada hirió a Lucía, pero aun con la garganta cortada la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra Amén.


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