CORONILLA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
En las cuentas del Rosario (utilizar un rosario común de 5 decenas):
En las cuentas grandes:
Corazón ardiente, Corazón herido en la cruz, Corazón que sangra en la Hostia. Me ofrezco voluntariamente para sufrir y para consolar al Corazón de Jesús en el sufrimiento de mis hermanos.
En las cuentas pequeñas (10 veces)
V/ Corazón Inmaculado de María, holocausto perfecto del Divino Amor.
R/ Haz que me hieran las heridas de tu Hijo, que me embriague de su Cruz y de su Sangre.
Al final de la coronilla, repetir 3 veces:
Madre del Corazón doloroso, termina en mi cuerpo lo que falta a la pasión de tu Hijo. Amén.
AFECTOS DE AMOR AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
AFECTOS DE AMOR AL
CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
¡Oh María!, Madre mía amabilísima, recibid, os suplico, los desahogos de mi alma herida de vuestro amor, que reconociendo en Vos al ser más amable después de Dios, os dice fervorosa:
Augusta Madre de Dios, os amo con todo mi corazón.
Dulcísima Madre mía, os amo con todo mi corazón.
Reina y Señora mía, os amo con todo mi corazón.
Vida, Dulzura y Esperanza mía, os amo con todo mi corazón.
Corredentora mía, os amo con todo mi corazón.
Protectora y Abogada mía, os amo con todo mi corazón.
Pastora y Maestra mía, os amo con todo mi corazón.
Alegría y gozo de mi alma, os amo con todo mi corazón.
Todo mi Tesoro después de Jesucristo, os amo con todo mi corazón.
Corazón mío y alma mía, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan santa, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan buena, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan bella y agraciada, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan amable y compasiva, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan clemente y piadosa, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan grande y humilde, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan sabia y poderosa, os amo con todo mi corazón.
Porque Dios os hizo tan perfecta en todas vuestras virtudes, os amo con todo mi corazón.
Por los infieles que no os conocen, os amo con todo mi corazón.
Por los herejes que han sido siempre vuestros enemigos, os amo con todo mi corazón.
Por los malos cristianos que han perdido vuestra devoción, os amo con todo mi corazón.
Por los infelices réprobos, condenados a no amaros nunca, os amo con todo mi corazón.
Por vuestra eterna predestinación me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por vuestra Inmaculada Concepción y por los privilegios admirables con que en ella fuisteis enriquecida, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por vuestra absoluta preservación de todo pecado, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por vuestra íntegra y perpetua virginidad, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por vuestra divina maternidad, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por la resurrección de vuestro cuerpo y Asunción en cuerpo y alma al Cielo, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por la gloria que gozáis, sólo inferior a la de Jesús, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por el amor que os tienen todos los buenos cristianos en la tierra, y todos los Ángeles y Santos en el Cielo, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por las alabanzas que en el Cielo y en la tierra resuenan en honor vuestro, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por los milagros que Dios hace para glorificar vuestras imágenes y confirmar vuestro culto, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Por las excelencias de vuestro Corazón que no alcanzan las inteligencias humanas ni angélicas, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.
Que me alcancéis amaros mucho, os suplico, dulcísima Madre mía.
Que me alcancéis amaros siempre, os suplico, dulcísima Madre mía.
Que me alcancéis imitaros para ser mejor hijo de vuestro Corazón, os suplico, dulcísima Madre mía.
Que me alcancéis ganar muchos corazones para vuestro amor, os suplico, dulcísima Madre mía.
Que me alcancéis morir con vuestro nombre en los labios y vuestro amor en el corazón, os suplico, dulcísima Madre mía.
Que me alcancéis estar muy cerca de Vos en el Cielo, os suplico, dulcísima Madre mía.
Oh Jesús, que hicisteis tan amable a María y que en la persona de San Juan nos la disteis por Madre, conceded a los que nos gloriamos de ser sus hijos, que la amemos tierna y fervorosamente, para llegar así con más eficacia y prontitud a amaros a Vos, que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis por los siglos. Amén.
CONSAGRACIÓN DE LAS FAMILIAS AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Consagración de las familias al Inmaculado Corazón de María
Oración
Inmaculado Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; entrad hoy en esta familia que desea consagrarse para siempre a Vos. ¡Oh la más tierna de las Madres! Al recibiros en nuestra casa, os decimos que queremos ser los más leales, los más obedientes, los más fervorosos de vuestros hijos. Ya que venís a formar parte de esta familia, socorrednos en todas nuestras necesidades, espirituales y corporales; rogad siempre por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. ¡Oh María!, mostrad que sois nuestra Madre. ¡Oh Madre!, aquí tenéis a vuestros hijos.
Acto de consagración
¡Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra! La familia aquí reunida se consagra hoy a vuestro Inmaculado Corazón, para que reinéis en nuestra casa, con la presencia entre nosotros de vuestra sagrada imagen, con vuestra protección maternal en los días de alegría y dolor, y siempre con vuestro espíritu, modelo de todas las virtudes.
Te consagramos nuestro ser y nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestras almas, nuestro hogar y nuestra familia, cuanto amamos y cuanto tenemos. Deseamos que todo lo que nos rodea pertenezca a Vos y participe de vuestras maternales bendiciones.
Y para que esta Consagración sea eficaz y duradera, renovamos a vuestros pies las Promesas del Bautismo, y nos comprometemos a profesar siempre las verdades de la fe, a vivir como católicos verdaderos, observando los Mandamientos de Dios y de la Iglesia y a santificar nuestra vida con las prácticas de la religión cristiana, especialmente con la frecuente recepción de los Santos Sacramentos.
Dígnate, ¡oh tierna Madre nuestra!, tomar plena posesión de este hogar; estableced en él el reinado de vuestro Inmaculado Corazón, a fin de acelerar y asegurar el reinado del Corazón de vuestro adorable Hijo Jesús. Amén.
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
Oración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios.
Yo os prometo, Virgen Purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro Amor.
Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.
ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL ADVIENTO
Oración a Nuestra Señora del Adviento
Nuestra Señora del Adviento, Madre de todas las esperas humanas, tú que sentiste hacerse carne en tu seno la Esperanza de tu pueblo, el Deseado de las naciones.
Sostén nuestras maternidades y paternidades tanto carnales cuanto espirituales.
Madre de toda nuestra esperanza, que recibiste el poder del Espíritu para encarnar en tu seno las antiguas promesas de Dios concédenos encarnar el amor, en cada palabra y en cada gesto de nuestra vida terrena.
Nuestra Señora del Adviento, Madre de todas nuestras vigilias que has dado un nuevo rostro a nuestro porvenir,
fortalece a quienes van dando luz con dolor un nuevo mundo de justicia y paz.
Tú que contemplaste al Niño de Belén, vuélvenos atentos a los signos imprevisibles de la ternura infinita de Dios, que de tantas maneras, se manifiesta constantemente.
Nuestra Señora del Adviento, madre del Crucificado,
tiende la mano a todos aquellos que parten de este mundo, y acompaña su nuevo nacimiento en los brazos del Padre celestial.
Nuestra Señora del Adviento, madre del Resucitado,
concédenos esa gozosa vigilancia que discierne,
en la trama de lo cotidiano; los pasos y la venida de nuestra Salvador.
Nuestra Señora del Adviento, reaviva la esperanza de tus hijos peregrinos, para que nunca la perdamos y siempre la centremos en la vuelta gloriosa del Señor.
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Oración a Nuestra Señora del Adviento.
“Señora del Adviento, señora de los brazos vacíos, señora de la preñez evidente y extenuante. Cuánto deseamos que camines con nosotros. Cuánto necesitamos de tí. Mujer del pueblo que viajas presurosa y alegre a servir a Isabel, a pesar de tu vientre pesado y fatigoso. Entre las dos tejerán esperanzas y sueños. Señora del Adviento, señora de los brazos vacíos, también nosotros estamos preñados de esperanzas y sueños.
Soñamos con que el canto de las aves no vuelva a ser turbado por el ruido de las balas. Soñamos con nuestros niños sin temores, cantando al fruto de tu vientre ya cercano. Soñamos con todos los niños del mundo, durmiendo tranquilos al arrullo de un villancico. Soñamos que nuestros viejos mueren tranquilos y en paz murmurando una oración.
Soñamos con que algún día podremos volver a tener sueños y utopías y esperanzas. Señora del Adviento, la de los brazos vacíos, visítanos como a tu prima. Monta tu borriquito y ven presurosa. Nuestros corazones son pesebres huecos y fríos donde have falta que nazca tu hijo.
Ven, señora, con tus gritos de parto a calentar nuestros corazones, a seguir tejiendo esperanzas con nosotros, como lo hiciste con Isabel. Solo así, en medio de la noche iluminada por tus brazos, ahora llenos, y por tus pechos que amamantan, podremos volver a soñar…podremos gritar: ¡es Navidad!”.
El Adviento de María duró nueve meses. Nueve meses de espera y de gozosa esperanza, viviendo cada hora, cada minuto, el don de Dios. ¡Qué diálogos sin palabras mantendría con aquel Hijo que llevaba en sus entrañas, y que era, al mismo tiempo, su Dios y Señor!
Su cuerpo todo, hecho templo de Dios; su vientre, todo él grávido de divinidad y de humanidad, al mismo tiempo. Ella, la esclava del Señor es también la Madre del mismo Señor.
Y su alma toda, llena de gracia, sin pecado, inmaculada… porque nuestra Señora del Adviento, iba a ser, también, Nuestra Señora de la Navidad.
ORACIÓN DE ADVIENTO A LA VIRGEN MARÍA
ORACIÓN DE ADVIENTO A LA VIRGEN MARÍA
¡Dulcísima y amabilísima Madre de Dios y Virgen sacratísima! ya se llega la hora de vuestro bienaventurado parto, parto sin dolor, parto gozoso. Vuestra es esta hora, y nuestra es: vuestra es porque en ella habéis de descubrir al mundo los tesoros divinos que tenéis encerrados en vuestras entrañas, y el sol que le ha de alumbrar, y el pan del cielo que le ha de sustentar, y la fuente de aguas vivas por la cual viven todas la cosas que viven. Y vos, Señora, con este sagrado parto habéis de quedar más gloriosa, pues por ser madre no se marchitará la flor de vuestra virginidad, antes cobrará nuevo frescor y nueva belleza, porque sois la puerta de Ezequiel cerrada, huerto cercado y fuente sellada, y todas las gentes os quedarán obligadas, y os reconocerán y adorarán por Madre de su Señor, y reparadora del linaje humano, y emperatriz y princesa de todo lo criado.
Pero también esta hora es nuestra, no solamente por ser para nuestro bien y principio de nuestro bien, sino porque desde que pecó Adán y Dios le dio esperanza con su promesa que le remediaría, todos los patriarcas la han deseado, todos los profetas la han prometido, todos los santos del Antiguo Testamento han suspirado por ella, todas las gentes la han aguardado y todas las criaturas están suspensas y colgadas de vuestro felicísimo parto, en el cual está librada la suma de la salud y felicidad eterna. Pues ¡oh esperanza nuestra! ¡oh refugio y consuelo de nuestro destierro!; oíd nuestros clamores, oíd los gemidos de todos los siglos y naciones, y los continuos ruegos y lágrimas del linaje humano, que está sepultado en la sombra de la muerte aguardando esta luz, y que vos le mostréis su Salvador, su Redentor, su vida, su gloria y toda su bienaventuranza. Daos prisa, Virgen santísima, daos prisa, acelerad vuestro dichoso y bienaventurado parto, y manifestadnos a vuestro unigénito Hijo, vestido de vuestra carne, para dar espíritu a los hombres carnales y hacerlos hijos de Dios, al cual sea gloria y alabanza en los siglos de los siglos. Amén.
SÚPLICA A LA VIRGEN MARÍA PARA SER UN BUEN CRISTIANO
SÚPLICA A LA VIRGEN MARÍA
PARA SER BUEN CRISTIANO
(San Efrén)
Santísima Señora, Madre de Dios; tú eres la más pura de alma y cuerpo, que vives más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepasas incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y cuerpo; mírame culpable, impuro, manchado en el alma y en el cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purifica mi espíritu de sus pasiones; santifica y encamina mis pensamientos errantes y ciegos; regula y dirige mis sentidos; líbrame de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anula en mí el imperio de mi pecado; da la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificarte, de cantarte libremente, verdadera madre de la verdadera Luz, Cristo Dios nuestro. Pues sólo con Él y por Él eres bendita y glorificada por toda criatura, invisible y visible, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN A SANTA MARÍA
ORACIÓN A SANTA MARIA
Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente. Dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas; un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión; un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal. Fórmame un corazón manso y humilde, amante sin pedir retorno, gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo; un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con herida que sólo se cure en el cielo.
CONSAGRACIÓN DE LOS JÓVENES A LA VIRGEN MARÍA
Consagración de los jóvenes a María
SS. Juan Pablo II, JMJ 2003
«Ahí tienes a tu madre» (Juan 19, 27)
Fue Jesús, Virgen María
quien desde la cruz
nos quiso entregar a ti,
no para atenuar
sino para confirmar
su papel exclusivo de Salvador del mundo.
Si en el discípulo Juan,
te fueron confiados todos los hijos de la Iglesia
con más motivo me agrada el confiarte a ti, María,
los jóvenes del mundo.
A ti, dulce Madre,
cuya protección siempre he experimentado,
en esta tarde los vuelvo a confiar de nuevo.
Bajo tu manto,
en tu protección,
ellos buscan refugio.
Tú, Madre de la divina gracia,
¡hazles resplandecer con la belleza de Cristo!
Los jóvenes de este siglo,
en la aurora del nuevo milenio,
viven todavía los tormentos derivados del pecado,
del odio, de la violencia,
del terrorismo y de la guerra.
Son también ellos los jóvenes
a los que la Iglesia mira con confianza consciente de que con la ayuda de la gracia de Dios
lograrán creer y vivir
como testigos del Evangelio
en el hoy de la historia.
María,
ayúdales a responder a su vocación.
Guíales al conocimiento del auténtico amor
y bendice sus afectos.
Apóyales en el momento del sufrimiento.
Hazles mensajeros intrépidos
del saludo de Cristo
en el día de Pascua: ¡la paz esté con vosotros!
Con ellos, también yo me encomiendo
una vez más a ti
y con afecto confiado te repito:
«Totus tuus ego sum!»
¡Soy todo tuyo!
Y también, cada uno de ellos,
conmigo te grita:
«Totus tuus!
Totus tuus!»
Amén.
ORACIÓN DE LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA AL TEMPLO
ORACIÓN DE LA PRESENTACIÓN
DE NUESTRA SEÑORA AL TEMPLO
Dios te salve, María suavísima, a quien tus santísimos padres trajeron al templo, y en tu tierna edad presentaron al Señor y ofrecieron a su servicio, para que en dejando los pechos de tu madre le hicieses sacrificio de ti misma, y como fruta temprana, fresca y cogida del árbol con su flor fueses mas gustosa y agradable a aquel Señor que es fruto de tu sagrado vientre. En el templo material entraste, y le santificaste e ilustraste para que fuese más glorioso que el que edificó el Rey Salomón, porque tú eres el templo vivo de Dios, y como un Sancta Sanctorum adonde no es lícito entrar sino al sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec, y como la verdadera arca del Testamento en que está la urna del maná con que sustenta el cielo y la tierra. Aquí viviste y pasaste tu niñez, y fuiste modelo perfectísimo de santidad, y derramaste el olor suavísimo de todas las virtudes; y como alférez y Virgen de las vírgenes, te consagraste toda a Dios, y fuiste la primera que hizo voto de perpetua virginidad con alegre y determinada voluntad, abriendo camino con tu ejemplo a todas las vírgenes que después te han seguido y seguirán; y le guardaste tan perfectamente, que más parecías ángel sin cuerpo que doncella en carne mortal.
Y pues fuiste tan acabado dechado de pureza, que sola tu vista penetraba los corazones de los que te miraban con una lumbre celestial, y criaba en ellos amor de honestidad, mírame, Señora, con esos ojos amorosos y eficaces, para que de tal manera mi ánima y mi cuerpo florezcan con la castidad, que ninguna fealdad me ensucie, ningún vicio me posea, y a ningún deleite consienta. ¡Oh Reina mía, esperanza mía y alegría mía de mi corazón! que viviendo en el templo, con la soledad, silencio y quietud te disponías a la contemplación y unión con Dios, y eras tan regalada de él y tan visible de los ángeles, que más morabas en el cielo que en la tierra, y más vivía tu espíritu con el espíritu del Señor que tu cuerpo con tu espíritu; alcánzame por tus merecimientos amor del silencio y del reposo espiritual, para que estos sean mis deleites todo el tiempo que fuere detenido en la cárcel de este cuerpo, por Jesucristo tu benditísimos Hijo, que vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.
Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.
¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!
Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.
Oración compuesta por Pío XII
ORACIÓN PARA LAS ESPOSAS Y ESPOSOS A LA VIRGEN DE GUADALUPE
Oración para las esposas y esposos a la Virgen de Guadalupe
Nuestra Madre
Señor, inspira estos hombres y mujeres
que llevan los títulos de "Esposo" y "Esposa".
Ayúdalos a mirarte a Tí,
a ellos mismos,
uno al otro,
para redescubrir la plenitud y el misterio
que una vez sintieron en su unión.
Ház que sean lo suficientemente honestos para preguntarse:
"Dónde hemos estado juntos
y hacia dónde estamos yendo?
Haz que sean lo suficientemente valientes para preguntarse:
"En qué hemos fallado?"
Haz que sean lo suficientemente fuertes para decir:
"Para mí, nosotros estamos primero."
Ayúdalos, juntos
a reexaminar su compromiso
bajo la luz de Tu amor,
de buena voluntad, abiertamente, con compasión.
Un Ave María...
O, Virgen de Guadalupe. Colocamos bajo tu poderoso patronazgo la pureza e integridad de la Santa Fé en México y en todo el Continente Americano, porque estamos seguros que mientras seas reconocida como Reina y Madre, América y México y nuestro matrimonio serán salvados...
Amen
ORACIÓN POR LAS VÍCTIMAS DEL ABORTO A LA VIRGEN DE GUADALUPE
Oración por las Víctimas del Aborto a la Virgen de Guadalupe
Santa María, Madre de Dios y de la Iglesia, Nuestra Señora de Guadalupe, tu fuiste elegida por el Padre para el Hijo a travéz del Espíritu Santo.
Tu eres la Mujer vestida con el sol a punto de dar a luz a Cristo mientras Satanás, el Dragón Rojo, espera para devorar vorazmente a tu Hijo.
Lo mismo hizo Herodes buscando destruir a tu Hijo, Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, masacrando muchos niños inocentes en su intento.
Lo mismo hace hoy el aborto, matando millones de niños inocentes y explotando a sus madres en su ataque contra la vida y contra la Iglesia, el Cuerpo de Cristo.
Madre de los Inocentes, alabamos a Dios en tí por Sus regalos a tí de tu Inmaculada Concepción, libre de pecado, llena de gracia; tu maternidad de Dios y de la Iglesia, tu Perpetua Virginidad y tu Ascención al Cielo en cuerpo y espíritu.
O Auxilio de los Cristianos, te rogamos protejas todas las madres de los aún no nacidos y a los niños en su vientre. Suplicamos tu ayuda para que se termine este holocausto del aborto.
Santa Madre, rogamos a tu Inmaculado Corazón por todas las madres y todos los niños aún no nacidos para que ellos puedan tener vida aquí en la tierra y por la tan Preciosa Sangre derramada por tu Hijo que puedan tener vida eterna con El en los cielos. También oramos a tu Inmaculado Corazón por todos los que realizan los abortos y los que los apoyan, para que se conviertan y acepten a tu Hijo, Jesucristo, como su Señor y Salvador. Defiende a todos tus hijos en la batalla contra Satanás y todos los malos espíritus en estos tiempos de oscuridad.
Deseamos que los inocentes niños aún no nacidos y que mueren sin el Bautismo pudieran ser bautizados y salvados. Te pedimos que obtengas esta gracia para ellos y el arrepentimiento, reconciliación y el perdón de Dios para sus padres y sus asesinos.
Que sea revelado una vez mas en el mundo el poder del Amor. Que él ponga fin al mal. Que transforme conciencias. Que tu Inmaculado Corazón revele para todos la luz de la esperanza. Que Cristo Rey reine sobre todos nosotros, nuestras familias, ciudades, estados, países y la humanidad completa.
O clemente, O llena de amor, O dulce Virgen María, escucha nuestras plegarias y acepta este clamor desde nuestros corazones!
Nuestra Señora de Guadalupe, Protectora de los aún no nacidos, Ruega por nosotros!
ORACIÓN POR LA SALUD DE LOS ENFERMOS
ORACIÓN NUESTRA SEÑORA,
SALUD DE LOS ENFERMOS
María, Madre amadísima, te invoco confiadamente como salud de los enfermos. Eres Madre de bondad, especialmente para quienes están bendecidos con la Cruz, en particular la enfermedad.
Humildemente te pido esta gracia
(Mencione el favor que desea)
. Madre del Perpetuo Socorro, te ruego que presentes mi petición a tu Divino Hijo. No será rechazada si te dignas rogar por mí, porque tu intercesión es poderosa ante Dios. Con la confianza de un niño, me abandono a la santa voluntad de Dios. El cuidará de mis deseos. Madre de Misericordia, yo te amo; en ti pongo mi confianza. Por tus manos ofrezco a Dios todos los sacrificios que haya de soportar con todo el amor de mi corazón. Que todas mis penas se conviertan en un acto de amor a Dios, de reparación por mis pecados, y mérito por la salvación de las almas, en particular la mía. Enséñame a tener paciencia y conformidad con la voluntad de Dios, imitándote a ti, Madre Dolorosa. V. Ruega por nosotros, Señora Nuestra, salud de los enfermos. R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
0remos: Te rogamos, Señor Dios nuestro, que nos bendigas a nosotros tus siervos, con salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Virgen María, Salud de los enfermos, seamos libres de las tristezas presentes y disfrutemos de las alegrías eternas. Te lo pedimos por Cristo, Nuestro Señor. Amén.
NOVENA DE CONFIANZA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
NOVENA DE CONFIANZA AL INMACULADO CORAZÓN
DE MARÍA
¡Oh María! En tus manos pongo esta súplica. Bendícela. Después preséntala a Jesús. Haz valer tu amor de Madre y tu poder de Reina. ¡Oh María! Cuento con tu ayuda. Confío en tu poder. Me entrego a tu voluntad. Estoy seguro de tu misericordia. Madre de Dios y Madre mía, ruega por mí. ¡Dulce corazón de María sed mi salvación!.
Amén.
EL ÁNGELUS
El Ángelus
Esta oración, que en su forma actual ya se conocía en el s. XVI, nos recuerda el gran misterio de la Encarnación, por el cual María fue elevada a la excelsa dignidad de Madre de Dios.
Se reza tres veces al día: al amanecer, al mediodía y al atardecer.
Se debe rezar de rodillas, excepto el Sábado por la tarde y el Domingo, que se reza de pie, en recuerdo de la resurrección de Jesús.
V. El Ángel del Señor Anunció a María.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve, María...
V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María...
V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María...
V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oremos:
Infunde, Señor, tu gracia en nuestras almas, a fin de que habiendo conocido por la voz del Ángel el Misterio de la Encarnación de tu divino Hijo, podamos, por los méritos de su Pasión y de su Cruz, alcanzar la gloria de la Resurrección. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN EL TIEMPO DE ADVIENTO
ORACIÓN A LA
VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO
¡Y qué cortos y qué largos se hicieron los nueve meses! Largos para mi cabeza, para el corazón muy breves. Estaba dentro de mí y aunque a Él no le sentía, sentía cómo mi sangre al rozarle sonreía.
Nadie notó en Nazaret lo que estaba sucediendo: que teníamos dos cielos, uno arriba, otro creciendo. ¡Qué envidia me tuvo el cielo durante los nueve meses! El albergó al Dios eterno. Yo tenía al Dios creciente. ¡Qué fácil le fue todo al buen Gabriel! Vino, dio su mensaje y se fue. Se fue sin aclararme nada de nada, y dejó mil preguntas en mis entrañas. ¿Y quién me las responde si miro al cielo? ¿Este Dios que llevo dentro? ¿Dios está en el cielo? ¿El cielo está en Dios? Y yo por los montes llevando a los dos.
Si estaba hecho de carne ¿era carne de cristal? Y Yo pisaba con miedo, no se me fuera a quebrar. Cuando yo respiraba respiraba Él; cuando yo bebía, bebía también el autor del aire,
del agua y la sed.
¿Y cómo podría ser Dios tan sencillo si dentro de mí pesaba poco más que un cantarillo? Yo acariciaba mi seno para tocarle, porque Él estaba allí al tiempo que en todas partes.
¡Qué fácil le fue todo al buen Gabriel! Dijo que es Dios y es hombre, dijo que es hijo y rey...
Ay en lo demás, Señor, puse la fe.
Si yo no hubiera podido engendrar sin ser mujer ¿por qué los hombres desprecian lo más que se puede ser? Los niños de Nazaret corren y saltan conmigo: son como abejas que buscan miel en el rosal florido.
Cuando yo me alimento, Dios de mi vida, ¿sostengo yo tu sangre o Tú la mía? Cuando miro en la fuente el agua clara, pienso que son tus ojos que se adelantan.
No sé qué dijo el ángel de un dolor y una cruz. Sé que en la noche sangro temiendo que seas Tú. Si yo he sido pobre Tú lo serás más. Porque Dios es pobre si es Dios de verdad.
Las mujeres con envidia contemplan mi gravidez y no saben que soy madre más que de carne, de fe. Cada noche miro al cielo y recuento las estrellas. Falta una y yo lo sé.
¡Pero qué ganas de verla!
José mira y me dice: ¿Cómo estás? ¿Cómo está Él? Le respondo: Yo esperando y Él ardiendo a todo arder. Antes de que Tú vinieras yo vivía en oración. Ahora ya ¿para qué si somos uno, los dos? Cuando llevo hasta mi boca el tierno pan recién hecho, me parece que comulgo la carne que llevo dentro. Esclava soy, esclava fui, pero mis cadenas yo no las rompí: me las dieron rotas cuando nací.
Cuando escucho cómo saltas de gozo dentro de mí, pienso: ¿En un mundo tan triste le dejarán ser feliz? ¿Y Tú, pequeño mío, cómo vas a poder liberar a este mundo que esclavo quiere ser?
Temo que no será fácil, mi amor, que no será fácil ser Salvador. Con mi “sí” se abrió Dios mismo, y con su “sí”, mis entrañas, y con un “sí” de los dos se abrió el reino de las almas.
Lo creo y no me lo creo, no me lo puedo creer, pues sé que Él es más que un hombre siendo sólo yo mujer. Si dicen que fe es no ver las cosas con la mirada, yo sé que no he visto a nadie cuando Él llegó a mis entrañas.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA POR LA SALUD DE LOS ENFERMOS
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
POR LA SALUD DE LOS ENFERMOS
Oh Virgen María, Salud de los enfermos,
que has acompañado a Jesús en el camino del Calvario
y has permanecido junto a la cruz en la que moría tu Hijo,
participando íntimamente de sus dolores,
acoge nuestros sufrimientos y únelos a los de Él,
para que las semillas esparcidas durante el Jubileo
sigan produciendo frutos abundantes en los años venideros.
Madre misericordiosa, con fe nos volvemos hacia Ti.
Alcánzanos de tu Hijo el que podamos volver pronto,
plenamente restablecidos, a nuestras ocupaciones,
para hacernos útiles al prójimo con nuestro trabajo.
Mientras tanto, quédate junto a nosotros en el momento
de la prueba y ayúdanos a repetir cada día contigo nuestro "sí",
seguros de que Dios sabe sacar de todo mal un bien
más grande.
Virgen Inmaculada, haz que los frutos del Año Jubilar
sean para nosotros y para nuestros seres queridos,
prenda de un renovado empuje en la vida cristiana,
para que en la contemplación del Rostro de Cristo Resucitado
encontremos la abundancia de la misericordia de Dios
y la alegría sin fin del Cielo.
Amén!
CONSAGRACIÓN DEL MUNDO A LA VIRGEN MARÍA
Consagración del mundo a la Virgen María
SS. Juan Pablo II
1) "¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!" (Jn 19, 26).
Mientras se acerca el final de este Año Jubilar,
en el que tú, Madre, nos ha ofrecido de nuevo a Jesús, el fruto bendito de tu purísimo vientre,
el Verbo hecho carne, el Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura para nosotros esta palabra suya que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra:
"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!".
Al encomendarte al Apóstol Juan, y con él a los hijos de la Iglesia, más aún a todos los hombres,
Cristo no atenuaba, sino que confirmaba,
su papel exclusivo como Salvador del mundo.
Tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo, porque vives en Él y para Él.
Todo en ti es "fiat": Tú eres la Inmaculada, eres transparencia y plenitud de gracia.
Aquí estamos, pues, tus hijos, reunidos en torno a ti
en el alba del nuevo Milenio.
Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores provenientes de todas las partes del mundo, busca amparo bajo tu materna protección e implora confiada tu intercesión
ante los desafíos ocultos del futuro.
2. Son muchos los que, en este año de gracia,
han vivido y están viviendo la alegría desbordante de la misericordia que el Padre nos ha dado en Cristo.
En las Iglesias particulares esparcidas por el mundo
y, aún más, en este centro del cristianismo,
muchas clases de personas han acogido este don.
Aquí ha vibrado el entusiasmo de los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de los enfermos.
Por aquí han pasado sacerdotes y religiosos,
artistas y periodistas, hombres del trabajo y de la ciencia, niños y adultos, y todos ellos han reconocido en tu amado Hijo al Verbo de Dios, encarnado en tu seno.
Haz, Madre, con tu intercesión, que los frutos de este Año no se disipen, y que las semillas de gracia se desarrollen hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados.
3. Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una época extraordinaria, tan apasionante como rica de contradicciones.
La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita.
Puede hacer de este mundo un jardín o reducirlo a un cúmulo de escombros.
Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir en las fuentes mismas de la vida:
Puede usarlas para el bien, dentro del marco de la ley moral, o ceder al orgullo miope de una ciencia que no acepta límites, llegando incluso a pisotear
el respeto debido a cada ser humano.
Hoy, como nunca en el pasado, la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente,
oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús.
4. Por esto, Madre, como el Apóstol Juan,
nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27), para aprender de ti a ser como tu Hijo.
"¡Mujer, aquí tienes a tus hijos!"
Estamos aquí, ante ti, para confiar a tus cuidados maternosa nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido Hijo, para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que es fuente de vida.
Acógelo por nosotros y con nosotros, como en la primera comunidad de Jerusalén, reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
Que el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor, guíe a las personas y las naciones hacia una comprensión recíproca y hacia un firme deseo de paz.
Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles: a los niños que aún no han visto la luz y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento; a los jóvenes en busca de sentido, a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.
Te encomendamos a las familias rotas, a los ancianos que carecen de asistencia y a cuantos están solos y sin esperanza.
5. Oh Madre, que conoces los sufrimientos y las esperanzas de la Iglesia y del mundo, ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas que la vida reserva a cada uno y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.
A ti, aurora de la salvación, confiamos nuestro camino en el nuevo Milenio, para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo, luz del mundo y único Salvador, que reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
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