viernes, 29 de noviembre de 2013

Lectio Divina: I Domingo de Adviento. Ciclo A. 1 de diciembre, 2013.

  
Estar siempre preparados
Dios puede llegar en cualquier momento
5
Mateo 24, 37-44
 
Oración inicial
 
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz
de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios
en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y
resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura,
en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que
sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos
de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los
otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de
justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al
Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
 
2. Lectura
 
a) Clave de lectura:
En la liturgia del primer domingo de Adviento, la Iglesia nos pone delante una parte
del discurso de Jesús sobre el fin del mundo. Adviento significa Venida. Es el tiempo
de la preparación para la venida del Hijo del Hombre en nuestra vida. Jesús nos
exhorta a estar vigilantes. Nos pide estar atentos a los sucesos para descubrir en
ellos la hora de la venida del Hijo del Hombre.
En este principio del Adviento, es importante purificar la mirada y aprender de
nuevo a leer los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. Y esto, para no ser
sorprendidos, porque Dios puede venir sin avisar, cuando menos lo esperamos.
Para ilustrar cómo deberíamos estar atentos a los acontecimientos, Jesús se apoya
en el episodio del diluvio en tiempos de Noé.
En el curso de la lectura del texto, prestaremos atención a las comparaciones de las
que se sirve Jesús para trasmitir su mensaje.
b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura: Mateo 24, 37-39: La venida del Hijo del Hombre será como en los día de Noé
Mateo 24, 40-41: Jesús aplica la comparación a aquellos que lo escuchan
Mateo 24, 42: La conclusión: ¡Vigilad!
Mateo 24, 43-44: La comparación para recomendar la vigilancia
c) El texto:
37
 «Como en los días de Noé, así será la venida
del Hijo del hombre. 38
 Porque como en los días
que precedieron al diluvio, comían, bebían,
tomaban mujer o marido, hasta el día en que
entró Noé en el arca, 39
 y no se dieron cuenta
hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos,
así será también la venida del Hijo del hombre.
40
 Entonces, estarán dos en el campo: uno es
tomado, el otro dejado; 41
 dos mujeres
moliendo en el molino: una es tomada, la otra
dejada.
42
 «Velad, pues, porque no sabéis qué día
vendrá vuestro Señor. 43
 Entendedlo bien: si el
dueño de casa supiese a qué hora de la noche
iba a venir el ladrón, estaría en vela y no
permitiría que le horadasen su casa. 44
 Por eso,
también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá
el Hijo del hombre.
 
3. Un momento de silencio orante
 
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
 
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
 
i) ¿Cuál es la parte del texto que te ha llamado más la atención? ¿Por qué?
ii) ¿Dónde, cuándo y porqué Jesús ha pronunciado este discurso?
iii) ¿En qué consiste exactamente la vigilancia a la que nos exhorta Jesús?
iv) “Una persona será tomada y otra será dejada”. ¿Qué quiere enseñar Jesús con
esta afirmación?
v) Al tiempo de Mateo, las comunidades cristianas esperaban la venida del Hijo del
Hombre en cierto modo. Y hoy, ¿cuál es nuestro modo de esperar la venida de
Jesús?
vi) ¿Cuál es, según tu parecer, el centro o la raíz de esta enseñanza de Jesús? 
 
5. Para los que desean profundizar más en el tema
 
a) Contexto del discurso de Jesús:
El Evangelio de Mateo: En el Evangelio de Mateo hay cinco grandes discursos,
como si fuesen una nueva edición de los cinco libros de la Ley de Moisés. El texto
que meditamos en este domingo forma parte del quinto Discurso de esta Nueva
Ley. Cada uno de los cuatro discursos precedentes ilumina un determinado aspecto
del Reino de Dios anunciado por Jesús. El primero: La justicia del Reino es la
condición para entrar en el Reino (Mt del 5 al 7). El segundo: la misión de los
ciudadanos del Reino (Mt 10). El tercero: la presencia misteriosa del Reino en la
vida de la gente (Mt 13). El cuarto: vivir el Reino en comunidad (Mt 18). El quinto
Sermón habla de la vigilancia en vista de la venida definitiva del Reino. En este
último discurso, Mateo sigue el esquema de Marcos (cf Mc 13,5-37), pero añade
algunas parábolas que hablan de la necesidad de la vigilancia y del servicio, de la
solidaridad y de la fraternidad.
La espera de la venida del Hijo del Hombre: Al final del primer siglo, las
comunidades vivían en la espera de la venida inmediata de Jesús (1 Tes 5,1-11).
Basándose en algunas frases de Pablo (1 Tes 4,15-18) había personas que dejaron
de trabajar pensando que Jesús estaba ya para llegar (2 Tes 2,1-2; 3,11-12). Ellos
se preguntaban: Cuando venga Jesús ¿seremos levantado como Él al cielo?
¿Seremos tomados o dejados? (cfr Mt 24, 40-41). Había un clima semejante al de
hoy, en el que muchos se preguntan: “Este terrorismo ¿es signo de que se acerca el
fin del mundo? ¿Qué hacer para no ser sorprendidos?” Una respuesta a estas
preguntas y preocupaciones nos vienen de las Palabras de Jesús, que Mateo nos
transmite en el evangelio de este domingo.
b) Comentario del texto:
Mateo 24, 37-39: Jesús compara la venida del Hijo del Hombre a los días del Diluvio
“Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”. Aquí, para
aclarar su llamada a la vigilancia, Jesús recurre a dos episodios del Antiguo
Testamento: Noé y el Hijo del Hombre. Los “días de Noé” se refieren a la
descripción del Diluvio (Gén 6,5 a 8,14). La imagen del “Hijo del Hombre” viene de
una visión del profeta Daniel (Dan 7,13). En los días de Noé, la mayoría de las
personas vivían sin preocupaciones, sin darse cuenta que en los acontecimientos se
acercaba la hora de Dios. La vida continuaba “ y no se dieron cuenta, hasta que
vino el diluvio y los arrastró a todos”.
Y Jesús concluye: “Así será también la venida el Hijo del hombre”. En la visión de
Daniel, el Hijo del Hombre vendrá de improviso sobre las nubes del cielo y su
venida decretará el fin de los imperios opresores, que no tendrán futuro.
Mateo 24,40-41: Jesús aplica la comparación a los que escuchaban
“Entonces estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado”. Estas frases no
deben ser tomadas literalmente. Es una forma para indicar el destino que las personas recibirán según la justicia de las obras por ellos practicadas. Algunos
serán tomados, o sea, recibirán la salvación y otros no la recibirán. Así sucedió en
el diluvio: “solo tú has sido justo en esta generación (Gen 7,1). Y se salvaron Noé y
su familia.
Mateo 24,42: Jesús aporta la conclusión: ¡Vigilad!
Es Dios el que determina a hora de la venida del Hijo. Pero el tiempo de Dios no se
mide con nuestro reloj o calendario. Para Dios, un día puede ser igual a mil años y
mil años iguales a un día (Si 90,4; 2 Pe 3,8). El tiempo de Dios (kairós) es
independiente de nuestro tiempo (cronos). Nosotros no podemos interferir el
tiempo de Dios, pero debemos estar preparados para el momento en el que la hora
de Dios se hace presente en nuestro tiempo. Puede ser hoy, puede ser de aquí a
mil años.
Mateo 24, 43-44: Comparación: El Hijo del Hombre vendrá cuando menos se
espera
Dios viene cuando menos se espera. Puede suceder que Él venga y la gente no se
dé cuenta de la hora de su llegada. Jesús pide dos cosas: la vigilancia siempre
atenta y al mismo tiempo, la dedicación tranquila de quien está en paz. Esta actitud
es señal de mucha madurez, en la que se mezclan la preocupación vigilante y la
tranquila serenidad. Madurez que consigue combinar la seriedad del momento con
el conocimiento de la relatividad de todo.
c) Ampliando información para poder entender mejor el texto:
¿Cómo vigilar para prepararse? - Nuestro texto va precedido de la parábola de
la higuera (Mt 24,32-33). La higuera era un símbolo del pueblo de Israel (Os 9,10;
Mt 21,18). Cuando pide que se observe a la higuera, Jesús pide observar y analizar
los hechos que están sucediendo. Es como si Jesús nos dijese: “Vosotros debéis
aprended de la higuera a leer los signos de los tiempos y así descubriréis dónde y
cuándo Dios entra en vuestra historia”.
La certeza que nos viene comunicada por Jesús – Jesús nos deja una doble
certeza para orientar nuestro camino en la vida: (1) llegará el fin con seguridad;
(2) ninguno sabe ciertamente ni el día ni la hora del fin del mundo. “ Porque en
cuanto a la hora y al día ninguno lo sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni
tampoco el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36). A pesar de todos los cálculos que
puedan hacer los hombres sobre el fin del mundo, ningún cálculo da la certeza. Lo
que da seguridad no es el conocimiento de la hora del fin, sino la Palabra de Jesús
presente en la vida. El mundo pasará, pero su palabra no pasará jamás (cfr Is 40,
7-8).
¿Cuándo vendrá el fin del mundo? - Cuando la Biblia habla del “fin del Mundo”se
refiere, no al fin del mundo, sino al fin de un mundo: Se refiere al fin de este
mundo, donde reina la injusticia y el poder del mal que amargan la vida. Este
mundo de injusticia tendrá fin y a su puesto vendrá “un cielo nuevo y una tierra
nueva”, anunciados por Isaías (Is 65,15-17) y previsto por el Apocalipsis (Ap 21,1).
Ninguno sabe cuándo ni cómo será el fin de este mundo (Mt 24,36), porque ninguno sabe lo que Dios tiene preparado para los que le aman (1 Cor 2,9). El
mundo nuevo de la vida sin muerte supera todo, como el árbol supera a su
simiente ( 1 Cor 15,35-38). Los primeros cristianos estaban ansiosos por asistir a
este fin (2 Tes 2,2). Seguían mirando al cielo, esperando la venida de Cristo (Act
1,11). Algunos ya no trabajaban (2 Tes 3,11). Pero, “no nos corresponde a
nosotros conocer los tiempos y momentos que el Padre tiene reservado en virtud de
su poder” (Act 1,7). El único modo de contribuir a la venida del fin “de modo que
puedan llegar los tiempos de la consolación” (Act 3,20), es dar testimonio del
Evangelio en todo lugar, hasta los extremos confines de la tierra (Act 1,8).
 
6. Oración: Salmo 46 (45)
 
“¡Dios está con nosotros! ¡No temamos!”
Dios es nuestro refugio y fortaleza,
socorro en la angustia, siempre a punto.
Por eso no tememos si se altera la tierra,
si los montes vacilan en el fondo del mar,
aunque sus aguas bramen y se agiten,
y su ímpetu sacuda las montañas.
 
¡Un río!
Sus brazos recrean la ciudad de Dios,
santifican la morada del Altísimo.
Dios está en medio de ella, no vacila,
Dios la socorre al despuntar el alba.
Braman las naciones, tiemblan los reinos,
lanza él su voz, la tierra se deshace.
 
¡Con nosotros Yahvé Sebaot,
nuestro baluarte el Dios de Jacob!
Venid a ver los prodigios de Yahvé,
que llena la tierra de estupor.
 
Detiene las guerras por todo el orbe;
quiebra el arco, rompe la lanza,
prende fuego a los escudos.
«Basta ya, sabed que soy Dios,
excelso sobre los pueblos, sobre la tierra excelso».
 
¡Con nosotros Yahvé Sebaot,
nuestro baluarte el Dios de Jacob!
 
7. Oración final
 
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la
voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique
la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como
María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la
Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por
todos los siglos de los siglos. Amén.
 

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