La diversidad de nombres del pecado, tanto en hebreo como en griego, muestra perfectamente la importancia de esta noción en la Biblia; veamos las principales.
En el Antiguo Testamento
- - Faltar (heb. hatá): errar el blanco (Jue 20,16), ser culpable (2 Re 18,14); de ahí: causar un daño a alguien (Gn 42,22), ser culpable: con respecto a los hombres y a Dios.
- - Rebelarse (heb. pasá’): contra un superior (2 Re 8,20) o contra Dios (ls 1,2), en particular transgredir la alianza* (Os 8,1) o incluso las reglas morales universales (Am 1,3.6, etc.).
- - Ser culpable (heb. rasá’): la confesión de los exiliados ante Dios (Dn 9,5). El nombre sirve para designar sobre todo al impío, al malvado que rechaza la ley de Dios y causa un daño a los otros (Prov 15,3.8-9).
- - Causar daño (heb. ‘abah, de una raíz que significa «estar torcido»): este término designa la falta del Israel pecador (Nm 14,19), pero también su consecuencia: la pena infligida, el castigo (Gn 4,13).
Las oraciones de penitencia contienen con frecuencia listas de sinónimos (Dn 9,5) con otros muchos términos: traicionar, desviarse, violar, hacer el mal, etc.
En el Nuevo Testamento
- - Separase (gr. hamartano: no participar, de ahí separarse de alguien haciéndole mal) y los nombres hamartía, pecado, y hamartolós, pecador.
- - Rechazar la justicia* (gr. adiko: lo contrario de diké, justicia) y el término adikía, iniquidad. – Rechazo de la ley* (gr. anomía: lo contrario de nomos, ley).
- - Transgredir (gr. parabaino: caminar aliado), y el nombreparábasis, transgresión.
La alianza y el pecado.
La Biblia habla del pecado no en términos filosóficos («la falta es un error; nadie es malvado naturalmente… »), sino en términos de relación con la comunidad y con Dios. Son los profetas quienes educaron a Israel el sentido de Dios y, por tanto, el del pecado. Insisten en el hecho de que el mal cometido contra alguien alcanza también a Dios; las injusticias y las violencias que hieren a los otros son pecados contra Dios. En el marco de la alianza, el pecado es una ruptura de relación. En los profetas se encuentran muchos «oráculos de proceso» que implican siempre dos elementos opuestos y una conclusión: a) los beneficios de Dios; b) las fechorías de los hombres; c) el juicio* de Dios sobre los pecadores (ej. Am 2,6-16; Os 2,4-15).
Jesús y el pecado.
Se acusa a Jesús de frecuentar a pecadores y publicanos (Lc 15,1-3) e incluso a paganos. A los judíos fieles a las obligaciones de la Ley (los fariseos) les recuerda la necesidad de la conversión del corazón: «Si estuvieseis ciegos, no seríais culpables; pero como decís que veis, vuestro pecado permanece» (Jn 9,41). A los «pecadores» les anuncia la infinita misericordia de Dios, siempre dispuesto a perdonar* a los que vuelven a él: «En el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7). En el relato de la pasión, el pecado de los hombres lleva a la muerte de Jesús: «A quien no cometió pecado, Dios lo trató por nosotros como al propio pecado, para que, por medio de él, nosotros nos transformemos en salvación de Dios» (2 Cor 5,21). Pero Jesús muere pidiendo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
No hay comentarios:
Publicar un comentario