El primer jueves después de Pentecostés celebramos la festividad litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Vivimos momentos de pasión de la Iglesia. Se exhibe en picota la infidelidad y aberraciones de unos ministros-¿infiltrados? ¿vividores?- indignos, como paradigma generalizado y abominable del sacerdocio, que es excelso porque encarna en la tierra al mismo Cristo. Decía, admirado, Pedro de Blois: «Dios, que no ha querido tener ningún cooperador en la obra de la Creación, quiere tenerlo en la obra de la Redención». Y este coadjutor es el sacerdote.
Esta festividad sacrosanta ha de ser para todos los católicos un día intensamente sacerdotal. Un día para amar el sacerdocio de Jesucristo prolongado en sus ministros. Para agradecer a Cristo este don inestimable. Ha de ser una jornada de santidad sacerdotal que nos reúna a todos: pastores y seglares, con un solo corazón y una sola alma, para pedir muchos y santos sacerdotes.
Y ha de ser un día para agradecer a los sacerdotes su entrega absoluta. El sacerdote actúa en la persona de Cristo... Perdona con el perdón de Dios, lleva su Palabra que se encarna en su propia palabra, perpetúa la presencia real de Cristo entre nosotros... Si a veces nos defrauda su insuficiencia personal, pensemos que a Dios no le ha estorbado. Consideremos el peso de la dignidad divina que lleva dentro. Y ¡cuántas veces no habremos ayudado a tal o cual sacerdote a superarse! ¡Cuántas lo habremos hundido más aún en el aislamiento, con la incomprensión y la maledicencia!
Querríamos hacer llegar a todos los sacerdotes del mundo el testimonio de nuestro apoyo, de nuestra solidaridad, de nuestro amor... A todos les decimos: ¡Gracias, queridos sacerdotes!.
Lecturas de la liturgia
- Primera Lectura: Isaías 52, 13-15; 53, 1-12
"El fue traspasado por nuestros crímenes"He aquí que mi siervo tendrá éxito, crecerá y llegará muy alto. Lo mismo que muchos se horrorizaban al verlo, porque estaba tan desfigurado que no parecía hombre ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchas naciones. Los reyes se quedarán sin palabras al ver algo que nunca les habían contado y comprender algo que nunca habían oído.
¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se manifestó el poder del Señor? Creció ante el Señor como un retoño, como raíz en tierra árida. No tenía gracia ni belleza para que nos fijáramos en él, tampoco aspecto atractivo para que lo admiráramos. Fue despreciado y rechazado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento; como alguien a quien no se quiere mirar, lo despreciamos y lo estimamos en nada.
Sin embargo, él llevaba nuestros sufrimientos, soportaba nuestros dolores. Nosotros lo creíamos castigado, herido por Dios y humillado, pero eran nuestras rebeldías las que lo traspasaban, y nuestras culpas las que lo trituraban. Sufrió el castigo para nuestro bien y con sus heridas nos sanó.
Andábamos todos errantes como ovejas, cada uno por su camino, y el Señor cargó sobre él todas nuestras culpas. Cuando era maltratado, él se sometía, y no abría su boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría su boca.
Sin defensa ni juicio se lo llevaron, y ¿quién se preocupó de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron por los pecados de mi pueblo; lo enterraron con los malhechores, lo sepultaron con los malvados, aunque él no cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca.
Pero el Señor quiso quebrantarlo con sufrimientos. Y si él entrega su vida como expiación, verá su descendencia, tendrá larga vida y por medio de él, prosperarán los planes del Señor. Después de una vida de amarguras verá la luz, comprenderá su destino. Mi siervo, el justo, traerá a muchos la salvación cargando con las culpas de ellos.
Por eso, le daré un puesto de honor entre los grandes, y con los poderosos participará del triunfo, por haberse entregado a la muerte y haber compartido la suerte de los pecadores. Pues él cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores. - Salmo Responsorial: 39
"Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad."¡Cuántas maravillas has hecho, Señor Dios mío! ¡Cuántos proyectos para nosotros! ¡No hay nadie como tú! Yo quisiera contarlos, publicarlos, pero son innumerables.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He proclamado tu fidelidad en la gran asamblea; tú sabes, Señor, que no me he callado. No he ocultado tu fidelidad en el fondo de mi corazón, proclamé tu lealtad y tu salvación, no oculté tu amor en la gran asamblea.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. - Segunda Lectura: Hebreos 10, 12-23
"Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado"Hermanos: Cristo no ofreció más que un sacrificio por el pecado, y se sentó para siempre a la derecha de Dios. Unicamente espera que Dios ponga a sus enemigos como estrado de sus pies. Con está única ofrenda ha hecho perfectos de una vez para siempre a quienes han sido consagrados a Dios. Es lo que también nos atestigua el Espíritu Santo, pues después de haber dicho:
Esta es la alianza que yo haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en sus mentes.
Añade:
Y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades.
Ahora bien, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hay necesidad de ofrenda por el pecado.
Así pues, hermanos, ya que tenemos libre entrada en el santuario gracias a la sangre de Jesús, el cual inauguró para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo, es decir, de su cuerpo, y ya que tenemos un gran sacerdote en la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, con plena confianza, purificando el corazón de todo mal de que tuviéramos conciencia, y lavado el cuerpo con agua pura. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, pues quien nos ha hecho la promesa es digno de confianza. - Evangelio: Lucas 22, 14-20
"Hagan esto en memoria mía"Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos. Y les dijo:
«¡Cómo he deseado celebrar esta pascua con ustedes antes de morir! Porque les digo que no la volveré a celebrar hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios».
Tomó entonces un cáliz, dio gracias y dijo:
«Tomen esto y repártanlo entre ustedes; pues les digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios».
Después tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía».
Y después de la cena, hizo lo mismo con el cáliz diciendo:
«Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes».
Haced esto en recuerdo mío | ||||||||
Lucas 22, 14-20. Fiesta. Jesucristo es Sumo y Eterno Sacerdote que instituye el sacerdocio y la Eucaristía. | ||||||||
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