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María Teresa Scherer, Beata |
Co-fundadora de las Religiosas de la Caridad de la Santa
Cruz
María Teresa Scherer nació el 31 de octubre de 1825
en Meggen (Lago de los Cuatro Cantones, Suiza). Fue bautizada
con el nombre de Ana María Catalina. Era la cuarta
de siete hijos de la familia Scherer-Sigrist. A los siete
años quedó huérfana de padre y fue a vivir con
unos parientes, que le dieron una sana educación cristiana. En
los tiempos libres se ocupaba de los trabajos de la
casa y del campo.
Por deseo de su madre, a los
16 años entró en el hospital cantonal de Lucerna para
completar su preparación doméstica. Después tuvo que ocuparse también de
los pobres y los enfermos. A los 17 años fue
admitida en la Tercera Orden de san Francisco y en
la congregación de Hijas de María. Durante una peregrinación a
Einsiedein se sintió llamada a la vida religiosa. El 1
de marzo de 1845 ingresó en el instituto de las
Religiosas Enseñantes, que había fundado hacía poco el capuchino P.
Teodosio Florentini. En el otoño de aquel mismo año hizo
los primeros votos. Un año después fue enviada a Baar
y luego a Oberägeri, como profesora y superiora en ambas
comunidades. Fue un período de dudas y dificultades, que superó
con una ascesis austera y la obediencia a su director
espiritual. El año 1850 el P. Teodoro la llamó a
Näfels, para que guiase el hospicio de los pobres y
huérfanos. Ese mismo año el P. Teodosio fundó en Coira
un pequeño hospital y encomendó a María Teresa su dirección.
Ella aceptó, convencida de que el carisma del fundador abarcaba
el aspecto escolar-educativo y el caritativo.
El año 1856 las Religiosas
Enseñantes se separaron del fundador para continuar su apostolado educativo
independientemente. Sor María Teresa sufrió mucho por ello: oró, se
aconsejó y finalmente comprendió que Dios deseaba se ocupase en
el futuro de las obras de misericordia espirituales y corporales.
En 1857 fue elegida superiora general de las «Religiosas al
servicio de la escuela y de los pobres». Al lado
del P. Teodosio guió el instituto de las Religiosas de
la Caridad de la Santa Cruz, que se desarrolló rápidamente.
A Ingenbohl llegaban continuamente peticiones, solicitando religiosas para que se
ocuparan de los pobres y los huérfanos, del servicio en
casas de corrección y lazaretos: eran tareas arduas, pero estaban
en sintonía con el pensamiento de la madre María Teresa.
Abrió hospitales y escuelas especializadas para inválidos, pero no le
gustaba ver a las religiosas como responsables de empresas. Por
ello se crearon tensiones con el fundador. De todas formas,
estaba persuadida de que la intención del P. Teodosio era
resolver la cuestión obrera con justicia y solidaridad, por lo
que le ayudó todo lo posible, y a cuyo espíritu
permaneció fiel aun después de su muerte, acaecida el 15
de febrero de 1865. Recibió no sólo su herencia espiritual
sino también la material, teniendo que trabajar ella y sus
hermanas durante años para saldar las deudas que había contraído
el P. Teodosio en su apostolado social. Luchó por salvar
las constituciones que había dado al instituto el P. Teodosio,
aun a costa de oponerse al celo reformador de sus
sucesores. La madre María Teresa era la regla viviente, pero
pocos años antes de su muerte fue criticada por el
modo de guiar la congregación y de observar la pobreza.
Fue calumniada y soportó grandes sufrimientos físicos, que no le
impidieron realizar numerosos viajes para animar a sus hijas y
orientarlas a vivir según el espíritu del fundador. Falleció el
16 de junio de 1888 en el convento de Ingenbohl.
Ya formaban parte del instituto 1.689 religiosas.
Juan Pablo II la
beatificó el 29 de octubre de 1995
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