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Isabel de Schönau, Santa |
Nacida por el año 1126 en Alemania, radicada y educada
en un monasterio Benedictino cerca de Bonn, Alemania, desde los
12 años de edad.
Isabel llegó a ver el monasterio como
su propia casa, e hizo votos en 1147.
Ella fue
vidente, empezando en 1152 comenzó a tener éxtasis místicos y
visiones, poseía el don de la profecía, y sufrió ataques
de fuerzas demoniacas.
Con la ayuda de su hermano Egberto,
monje y abad, escribió tres volúmenes que describen sus visiones.
Fue abadesa de Schönau desde 1157 hasta su muerte, el
18 de junio de 1164.
Nunca a sido formalmente canonizada, pero
su nombre consta en el Martirologio Romano.
Santa Isabel de Schönau, virgen
fecha: 18 de junio n.: 1128 - †: 1164 - país: Alemania canonización: pre-congregación
En Schönau, lugar de Renania, en Germania, santa Isabel, virgen, insigne por su observancia de la vida monástica.
Tres monasterios alemanes han llevado el nombre de Schönau: la
comunidad de monjes cistercienses vecina a Heidelberg; un convento de
monjas en Franconia; y una doble casa de benedictinos, no lejos de Bonn,
cuyos dos edificios fueron construidos a expensas de Hildelino, quien
fue su primer abad, en 1125. En el gran convento para monjas ingresó, a
la edad de doce años, una chiquilla humilde llamada Isabel. Unos seis
años después, en 1147, hizo su profesión. Desde entonces se entregó con
gran fervor a las actividades religiosas del convento y, a pesar de su
mala salud, usaba una camisa de cerdas, se disciplinaba con cadenas y
practicaba otras mortificaciones. Al referirse a sí misma en uno de sus
libros, dice: «La más vil de Sus pobres creaturas, agradece a Dios que,
desde el momento en que entró a la orden hasta hoy, Sus manos la han
empujado con tanta insistencia, que nunca dejó de sentir sus dardos en
el cuerpo». Desde que cumplió ventitrés años en adelante, estuvo sujeta a
extraordinarias manifestaciones sobrenaturales, visiones celestiales y
persecuciones diabólicas. En una carta dirigida a su amiga santa Hildegarda,
describe Isabel la forma en que un ángel le mandó que anunciara la
serie de calamidades que habrían de afligir a las gentes, a menos que
hiciesen penitencia, y como ella tardó en cumplir con el mandato, el
ángel se presentó de nuevo y la golpeó con un látigo, tan furiosamente,
que estuvo enferma tres días. Pero algunas de las profecías hechas por
boca de Isabel no se cumplieron y entonces volvió a aparecer el
mensajero celestial para indicar que las gentes habían hecho penitencia y
así se habían evitado las calamidades.
Por aquel entonces y durante largo tiempo, asaltaron a la santa
terribles tentaciones; la mantenían en continuo sobresalto las súbitas
apariciones en su celda o en otras partes del convento, de los demonios
con hábitos de monjes, que se burlaban de ella y proferían horribles
amenazas. En cierta ocasión vio al diablo en la forma de un gran toro
negro que, al arrojarse sobre ella, se transformó en un haz de llamas de
las que surgió un rebaño de cabras pestilentes. Pero aquel período de
prueba sólo fue el preludio a una época de grandes consuelos y visitas
de seres celestiales. Especialmente los domingos y fiestas de guardar,
Isabel entraba en éxtasis durante la celebración de la misa. Según sus
confesiones, durante los arrobamientos recibía admoniciones y mensajes
de un ángel o del santo cuya fiesta se conmemoraba. Veía a sus
visitantes celestiales con tanta claridad que, pasado el éxtasis,
describía con lujo de detalles su aspecto, su vestimenta y la forma en
que aparecían. De la misma manera, como si se representaran ante sus
ojos corporales, presenciaba escenas de la Pasión, la Resurrección y la
Ascensión del Señor. Algunas de sus visiones las reprodujo en cera,
sobre tablillas y, a pedido del abad Hildelino, las enviaba a su hermano
Egberto, un canónigo de Bonn, que posteriormente tomó el hábito en
Schönau y sucedió a Hildelino en el cargo de abad. Esas notas,
complementadas con sus explicaciones orales, aparecen en tres libros
sobre las visiones de Isabel, compilados y publicados por Egberto, con
un prefacio propio y una lista cronológica de las experiencias
religiosas de su hermana.
El primero de esos libros está escrito con un estilo sencillo, como
el que hubiera podido usar la propia Isabel; pero los otros tienen
mayores complicaciones, tanto en el lenguaje como en las ideas y, en
ocasiones, se pone en evidencia cierta inclinación a la teología que,
sin duda pertenece a Egberto y no a Isabel. El caso se pone todavía en
mayor evidencia en otro de sus trabajos: «El Libro de los Caminos de
Dios», que fue escrito, al parecer, como una imitación al «Scivias» de
santa Hildegarda. En él aparecen advertencias muy severas y rigurosas,
dirigidas a varias clases del clero y a los laicos; contiene una
advocación del antipapa «Víctor IV», a quien favorecían los amigos de
Egberto; y de acuerdo con los términos de la denuncia contra el Cathari y
de las invectivas contra los prelados mundanos y los sacerdotes
infieles, se ponen claramente de manifiesto la mente y la pluma de
Egberto. El último de los libros de Isabel y el más famoso, fue una
contribución suya a la Leyenda Ursulina. El libro tiene una historia
singular. Las excavaciones practicadas en diversas ocasiones desde los
principios del siglo doce, en uno de los distritos de Colonia, dieron
como resultado el descubrimiento de una cantidad considerable de restos
humanos. El sitio recibió el nombre de "Ager Ursulinus" y se creyó que,
entre las osamentas, se encontraban los restos de santa Úrsula
y de sus once mil vírgenes. Sin embargo, entre los huesos había
esqueletos masculinos, así como gran número de tablillas (ahora se ha
comprobado que todas eran falsificadas), que ostentaban los nombres de
supuestos mártires. Gerlac, el abad de Deutz, quien tomó parte activa en
el traslado de las supuestas reliquias de santa Úrsula, en 1142, y que
pasó nueve años buscando los restos de las vírgenes, sus compañeras,
recurrió a Egberto con la esperanza de que por medio de las visiones de
su hermana Isabel, se aclarase el asunto que tanto le preocupaba.
Parece ser que Egberto insistió tenazmente para que su hermana
accediera a ayudarlo y, presionada de esta manera, escribió una nueva
versión fabulosa de la ya fantástica historia de santa Úrsula y la de
todos los mártires recientemente «descubiertos» con la introducción de
un tal papa Ciríaco, que nunca existió. Que esta fábula extravagante,
plagada de datos históricos, que con toda facilidad podía haberse
comprobado que eran falsos, conquistase inmediatamente una amplia
aceptación, ilustra de nuevo la inmensa e infortunada credulidad de la
época. Por otra parte, esa rápida aceptación es también una prueba de la
estima que se tenía por Isabel.
Sin duda que fue, en realidad, una mujer de buen juicio para los
asuntos de la vida diaria, puesto que, de lo contrario, no habría podido
soportar, como lo hizo, el cargo de superiora de su comunidad durante
los últimos siete años de su vida. Su cargo era el principal, después
del abad, quien gobernaba la doble comunidad. Isabel murió el 18 de
junio de 1164, a los treinta y ocho años de edad. Una confusión entre
las abadías con el mismo nombre de Schönau, motivó que se considerase a
Isabel como una monja del Císter y como a tal la registrase Molanus, en
1568, en la nueva edición del Usuardo. De ahí se trasladó su nombre al
Martirologio Romano en 1584 y, desde entonces, sigue en su lugar, sin
referencia alguna a sus escritos. Nunca se ha llagado a canonizar o
siquiera a beatificar formalmente a Isabel, y hay muchos puntos de vista
divergentes en cuanto a la naturaleza de sus visiones. Sin embargo,
todos los críticos admiten que la propia Isabel, su hermano y quienes la
conocieron bien, estaban firmemente convencidos de que aquellas
experiencias espirituales procedían de lo alto.
Lo que sabemos sobre la vida de
Isabel procede, sobre todo, de unas memorias que su hermano Egberto
escribió y agregó a la mencionada colección de sus visiones. Este
material biográfico, junto con una carta del propio Egberto, se halla
impreso en Acta Sanctorum, junio, vol. IV. La mejor de las ediciones
sobre sus escritos y visiones, es la de F. W. E. Roth (1884). Este mismo
editor sacó a la luz en 1886, lo que él llama Libro de Oraciones
(Gebetbuch) de Isabel. N.ETF: Aunque en algunos sitios figura como
canonizada en 1584, en realidad sigue siendo cierto lo que señala el
Butler: nunca lo ha sido formalmente, sino que en esa fecha lo que se
hizo fue inscribirla en el Martirologio, lo cual implica -en los casos
en que no hay una canonización formal- un cierto reconocimiento oficial.
Se ha hecho recientemente (2006) una edición de las obras (aunque
aparentemente no completas) de Isabel en alemán a cargo de Pedro
Dinzelbacher, de la Abadía de Schönau, editorial Fernando Schöningh,
Paderborn. Hay información sobre la santa (en alemán) en el sitio del monasterio de Schönau. La imagen mostrada corresponde al altar y relicario de la santa en la iglesia claustral.
Hoy, 18 de junio, conmemoramos a Santa ISABEL de SCHÖNAU, Mística.
SANTA ISABEL DE SCHÖNAU (1129-1164) nació en la Renania alemana, probablemente en Bingen, o acaso en Bonn, en una noble familia.
La
pequeña Isabel era de complexión enfermiza. Contaba con aproximadamente
doce años de edad cuando sus progenitores la encomendaron para su
educación a los monjes de la doble abadía benedictina de Schönau sobre
el Rin, en Strüth.
En 1147 profesó como religiosa, y diez años
más tarde fue electa superiora. El convento de mujeres quedaba a cargo
del abad del convento de varones, quien durante mucho tiempo fue
Egberto, hermano de Isabel, quien ejerció siempre una gran influencia
sobre ella, y de hecho fue su primer biógrafo.
Al reponerse de
una grave enfermedad que padeció alrededor de los 25 años, a partir de
1152 Santa Isabel comenzó a tener visiones extáticas. En ellas hablaba
con Nuestro Señor Jesucristo, con la Virgen y con diversos santos.
Los
testimonios relatan que, por ejemplo, un día Santa Isabel amaneció
hablando con fluidez la lengua latina, aunque nunca antes la había
estudiado.
Sin embargo, sus visiones, que a veces se prolongaban
durante días, terminaron por debilitarla. Falleció en Schönau, apenas a
los 35 años de edad.
El abad Egberto compiló en un libro las
experiencias místicas de su hermana, con lo que las dio a conocer,
encontrando gran difusión durante la Edad Media, en especial sus
visiones de Santa Úrsula.
Santa Isabel de Schönau fue canonizada
en 1584 por el papa Gregorio XIII. Sus reliquias se conservan en la
iglesia del convento de Schönau, en Strüth, Alemania.
SANTA ISABEL DE SCHÖNAU nos enseña el valor de acatar los designios inescrutables de Dios.
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