A las 7:00 p.m. hora local, el Santo Padre celebró la Santa Misa en la Basílica de San Juan de Letrán, y posteriormente dirigió la tradicional procesión junto a miles de fieles, hasta la Basílica de Santa María la Mayor.
En su homilía, Benedicto XVI reflexionó sobre dos aspectos del Misterio eucarístico: el culto de la Eucaristía y su sacralidad.
El Papa explicó que es un error "contraponer la celebración y la adoración, como si estuvieran en competencia la una contra la otra. Es precisamente, todo lo contrario: el culto del Santísimo Sacramento constituye el ‘ambiente’ espiritual en el cual la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía".
"Sólo si está precedida, acompañada y seguida por esta conducta interior de fe y de adoración, la acción litúrgica puede expresar su pleno significado y valor", añadió.
"El encuentro con Jesús en la Santa Misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que Él, en el Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa y, luego, una vez que la asamblea se ha disuelto, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, y sigue recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre".
El Papa dijo luego que es importante en la sociedad mantener "lo sagrado (porque) tiene una función educativa, y su desaparición, inevitablemente empobrecería la cultura, especialmente en la formación de las nuevas generaciones".
"Si por ejemplo, en nombre de una fe secularizada y sin más necesidad de signos sagrados, se aboliese esta procesión ciudadana del Corpus Domini, el perfil espiritual de Roma resultaría ‘aplastado’, y nuestra consciencia personal y comunitaria quedaría debilitada".
"Pensemos en una madre y un padre, que en nombre de una fe secularizada, privasen a sus hijos de toda ritualidad religiosa: en realidad terminarían por dejar campo libre a muchos sustitutos pertenecientes a la sociedad del consumismo, y a otros signos que más fácilmente podrían convertirse en ídolos", explicó.
En este sentido, recordó que Dios mandó a su Hijo al mundo "no para abolir, sino para dar cumplimiento a lo sagrado. Y en el culmen de esta misión, en la Última Cena, Jesús instituyó el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, el memorial de su Sacrificio pascual".
"De este modo, se puso a sí mismo en el lugar de los antiguos sacrificios, pero lo hizo dentro de un rito que encomendó a los Apóstoles perpetuar, el signo supremo del verdadero Sagrado, que es Él mismo".
Benedicto XVI recordó luego que la Eucaristía, "el Sacramento de la Caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana".
"En efecto, concentrando toda la relación con Jesús-Eucaristía en el único momento de la Santa Misa, nos ponemos en el riesgo de vaciarnos de su presencia el resto del tiempo y el espacio existencial. Y así, se percibe menos el sentido de la presencia de Jesús en medio de nosotros y con nosotros, una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como ‘Corazón latente’ de la ciudad, del país, del territorio en sus diversas expresiones y actividades", dijo.
Al recordar algunas vigilias eucarísticas de preparación a la Santa Misa junto a los jóvenes, el Papa recordó con alegría la de Colonia en 2005, Londres, Zagreb, o Madrid en 2011, e indicó que también son una excelente forma de preparar el corazón para el encuentro y hacerlo todavía más fructífero.
"Estar en silencio por un tiempo ante al Señor presente en el Santísimo Sacramento, es una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que acompaña complementariamente la celebración Eucarística, escuchando la Palabra de Dios, cantando, y sentándose juntos en la mesa del Pan de vida".
De este modo, continuó, "el verdadero amor, y la verdadera amistad viven siempre de esta mirada recíproca, de silencios intensos, elocuentes, plenos de respeto y de veneración, para que el encuentro sea vivido profundamente, de modo personal y no superficial".
"Si por desgracia –lamentó–, faltara esta dimensión, también la misma Comunión sacramental se puede convertir por nuestra parte en un gesto superficial. En cambio, en la verdadera Comunión, preparada por el diálogo de la oración y de la vida, podemos decir al Señor palabras de confianza".
El Santo Padre indicó que el culto de la Eucaristía y su sacralidad son necesarios tomarlos más en consideración para "preservarlos de visiones no completas del mismo Misterio".
La adoración al Santísimo Sacramento es una celebración "en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne a la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo alimenta y lo une a sí mismo en la ofrenda del Sacrificio".
Etiquetas: Benedicto XVI, Eucaristía, Corpus Christi
No hay comentarios:
Publicar un comentario