La exégesis antigua atribuía a todo texto de la Escritura diferentes niveles de sentido. La distinción más corriente se establecía entre el sentido literal y el sentido espiritual. A su vez, la exégesis medieval distinguió en el sentido espiritual tres aspectos diferentes, que se relacionan respectivamente, (1) a la verdad revelada, (2) a la conducta que se debía mantener, y (3) al cumplimiento final. De allí el célebre dístico de Agustín de Dinamarca (siglo Xlll): “Littera gesta docet, quid credas allegoria, moralis quid agas, quid speres anagogia”.
En reacción contra esta multiplicidad de sentido, la exégesis histórico-crítica adoptó, más o menos abiertamente, la tesis de la unidad de sentido,
según la cual un texto no puede tener simultáneamente diferentes
significados. Todo el esfuerzo de la exégesis histórico-crítica se
dirige a definir “el” sentido, de tal o cual texto bíblico en las
circunstancias de su producción. Pero
esta tesis choca ahora con las conclusiones de las ciencias del
lenguaje y de las hermenéuticas filosóficas, que afirman la polisemia de
los textos escritos.
En efecto, las conclusiones de las ciencias del lenguaje y de las hermenéuticas filosóficas modernas, afirman la polisemia de los textos escritos. Esta
polisemias o diversos niveles de sentido no se presentan del mismo modo
en todos los géneros de texto: relatos históricos, parábolas, oráculos,
leyes, proverbios, oraciones, himnos, etc. Podemos dar sin embargo,
algunos principios generales. A grandes rasgos, estos serían los tres
sentidos más aceptados:
- Sentido literal
- Sentido espiritual
- Sentido pleno
1. Sentido literal. Es
el sentido preciso de los textos tal y como han sido producidos por sus
autores, lo que se entiende sencillamente de la lectura y análisis del
texto (cfr. S.Th. I,q.1,a.10,ad 1). [NOTA: El sentido literal no se debe confundir con el sentido "literalista"
al cual se adhieren los fundamentalistas. No basta traducir un texto
palabra por palabra para obtener su sentido literal. Es necesario
comprenderlo según las convenciones literarias de su tiempo. Cuando un
texto es metafórico, su sentido literal no es el que resulta
inmediatamente de una comprensión palabra por palabra (por ejemplo:
"Tened ceñida la cintura", Lc 12, 35) sino el que corresponde al empleo
metafórico de los términos ("tened una actitud de disponibilidad").
Cuando se trata de un relato, el sentido literal no comporta
necesariamente la afirmación de que los hechos narrados sa han producido
efectivamente, ya que un relato puede no pertenecer al género
histórico, sino ser una obra de imaginación.] Es tarea principal del exégeta definir el sentido literal de los textos bíblicos con la mayor exactitud posible (cf. Divino Afflante Spíritu, EB 550,). Con este fin, el estudio de los géneros literarios antiguos es particularmente necesario (ibid. 560).
El sentido literal de un texto, ¿es único? En general sí,
pero no se trata de un principio absoluto, y esto por dos razones. Por
una parte, un autor humano puede querer referirse al mismo tiempo a
varios niveles de realidad. El caso es corriente en poesía. La inspiración bíblica no desdeña esta posibilidad de la psicología y del lenguaje humano.
El Cuarto Evangelio ofrece numerosos ejemplos de esta situación. Por
otra parte, aún cuando una expresión humana parece no tener más que un
significado, la inspiración divina puede guiar la expresión de modo
de producir una ambivalencia. Tal es el caso de la palabra de Caifás en
Jn 11, 50. Ella expresa a la vez un cálculo político inmoral y una revelación divina. Estos dos aspectos pertenecen, uno y otro, al sentido literal, ya que ambos son puestos en evidencia por el contexto. Este caso pone en guardia contra una concepción demasiado estrecha del sentido literal de los textos inspirados.
2. Sentido espiritual. Se puede
definir el sentido espiritual como el sentido expresado por los textos
bíblicos, cuando se los lee bajo la influencia del Espíritu Santo en el
contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene
de él. Este contexto existe efectivamente. El Nuevo Testamento
reconoce en él el cumplimiento de las Escrituras. Es, pues, normal
releer las Escrituras a la luz de este nuevo contexto, que es el de la
vida en el Espíritu.
El sentido espiritual no se debe
confundir con las interpretaciones subjetivas dictadas por la
imaginación o la especulación intelectual. Toda lectura espiritual, ya
sea hecha en comunidad o individualmente, sólo descubrirá el sentido espiritual auténtico si se mantiene en relación con los tres niveles de realidad: 1) el texto bíblico, 2) el misterio pascual y 3) las circunstancias presentes de vida en el Espíritu.
Uno de los aspectos posibles del sentido espiritual es el tipológico, del cual se dice habitualmente que pertenece, no a la Escritura misma, sino a las realidades expresadas por la misma Escritura: Adán es figura de Cristo (cf. Rm 5.14), el diluvio figura del bautismo (1 Pe 3, 20-21), la voz de Abel (Gen 4, 10; Heb 11, 4; 12, 24), etc.3. Sentido pleno. En la actualidad la categoría relativamente reciente de “sentido pleno” (sensus plenior) suscita discusiones. El sentido pleno se define como un sentido profundo del texto, querido por Dios, pero no claramente expresado por el autor humano. Se descubre la existencia de este sentido en un texto bíblico, cuando se lo estudia a la luz de otros textos bíblicos que lo utilizan, o en su relación con el desarrollo interno de la revelación.
Por ejemplo, el contexto de Mt 1, 23 da un sentido pleno al oráculo de Is 7,14 sobre la almah que concebirá, utilizando la traducción de los Setenta (parthenos): “La Virgen concebirá”. O cuando la doctrina patrística y conciliar sobre la Trinidad expresa el sentido pleno de la eneñanza del Nuevo Testamento sobre Dios, Padre, Hijo y Espíritu. O cuando la definición de pecado original del Concilio de Trento proporciona el sentido pleno de la enseñanza de Pablo en Rm 5,12-21 a propósito de las consecuencias del pecado de Adán para la humanidad. Cuando
falta un control de esta naturaleza, por un texto bíblico explícito o
por una tradición doctrinal auténtica, el recurso a un pretendido
sentido pleno podría conducir a interpretaciones desprovistas de toda
validez.
Su fundamento es que el Espíritu
Santo, autor principal de la Biblia, puede guiar al autor humano en la
elección de sus expresiones de tal modo, que ellas expresen una verdad
de la cual él no percibe toda su profundidad.
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