Victoria Eugenia de Battenberg fue una princesa británica, nieta de la reina Victoria de Inglaterra, que se convirtió en reina consorte de España por su matrimonio con el rey Alfonso XIII. Cuando Victoria Eugenia visitó por vez primera Sevilla, el pueblo, enardecido de entusiasmo por su belleza y su juventud, no cesaba de aclamarla con piropos de gracia andaluza, que a gritos repetía sin cansarse.
Olé tu madre! ... ; ¡Viva tu madre!.. ¡Bendita sea tu madre! ... ; ¡Viva tu madre!... ¡Bendita sea tu madre!...
Extrañada y conmovida la reina, preguntó a su joven esposo:
¿Cómo es posible que conozcan y quieran tanto aquí a mi madre?...
El enamorado monarca le contestó:
Es por ti por lo que aclaman a tu madre. Porque a ella le deben la reina más hermosa de Europa. Y porque adivinan que ningún elogio será más grato a tus oídos que una explosión de alabanzas a tu madre.
Entre todos los pueblos y comunidades de cristianos, el católico sobresale por encima de todos bendiciendo y aclamando enardecidamente a MARIA REINA, MADRE DEL REY DIVINO.
Si Ella pudiera extrañarse de nuestro comportamiento y preguntase la razón de este religioso entusiasmo, su Hijo le diría:
¡Es por Mí por lo que te aman tanto! Porque les has dado a luz al Salvador del mundo. Y porque comprenden que ningún elogio ni alabanza puede serme tan grato como los elogios y alabanzas dirigidos a mi Santa Madre.
En efecto, María es digna de toda honra, por ser Hija Predilecta del mejor de los Padres y Madre Incomparable del mejor de los Hijos.
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