Manos abiertas
Antes de buscar el beneficio personal, piensa cómo puedes servir. En lugar de querer poseer empezarás a compartir, guiado por el deseo de ayudar a satisfacer las necesidades de los otros. Lo asombroso es que verás fluir la verdadera satisfacción a tu vida, pues te pones en sintonía con tu semejanza divina.
Qué suerte es tener un corazón sin puertas,
qué suerte es tener las manos siempre abiertas.
Manos abiertas para estrechar las de un amigo,
manos abiertas para ayudar en el camino.
Manos abiertas para buscar un mundo nuevo,
manos abiertas para un hacer, no para un sueño.
Manos abiertas, las de Jesús, las del Maestro,
manos abiertas, las del que supo amar primero.
Manos abiertas llenas de amor, las de María,
manos abiertas, ellas son nuestra luz y guía.
Pide al Señor, bendiga tus manos diciéndole con fe y amor: “Bendice, Señor, mis manos para que sepan acariciar sin aprisionar; para que sepan recibir sin poseer, dar sin calcular y sostener sin condicionar… Gracias, Señor. Amén”. Que experimentes la alegría de compartir tus dones.
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