martes, 4 de noviembre de 2014

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 4 DE NOVIEMBRE DEL 2014





La parábola de los invitados que se excusan
Parábolas
Lucas 14, 15-24, Tiempo Ordinario. Dichosos somos, pues Nuestro Señor, nos invita a su banquete cada día. 


Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 14, 15-24
Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!» Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: "Venid, que ya está todo preparado." Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses." Y otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses." Otro dijo: "Me he casado, y por eso no puedo ir." «Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos." Dijo el siervo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio." Dijo el señor al siervo: "Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa." Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

Oración introductoria
Señor, creo en Ti, espero y te amo. No soy digno de acercarme a Ti porque te he fallado, pero confío en tu misericordia. Quiero responder con prontitud a tu invitación, participando con toda mi mente y mi corazón en el banquete de la oración.

Petición
Jesús, que en mi vida seas Tú lo primero y lo más importante.

Meditación del Papa Francisco
Es la Iglesia de los invitados, estamos invitados a participar en una comunidad con todos. Pero en la parábola narrada por Jesús leemos que los invitados, uno tras otro, empiezan a encontrar excusas para no ir a la fiesta.
¡No aceptan la invitación! Dicen que sí, pero no lo hacen. Ellos son los cristianos que se conforman sólo con estar en la lista de los invitados: cristianos enumerados. Pero esto no es suficiente, porque si no se entra en la fiesta no se es cristiano. ¡Tú estarás en la lista, pero esto no sirve para tu salvación! Entrar en la Iglesia es una gracia; entrar en la Iglesia es una invitación. Y este derecho, no se puede comprar. Entrar en la Iglesia es hacer comunidad, comunidad de la Iglesia; entrar en la Iglesia es participar de todo aquello que tenemos, de las virtudes, de las cualidades que el Señor nos ha dado, en el servicio del uno para el otro. Además entrar en la Iglesia significa estar disponible para aquello que el Señor Jesús nos pide. En definitiva entrar en la Iglesia es entrar en este Pueblo de Dios, que camina hacia la eternidad. Ninguno es protagonista en la Iglesia: pero tenemos Uno que ha hecho todo. ¡Dios es el protagonista! Todos nosotros vamos detrás de Él y quien no va detrás de Él, es uno que se excusa y no va a la fiesta. (Cf. S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
En múltiples ocasiones Jesús utiliza la imagen del banquete para hablarnos de la Patria celestial. Nuestro Padre no se cansa de invitarnos a su casa. No le basta con invitarnos una vez, cuando todo está ya listo, vuelve a enviar a un criado para recordárnoslo. Impresionan estas palabras, "sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa", pues denotan el auténtico interés de Dios que nos busca desesperadamente.

Tiene sitio en su casa y no quiere que se queden plazas vacías. Realmente Jesús nos trae una imagen del Padre totalmente novedosa. Atrás se queda el Dios justiciero, celoso e incluso vengativo, un Dios que nunca fue así, un Dios de corte demasiado humano. A través de Jesús conocemos al Padre hasta el punto de convertirse en un amoroso "Papá" (Abba) que perdona, que sale a nuestro encuentro, un Padre que se regocija enormemente ante cualquier pequeño paso que damos hacia Él.

"¡Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios!" ¿Qué esperamos para hacer nuestras estas palabras? ¡Dichosos somos, pues Nuestro Señor, nos invita a su banquete cada día, Él viene a nuestro encuentro, se nos ofrece en la Eucaristía, Él es Pan de Vida, Pan que sacia el hambre, primicia del banquete definitivo en el Reino de Dios! Así es, somos privilegiados frente al comensal que le dijo a Jesús las expresivas palabras con las que hemos iniciado este párrafo. Nosotros, a diferencia de Él, ya hemos compartido, en cierta manera, la mesa con el Señor.

¡Cuántas veces se queda también Él esperándonos en el altar! ¡Cuántas veces nos excusamos en nuestras múltiples ocupaciones! El Señor hace todo lo posible por acercarnos a Él, se vuelca hacia nosotros, Él siempre es fiel, sólo espera que le correspondamos. ¿Dónde se ha visto que un anfitrión invite al mismo banquete dos veces? Si nosotros ya hemos avisado a nuestros invitados una vez, no salimos a buscarlos cuando todo está preparado, contamos con que vengan y, si no, ¡ellos se lo pierden! Demos gracias a Dios, que no conoce la soberbia ni el respeto humano, y en su generosa providencia nos espera y nos insiste. Que nuestras pequeñeces materiales, nuestros asuntos, nuestras comodidades, nuestros apegos, no nos impidan acudir a su llamada.

Propósito
Como muestra de agradecimiento por el don de la Eucaristía, llegar siempre puntual y correctamente vestido a la celebración de la Eucaristía.

Diálogo con Cristo 
Señor, ¿quién soy yo para que Tú, Dios omnipotente y dueño del universo, me busque y me invite a participar en la oración, en la Eucaristía? Respetas mi libertad cuando me hago sordo e indiferente. Me acoges cuando me acerco, porque nunca me dejas solo en la lucha por mi santificación. Gracias, Señor, por tanto amor y por estar siempre a mi lado. Contigo lo tengo todo y por Ti quiero darlo todo.

martes 04 Noviembre 2014

Martes de la trigésima primera semana del tiempo ordinario

San Carlos Borromeo

Leer el comentario del Evangelio por
Baudoin de Ford : «Dichoso el que participará del banquete en el Reino de Dios»

Pablo a los Filipenses 2,5-11.
Hermanos:
Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús.
El, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
"Jesucristo es el Señor".

Salmo 22(21),26b-27.28-30ab.31-32.
Cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!

Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Porque sólo el Señor es rey
y él gobierna a las naciones.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia.

Glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.




Lucas 14,15-24.
En aquel tiempo:
Uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!".
Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente.
A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'.
Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'.
El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'.
Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'.
A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'.
Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'.
El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa.
Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Baudoin de Ford (¿-c. 1190), abad cisterciense, después obispo
El sacramento del altar, II, 3 ; PL 204, 691

«Dichoso el que participará del banquete en el Reino de Dios»

Dice el salmista: «El pan da fuerzas al corazón del hombre y el vino le alegra el corazón» (Sl 103, 15). Para los que creen en él, Cristo es alimento y bebida, pan y vino. Es pan cuando nos da fuerza y firmeza, según lo que dice Pedro: «Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia que os ha llamado como cristianos a su eterna gloria os restablecerá, os afianzará, os robustecerá» (1P 5,10). Es bebida y vino cuando alegra, según dice el salmista: «Alegra el alma de tu siervo pues levanto mi alma hacia ti, Señor» (Ps 85,4).

Todo lo que en nosotros es sólido, firme, alegre y gozoso para cumplir los mandamientos de Dios, soportar los males, actuar según la obediencia, defender la justicia, todo esto es fuerza que nos da este pan o gozo que nos produce este vino. ¡Dichosos aquellos cuya actuar es sólido y gozoso! Y puesto que nadie lo puede por sí mismo, dichosos son los que desean ávidamente vivir según lo que es justo y honesto y ser en todas estas cosas fortificados y gozosos gracias a aquel que dice: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5,6). Si desde ahora Cristo es pan y bebida para la fuerza y gozo de los justos ¿cuánto más lo será en la vida futura cuando se dará sin medida a los justos? 

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