VATICANO, 12 Sep. 14 / 10:58 am (ACI/EWTN Noticias).- No se puede corregir a una persona sin amor, caridad ni verdad, expresó este viernes el Papa Francisco durante la Misa en la Casa Santa Marta, al advertir que lo contrario solo traerá la destrucción del corazón del hermano, pues “las habladurías son bofetadas” contra la fama y el corazón de una persona.
En el día en que la Iglesia celebra la Memoria litúrgica del Santísimo Nombre de María, el Pontífice reflexionó sobre el Evangelio del día, en el que Jesús pone en guardia a cuantos ven la paja en el ojo del hermano y no se dan cuenta de la viga que está en su propio ojo.
“No se puede corregir a una persona sin amor ni sin caridad. No se puede hacer una intervención quirúrgica sin anestesia: no se puede, porque el enfermo moriría de dolor. Y la caridad es como una anestesia que ayuda a recibir la cura y a aceptar la corrección. Llamarlo personalmente, con mansedumbre, con amor y hablarle”, expresó el Papa.
Francisco también advirtió que la corrección debe ir acompañada de la verdad. “No decir algo que no es verdadero. Cuántas veces, en nuestras comunidades, se dicen cosas de otra persona, que no son verdaderas: son calumnias. O si son verdaderas, se quita la fama de aquella persona”.
“Las habladurías hieren; las habladurías son bofetadas contra la fama de una persona, son bofetadas contra el corazón de una persona”. Ciertamente “cuando te dicen la verdad no es lindo escucharla, pero si es dicha con caridad y con amor es más fácil aceptarla”. Por tanto, “se debe hablar de los defectos a los demás” con caridad.
Finalmente, indicó que el tercer punto es corregir con humildad. “Si tú debes corregir un defecto pequeño ahí, ¡piensa que tú tienes tantos más grandes!”, recordó.
Francisco explicó que “la corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia. Hay un agujero, allí, en el tejido de la Iglesia que es necesario remendar. Y así como las mamás y las abuelas, que cuando remiendan lo hacen con tanta delicadeza, así debe ser la corrección fraterna”.
“Si tú no eres capaz de hacerla con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, tú harás una ofensa, una destrucción al corazón de esa persona, tú harás una habladuría más, que hiere, y tú te transformarás en un ciego hipócrita, como dice Jesús. ‘Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo….’. ¡Hipócrita! Reconoce que tú eres más pecador que el otro, pero que tú, como hermano, debes ayudar a corregir al otro”.
En ese sentido, indicó que “un signo que tal vez pueda ayudarnos” es el hecho de sentir “cierto placer” cuando “uno ve algo que no va” y que considera que debe corregir: es necesario estar “atentos porque eso no es del Señor”.
“En el Señor siempre está la cruz, la dificultad de hacer una cosa buena; del Señor es siempre el amor que nos da, la mansedumbre. No ser juez. Nosotros, los cristianos, tenemos la tentación de hacer como los doctores de la ley: ponernos fuera del juego del pecado y de la gracia como si fuéramos ángeles… ¡No! Es lo que dice Pablo: ‘No suceda que después de haber predicado a los demás, yo mismo sea descalificado’”.
“Y un cristiano que, en la comunidad, no hace las cosas, incluso la corrección fraterna, con caridad, en la verdad y con humildad, ¡es un descalificado! No ha logrado convertirse en un cristiano maduro. Que el Señor nos ayude en este servicio fraterno, tan bello y tanto doloroso, de ayudar a los hermanos y a las hermanas a ser mejores y que nos ayude a hacerlo siempre con caridad, en la verdad y con humildad”, culminó el Santo Padre.
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