lunes, 8 de septiembre de 2014

Perseverar es la contraseña



















Busquemos ayuda. 

Nadie hay más santo que Jesucristo, ni nadie fue más perseverante que Él en todo. Pero también es cierto que el Señor necesitó de la ayuda de un Cireneo para llevar la cruz, y con esto nos quiso mostrar el Señor que solos no podemos andar por el mundo, sino que en algún momento de la vida –o en varios momentos de ella- necesitaremos la ayuda de hermanos que nos alivien la carga y nos den ánimo y fuerza para continuar.
Dios quiere que lleguemos al Cielo tomados de las manos con otros hermanos. Porque nadie se salva solo ni se condena solo, y los hombres somos solidarios unos con otros, y si vivimos lo suficiente en este mundo, comprobaremos por nosotros mismos que en algunos momentos es imprescindible la ayuda, ya sea humana, sobrenatural, medicinal, psicológica, etc., y Dios también nos provee de estas ayudas, de modo que no debemos rechazarlas ni tomarlas como diabólicas, sino todo lo contrario, porque Dios nos ayuda con los medios comunes, como por ejemplo los medicamentos, para levantarnos en el camino de la vida.
No hay que tener vergüenza de nada. Como dice el dicho popular: “¿Vergüenza?, sólo para pecar”, pero todo lo demás no debe darnos vergüenza, porque lo que nos humilla, en realidad nos levanta muy alto, y quien cree no necesitar de nadie, se está engañando, o mejor dicho, lo está engañando el Maligno, ya que todos necesitamos en primer lugar de Dios, y en segundo lugar del prójimo.
Entonces, cuando estemos abatidos, busquemos ayudas, en el Cielo y en la tierra, porque Dios permite que suframos para que otros hagan la buena obra de aliviarnos y socorrernos.

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