martes, 2 de septiembre de 2014

Partes de la Confesión

LAS COSAS NECESARIAS PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN SON CINCO:



76,1. Quien ha tenido la desgracia de pecar gravemente, si quiere salvarse, no tiene más remedio que confesarse para que se le perdonen sus pecados.
Es cierto que con el acto de perfecta contrición , puede uno recobrar la gracia, pero para esto hay que tener, además, el propósito firme de confesar después estos pecados, aunque estén ya perdonados; pues Jesucristo ha querido someter al sacramento de la confesión todos los pecados graves.
Por voluntad del Cristo , la Iglesia posee el poder de perdonar los pecados de los bautizados, y ella lo ejerce de modo habitual en el sacramento de la penitencia por medio de los obispos y de los presbíteros .
Este sacramento se llama también de la Reconciliación, pues nos reconcilia con Dios y con la Comunidad Cristiana de la cual el pecador se separa vitalmente, al perder la gracia por el pecado grave.
No vivas nunca en pecado. Si tienes la desgracia de caer, ese mismo día haz un acto de contrición perfecta, y luego confiésate cuanto antes. No lo dejes para después.
El que se confiesa a menudo no es porque tenga muchos pecados, sino para no tenerlos. El que se lava de tarde en tarde, estará más sucio que el que se lava a menudo.
La misericordia de Dios es infinita. Dice la Biblia: Como el viento norte borra las nubes del cielo, así mi misericordia borra los pecados de tu alma . . Y en otro sitio: «Cogeré tus pecados y los lanzaré al fondo del mar para que nunca más vuelvan a salir a flote»(914) .
Pero también su justicia es infinita, y por lo tanto no puede perdonar a quien no se arrepiente. Esto sería una monstruosidad que Dios no puede hacer(915).
76,2. Pío XII en la Encíclica Mystici Corporis habla de los valores de la confesión frecuente diciendo que aumenta el recto conocimiento de uno mismo, crece la humildad cristiana, se desarraiga la maldad de las costumbres, se pone un dique a la pereza y negligencia espiritual, y se aumenta la gracia por la misma fuerza del sacramento . Y el Concilio Vaticano II habla de la confesión sacramental frecuente que, preparada por el examen de conciencia cotidiano, tanto ayuda a la necesaria conversión del corazón .
76,3. Quien vive en pecado grave es muy fácil que se condene por tres razones:
1) Porque después es muy posible que le falte la voluntad de confesarse, como le falta ahora.
2) Porque, aun suponiendo que no le falte esta voluntad, es posible que le sorprenda la muerte sin tiempo para confesarse.
3) Finalmente, quien descuida la confesión, y va amontonando pecados y pecados, cada vez encontrará más dificultades para romper. Un hilo se rompe mucho mejor que una maroma. Para arrepentirse sería entonces necesario un golpe de gracia prodigioso; y esta gracia sobreabundante Dios no suele concederla a quien se obstina en el mal.
Jesucristo se lo advierte así a los que quieren jugar con Dios: «Me buscaréis y no me encontraréis, y moriréis en vuestro pecado»(916).

77.- Examen de conciencia consiste en recordar los pecados cometidos desde la última confesión bien hecha.

77,1. Naturalmente, el examen se hace antes de la confesión para decir después al confesor todos los pecados que se han recordado; y cuántas veces cada uno, si se trata de pecados graves.
Si sabes el número exacto de cada clase de pecados graves, debes decirlo con exactitud. Pero si te es muy difícil, basta que lo digas con la mayor aproximación que puedas: por ejemplo, cuántas veces, más o menos, a la semana, al mes, etc. Y si después de confesar resulta que recuerdas con certeza ser muchos más los pecados que habías cometido, lo dices así en la próxima confesión. Pero no es necesario que después de confesar sigas pensando en el número de pecados cometidos, pues entonces nunca quedaríamos tranquilos. Si hiciste el examen con diligencia, no debes preocuparte ya más: todo está perdonado.
El examen debe hacerse con diligencia, seriedad y sinceridad; pero sin angustiarse . La confesión no es un suplicio ni una tortura, sino un acto de confianza y amor a Dios. No se trata de atormentar el alma, sino de dar a Dios cuenta filial. Dios es Padre.

78.- El examen de conciencia se hace procurando recordar los pecados cometidos de pensamiento, palabra y obra, o por omisión, contra los mandamientos de la ley de Dios, de la Iglesia o contra las obligaciones particulares. Todo desde la última confesión bien hecha.
78,1. Para ayudarte a hacer el examen, he puesto al final, en los Apéndices, un modo de hacerlo recorriendo los mandamientos. El examen que ahí te pongo es muy largo y casi exhaustivo. Para quien se confiesa con frecuencia, basta una mirada seria y sincera a su conciencia, con arrepentimiento y propósito de enmienda, pensando en el modo de evitar las ocasiones de pecado.

79.- Dolor de los pecados es arrepentirse de haber pecado y de haber ofendido a Dios.

79,1. Arrepentirse de haber hecho una cosa es querer no haberla hecho, comprender que está mal hecha, y dolerse de haberla hecho. El arrepentimiento es un aborrecimiento del pecado cometido; un detestar el pecado .
No basta dolerse de haber pecado por un motivo meramente humano. Por ejemplo, en cuanto que el pecado es una falta de educación (irreverencia a los padres), o en cuanto que es una cosa mal vista (adulterio), o que puede traerme consecuencias perjudiciales para la salud (prostitución), etc., etc.
El arrepentido aborrece la ofensa a Dios, y propone no volver a ofenderlo.
No es lo mismo el dolor de una herida -que se siente en el cuerpo- que el dolor de la muerte de una madre -que se siente en el alma-. El arrepentimiento es «dolor del alma». Pero el dolor de corazón que se requiere para hacer una buena confesión no es necesario que sea sensible realmente, como se siente un gran disgusto. Basta que se tenga un deseo sincero de tenerlo. El arrepentimiento es cuestión de voluntad. Quien diga sinceramente quisiera no haber cometido tal pecado tiene verdadero dolor.
El dolor es lo más importante de la confesión. Es indispensable: sin dolor no hay perdón de los pecados (917).
Por eso es un disparate esperar a que los enfermos estén muy graves para llamar a un sacerdote. Si el enfermo pierde sus facultades, podrá arrepentirse» Pues sin arrepentimiento, no hay perdón de los pecados, ni salvación posible. El dolor debe tenerse -antes de recibir la absolución- de todos los pecados graves que se hayan cometido. Si sólo hay pecados veniales es necesario dolerse al menos de uno, o confesar algún pecado de la vida pasada.

80.- Hay dos clases de arrepentimiento: contrición perfecta y atrición.

81.- Contrición perfecta es un pesar sobrenatural del pecado por amor a Dios, por ser Él tan bueno, porque es mi Padre que tanto me ama, y porque no merece que se le ofenda, sino que se le dé gusto en todo y sobre todas las cosas. Contrición es arrepentirse de haber pecado porque el pecado es ofensa de Dios. Siempre con propósito se enmendarse desde ahora y de confesarse cuando se pueda . La contrición es dolor perfecto .
81,1. Aunque la contrición perdona, la Iglesia obliga a una confesión posterior, porque es necesario que el pecador haga una adecuada satisfacción; y ésta, es el sacerdote el que debe imponérsela, porque es el delegado por Dios para reconciliar con la Iglesia.
El acto de contrición es la manifestación de la pena que nos causa haber ofendido a Dios por lo bueno que es y por lo mucho que nos ama:
lágrimas no sólo por temor al castigo, sino por la pena de haberle entristecido.

82.- Atrición es un pesar sobrenatural de haber ofendido a Dios por temor a los castigos que Dios puede enviar en esta vida y en la otra, o por la fealdad del pecado cometido, que es una ingratitud para con Dios y un acto de rebeldía. Siempre con propósito de enmendarse y de confesarse. La atrición es dolor imperfecto, pero basta para la confesión .
82,1. Un ejemplo: un chico jugando a la pelota en su casa rompe un jarrón de porcelana que su madre conservaba con cariño y, al ver lo que ha hecho, se arrepiente. Si lo que teme es el castigo que le espera, tiene dolor semejante a la atrición; pero si lo que le duele es el disgusto que se va a llevar su madre, tiene un dolor semejante a la contrición.
82,2. Es lógico que la contrición y la atrición vayan un poco unidas.
Aunque uno tenga contrición, eso no impide que también tenga miedo al infierno, como corresponde a todo el que tiene fe. Y aunque uno se arrepienta por atrición, hay que suponer algún grado de amor para recuperar la amistad con Dios.

83.- Es mejor la contrición perfecta, pues con propósito de confesión y enmienda, perdona todos los pecados, aunque sean graves .
83,1. Cuando uno, en peligro de muerte, está en pecado grave y no tiene cerca un sacerdote que le perdone sus pecados, hay obligación de hacer un acto de perfecta contrición con propósito de confesarse cuando pueda. El acto de contrición le perdona sus pecados, y si llega a morir en aquel trance, se salvará. Si se arrepiente sólo con atrición, no consigue el perdón de sus pecados graves, a menos que se confiese , o reciba la unción de los enfermos. Se salvarían muchos más si se acostumbraran a hacer con frecuencia un acto de contrición bien hecho.
Deberíamos hacer un acto de contrición siempre que tengamos la desgracia de caer en un pecado grave. Así nos ponemos en gracia de Dios hasta que llegue el momento de confesarnos.
Deberíamos hacer actos de arrepentimiento cada noche, y cada vez que caemos en la cuenta de que hemos pecado. Dios está deseando perdonarnos. Pero si no le pedimos perdón, no nos puede perdonar.
Sería una monstruosidad perdonar una falta a quien no quiere arrepentirse de ella. «De Dios no se ríe nadie»(918).
El arrepentimiento es condición indispensable para recibir el perdón.
El verdadero arrepentimiento incluye el pedir perdón a Dios. No sería sincero nuestro arrepentimiento si pretendiésemos despreciar el modo ordinario establecido por Dios para perdonarnos.

84.- EL ACTO DE CONTRICIÓN SE HACE REZANDO DE CORAZÓN EL «SEÑOR MIO JESUCRISTO...» (lo tienes en los Apéndices) O, MAS FACILMENTE, DICIENDO DE TODO CORAZÓN:
84,1. «Dios mío, yo te amo con todo mi corazón y sobre todas las cosas. Yo me arrepiento de todos mis pecados, porque te ofenden a Ti, que eres tan bueno. Señor, perdóname y ayúdame para que nunca más vuelva a ofenderte, que yo así te lo prometo».
Y si quieres uno más breve para momentos de peligro:
«Dios mío, perdóname, que yo te amo sobre todas las cosas»
Además, este acto de contrición tan breve, te sirve también para cuando vayas a confesarte si no sabes el «Señor mío Jesucristo». Si sabes el acto de contrición largo, lo puedes hacer con devoción y consciente de lo que dices; pero si crees que no te va a salir bien, o lo vas a decir rutinariamente, más vale que repitas varias veces de corazón: «Dios mío, perdóname!, Dios mío, perdóname!».
Pero además, este acto de contrición en tres palabras, puede servir también para que ayudes a bien morir a otras personas: parientes, conocidos o incluso desconocidos, si encuentras, por ejemplo, un accidente en la carretera. Aunque parezcan muertos, el oído es lo último que se pierde; y muchos que parecían muertos, después, cuando se recuperaron, dijeron que se habían enterado de todo lo que ocurrió, aunque ellos no podían decir una palabra ni mover un solo músculo de su cuerpo. Por eso, si alguna vez te encuentras en la carretera un accidente, no dudes en ponerte de rodillas en el suelo, aplicar tu boca a su oído y decirle por lo menos tres veces: «Dios mío, perdóname! , Dios mío, perdóname! , Dios mío, perdóname!». Que si lo oye y lo acepta, le ayudas a que salve su alma. Y nadie en la vida le ha hecho mayor favor que tú, que en la hora de la muerte le ayudaste a ganar el cielo.
Debemos preocuparnos de ayudar a bien morir a los moribundos. Hoy está muy paganizado el sentido de la muerte, y muchas personas ante un accidente o un moribundo, se preocupan del médico, y muy pocos se preocupan de preparar el alma para la eternidad. Ocúpate tú si ves que nadie se acuerda de hacerlo.
Ojalá que ayudes a bien morir a muchas personas. El día que te encuentres con ellos en el cielo verás cómo te lo agradecen; y sentirás felicidad por haber colaborado a la salvación de otros.
Creo que con este acto de contrición, en tres palabras, te ayudo a que puedas enfrentarte con tranquilidad a la muerte, si en ese momento trascendental no tienes al lado un sacerdote que te perdone; y además puedes ayudar a otros a bien morir, y de esta manera colaborar a su salvación eterna.
Cuando estuve en la Argentina, para la gran misión de Buenos Aires, en octubre de 1960, conocí el acto de contrición que allí se usa. Me gustó mucho y lo transcribo aquí:
«Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí;
pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido; y propongo firmemente no pecar más, y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén».
También es un acto de contrición perfecta este precioso soneto:
No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido para dejar, por eso, de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor y en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera, porque aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera.
Este soneto, atribuido a distintos autores, según el conocido periodista Bartolomé Mostaza , se debe al doctor Antonio de Rojas, místico notorio del siglo XVII .
84,2. Para hacer un acto de contrición no es necesario usar ninguna fórmula determinada. Basta detestar de corazón todos los pecados por ser ofensa a Dios.
Cuando quieras hacer un acto de contrición perfecta también puedes hacerlo pensando en Cristo crucificado, y arrepintiéndote, por amor suyo, de tus pecados, ya que fueron causa de su Pasión y Muerte.
El acto de contrición es un acto de la voluntad. Puede estar bien hecho, aunque te parezca que no sientes sensiblemente lo que dices. Si quieres amar a Dios sobre todas las cosas y no volver a pecar, es lo suficiente. Pero debes querer que sea verdad lo que dices. No basta decir el acto de contrición sólo con los labios. Es necesario decirlo con todo el corazón.
Es de capital importancia el saber hacer un acto de perfecta contrición, pues es muy frecuente tenerlo que hacer: son muchos los que a la hora de la muerte no tienen a mano un sacerdote que los confiese.
Además, conviene hacer el acto de contrición todas las noches, después de haber hecho un breve examen de conciencia, añadiendo siempre el propósito de enmendarse y confesarse.
No deberíamos olvidar nunca aquel admirable consejo:
Pecador, no te acuestes nunca en pecado;
no sea que despiertes
ya condenado.
Son más de los que nos figuramos los que se acuestan tranquilos y despiertan en la otra vida, muertos de repente.
En la calle Capitán Arenas, de Barcelona, el 6 de marzo de 1972 a las tres de la madrugada se produjo una explosión de gas y se hundió un moderno edificio de muchas plantas. Murieron todos los vecinos. Lo mismo ha ocurrido repetidas veces en terremotos .
Sobre el acto de contrición puede ser interesante mi vídeo: «Salida de emergencia: el perdón de los pecados sin sacerdote».

85.- Propósito de enmienda es una firme resolución de no volver a pecar.

85,1. El propósito brota espontáneamente del dolor . Si tienes arrepentimiento de verdad, harás el propósito de no volver a pecar.
Dice el profeta Isaías: «Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad»(919).
Es absurdo decirse al pecar: después me arrepentiré . Si después piensas arrepentirte de verdad, para qué haces ahora lo que luego te pesará de haber hecho» Nadie se rompe voluntariamente una pierna diciendo: después me curaré .
El propósito hay que hacerlo antes de la confesión, y es necesario que perdure (por no haberlo retractado) al recibir la absolución. El propósito tiene que ser universal, es decir, propósito de no volver a cometer ningún pecado grave. No basta que se limite a los pecados de la confesión presente. Y debe ser «para siempre». Sería ridículo que uno que ha ofendido a otro le dijera: «Siento lo ocurrido, pero me reservo el derecho de hacerlo otra vez, si me da la gana».
Si no hay verdadero propósito de la enmienda, la confesión es inválida y sacrílega .
No creas que tu propósito no es sincero porque preveas que volverás a caer. El propósito es de la voluntad; el prever es de la razón. Basta que tengas ahora una firme determinación, con la ayuda de Dios, de no volver a pecar. El temor de que quizás vuelvas después a caer no destruye tu voluntad actual de no querer volver a pecar. Y esto último es lo que se requiere. Para poder confesarse no hace falta estar ciertos de no volver a caer. Esta seguridad no la tiene nadie. Basta estar ciertos de que ahora no quieres volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar .
Dice Juan Pablo II: Es posible que, aun en la lealtad del propósito de no volver a pecar, la experiencia del pasado y la conciencia de la debilidad actual susciten el temor de nuevas caídas; pero eso no va en contra de la autenticidad del propósito, cuando a ese temor va unida la voluntad, apoyada por la oración, de hacer lo que es posible para evitar la culpa .
85,2. Pero no olvides que para que el propósito sea eficaz es necesario apartarse seriamente de las ocasiones de pecar , porque, dice la Biblia: « quien ama el peligro perecerá en él»(920).
Y si te metes en malas ocasiones, serás malo . Hay batallas que el modo de ganarlas es evitarlas. Combatir siempre que sea necesario, es de valientes; pero combatir sin necesidad es de estúpidos y fanfarrones.
Si no quieres quemarte, no te acerques demasiado al fuego. Si no quieres cortarte, no juegues con una navaja de afeitar. Quien quiere verlo todo, oírlo todo, leerlo todo, es moralmente imposible que guarde pureza. Es necesario frenar los sentidos..., y la concupiscencia! La concupiscencia es una fiera insaciable. Aunque se le dé lo que pide, siempre quiere más. Y cuanto más le des, más te pedirá y con más fuerza. La fiera de la concupiscencia hay que matarla de hambre. Si la tienes castigada, te será más fácil dominarla.
En las ocasiones de pecar hay que saber cortar cuanto antes. Si tonteas, vendrá un momento en que la tentación te cegará y llegarás a cosas que después, en frío, te parecerá imposible que tú hayas podido realizar. La experiencia de la vida confirma continuamente esto que te digo.
Si el propósito no se extendiese también a poner todos los medios necesarios para evitar las ocasiones próximas de pecar, no sería eficaz, mostraría una voluntad apegada al pecado, y, por lo tanto, indigna de perdón.
Quien, pudiendo, no quiere dejar una ocasión próxima de pecado grave, no puede recibir la absolución. Y si la recibe, esta absolución es inválida y sacrílega.
Ocasión de pecado es toda persona, cosa o circunstancia, exterior a nosotros, que nos da oportunidad de pecar, que nos facilita el pecado, que nos atrae hacia él y constituye un peligro de pecar. Se llama ocasión próxima si lo más probable es que nos haga pecar; pues, ya sea por la propia naturaleza, ya por las circunstancias, en tales ocasiones la mayoría de las veces se peca.
Hay obligación grave de evitar, si se puede, la ocasión próxima de pecar gravemente. De manera que quien se expusiera voluntaria y libremente a peligro próximo de pecado grave, aunque de hecho no cayese en el pecado, pecaría gravemente por exponerse de esa manera, sin causa que lo justifique.
La ocasión próxima de pecar se diferencia de la ocasión remota en que esta última es poco probable que nos arrastre al pecado.
Si la ocasión de pecado es necesaria y no se puede evitar, hay que tomar muy en serio el poner los medios para no caer. Para esto consultar con el confesor.
Jesucristo tiene palabras muy duras sobre la obligación de huir de las ocasiones de pecar. Llega a decir que si tu mano te es ocasión de pecado, te la cortes; y que si tu ojo es ocasión de pecado, te lo arranques; pues más vale entrar en el Reino de los Cielos manco o tuerto, que ser arrojado con las dos manos o los dos ojos en el fuego del infierno .
Una persona que tiene una pierna gangrenada se la corta para salvar su vida. Vale la pena sacrificar lo menos para salvar lo más.
Evitar un pecado cuesta menos que desarraigar un vicio. Esto es a veces muy difícil. Es mucho más fácil no plantar una bellota que arrancar una encina.

Los actos repetidos crean hábito y pueden esclavizar. Dice el proverbio latino: Gutta cavat petram, non semel sed saepe cadendo. La gota de agua, a fuerza de caer, termina por horadar la piedra.

Para apartarse con energía de las ocasiones de pecar, es necesario rezar y orar: pedirlo mucho al Señor y a la Virgen, y fortificar nuestra alma comulgando a menudo.

Confesión de boca

86.- Al confesor hay que decirle voluntariamente, con humildad, y sin engaño ni mentira, todos y cada uno de los pecados graves no acusados todavía en confesión individual bien hecha ; y en orden a obtener la absolución . No tendría carácter de confesión sacramental manifestar los pecados para pedir consejo, obligarle a callar, etc. .
86,1. Antes de empezar la confesión el sacerdote puede leer al penitente, o recordarle, algún texto o pasaje de la Sagrada Escritura en que se muestre la misericordia de Dios y la llamada del hombre a la conversión .
Dijo el Papa Juan Pablo II el 30 de enero de 1981: «Sigue vigente y seguirá vigente para siempre, la enseñanza del Concilio Tridentino en torno a la necesidad de confesión íntegra de los pecados mortales». Es indispensable manifestar los pecados con toda sinceridad y franqueza, sin intención de ocultarlos o desfigurarlos. Si confesamos con frases vagas o ambiguas con la esperanza de que el confesor no se entere de lo que estamos diciendo, nuestra confesión puede ser inválida y hasta sacrílega. Al confesor hay que manifestarle con claridad los pecados cometidos para que él juzgue el estado del alma según el número y gravedad de los pecados confesados.
La absolución exige, cuando se trate de pecados mortales, que el sacerdote comprenda claramente y valore la calidad y el número de los pecados . El confesor debe conocer las posibles circunstancias atenuantes o agravantes, y también las posibles responsabilidades contraídas por ese pecado.
También hace falta que el penitente esté en presencia del confesor. No es válida la confesión por teléfono(921).
Si queda olvidado algún pecado grave, no importa; pecado olvidado, pecado perdonado. Pero si después me acuerdo, tengo que declararlo en otra confesión. Mientras tanto, se puede comulgar. Y no es necesario confesarse únicamente para decirlo, porque ya está perdonado .
Pero si la confesión estuvo mal hecha, es necesario confesar de nuevo todos esos pecados graves, en otra confesión bien hecha.
En alguna circunstancia excepcional se justifica el callar un pecado grave en la confesión: una vergüenza invencible de decirlo a un determinado confesor, por ejemplo, por la amistad que se tiene con él y no ser posible acudir a otro; si peligra el secreto, porque hay alguien cerca que puede enterarse, y no hay modo de evitarlo (sala de un hospital, confesonario rodeado de gente, etc.).
Pero ese pecado grave, ahora lícitamente omitido, hay obligación de manifestarlo en otra confesión(922).
Si en alguna ocasión quieres confesarte y no encuentras un sacerdote que entienda el español, o tú no puedes hablar, basta que le des a entender el arrepentimiento de tus pecados, por ejemplo, dándote golpes de pecho . Tu gesto basta para que el sacerdote te dé la absolución. Pero estos pecados así perdonados, tienes que manifestarlos la primera vez que te confieses con un sacerdote que entienda el idioma que tú hablas.
86,2. Recientemente la Sagrada Congregación de la Fe ha publicado un documento en el que se dan normas sobre la manifestación individual de los pecados en la confesión, y circunstancias en las que puede darse la absolución colectiva : «La confesión individual y completa, seguida de la absolución, es el único modo ordinario mediante el cual los fieles pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia(923).
«A no ser que una imposibilidad física o moral les dispense de tal confesión»(924).
«Es lícito dar la absolución sacramental a muchos fieles simultáneamente, confesados sólo de un modo genérico, pero convenientemente exhortados al arrepentimiento, cuando visto el número de penitentes, no hubiera a disposición suficientes sacerdotes para escuchar convenientemente la confesión de cada uno en un tiempo razonable, y por consiguiente los penitentes se verían obligados, sin culpa suya, a quedar privados por largo tiempo de la Gracia Sacramental o de la Sagrada Comunión»(925).
Estas condiciones, según algunos, son necesarias para la validez del sacramento, pero los fieles que reciben la absolución colectiva siempre pueden quedar tranquilos, pues Dios suple, ya que ellos pusieron todo de su parte .Hay un principio teológico que dice: Al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia .
Es el Obispo diocesano quien debe juzgar de esta conveniencia . Bien pidiéndole permiso previamente, bien comunicándoselo después, si no hubo tiempo de pedirle antes permiso .
El 18 de noviembre de 1988 la Conferencia Episcopal Española publicó un documento, aprobado por la Santa Sede, en el que declara que hoy en España no existen circunstancias que justifiquen la absolución sacramental general. Y el arzobispo de Oviedo, D. Gabino Díaz Merchán , dijo a los sacerdotes del Arciprestazgo de Avilés-Centro, que las absoluciones colectivas, sin cumplir las condiciones dadas por la Iglesia, son ilícitas e inválidas. La razón es que el ministro que confecciona el sacramento tiene que tener intención de hacer lo que quiere hacer la Iglesia, y la Iglesia no quiere que se administre el sacramento de la penitencia fuera de las condiciones que ella ha puesto(926).
Quienes hayan recibido una absolución comunitaria de pecados graves deben después confesarse individualmente antes de recibir de nuevo otra absolución colectiva, y, en todo caso, antes del año, a no ser que, por justa causa, no les sea posible hacerlo .
Los fieles que quieran beneficiarse de la absolución colectiva, por estar debidamente dispuestos, deben manifestar mediante algún signo externo que quieren recibir dicha absolución, por ejemplo, arrodillándose, inclinando la cabeza, etc. .
Un caso concreto de aplicación de la absolución colectiva sería en peligro de muerte colectiva e inminente, sin tiempo de oír en confesión a cada uno , por ejemplo, momentos antes de estrellarse un avión averiado
87.- Los pecados veniales no es necesario decirlos, pero conviene .
87,1. La fiebre, aunque sean sólo unas décimas, es señal de que algo va mal en el organismo. El mal siempre hay que combatirlo, aunque no sea grave. En el hospital declaras al médico no sólo las cosas graves, sino también las leves; no sea que se compliquen. Hazlo así al sacerdote para que cure tu alma.

88.- Además de los pecados graves, hay que decirle al confesor cuántas veces se han cometido, y si hay alguna circunstancia agravante que varíe la especie o malicia del pecado .
88,1. El Concilio de Trento dice que «por derecho divino es necesario para el perdón de los pecados en el Sacramento de la Penitencia confesar todos y cada uno de los pecados mortales de que se acuerde después de un diligente y debido examen, y las circunstancias agravantes que cambian la especie del pecado»(927).
Acerca del averiguar el número de pecados cometidos recuerda lo que te dije en el número 77.
88,2. No es necesario que cuentes la historia del pecado, pero sí tienes que decir las circunstancias agravantes que varíen la especie o malicia del pecado. Una circunstancia varía la especie o malicia de un pecado, si convierte en grave lo que es leve, o lo opone a distintas virtudes o mandamientos . Por ejemplo: no es lo mismo asesinar a un hombre cualquiera que al propio padre. En el primer caso se peca contra el quinto mandamiento, que manda respetar la vida del prójimo.
En el segundo caso se peca, además, contra el cuarto, que manda honrar a nuestros padres.
Las circunstancias pueden cambiar la moralidad de una acción . Nunca las circunstancias pueden hacer buena una acción que de suyo es mala; pero pueden hacer mala una acción que era buena, o hacer peor una acción que ya era de suyo mala .
Las circunstancias agravantes de tu pecado tienes que manifestarlas, si al cometerlo advertiste su malicia especial.
También hay circunstancias atenuantes que disminuyen la gravedad del pecado .
Por eso no te extrañe que el confesor te pregunte sobre tus pecados; porque debe conocer cuántos y en qué circunstancias cometiste esos pecados que él va a perdonarte. El sacerdote debe ayudarte a hacer una confesión íntegra y a que tu arrepentimiento sea sincero. Debe también darte consejos oportunos e instruirte para que lleves una vida cristiana .
Las principales circunstancias agravantes o atenuantes son:
Quién : adulterio, si uno de los dos es casado.
Qué: robar mil pesetas o un millón.
Cómo : robar con violencia.
Cuándo : blasfemar en la misa.
Dónde : pecar en público, con escándalo de otros.
Porqué : insultar para hacer blasfemar.
88,3. Los pecados dudosos -como ya dijimos en el número 61- no es obligatorio confesarlos, pero conviene hacerlo para más tranquilidad.
Los pecados ciertos debes confesarlos como ciertos; y los dudosos, como dudosos.
Si confesaste, de buena fe, un pecado grave como dudoso y después descubres que fue cierto, no tienes que acusarte de nuevo, pues la absolución lo perdonó tal como era en realidad . Para que haya obligación de confesar un pecado grave debe constar que ciertamente se ha cometido y ciertamente no se ha confesado.
Al confesor conviene decirle también cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te confesaste.
Esto es conveniente decirlo al empezar la confesión.
En los Apéndices tienes el modo práctico de confesarte.

89.- EL QUE CALLA VOLUNTARIAMENTE EN LA CONFESIÓN UN PECADO GRAVE, HACE UNA MALA CONFESIÓN, NO SE LE PERDONA NINGUN PECADO, Y, ADEMAS, AÑADE OTRO PECADO TERRIBLE, QUE SE LLAMA SACRILEGIO .
89,1. Todas las confesiones siguientes en que se vuelva a callar este pecado voluntariamente, también son sacrílegas . Pero si se olvida, ese pecado queda perdonado, porque pecado olvidado, pecado perdonado .
Pero si después uno se acuerda, tiene que manifestarlo diciendo lo que pasó.
Para que haya obligación de confesar un pecado olvidado, hacen falta tres cosas: estar seguro de que:
a) el pecado se cometió ciertamente.
b) que fue ciertamente grave.
c) que ciertamente no se ha confesado.
Si hay duda de alguna de estas tres cosas, no hay obligación de confesarlo. Pero estará mejor hacerlo, manifestando la duda.

90.- QUIEN SE CALLA VOLUNTARIAMENTE UN PECADO GRAVE EN LA CONFESIÓN, SI QUIERE SALVARSE , TIENE QUE REPETIR LA CONFESIÓN ENTERA Y DECIR EL PECADO QUE CALLO, DICIENDO QUE LO CALLO DÁNDOSE CUENTA DE ELLO .
90,1. Los que han tenido la desgracia de hacer una confesión sacrílega, y desde entonces vienen arrastrando su conciencia, de ninguna manera pueden seguir en ese horrible estado. No desconfíen de la misericordia de Dios. Acudan a un sacerdote prudente, que les acogerá con todo cariño.
Bendecirán para siempre el día en que quitaron de su alma ese enorme peso que la atormentaba.
Además, el confesor no se asusta de nada, porque, por el estudio y la práctica que tiene de confesar, conoce ya toda clase de pecados.
Es una tontería callar pecados graves en la confesión por vergüenza, porque el confesor no puede decir nada de lo que oye en confesión .
Aunque le cueste la vida callar el secreto . Ha habido sacerdotes que han dado su vida antes que faltar al secreto de confesión.
Este secreto, que no admite excepción, se llama sigilo sacramental .
Es pecado ponerse a escuchar confesiones ajenas. Los que, sin querer, se han enterado de una confesión ajena no pecan; pero tienen obligación de guardar secreto .
Es curioso que los mismos que ponen dificultades en decir sus pecados al confesor los propagan entre sus amigos, y con frecuencia exagerando fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus amigos son hazañas, pero ante el confesor son pecados; y esto es humillante. Por eso para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se confiesan bien.
Nunca calles voluntariamente un pecado grave, porque tendrás después que sufrir mucho para decirlo, y al fin lo tendrás que decir, y te costará más cuanto más tardes, y si no lo dices, te condenarás .
Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. Este acto de vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.
90,2. El confesor será siempre tu mejor amigo . A él puedes acudir siempre que lo necesites, que con toda seguridad encontrarás cariño y aprecio. Además de perdonarte los pecados, el confesor puede consolarte, orientarte, aconsejarte, etc. Pregúntale las dudas morales que tengas. Pídele los consejos que necesites. Dile todo lo que se te ocurra con confianza. Te guardará el secreto más riguroso.
Los sacerdotes estamos aquí para que los hombres, por nuestro medio, encuentren su salvación en Dios. El perdón de un pecado que, desde el punto de vista sociológico, acaso no tiene gran transcendencia, es en realidad más importante que todo cuanto podamos hacer para mejorar la existencia de los hombres . Hasta Nietzshe , a pesar de su violentísimo anticristianismo, decía que el sacerdote es una víctima sacrificada en bien de la humanidad .
El sacerdote guía a la comunidad cristiana con la predicación de la palabra de Dios, con sus consejos, con sus orientaciones, con su actitud de diálogo, de acogida, de comprensión, con su fidelidad a Jesucristo. El sacerdote es, ante todo, un educador .
Dice Juan Pablo II, en su libro Don y Misterio, citando San Pablo , que el sacerdote es administrador de los misterios de Dios: El sacerdote recibe de Cristo los bienes de la salvación para distribuirlos debidamente entre las personas .
Cuenta el historiador José de Sigüenza hablando de Fray Hernando de Talavera, Primer Arzobispo de Granada, que la reina Isabel la Católica lo llamó para confesarse con él. Era la primera vez que lo hacía con él. Habían preparado dos reclinatorios, pero el obispo se sentó. Le dijo la reina:
- Ambos hemos de estar de rodillas.
Pero el confesor contestó:
- No,Señora. Vuestra Alteza sí debe estar de rodillas, para confesar sus pecados; pero yo he de estar sentado, porque éste es el Tribunal de Dios y yo estoy aquí representándolo.
Calló la reina y se confesó de rodillas. Después dijo:
- Éste es el confesor que yo buscaba .
No sé cómo llegó a mis manos una hoja que decía:
Pobre cura!
Si es joven, le falta experiencia. Si es viejo, ya debe retirarse.
Si canta mal, se ríen. Si canta bien, es un vanidoso.
Si se alarga en el sermón, es un pesado. Si es corto, no sabe qué decir.
Si habla en voz alta, regaña. Si lo hace en tono natural, no se le oye.
Si escucha en el confesonario, es un chismoso. Si confiesa aprisa, no escucha.
Si visita a los feligreses, no está nunca en el despacho. Si no lo hace, es arisco.
Si tiene coche, vive como un rico. Si va a pie, es un antiguo.
Si pide ayuda, es un pesetero. Si no arregla la iglesia, es un abandonado.
Y cuando se muera, muchos lo echarán de menos.
90,3. Si tienes la desgracia de tropezar con un religioso o con un sacerdote que no vive conforme a su estado, no te alarmes por eso. A veces, se dan caídas incluso en los que tienen más obligación de servir a Dios . Pero por eso no debe vacilar tu fe. Nuestra fe no descansa en ningún hombre, sino en Dios, que nunca falla. Los hombres están sujetos a cambios. El que hoy es bueno, mañana deja de serlo; y viceversa. También entre los doce Apóstoles hubo un Judas traidor. El sacerdote que no cumple bien sus obligaciones, será juzgado por Dios como se merece. Sin embargo, la religión no deja de ser verdad aunque haya sacerdotes débiles, que no vencen sus pasiones. Lo mismo que la Medicina sigue siendo verdad, aunque hubiera médicos toxicómanos.
Hay sacerdotes malos, pero en proporción muchísimo menor que en cualquier otra profesión . Y por otra parte, la virtud en grado elevado se ha dado siempre en el sacerdocio más que en cualquier otra profesión.
Cuando un sacerdote peca, una persona culta piensa: qué heroísmo el de tantos otros sacerdotes que teniendo las mismas inclinaciones y pasiones sin embargo no sucumben .
Es una injusticia generalizar las faltas, que excepcionalmente se dan en un caso aislado, achacándolas a todos los demás sacerdotes. Como si yo, porque conozco a dos de tu pueblo que son unos borrachos, dijera que todos los de allí sois unos borrachos. Sería injusto con vosotros.
Además las faltas en un sacerdote llaman más la atención, precisamente por eso, por lo excepcionales; una mancha de tinta se ve mucho más en un pantalón claro que el «mono» grasiento de un mecánico. Sobre las acusaciones que se oyen contra los curas te recomiendo: «Yo no creo en los curas» de Yanes .
Es una equivocación el mal concepto que muchos tienen de los sacerdotes. Ningún muchacho se hace sacerdote para pasarlo bien. Y se da cuenta de ello en los largos años de estudios sacerdotales, sometido a una disciplina dura y a unas renuncias muy fuertes: como es renunciar a una novia y renunciar a un hogar. Además, los estudios de un sacerdote son tan largos y costosos como los de un médico o los de un ingeniero, y sin embargo la mayoría de los sacerdotes en España ganan el salario mínimo interprofesional . Hoy, en España, el clero vive por lo general peor que la clase media . Sería ridículo que un muchacho pensara en ser sacerdote para pasarlo bien. Los que aspiran al sacerdocio lo hacen para ser ellos mejores y para hacer el mundo mejor. Porque si no hubiera sacerdotes, los de arriba serían peores de lo que son, los de abajo tendrían menos defensores, y tú en lugar de tener este libro entre tus manos quizás tendrías otro para mal de tu alma .
Y si algún sacerdote no te da buen ejemplo, no te guíes por lo que hace, sino por la doctrina de Cristo que te predica. Ya te avisó Cristo : «Haced lo que os dicen, pero no hagáis según sus obras»(928).
Ellos son responsables de sus obras, y darán a Dios estrecha cuenta de ellas; pero tú tendrás que dar a Dios cuenta de las tuyas. El que otro cometa pecados no justifica el que tú también los cometas. Los dos iréis al infierno, si no pedís perdón a Dios.
90,4. La confesión, al perdonarnos los pecados, nos devuelve la gracia santificante (o nos la aumenta, si no la habíamos perdido por el pecado grave). Y con la gracia también nos devuelve el derecho al cielo y nos restaura todos los méritos pasados, que habíamos perdido por el pecado grave.
90,5. La confesión es un gran beneficio de Dios que debemos saber estimar y aprovechar. Qué sería de nosotros en la otra vida, si no tuviéramos en ésta un medio para alcanzar el perdón de nuestros pecados»
Por eso la Iglesia, que quiere que aseguremos la salvación, manda que nos confesemos por lo menos una vez al año .
La confesión anual es obligatoria. Pero deberíamos confesarnos con frecuencia. Al menos cada mes. Y esto aunque no haya pecados graves, pues la confesión es un sacramento, que nos dará gracia para ser cada vez mejores.
Si no tienes pecados graves, te confiesas de algún venial, que nunca falta. Y aunque ya te dije que los pecados veniales no es obligatorio confesarlos, siempre es conveniente.
Sin embargo, aunque Dios quiere que me confiese a menudo, y a mí me conviene hacerlo, ningún hombre puede forzarme. Ni mis jefes, ni mis amigos, ni mis familiares, ni un sacerdote, ni nadie.
Los otros podrán aconsejarme que me confiese; pero forzarme, no. La confesión tiene que ser libre.
Que me salga de dentro. Porque la estimo y quiero salvarme. Aunque me cueste. Las medicinas no siempre gustan. Si voy a la confesión forzado y sin dolor, la confesión será una comedia. Y esto es un pecado gravísimo. Para que la confesión valga, tiene que haber arrepentimiento. Si en alguna rarísima ocasión alguien te obliga a confesarte, y tú no estás en disposición de ello, antes de hacer una mala confesión, dile al sacerdote que no vas a con intención de confesarte y que te dé la bendición: los demás no notarán nada, y tú no habrás cometido un sacrilegio.
Por muchos pecados que tengas, y por grandes que sean, nunca debes desconfiar de Dios, sino que debes acudir humildemente a Él y pedir el perdón que Él está deseando darte. Dios odia el pecado, pero ama al pecador; y sólo quiere que se convierta y se salve . Todo confesor tiene obligación de confesar a todo aquel que se lo pida razonablemente .
La absolución del sacerdote es el signo eficaz del perdón de Dios y el momento culminante de la celebración del sacramento de la penitencia.
La absolución tiene lugar cuando el sacerdote pronuncia la fórmula sacramental: Yo te absuelvo de tus pecados , al mismo tiempo que traza la señal de la cruz sobre el penitente.

Penitencia o satisfacción de obra

91.- Cumplir la penitencia es rezar o hacer lo que el confesor me diga.

91,1. La exhortación pontificia de Juan Pablo II Reconciliación y Penitencia (31,3) dice que las obras de satisfacción deben consistir en acciones de culto, caridad, misericordia y reparación.

92.- Si no sé o no puedo cumplirla, debo decírselo al confesor para que me ponga una penitencia distinta.
92,1. La penitencia se llama también satisfacción, pues de algún modo quiere expresar nuestra voluntad de reparación a la Iglesia del daño que le hemos producido al pecar, convirtiéndonos en miembros cancerosos del Cuerpo Místico de Cristo . Cumplir la penitencia es también expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.
La penitencia hay que cumplirla en el plazo que diga el confesor. Si el confesor no ha fijado el tiempo, lo mejor es cumplirla cuanto antes, para que no se nos olvide; pero se puede cumplir también después de comulgar; y también confesarse de nuevo antes de haberla cumplido, con tal de que haya intención de cumplirla .
Si la penitencia no se cumple por olvido involuntario, no hay que preocuparse; los pecados quedan perdonados. Pero si no se cumple culpablemente, aunque los pecados quedan perdonados, se comete un nuevo pecado mortal o venial, según que la penitencia fuera grave o leve. Penitencia grave es la que normalmente corresponde a pecados graves . Si después de la confesión no recuerdas la penitencia que te puso el confesor, o no puedes cumplirla, lo dices así en la próxima confesión. En caso de no acordarte qué penitencia te puso el confesor, puedes rezar o hacer lo que en otras confesiones parecidas te impusieron.
92,2. La penitencia es siempre muy pequeña comparada con nuestros pecados Pero, a pesar de ser tan pequeña, es suficiente, porque participamos de lo que se llama la Comunión de los Santos: todos los que pertenecemos a la Iglesia Católica formamos como una gran familia -que se llama el Cuerpo Místico de Cristo (Ver nº 41)- en la cual todos los bienes espirituales son comunes.

Las Indulgencias

«Lo que cada uno hace o sufre en y por Cristo da fruto para todos»(929).
Todos nos beneficiamos de los bienes, dones y gracias que cada uno ha recibido de Dios . Por lo tanto, cada uno puede gozar del gran tesoro espiritual formado con los méritos de Jesucristo , de la Virgen y de todos los Santos que están en el cielo, y con las buenas obras de los católicos .
92,3. La Iglesia hace uso de los méritos de este gran tesoro espiritual, al concedernos las indulgencias . La Iglesia condena a quienes afirmen que la Iglesia no tenga potestad para concederlas o que éstas no sean útiles(930).
La práctica de las indulgencias se fundamenta en la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo . Las indulgencias son la remisión de la pena temporal debida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa .
Según la Teología católica, todo pecado grave da origen, en quien lo comete, a una culpa y a una pena. La culpa se borra con la absolución del confesor. La pena ha de ser pagada con el sufrimiento en el purgatorio o con las buenas acciones en esta vida . Aquí entra la aplicación de las indulgencias con las cuales se perdona a los católicos, que cumplen ciertas condiciones, la pena temporal debida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa. Es como borrar la cicatriz de la herida que el pecado ha dejado en el alma.

Con las indulgencias podemos ayudar a los difuntos .
El primero de enero de 1967, Pablo VI publicó una Constitución Apostólica sobre la reforma de las indulgencias . Se ha suprimido el antiguo modo de hablar de trescientos días , siete años , etc., que se refería a los días de penitencia pública que tenían que hacer los pecadores, en los primeros siglos de la Iglesia, antes de recibir la absolución de sus pecados graves. El nuevo documento se puede resumir en las siguientes normas:
1) Las indulgencias se dividen en parciales y plenarias.
2) El fiel que con corazón contrito realice una acción que tenga indulgencia parcial obtendrá además del mérito que produce esa acción, otro idéntico, por intervención de la Iglesia. Es decir, que merece el doble.
3) La indulgencia plenaria sólo se puede ganar una vez al día, salvo en caso de peligro de muerte.
4) Para adquirir la indulgencia plenaria, además de realizar la acción indulgenciada, y de que no exista por parte del fiel ningún afecto o adhesión al pecado incluso venial, hay que cumplir tres condiciones:
confesión sacramental, comunión eucarística y rezo de una oración por las intenciones del Papa. La confesión puede hacerse varios días antes o después de cumplir la obra prescrita . La comunión puede hacerse desde la víspera a la octava. Una sola confesión sirve para ganar varias indulgencias plenarias. En cambio, con una sola comunión y una sola oración por las intenciones del Papa, únicamente se puede conseguir una sola indulgencia plenaria. La oración por el Papa basta que sea un Padrenuestro con un Avemaría y Gloria.

Según esta reforma de las indulgencias, las indulgencias plenarias que se pueden ganar, una al día, en las condiciones ordinarias, se han reducido a cuatro:
a) Ejercicio del Vía-Crucis.
b) Rezo del Rosario ante el sagrario o en común.
c) Media hora de adoración al Santísimo Sacramento.
d) Media hora de lectura de la Biblia .
Si no se cumplen las condiciones debidas, o falta la buena disposición, la indulgencia será solamente parcial.
Aquellos fieles que, por motivos personales o de lugar, no puedan confesar ni comulgar, podrán obtener la indulgencia si se proponen cumplir lo antes posible estos dos requisitos.
Las indulgencias tanto parciales como plenarias pueden ser siempre aplicadas a los difuntos a modo de sufragio . Se puede ganar una indulgencia plenaria aplicable a los difuntos aunque no se haya logrado el desafecto al pecado antes indicado .
En el momento de la muerte, cualquier fiel, debidamente dispuesto espiritualmente, podrá ganar la indulgencia plenaria, aunque carezca en aquel momento de un sacerdote que pueda impartírsela, con tal que durante su vida haya rezado habitualmente alguna oración. Es una obra de caridad para con las almas del purgatorio el ganar para ellas indulgencias plenarias. (Ver n 101 ).
Recomiendo mi vídeo: «Cómo ayudar a los difuntos».

93.- EN ÚLTIMO CASO , SI UNO NO SABE LO QUE TIENE QUE HACER PARA CONFESARSE BIEN, PUEDE DECIR AL CONFESOR: «PADRE, AYÚDEME USTED».
93,1. Al confesor se le dicen las cosas con sinceridad, tal como uno las siente en la conciencia. Pero, si no te atreves porque te da vergüenza, le puedes decir al confesor que tienes vergüenza, y el Padre te ayudará con todo cariño.
Y si te acuerdas de algún pecado que hayas cometido, aunque el confesor no te lo pregunte, díselo tú para que te lo perdone.
Mientras el sacerdote te da la absolución y te bendice, reza el Señor mío Jesucristo , y si no lo sabes, date golpes de pecho diciendo varias veces con toda tu alma: Dios mío, perdóname! Dios mío, perdóname!...

94.- En la confesión se perdonan todos los pecados que nosotros hemos cometido después del bautismo, por muy grandes que sean, con tal que se digan con arrepentimiento y propósito de la enmienda; pero no el pecado original.
NOTAS
(914) - Miqueas, 7:19
(915) - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para Seglares, 2º, 2ª, IV, 178. c. Ed. BAC.
(916) - Evangelio de San Juan, 7:34; 8:21
(917) - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la salvación, 1ª, III, nº 77. Ed. BAC. Madrid
(918) - SAN PABLO: Carta a los Gálatas, 6:7
(919) - Profeta Isaías, 55:7
(920) - Libro del Eclesiástico, 3:27
(921) - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para seglares, 2º, 2ª, 4º, II, 2,194.Ed.BAC.
(922) - B. HÄRING, C.SS.R.: La ley de Cristo, 1º, 1º, 5ª, 2ª, II, 5. Ed. Herder. Barcelona
(923) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1497
(924) - Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 960
(925) - Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 961
(926) - Revista SIEMPRE P1ALANTE, 270 ( 16-I-94 ) 15
(927) - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, (917) Ed. Herder. Barcelona
(928) - Evangelio de San Mateo, 23:3
(929) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 961
(930) - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 989. Ed. Herder. Barcelona



LA CONFESIÓN
La mejor manera para prepararnos a la confesión es considerar lo que Cristo quiso hacer al darnos el Sacramento de la Penitencia.
El día de su resurrección, cuando apareció en el cenáculo, donde estaban los apóstoles escondidos por miedo a los judíos díjoles: "La paz sea con vosotros". Como me envió mi Padre así os envío Yo". Diciendo esto, sopló y les dijo: "Recibid el espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retuviereis, quedan retenidos". (Juan XX, 21, 23). Así les dio el poder de reconciliar a los hombres con Dios.
Esta potestad sigue presente en la Iglesia. Los apóstoles la trasmitieron a sus sucesores; la cadena de sucesores llega hasta nosotros e nuestros Obispos. El día de su consagración episcopal recibieron – para comunicarlo a su vez a los que vengan.-, el mismo poder que Cristo dio a Pedro y a los doce. El Obispo delega su poder en sus sacerdotes, que son quienes le ayudan en la santificación del pueblo de Dios.
El sacerdote que está sentado en el confesionario oyendo las confesiones de otros cristianos y, que va a recibir dentro de un rato la propia mía, es el eslabón que me une con Cristo. El poder de Cristo está presente en él de tal manera que cuando levante la mano para darme la absolución, Cristo mismo me estará perdonando, aplicándome los méritos de su pasión y de su muerte.
Es posible que en ocasiones nos preguntemos por que es necesario confesarse. ¿No seria suficiente, en nuestro interior y desde el fondo de nuestro ser reconocernos culpables delante del Señor, mostrarle nuestro arrepentimiento y pedir de nuevo su Amor?.
La respuesta es clara y sencilla: para acercarnos a Dios, no toca a nosotros marcar el camino; Él es el Señor y no nosotros. De Él es la iniciativa; nosotros lo único que podemos, es escuchar con atención y cumplir con docilidad lo que disponga: Aquí no se trata de motivos humanos, ni de razonamientos. Para abrir nuestro interior a otro hombre en la confesión, necesitamos estar viviendo en la fe, no es la sabiduría o la santidad del Sacerdote lo que nos hace tomarlo como Juez, es su identificación con Cristo, conocida en la Fe y la aceptación completa, hasta el fondo, de la Voluntad de Cristo expresada en su palabras: "A quienes perdonareis los pecados les quedan perdonados", lo que nos hace decirle mi miseria como se las decimos a Dios.
Acercándonos a la Confesión con esta actitud de Fe, todo lo demás nos parecerá natural. Todo nos será comprensible, porque ya tenemos ojos para verlo. De lo que aquí se trata es, no de atormentarnos y castigarnos por nuestros errores, ni de humillara nuestra dignidad humana, ni siquiera de sentirnos tranquilos después de decir lo que nos atormenta a un confidente que sabes va a ser discreto. No. La Confesión es un mundo distinto de todos este, porqués del mundo de la Fe, del mundo de dios y Dios es diferente de nosotros.
La confesión, el Sacramento de la Penitencia, es el Amor que Dios nos brinda de nuevo, después de haberlo traicionado.
A pesar de que Él es el Santo, y nosotros somos nada, la Fe cristiana es acepción total y agradecida de que el Señor de toda santidad se acercó a nosotros y el día de nuestro Bautismo nos dio su propia Vida. "Cuando Israel era niño Yo le amé…yo enseñé a andar a Efraín, le llevé en mis brazos y le até con ataduras humanas, con ataduras de amor; fui para él como quien alza una creatura hasta tocar sus mejillas, y me bajaba hasta él para darle de comer" (Os. 11, 1-4). Dios nos ha hecho sus hijos, pero nos es muy difícil convencernos de ello. Muchas veces no nos interesa, porque hay otras cosas, cosas que nos llaman la atención, de esas que podemos palpar con nuestras manos y mirar con nuestros ojos, y nos olvidamos de Dios.
Pero Dios es bueno a pesar de que nosotros somos malos. Lo que sigue, todos lo hemos experimentado y basta reflexionar un poco par que nos demos cuenta que es ello una de las mayores pruebas de la bondad de Dios. Cuando volvemos la espalda a Dios, en una forma misteriosa pero muy real, en ocasiones en contra de lo que quisiéramos, sabemos que no se ha acabado todo. En el fondo de nosotros mismos sentimos su llamado; débil quizás, deformado por culpa nuestra a veces pero ahí está. Sigue en nosotros la Fe de nuestro Bautismo y Confianza en El en medio de nuestra miseria. Nuestra Fe se queda y quiere volver al Señor. Si el arrepentimiento se forma y queremos salir de nuestra rebeldía Cristo nos sale al encuentro con la Confesión.
El arrepentimiento
El arrepentimiento o dolor de los pecados es lo primero.
Cuando nos sentimos culpables de algún pecado o de muchos, podemos tomar distintas actitudes, entre ellas:
  • Darnos cuenta que obramos mal, constatar que nuestra conducta fue equivocada.
  • Sentir vergüenza o asco de nosotros mismos, porque estuvimos muy por debajo de nuestra propia dignidad o de lo altivamente creíamos poder hacer.
  • Sentir un desasosiego interior que nos martirice cada vez que pensamos en aquello.
  • Cambiar toda nuestra manera de ver la realidad: sintiéndose impotentes, dejarnos caer en el desaliento, o bien iniciarnos en el camino del cinismo, sintiéndonos inclinados.
  • Considerarnos miserables e indignos ante los demás, especialmente ante aquellos que nos miran como personas respetables, que confían en nosotros o que nos tienen cariño.
Esas actitudes u otras parecidas no sirven de nada para el Sacramento de Penitencia. Algunas son de arrepentimiento, pero no de arrepentimiento cristiano. La Confesión es para reanudar nuestra amistad con Dios, amistad que destrozamos al pecar; por lo tanto el único arrepentimiento que nos lleva al Sacramento, es el que nos lleva también a Dios.
La cosa es muy sencilla. Cuando se ha ofendido a alguien y existe el deseo de volver a la amistad, ¿quién no entiende que es necesario reconocer la ofensa, rechazarla, dolerse de ella? Sencillamente eso es el arrepentimiento y la contricción: buscar con sinceridad a Dios, transformar nuestras disposiciones, cambiar de modo de pensar, romper nuestro pecado. La acción pecaminosa no la podemos destruir, está hecha y hecha queda; pero nos es posible destruir sus consecuencias, el desorden y la incoherencia que ha dejado en nosotros, el fortalecimiento de nuestros malos deseos que ha causado el egoísmo, que después de pecar, nos hace pensar más aún en el centro del universo.
Esto nos hace ver, si reflexionamos, que necesitamos varias cosas para poder volver a Dios.
En primer lugar necesitamos humildad. Para volver al Señor debemos reconocer no solo con el cerebro, sino vivir con el corazón, que nos hemos alejado. Debemos reconocer nuestra miseria, reconocer nuestro pecado. De ahí saldrá el deseo de volver otra vez a la Amistad de Dios, comenzará el movimiento de arrepentimiento.
Para eso debemos orar. El pecado nos cambia de verdad, de tal manera, que muchas veces después de pecar no le encontramos ya sentido a la vida cristiana; hay una verdadera disminución de la Fe que nos impide entrar en nosotros mismos. A veces ese vacío se siente aún cuando se quiere llegar al arrepentimiento. Entonces es necesario rezar: solamente el Señor nos puede dar lo que por nuestra culpa perdimos al pecar. Cuando estamos lejos del señor debemos clamar desde nuestra miseria a su Bondad, para que se acuerde de nosotros y no nos abandone en su Justicia.
Así podemos ver la urgencia de recurrir a la Fe. No la simple aceptación de que Dios existe, sino una cosa muy diferente. Compenetrarnos del designio de Dios sobre nosotros, vernos a nosotros mismos como Dios nos ve, a la Luz de Dios, -en esto consiste la Fe-, para palpar con todo nuestro ser la condición terrible que estamos viviendo. Nuestro pecado y nuestro apego al pecado contradicen todo lo que Dios espera de nosotros, somos sus verdaderos enemigos. Es un absurdo la vida así: por un lado siendo capaces de ver las cosas a la Luz de Dios, presente en nosotros, y, rechazando por otro a Dios y a todo lo que nos pide. Esta meditación de nuestro pecado a la Luz de la Fe nos puede llegar a hacer sentir verdadero terror de encontrarnos entre las manos del Dios Vivo, sin posibilidad de escapar en la actitud absurda de rebeldía y de enemistad.
Todo esto para llegar al centro del arrepentimiento: El reconocimiento de nuestra locura, el rechazo de la que hicimos y la petición humilde de perdón. Si en algún momento necesitamos ser conscientes del mundo, de la Fe, es precisamente aquí. Este es el momento en que debemos creer en el Amor de Dios, adherirnos con todo nuestro ser a eso que nos puede parecer tan irreal por momentos: que Dios está aquí frente a nosotros y que nos ama; para que desde lo más hondo de nosotros mismos salga, provocado por El, exactamente lo mismo, un verdadero Amor, un Amor nuevo, puro y desinteresado como el que nos brinda. No vale la pena decir más, cualquier explicación solo son palabras mientras no se llega a vivirlo en el silencio de la oración, delante del Señor.
LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS
Después de examinar nuestra conciencia y de arrepentirnos, vamos delante del sacerdote y le decimos, le "confesamos" nuestras culpas. Debemos entender bien el sentido de esa manifestación de nuestros pecados, para no exagerar su importancia ni desconocerle la que tiene.
Hechos de alma y cuerpo, cuando hay en nuestro interior un sentimiento verdadero y profundo, aflora al exterior y lo comunicamos. Habiendo rechazado nuestro pasado en el arrepentimiento, buscando el perdón y el Amor de Dios, decimos a su representante lo que está en nuestro interior. No es cuestión de confidencias o de descargar lo que nos oprime: es la acusación de nosotros mismos, de nuestro pasado, de nuestros actos malos, delante del ministro de Dios, para que las conozca, las juzgue, y si no encuentra bien dispuestos nos imparta el perdón en nombre del Señor.
Manifestación de arrepentimiento, nuestra confesión debe tener ciertas cualidades:
  • Debe ser contrita. No se trata de contar nuestros pecados como quien habla de algo más o menos interesante que nos ha sucedido o como quien cuenta una película. Debe ser una acusación de nosotros mismos. Acusación sencilla y humilde, sin buscar defendernos, diciendo con total abertura nuestras faltas, como las vemos delante de Dios, apegándonos lo mejor que podamos a la realidad.
  • Debe ser íntegra. Diciendo todo lo que en nuestra conducta ha ofendido al Señor. Todos los pecados graves, con las circunstancias más importantes, diciendo cuántas veces hasta donde nos sea posible.
  • Debe ser sencilla. Digamos buenamente nuestros pecados sin entrar en prolijidades y detalles insignificantes, pues esto proviene ya sea de un deseo más o menos consciente de disculparnos, ya sea de una exageración en la importancia de decir los pecados.
Muchos cristianos, reducen la confesión a este punto: con tal que no se les haya olvidado ningún pecado y que hayan recibido la absolución, se consideran perdonados. "Les valió la confesión", como dicen. Esto puede ser una equivocación mayúscula. Es importante decir los pecados, pero es más importante arrepentirse; de tal manera que, el decir los pecados, aún si se dicen todos, aún si se explican los detalles, aún si se siente uno muy descansado después de haberlos dicho, si no está provocado, acompañado y guiado por el arrepentimiento, no sirve de nada. Dios nos respeta, pero quiere que lo tomemos en serio. La confesión no es un repartidor automático de perdones que se mueve después de decir algunas cosas, es el encuentro responsable y libre de nosotros con Dios en el que reformamos nuestra vida, le pedimos perdón, reflexionamos sobre lo que hacemos y preparamos un futuro más cristiano.
La confesión tiene otro sentido del que muy pocas veces se habla y que tiene mucha importancia.
Somos todos hermanos y miembros de un mismo Cuerpo. De la misma manera que los buenos ayuda a los que no lo son tanto y con un instinto cristiano muy atinado nos encomendamos a las oraciones de quienes parecen estar más cerca de Dios, del mismo modo los pecados, nuestros pecados, son una rémora y una carga para todos los demás. Como hasta aquí, estamos en el mundo de la fe, esto solo lo captan los que la tienen. El pecado, nuestro pecado, no solo hace mal en la Iglesia por el posible mal ejemplo, sino porque al hacernos enemigos de Dios, nos convertimos en un peso muerto y una carga en el Reino de Dios. Al ofender a Dios, ofendemos a nuestros hermanos, como al ofender a nuestros hermanos ofendemos también a Dios.
Al volver a Dios, no sólo debemos mostrar nuestro arrepentimiento con Él; nuestra confesión se dirige también a toda la Iglesia, a todos nuestros hermanos, representados por el sacerdote que la recibe.
LA SATISFACCIÓN
El Sacramento de Penitencia no está dirigido hacia el pasado. Su verdadero sentido lo encontramos cuando entendemos que todo él, está enfocado hacia el futuro. Nos arrepentimos y confesamos nuestras culpas con un objetivo muy preciso: para volver a vivir nuestra vida cristiana, por eso se nos pide propósito de enmienda.
Definitivamente, mientras no estamos decididos a abandonar nuestras posiciones de pecado, no nos debemos confesar. Con Dios no se juega. El no es alguien que se pueda contentar con un acto exterior. Mira lo más profundo de nuestro ser y sabe nuestro interior mejor que nosotros mismos.
Aquí otra vez encontramos la necesidad de la oración: hay ocasiones en que no sabemos decidirnos por orgullo, por debilidad, por egoísmo, por ligereza. Más aún, a veces aunque queremos, todo nuestro ser reclama, porque el decidirnos por Dios puede en ocasiones significar un verdadero drama y el aniquilamiento de cosas o situaciones cuidadosamente montadas y conservadas durante años. Es evidente, que nosotros mismos no somos capaces de decidirnos. Debemos orar. Si el Señor nos ha llevado ya hasta aquí, le hemos de hacer confianza, estando ciertos de que afirmará nuestra debilidad y su Amor triunfará de nuestra miseria.
Démonos cuenta que esta exigencia, que parece sumamente dura, se compagina perfectamente con nuestra debilidad. No se nos pide que nunca volvamos a pecar; se nos exige solamente el deseo verdadero de ser fieles y la sinceridad completa en nuestro rechazo del pecado y en nuestro retorno a Dios. Al comenzar esta idea, hablábamos de "posiciones de pecado", es decir, del no cambiar de actitud. Es posible que volvamos a caer, es posible que volvamos a pegarnos a la misma esclavitud; para evitar eso debemos seguir hacia adelante con cuidado y cogidos de la mano del Señor; pero eso no nos debe preocupar. Lo único que importa es arrancar de cuajo nuestra complicidad con el mal, vaciándonos completamente de ella.
Si nuestro arrepentimiento fue sincero, el deseo de cambiar también lo será. Por eso, al prepararnos a confesar, debemos ver hacia delante. ¿Cómo vamos a actuar?, ¿Qué es lo que Dios nos pide cambiar?, ¿De dónde surgió nuestro pecado?, ¿Cuáles son las circunstancias que hemos buscado o provocado para pecar?, ¿Hasta qué punto podemos apartar tal o cual ocasión? Al recibir el Sacramento, Dios está nuevamente con nosotros. No lo olvidemos. Es delante de Él, con su cooperación divina, pidiéndole su Luz y su Fuerza, como debemos mirar hacia el futuro, meditando delante de Él, qué vamos a hacer y cómo debemos obrar.
Esto va a suponer esfuerzos, sacrificios, y, empleemos la palabra, Penitencia. Es algo que no nos gusta y que no queremos ni siquiera oír mencionar. Con todo, es necesario que abramos los ojos a la realidad. El desorden y el pecado nos dominan en muchas ocasiones, prácticamente nos dejamos llevar en todo, por lo más fácil y la línea de menor resistencia.
En el plan humano, una actitud así, no lleva a nada: para hacer algo en la vida se necesita esfuerzo. En el Reino de Dios, las cosas también suceden así. Si queremos ser cristianos, debemos aceptar el sacrificio y la penitencia como medios necesarios para dominar nuestras potencias de pecado y acercarnos a Dios.
Los mismos pecados que confesamos tienen en nosotros múltiples complicidades, el desorden y la debilidad, el orgullo y el egoísmo no desaparecen del todo con el perdón. Sería infantil suponerlo y todos tenemos suficiente experiencia para saber que las cosas no son así. Aún cuando nuestro arrepentimiento haya sido sincero, seguimos ligados a nuestro pasado y las acciones malas que hemos hecho, nos han dejado verdaderamente marcados. La única manera de conservar el Amor de Dios en el futuro, es liberarnos de esos lazos que nos atan a nuestros propios pecados, es decir, romper con ello, mortificarnos. Es el único camino para conservar el Amor de Dios. Si no nos interesa conservarlo podemos entonces preguntarnos si nuestro arrepentimiento fue sincero.
El Sacramento de la Penitencia es fuente de alegría. Todos sabemos lo que es la paz de la buena conciencia. No es cosa fácil conservarla, como no es fácil en esta vida, nada de lo que vale la pena. Esa paz y esa alegría es el cumplimento de la palabra del Señor:
"Mi paz os dejo, mi paz os doy" (Juan 14,27). Cuando Él está con nosotros y podemos volver hacia Él nuestro rostro, en la confianza de la amistad y en la seguridad del Amor, nada puede turbarnos, ni siquiera la muerte, porque la muerte se convierte entonces en la puerta y el comienzo de la Verdadera Vida.
CONSEJOS PRÁCTICOS
1.- La confesión es nuestro encuentro con Dios. En él, si tenemos arrepentimiento, por los méritos de Cristo se nos perdonan los pecados. Lo esencial es volver al Amor de Dios. Procura que el motivo fundamental de tu confesión, no sea quitar la angustia interior, ni conocerte mejor, ni recibir consejos.
2.- Prepárate. Al llegar a la Iglesia ponte delante de Dios unos momentos. Haz a un lado tus preocupaciones, tus intereses, tus diversiones, lo que va a hacer después o lo que acabas de realizar. Procura hacer la paz en ti, para poder oír la voz de Dios. Esto no es fácil: pídeselo a Dios para hacer bien tu confesión.
3.- Procura hacer tu examen con cuidado, pero sin pasar demasiado tiempo en él. Recuerda que la confesión externa de los pecados debe ser la expresión del arrepentimiento, el examen es la preparación para llegar a él. El arrepentimiento se ha de formar al ir pasando en revista nuestras infidelidades al Señor.
4.- Trata sobre todo de mirar tu vida delante de Dios, pídele su ayuda para ver lo que significan para Él tus pecados. Pídele perdón de haberlo ofendido.
5.- ¿No estás ligado por la mala costumbre?, ¿No te agrada seguir dejándote llevar por tal o cual actitud equivocada? Procura llegar a la sinceridad en tu deseo de no volver a pecar. Por lo menos dile al Señor que quisieras querer…
6.- ¿No hay nada que corregir en tu manera de actuar?, ¿No eres culpable por tu negligencia, por tu falta de interés, por tu falta de Fe? Puntualiza tu resolución en forma concreta, lo más concreta que te sea posible. Es una de las mejores pruebas que puedas tener de tu buena voluntad.
7.- Puedes escoger al sacerdote que prefieras. En lo posible dirígete siempre al mismo. Escógelo con cuidado, que sea alguien que te entienda y te sea útil en su manera de mirar tu interior y en los consejos que te dé. En caso de pecado grave, no retardes tu confesión por no poderlo ver; lo principal entonces es volver a Dios y, para eso, todos los sacerdotes están investidos del mismo poder: unos y otros se identifican fielmente con Cristo.
8.- Evita con cuidado las confesiones rutinarias en que casi sin preparación se dicen cosas vagas, sin estar decidido a hacer esfuerzos; es la mejor manera para matar en ti el sentido verdadero del Sacramento.
9.- Si "no has hecho nada malo, no has matado ni robado" y no encuentras de qué acusarte, fíjate en las preguntas positivas del examen. Por ejemplo: ¿He hecho felices a aquéllos con quienes vivo?, ¿He tratado de ayudarlos, de comprenderlos? Muchas veces esa posición de no encontrarse pecados, compagina muy bien con una dureza y un egoísmo tanto más graves cuanto que son menos pensados y menos conocidos.
10.- Recuerda que se deben confesar todos los pecados GRAVES, diciendo con qué frecuencia has caído en ellos. Confiésalos al principio y dirige tu arrepentimiento sobre ellos principalmente. Si alguno te es particularmente penoso de confesar di al confesor tu dificultad en hacerlo, lo más probable es que él te ayude, facilitándote la confesión.
11.- No es posible confesar todos los pecados VENIALES: escoge los más característicos en ti, los que mejor te pinta, en los que más frecuentemente caes: así la Gracia del Sacramento te ayudará para combatirlos.
12.- Si estás en pecado mortal, el resultado de tu confesión será el perdón y la vuelta a la Amistad con Dios, pero si has tenido la fortuna de que el Señor te haya ayudado para no caer, es bueno confesarte de vez en cuando; porque paulatinamente va decayendo en nosotros la delicadeza para captar lo que no le agrada al Señor. La confesión reaviva en nosotros el justo sentido de nuestra pobreza interior y afina nuestro sentido cristiano de la vida.
13.- Confiesa hechos, no tendencias. Las tendencias son imprecisas, los hechos son los pecados. No digas "soy perezoso", ni siquiera "fui perezoso", sino más bien "Habitualmente me quedo un rato más en la cama y así he dejado de cumplir tal o cual obligación". Además, si puntualizas bien tu pecado, también dirás los motivos que lo causaron: "Critiqué a una amiga porque tuve envidia de lo atractiva que se veía".
14.- Indica si se trata de una falta en que caíste por sorpresa, o si es una costumbre. Si estás luchando, o si tu actitud general es de dejadez. En otras palabras, ¿tratas de corregirte o no estás haciendo nada?
15.- Después de confesarte, reza con atención y devoción la penitencia que te impuso el sacerdote. Agradece al Señor el estar otra vez en su compañía. Si tienes tiempo habla un momento con Él. Renueva tu propósito. Pon tu futuro y tu vida cristiana en sus manos.
EXAMEN GENERAL DE CONCIENCIA
Este Examen General de Conciencia, nos permitirá en un rápido golpe de vista, revisar todos los deberes de nuestra vida cristiana: sigue el plan clásico de los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, los pecados capitales y deberes de estado. Cristo no vino a abolir la Ley, sino a perfeccionarla: es por esto que los preceptos del Evangelio se inscriben a continuación de los artículos del Decálogo y corrigen todo aquello que a menudo tienen de negativo.

MANDAMIENTO DE DIOS
Este Mandamiento contiene los demás, y contiene también el ejercicio de las tres virtudes teologales.
FE:
Deberes: Desarrollar tu Fe, alimentarla, defenderla contra las dudas.
Aceptar de la mano de Dios las pruebas que nos envía.
Tener absoluta confianza en tu Fe y dar pruebas de ello ante los demás.
Pecados: Dudas voluntarias, respeto humano, indiferencia religiosa, supersticiones (cartomancianas, espiritismo, espiritualismo, etc.).

ESPERANZA:
Deberes: Confianza en la Gracia, esperanza en el Cielo.
Pecados: Confiar en tus débiles fuerzas, descorazonamiento, desesperación..
CARIDAD:
Amar a Dios más que a todo lo demás, colocar a Dios en el verdadero centro de tu vida; ofrecer tu trabajo, tomar en su presencia las decisiones importantes.
Orar en la mañana, en la noche, durante las tentaciones.
Desear que progrese tu amor para con Dios.
Ver a Dios en el prójimo, aún en aquél que nos es difícil amar. "Aquel que dice que ama a Dios y no ama a su prójimo, es un mentiroso".

Deberes: Tener presente a Dios: respetar todo aquello que a El se refiera los Sacramentos, las Iglesias, los Sacerdotes, etc.
Pecados: falsos juramentos, blasfemias, sacrilegios, oraciones dichas mal y deprisa.

Descansar el domingo.
Asistir a Misa con devoción.
Esforzarse por sentirse miembro de la comunidad.
Poner todo lo que esté de tu parte para participar ACTIVAMENTE en la vida litúrgica de tu Parroquia. Escoger tus diversiones con espíritu cristano.
4º. Honrarás a tu padre y madre
Sentirse responsable del ambiente familiar. Unión, ayuda mutua, buen humor.
Deberes de los hijos: obediencia, respeto, obligaciones que cumplir, ayuda en el trabajo.
Deberes de los hermanos y hermanas: comprenderse, tolerarse, ayudarse.
Deberes de los Padres: Sustento, cariño, abnegación, educación humana, moral y religiosa, buen ejemplo.
Deberes con el Estado y la Patria: El Estado somos nosotros, formamos todos una gran familia que es la Patria.
Impuestos, deberes electorales, participación en la vida pública.
Deberes: Hacer felices a los demás, ayudarles en sus penas, darles buen ejemplo.
Pecados: Todo aquello que acuce daño a la vida, a la salud, al alma del prójimo: golpes, heridas, injurias, disputas, rencores, negarse a perdonar. Egoísmo, indiferencia, para los demás escándalo (palabras, consejos o ejemplos que lleven al mal a los demás).
El Sexto Mandamiento prohibe explícitamente los actos impuros, pero implícitamente abarca todo lo que los produce y origina, como son también los pensamientos y las palabras impuras
Sería prácticamente imposible señalar la infinita variedad de actos impuros o deshonestos, pero todos sin excepción están necesariamente ligados al mal uso de la sensualidad y son un desorden en sí mismos:
- La vista: modas, pornografía, espectáculos, etc.
El oído: Pláticas excitantes, consejos perversos, enseñanzas corruptas, canciones eróticas...
- El olfato: Sutilmente asocia y excita el morbo con aromas que la publicidad hace aparecer como afrodisíacos.
- El Gusto: Hay comidas y bebidas que son tomadas como afrodisíacos. Y cuántos, "para darse valor y deshinibirse", abusan, del alcohol.
- El tacto: El más peligroso de los sentidos, La piel toda y en especial las partes erógenas, exacerban la sensibilidad y la vuelven frenética pervirtiendo absolutamente la sexualidad.
Combinando y desatando la fantasía y el ánimo al servicio de la concupiscencia y el placer, se producen toda esa clase de actos impuros, cuyos autores, dice San Pablo, "no poseerán el Reino de Dios". Por contraste, Jesús el Señor ha prometido que "los limpios de corazón, verán a Dios".
7º. No Robarás
En la Ley de Dios, el Séptimo Mandamiento, tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo, es tajante, conciso, claro y definitivo: "NO ROBARAS" (Ex.20,15; Dt.5,19;Mt.19,18).

8º. No Mentirás
Habla con sinceridad: "Si es sí, di sí; si es no, di no".
Deberes: Respetar la verdad, respetar la reputación de los demás.
Pecados: Mentira, revelar los secretos ajenos, maledicencia, juicio temerario, calumnia.
"Se les ha dicho: no cometerás adulterio; yo digo más: Aquel que mire a una mujer con codicia ha cometido ya adulterio en su corazón".
Deberes: Respetar las intenciones de Dios para la propagación de la vida. Respeto del cuerpo y de sus fuerzas; respeto del amor y del matrimonio; fidelidad y delicadeza en el amor conyugal.
Pecados: Pensamientos o deseos impuros voluntarios. Miradas, conversaciones, actos impuros (solo o con otros), adulterio.
Búsqueda o aceptación de las ocasiones de pecados, lecturas, espectáculos, relaciones.
10º No desearás los bienes ajenos, injustamente
Deberes: Uso cristiano de la propiedad y el dinero. Justicia en los negocios, trabajo, salarios, contratos, Restitución.
Pecados: Robo, engaño, fraude, daño a los bienes ajenos. Codicia de riqueza.

MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA
1º.- Santificar las fiestas de obligación. Asistir a Misa los domingos y días de fiesta.
2º- Confesión anual.
3º- Comunión Pascual
4º- Ayunar los días prescritos. Abstinencia de carnes.
5º- Contribuir a los gastos del culto, según tus posibilidades.

PECADOS CAPITALES
1.- Orgullo: Complacencia de sí mismo, ambición excesiva, vanidad, coquetería, actitudes arrogantes y altaneras.
2.- Avaricia: Poner como único objetivo de la vida, el dinero y la riqueza.
3.- Lujuria: (Mandamientos 6º y 9º.).
4.- Envidia: Celos del bienestar ajeno, alegría por su desgracia.
5.- Gula: Excesos en las comidas o bebidas.
6.- Cólera: Dejarse dominar por los instintos del temperamento, ser irritable, etc.
7.- Pereza: Al levantarse, en el trabajo, en la organización del tiempo.

DEBERES DE ESTADO
Conciencia profesional, participación en las actividades sociales, profesionales o sindicales.
Los deberes del médico, del juez, del maestro, etc., son tan diferentes que cada quien deberá hacer su propio examen particular de sus deberes de estado.
CUESTIONARIO DETALLADO
Este cuestionario no deberá leerse antes de cada confesión; ayudará ocasionalmente a conocer mejor los deberes y las faltas en tal o cual caso.
DEBERES PARA CON DIOS
¿Mi vida cristiana progresa o retrocede?
FE.- ¿He intentado conocer mejor al Señor?, ¿No he descuidado las ocasiones de alimentar mi Fe?
Lecturas, clases de instrucción religiosa ¿Me interesa conocer mejor a Dios?, ¿He sabido evitar aquello que pudo dañar mi Fe?, ¿He intentado aclarar mis dudas?, ¿He dudado en llamarme cristiano y participar exteriormente en las oraciones y oficios de la Iglesia?, ¿He sabido explicar las razones de mi actitud cristiana?, ¿No he dicho: "No creo", cuando no tuve el valor de hacer la voluntad de Dios?, ¿Acepto de buena voluntad los fracasos, las enfermedades, la pobreza y todas las pruebas que Dios me envía?
ESPERANZA.- ¿Tengo confianza en Dios siempre?, ¿Encuentro un apoyo total en Dios en los momentos de tentaciones, de descorazonamiento?, ¿No confío más en mis propias fuerzas?, ¿No me he dejado llevar por la desesperación?, ¿Asumo, ante la muerte, la actitud de alguien que espera el cielo?
CARIDAD.- ¿Deseo amar a Dios sobre todas las cosas?, ¿Lo prefiero al dinero, al confort, a los placeres, a los deportes?, ¿A cualquier otro cariño?, ¿He sabido encontrar a Dios en los demás, en aquéllos que lo desprecian, en los que me son antipáticos?, ¿He sabido amar por Dios (desear su verdadero bien) a aquellos hacia los que siento una simpatía natural?, ¿He buscado dar a Dios el primer lugar en mi vida?, ¿Le ofrezco mi trabajo y mi descanso?, ¿Mis alegrías y mis penas?, ¿Tomo en su presencia las decisiones importantes?
ACTOS DE RELIGIÓN.- Oración: ¿Oro a menudo?, ¿Por la mañana… por la noche?… ¿Al orar, me dirijo a Dios como una persona viva?, ¿Progreso en esto?, ¿Oro en los fracasos, en los éxitos?, ¿Intento varias mis oraciones para evitar la rutina?, ¿Oro por los demás, por mis amigos, por mis enemigos, por los herejes, por los infieles…?, ¿Oro para agradecer y alabar a Dios o solamente para pedir?
Sacramentos: ¿Me confieso a menudo?, ¿Me preparo cuidadosamente?, ¿Oculto voluntariamente los pecados graves?, ¿Me esfuerzo lo suficiente para comulgar con frecuencia?, ¿Comulgo con fervor?, ¿Antes de comulgar me preocupo por demostrar a Dios pesar aún por mis faltas más ligeras?
Misa y domingos: ¿Falté voluntariamente a Misa? (¿cuántas veces?), ¿tuve la culpa por llegar tarde?, ¿Oí la Misa atentamente, o estuve distraído?, ¿Reí o platiqué en la Iglesia?, ¿Me esfuerzo por seguir la misa lo mejor posible, por participar en la vida litúrgica de mi Parroquia?, ¿Me siento en la Iglesia miembro de la Comunidad de Fieles?, ¿Hago verdaderamente del domingo el día del Señor?, ¿He contribuido a que haya alegría en mi casa?
SENTIDO DE COMUNIDAD.- ¿Comprendo y acepto el carácter social de la vida cristiana?, ¿Acepto orar en comunidad con los demás cristianos?, ¿Hablo de la Iglesia como de algo de lo que formo parte?, ¿Me siento responsable y solidario de sus defectos?, ¿Me siento hermano de todos los demás cristianos sin importarme nacionalidad o raza? ,¿Me intereso por la vida actual de la Iglesia?, ¿Me interesan sus esfuerzos apostólicos y misioneros?, ¿Le presto ayuda?, ¿Me someto con espíritu de fe a la jerarquía de la Iglesia?, ¿Hablo siempre con respeto de los pastores de la Iglesia?, ¿Les he dado testimonio de lealtad y confianza, por ejemplo: exponiéndoles abiertamente sugestiones o críticas?

VIDA PERSONAL
¿He sido natural con todos?, ¿No he dejado, por el contrario, crecer mi orgullo?, ¿No he querido tener siempre la razón?, ¿Acepto las críticas justas?, ¿Reconozco mis errores?, ¿He sido hipócrita?, ¿No utilizo la mentira para disimular mis faltas?, ¿Para alabarme?, ¿No he pretendido parecer lo que no soy?, ¿Soy desinteresado por las riquezas?, ¿No me dedico exageradamente a mis negocias?, ¿Me sé contentar con lo que tengo?, ¿Soy suficientemente cuidadoso?, ¿Sé ahorrar?, ¿He sido generoso; he reservado en mis entradas una parte para la Iglesia y para los pobres?
¿Respeto mi cuerpo y sus poderes de dar la vida?, ¿No me he detenido en pensamiento, recuerdos o deseos impuros?, ¿He leído o visto libros o revistas indecentes; las he prestado a otros?, ¿Asistí a espectáculos ligeros o lugares peligrosos; no he ido, por ejemplo, al cine a ver películas que sabía eran peligrosas?, ¿No he tenido conversaciones malsanas?, ¿Cometí actos impuros, solo, con otros (con qué frecuencia)?, ¿Si se trata de un hábito, lo combato?
Como joven: ¿He respetado a los jóvenes o a las mujeres?, ¿No he mantenido una actitud equívoca con ellas?, ¿No he pretendido turbar su sensibilidad?, ¿Juego con el amor?
Como muchacha: ¿No he sido causante de tentaciones en los muchachos, por mi arreglo?, ¿En el baile, etc.?, ¿No busco siempre estar rodeada de muchachos?, ¿No he alimentado sueños de amor, familiaridades que sabía que no llevaban al matrimonio?, ¿Estoy dispuesta a descartar lo que me sea ocasión de pecado?, ¿Si es imposible, tengo cuidado de purificar mis intenciones: querer lo bueno y no aceptar lo malo?
¿Tengo buen carácter?, ¿Me controlo?, ¿No he sido goloso?, ¿No me he mostrado difícil en el comer, goloso y egoísta en la mesa?, ¿No gasto demasiado dinero en golosinas?, ¿Estoy dominado por la pasión de beber o fumar?
¿Soy enérgico y valeroso?, ¿Sé organizar mi tiempo; lo he perdido haciendo cosas inútiles?, ¿No consagro gran parte del día a las lecturas inútiles, a los deportes, a mi arreglo?
¿Acabo lo que empiezo?, ¿Cuido mi cuerpo, su limpieza, su salud; hago ejercicio?
DEBERES PARA CON LOS DEMÁS
¿Me preocupo por los demás?, ¿Pienso en la responsabilidad que tengo con aquellos que viven conmigo?,¿Trato de ayudarlos, de animarlos en su trabajo, en sus esfuerzos al bien?, ¿Me esfuerzo por comprenderlos, por ponerme en su lugar?, ¿Les doy buen ejemplo?, ¿Les ayudo a su búsqueda de Dios, en sus esfuerzos de apostolado?
¿No tengo en este momento algún odio o alguna antipatía?, ¿No me he dejado llevar a disputas violentas, a injuriar o golpear?, ¿Guardo rencores?, ¿Rehuso reconciliarme (por cuánto tiempo)?, ¿Busco lastimar al prójimo?, ¿Con calumnias, con malediciencias, con intrigas?
Desprecio a los demás por su inferioridad, sus debilidades o sus defectos?, ¿He gozado con sus desgracias?, ¿Si tengo antipatía por alguien, la he combatido o no?
¿He favorecido todo lo que contribuye a la paz y al buen entendimiento entre los demás? ¿No he formado con mis amigos un grupo cerrado a los demás? ¿No he molestado a otros por mi mal carácter o mis exigencias? ¿No los he excitado con correcciones altaneras? ¿No los he escandalizado con reflexiones cínicas o disolutas, por malos ejemplos o malos consejos? ¿No he sido vanidoso? ¿He deseado tener siempre la razón? ¿No he sido altanero, arisco, hiriente, en la calle, en el camión, en las tiendas?
¿No he expuesto mi vida, la de mi familia, la de los demás, manejando demasiado aprisa, sin precaución, entrado en copas?
¿Han tenido los incrédulos o los no cristianos una buena o mala impresión de los cristianos por causa mía?
¿Respeto siempre la propiedad ajena?, ¿No he robado algo?, ¿He maltratado algo que pertenece a la colectividad?, ¿No escojo siempre para mí lo más bello y lo mejor?, ¿No he malgastado el dinero que poseía?, ¿He sido generoso?, ¿No he usado sin permiso los objetos de los demás?

HIJOS E HIJAS
¿Amo a mis padres?, ¿Busco la forma de hacerlos felices?, ¿No he hecho penosa la vida en mi casa a causa de mi egoísmo, por estar habitualmente de mal humor?, ¿Tengo confianza en mis padres?, ¿No he ocultado graves dificultades en las que debía buscar consejo?, ¿No he hablado mal de ellos con los demás?
¿Les demuestro respeto?, ¿No les he respondido con dureza?, ¿Con grosería?, ¿Sé aceptar sus debilidades y aun más sus errores y defectos?, ¿Los he soportado?
¿He obedecido a mis padres?, ¿No he desobedecido alguna de sus órdenes?, ¿No he mentido para disculparme o para escapar a su autoridad?, ¿Trato de explicarme respetuosamente con ellos más que criticarlos?, ¿No me he mostrado susceptible a sus reproches?, ¿No he permanecido mohíno (cuanto tiempo)?, ¿No me he levantado contra mis padres?, ¿Me he dejado llevar por actitudes violentas?, ¿Busco la forma de ayudar a mis padres?, ¿Me he demostrado cuidadoso en mis deberes, moderado en mis peticiones de dinero?, ¿He tomado parte voluntariamente en el trabajo de la casa?, ¿No he tomado mi casa como un hotel y a mis padres como sirvientes?, ¿No he abandonado a mis padres ancianos en la pobreza, en la soledad?, ¿Si estoy lejos, les escribo a menudo?
¿Hay algún miembro de la familia con quien no me comprenda?, ¿Intento comprender, ayudar, darles apoyo a mis hermanos o hermanas?, ¿Les doy buen ejemplo?, ¿No me he sentido celoso de alguno de ellos?, ¿Me he mostrado paciente, respetuoso, servicial, con mis abuelos?, ¿He pensado que el domingo era el día de la familia y que hace falta a veces sacrificar por ellos la alegría de cualquier otro placer personal?

ESCOLARES, ESTUDIANTES
¿Siento respeto y lealtad por mis maestros?, ¿He contribuido al buen éxito de su trabajo?, ¿Los he criticado?, ¿No he inculcado entre mis amigos la indisciplina, el mal espíritu, la ligereza?
He cumplido consciente y completamente con mis tareas?, ¿Estudio para ser competente y ser útil o solamente por ganarme un título, por "pasar" los exámenes, por satisfacer mi amor propio?, ¿No he engañado o ayudado a otros a hacer trampa haciendo creer que sé ("Acordeones")?, ¿No he tomado como pretexto el trabajo para no estudiar y aumentar así mi cultura?, ¿No he, por el contrario, descuidado mis tareas para entregarme a mis fantasías y a mis juegos?
¿He sentido responsabilidad por mis amigos y compañeros?, ¿Me intereso por todo aquello que favorezca la unión y comprensión de mis compañeros?, ¿Acepté algún puesto que se me proponía?

PADRES
¿Intento conocer mejor a mis hijos?, ¿No hay alguno que se sienta un poco despreciado?, ¿Es cierto?, ¿Están bien alimentados, bien alojados, bien vestidos, según nuestras posibilidades?, ¿Los he educado? ¿He cedido a sus caprichos, he hecho el trabajo que ellos debían hacer?, ¿No les doy demasiado dinero?, ¿He sabido hacerme respetar?, ¿Hacer respetar en mí la autoridad de Dios?
¿Los he amado, reprimido o castigado por su bien o al contrario porque estaba nervioso o por afirmar mi superioridad?, ¿He diferenciado los castigos motivados por sus tonterías de aquellos que merecían sus faltas morales?, ¿He logrado crear en ellos confianza y afecto para conmigo?, ¿Me cuentan todo?, ¿Si no es así, por qué?
¿He puesto cuidado en inculcarles la franqueza y la generosidad?, ¿He afirmado su abnegación para con la familia?
¿He cuidado la educación que reciben fuera de casa?, ¿Su formación moral y religiosa?, ¿No he molestado a sus maestros con mis exigencias?, ¿Con objeto de no aceptar mis errores?
¿Les he dado en todo buen ejemplo: deberes religiosos, vida familiar, conciencia profesional?, ¿He colaborado con mi mujer (mi marido) en la educación de nuestros hijos?, ¿Nos consultamos a menudo?, ¿No le hago agravios delante de mis hijos?, ¿La critico en su ausencia por su manera de hacer?, ¿No apoyo los permisos que ella (o él) les da o cambio sus negativas, etc…?
¿He intentado educar a los adolescentes: dejándolos con demasiada libertad?, ¿Controlándolos cuidadosamente?, ¿Hablándoles seriamente, no como si fueran niños?, ¿Controlando sus lecturas, espectáculos, y amistades?, ¿Los ayudo, respeto su personalidad, guío su vocación?, ¿He sabido explicar lo que tienen derecho de saber, con tacto, con prudencia, según lo necesitan?, ¿No he hecho a un lado esta obligación cobardemente?, ¿No los he maleado con una respuesta equívoca o con mal ejemplo?

CON LOS HIJOS CASADOS
¿He tenido el cuidado de hacerles sentir mi afecto?, ¿He sido lo suficientemente discreto para respetar su autonomía?, ¿He admitido en la familia a los yernos o a las nueras?, ¿He sabido dominar mis celos? Por ejemplo: si algunos de los jóvenes esposos me confía alguna dificultad doméstica?, ¿Busco reconciliarlos o alejarlos?, ¿Trato con igualdad a todos mis hijos?, ¿He tenido cuidado en aumentar la unión entre ellos?, ¿He buscado mantener las tradiciones de Fe de la familia?

ESPOSOS
¿Amo verdaderamente a mi mujer (mi marido)?, ¿Intento hacerla feliz, ponerme en su lugar?, ¿Me preocupo por sus gustos, sus deseos, su salud?, ¿He sabido hacerme comprender, le he hablado con franqueza?, ¿He sabido demostrar mi afecto?,¿He comprendido el suyo aún si no me lo ha demostrado claramente?, ¿No he descuidado a mi mujer (mi esposo) por mis hijos, mi trabajo, mis actividades externas?, ¿He tenido el valor de dejarla (dejarlo) cuando me lo exigía mi trabajo, las responsabilidades cristianas o sociales?, ¿Me interesé por su profesión, por sus actividades?, ¿He favorecido entre los dos una intimidad espiritual; he impulsado sus esfuerzos por hacer el bien?, ¿Rezamos juntos?, ¿Colabora con ella (él)?, ¿No le oculto asuntos importantes?, ¿Respeto una cierta autonomía, y sus iniciativas?, ¿Le sirvo como puedo y debo?
¿No me muestro egoísta?, ¿No le hago penosa la vida por mi mal humor, por mis caprichos, mis cóleras, mis impaciencias?, ¿No derrocho dinero buscando placeres personales?, ¿Cuido mi arreglo personal para agradar a mi marido?, ¿No he envenenado los motivos de disgusto contándolos a otros?
¿Soy fiel a mi mujer (a mi marido)?, ¿No he cometido adulterio?, ¿No me he detenido en deseos impuros?, ¿No he sido egoísta al buscar alegrías en mi matrimonio?, ¿No me ha faltado delicadeza en esto?, ¿No he intentado impedir la fecundidad del matrimonio?, ¿No he exigido o favorecido el aborto?, ¿Estoy en buenos términos con la familia de mi esposa (marido)?, ¿He buscado participar del afecto de los suyos?, ¿No nos hemos encerrado en un egoísmo mutuo?, ¿Nos hemos preocupado de hacer acogedor nuestro hogar, abierto a los demás, hacerlo un hogar apostólico, resplandeciente de vida cristiana?

CIUDADANOS
¿Busco sinceramente el bienestar de mi país?, ¿Cumplo con todos mis deberes de ciudadano?, ¿Voto?, ¿Pago los impuestos?, ¿Acepto responsabilidades públicas?, ¿Por ambición o por deseo de ser útil?, ¿Intento juzgar como cristiano los asuntos públicos?, ¿He dado su lugar a la política, a la necesidad de la libertad religiosa, la justicia, el progreso social?, ¿He impulsado los esfuerzos de unión, o las actitudes sectaristas?, ¿He buscado privilegios, apoyos políticos para escapar de la ley común?

OBREROS, EMPLEADOS
¿Trabajo conscientemente; en el tiempo convenido, cumplo el trabajo por el que se me paga?, ¿No utilizo mi empleo para obtener injustamente favores para procurarme objetos a los cuales no tengo derecho?
¿Obedezco a mis jefes de buena voluntad?, ¿No me celan sus progresos?
¿Me muestro amable con mis colegas?, ¿Los he ayudado voluntariamente?, ¿No los he envidiado, calumniado con los jefes?, ¿Soy estimado en mi trabajo? Si no es así ¿por qué? ¿No exploto a los demás?, ¿Doy buen ejemplo a los empleados jóvenes?, ¿No he contribuido a pervertirlos?, ¿No he dejado que se haga daño, por no "querer meterme"?
¿Tengo conciencia de la solidaridad obrera?, ¿Tomo parte activamente en el organismo sindical?, ¿Busco aumentar el progreso y la paz social?

PATRONES
¿Pago salarios justos, legales, humanos?, ¿Me intereso por mis trabajadores?, ¿Me esfuerzo por conocerlos individualmente, humanamente, conocer su situación respecto a alojamiento, familia, etc.?, ¿Me doy cuenta de su trabajo?
¿Me estiman y respetan mis inferiores? Si no es así ¿por qué?, ¿No es esto el signo de alguna deficiencia por parte mía?
¿Les doy el descanso necesario?, ¿Cuido de la atmósfera moral del taller, etc…?
¿Respeto la autonomía, la personalidad de mis subordinados y empleados?, ¿Acepto colaborar lealmente con los representantes del personal?, ¿Con las organizaciones sindicales?, ¿Ocupo mi lugar en el seno de la organización profesional?, ¿Me he mostrado activo, leal, deseoso del progreso y la paz social? ¿Considero a los obreros como hermanos?, ¿Me dirijo a ellos con respeto?, ¿No me he mostrado altanero, distante; o al contrario con una familiaridad humillante?
¿Con mis sirvientes, he cuidado su salud, de sus distracciones, de su vida religiosa y moral, sobre todo si son menores?, ¿He buscado ofrecerles una atmósfera de vida familiar?

BREVES ORACIONES PARA LA CONFESIÓN
Para antes del examen
Jesús mío, quiero hacer una buena confesión, ayúdame a hacerla. Ayúdame a recordar los pecados que he cometido desde mi última confesión; ayúdame a dolerme con todo mi corazón de ellos y decirlos bien al Sacerdote. Virgen Santísima, Madre mía, Santo Angel de mi Guarda y todos los Santos del Cielo, rueguen por mí para que haga yo una buena confesión.
Pare pedir el dolor de los pecados
Dame Jesús mío, verdadero dolor de todos estos pecados y de los que no me acuerdo; Virgen María, Madre de Dios y Madre mía y todos los Angeles del Cielo, rueguen por mí para que de veras me duela de mis pecados.
Para ofrecer a Dios el dolor de los pecados
Dios mío, siento mucho haber pecado contra Ti porque Tú eres tan bueno y porque me amas tanto y con tu divina ayuda te prometo procurar nunca más ofenderte.
Para antes de confesarse

EL "YO PECADOR"
Yo pecador me confieso a Dios todopoderoso, a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los Santos y a vos Padre que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra, por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa. Por tanto ruego a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los Santos y a vos Padre, que roguéis por mí a Dios Nuestro Señor. Amén.

Al final de la Confesión
EL ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente enmendarme, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta; ofrezco mi vida, obras y trabajos y cuanto bueno hiciere en satisfacción de mis pecados; confío en vuestra Bondad y Misericordia infinitas que me perdonareis y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta el último instante y fin de mi vida. Amén.
Para dar gracias después de la Confesión
Te doy gracias, Jesús mío, con todo mi corazón por haberme perdonado mis pecados; te prometo con tu ayuda no volverlos a cometer; ayúdame a corregirme, especialmente de los pecados que más hago, como…
ORACION PARA PEDIR LA GRACIA DE LA COMUNIÓN DIARIA
¡Qué felicidad tan grande sería para mí, Señor, ser del número de aquellos dichosos cristianos a quienes un verdadero amor hacia Ti y un sincero deseo de verse libres de sus debilidades y defectos, y de emplear toda su vida en tu Santo Servicio los lleva todos los días a tu Sagrada Mesa!
¡Qué ventajoso sería para mí recibirte todos los días en mi corazón y teniéndote en él, rendirte mis obsequios, exponerte mis necesidades y participar de las mercedes que concedes a los que diariamente te reciben!
Yo sé bien Señor, que no soy digno de ello; pero también sé que Tú, en tu Misericordia infinita, no instituiste la Sagrada Eucaristía solamente como premio a los buenos, sino también como un auxilio a los pecadores arrepentidos. Es bajo este último concepto que me atrevo a acercarme a tu Sagrada Mesa, en la que espero encontrar el auxilio que necesito para ser bueno, para ser Santo, como Tú quieres que sea, para lo que te pido me concedas el mayor de todos los bienes que podemos alcanzar sobre la tierra: La gracia de recibirte diariamente.

LA ABSOLUCIÓN GENERAL
La Absolución General puede ser impartida en casos extremos en los que haya una gran multitud de fieles como puede ser un Congreso Eucarístico, o en casos de desastre como guerra, un buque se está hundiendo, etc.
El Sacerdote que imparte la Absolución General, debe aclarar bien a los fieles, la absoluta obligación que tienen de confesarse individual y sacramentalmente en la primera oportunidad que tengan, con los tres propósitos indispensables: enmienda, arrepentimiento y desagravio, mediante el cumplimiento de la penitencia que les sea impuesta.
Dar la absolución general a los fieles que tienen tiempo y oportunidad de confesarse individual y sacramentalmente, es hacerles el mayor mal posible, pues esto los aparta de ese tribunal extraordinario bajado del Cielo, en el que el reo es su propio acusador y en el que el Juez está siempre dispuesto a perdonar.
La Confesión Sacramental nos da oportunidad de practicar las virtudes más excelentes como son:
La Fe creyendo que Dios ha dado a los Sacerdotes el poder de perdonar los pecados.
La Esperanza, esperando mediante Ella su perdón.
La Caridad, detestando el pecado porque ofende a Dios.
La Humildad, reconociendo nuestras faltas.
La Obediencia, cumpliendo la penitencia impuesta.
La Justicia, sujetándonos al juicio del confesor.
La Fortaleza, venciéndose a sí mismo
La Paciencia, esperando el turno para confesarse.
El Buen Ejemplo, etc.
La Confesión Sacramental, nos abre las puertas al mismo Cielo de la Eucaristía: la razón de ser de un Católico.

NO DIGAS…
No digas PADRE, si cada día no te portas como hijo.
No digas NUESTRO, si vives aislado en tu egoísmo.
No digas QUE ESTÁS EN EL CIELO, si sólo piensas en cosas terrenas
No digas SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, si no lo honras.
No digas VENGA A NOSOTROS TU REINO, si lo confundes con el éxito material.
No digas HÁGASE TU VOLUNTAD, si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas DANOS HOY NUESTRO PAN, si no te preocupas por la gente con hambre.
No digas PERDONA NUESTRAS OFENSAS, si guardas rencor a tu hermano.
No digas NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN, si tienes intención de seguir pecando.
No digas LÍBRANOS DEL MAL, si no tomas partido contra el mal.
No digas AMÉN, si no has tomado en serio las palabras del PADRE NUESTRO.

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