lunes, 15 de septiembre de 2014

¿De qué material es la cruz de Jesús?



Hoy es la exaltación de la santa cruz, el llamado “árbol único en nobleza, jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto”. Particularmente considero una lástima que la liturgia de hoy haya preferido exaltar la cruz, antes que profundizar en las actitudes que nos ofrece Mt 18, 21-35 en el evangelio dominical, en el cual subyace como tema de fondo la circunstancia de que seremos tratados a los ojos de Dios como nosotros tratemos a los demás. 

Pero es una característica conocida por la iglesia, el hacer hincapié en la cruz, la sangre, el pecado, la contrición, dejando un poco de lado la luz incesante de la Resurrección, objetivo de todo cristiano. 
Y la verdad es que si la fiesta de la exaltación de la cruz la miramos desde un plano actualizado, puede que nos lleve precisamente a la cuestión del trato nuestro a los demás y la reciprocidad fraternal a la que el Señor nos llama. Nunca podré creer que “Dios juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de la salvación” (Hb 2, 9b-10), o sea a Jesús de Nazaret.  
Esto anula plenamente la dimensión paternal y maternal de Dios, que nos ama como a hijos e hijas. Dios no disfruta con el dolor de nadie. Dios no quiere el dolor de nadie, ni la angustia, ni la tribulación, ni el dolor proporcionado voluntariamente so pretexto de absurdas penitencias. Creo que Dios quiere que comamos bien, que vivamos bien y con naturalidad, que aspiremos a la felicidad, que nos mantengamos sanos. Dios no quiere a sus hijos e hijas atribulados ni alterados ni mucho menos violentados. 
Dios quiere a sus hijos e hijas dignos como personas, e irreprochables ante El como hij@s, y con esta afirmación pues casi que podemos acabar y apartar a un lado todas las formulas protocolos y rituales; con los que a lo largo de la vida nos hemos ocupado de envolver a Dios hasta hacer de él algo parecido a una cebolla. Y se nos ha quedao dentro, en el interior e inalcanzable. 
Por ello a día de hoy nuestra primera acción en la vida y en el mundo en que vivimos es descifrar el rostro de Dios, o más bien el rostro de Jesús. Claro, mal hacemos en buscarle entre nuestra corte de aduladores, besamanos y personas que pululan alrededor nuestro y que jamás serán sinceros con nosotros sino complacientes. No, Jesús está en otros escenarios distintos. 
Hoy por la mañana he visto a un matrimonio andar por la calle. Una mujer mayor cogida de la mano de su esposo. Sé que él está enfermo y que su mente vive en otro mundo pero se aferra a la mano de ella, pues aunque no pueda identificar con claridad el rostro de su esposa, sus rasgos para el significan seguridad y orientación. Y ahí van los dos. Ella le lleva a él de la mano y seguro que antes de salir a la calle le ha lavado y adecentado, pues rezuman los dos limpieza. 

Al respecto de este ejemplo como de otros, jamás se me ocurrirá decirle a esta mujer que su marido es su cruz y que le vaya bonito porque así se va a ganar el cielo. ¡No! Dice León Bloy: “No se va al cielo hoy, ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado". Se va al cielo cuando lo pones todo antes que a ti mismo. Se va al cielo cuando atiendes al enfermo antes que a ti mism@. Se va al cielo cuando ayudas a superar las cruces que algunas personas se afanan diariamente en superar. ¡¡En superar!! 
Nadie debe de resignarse a su cruz, ni a la de nadie. Esta vida es un continuo aprendizaje y una continua superación de dificultades; y en cada una de ellas debemos ser luz los que nos denominamos cristianos y decimos seguir a Jesús de Nazaret. Pero con autenticidad y por nosotros mismos sin negarnos a la colectividad y a la comunidad. 
Hay muchos escenarios donde acercarse al que está necesitado, aunque sea de un abrazo sincero y una acogida. ¡Ahí está la cruz! Por eso decía que no es de madera ni de metal precioso. La cruz de Jesús hoy día es inmaterial, porque está en la propia vida y en la superación de dificultades. 
Permita la vida, que asistidos por el Espíritu de Dios siempre aspiremos a la superación de la cruz con posibilidades de resucitar después. Ese es el fin, la vida la luz y la tranquilidad. La cruz por sí misma, solo es un objeto de suplicio a la cual nadie debe crucificarse ni ser crucificado. 
Y que conste que a Jesús lo crucificaron por un proceso político, injusto y macabro. Circunstancia que paradójicamente aun hoy día suele darse en la propia iglesia “de Jesús”. No sigamos la senda de los verdugos de Jesús y los verdugos de la humanidad unipersonal, sino demostremos entrañas sensibles, solidarias, y respetuosas.

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